Te Encontré [ 2°T de TLA]

De MiteScart

2.2M 187K 65.7K

Todo ocultamos un secreto. Que nos define. Que nos atrapa. Que nos encuentra. Dicen que el primer amor siemp... Mais

Prólogo
Capítulo 1 - ¿Verdad o Mentira?
Capítulo 2 - La verdades duelen más que la mentira.
Capítulo 3 - El Demonio regresa y para siempre.
Capítulo 4 - ¿Obsesión? Eso es algo que no tengo claro.
Capítulo 5 - Nunca mentí al decirte que te necesitaba.
Capítulo 6 - Evitame de nuevo, pero no grites cuando veas las represalias.
Capítulo 7 - Verdades que saldrán a la luz.
Capítulo 8 - Nueva Amenaza.
Capítulo 9 - Apariciones sorpresivas en la oscuridad.
Capítulo 10 - Tú eliges, Laila, y elige bien porque no habrá vuelta atrás.
Capítulo 11 - La seducción es como una trampa...Te induce al mal camino.
Capítulo 12 - Esta noche es buena para nuevas revelaciones.
Capítulo 13 - El demonio seguirá siéndolo sin importar que traten de cambiarlo.
Capítulo 14 - Toda cicatriz tiene un pasado oscuro.
Capítulo 15 - El deseo es como la sangre...fluye por nuestros cuerpos.
Capítulo 16 - Los dos lados de la historia.
Capítulo 17 - La locura me condena y tú no podrás detenerlo.
Capítulo 18 - Esconde, Esconde antes de que lo atrape.
Capítulo 19 - A veces el amor no es suficiente cuando escuchas las verdades.
Capítulo 20 - Ya no somos Dos sino Tres.
Capítulo 21 - No olvides de que lado estás, amor. En las Sombras o en la Luz.
Capítulo 22 - Toda historia tiene un principio y un final...¿Te atreves a oirla?
Capítulo 23 - Todos encuentran sus castigos.
Capítulo 24 - SEGUNDA PARTE
Capítulo 25 - Duelen las palabras, ¿no?
Capítulo 26 - Y entonces como el ave Fénix...la esperanza renace de las cenizas
Capítulo 27 - Hasta el más Oscuro puede redimirse...¿Pero cuál es el costo?
Capítulo 28 - Y al final vuelvo a fallar.
Capítulo 29 - Y entonces la bestia se desató.
Capítulo 30 - Los Fantasmas de las Muertes Pasadas
Capítulo 31 - Al momento en que retomas tu vida...
Capítulo 32 - Buscando maneras, pero nunca encontrando solución
Capítulo 33 - En oscuridad anduve y en oscuridad me convertí.
Capítulo 34 - ¿Qué tanto harías por él, Laila Jenner?
Capítulo 35 - Descubierta y castigada por el Demonio
Capítulo 36 - La Única Solución es la Muerte.
Capítulo 38 - Seamos honestos...Ellos no están destinados a estar juntos.
Capítulo 39 -Criminal Silencioso.
CAPÍTULO 40 - ¿Regresamos A La Acción?
CAPÍTULO 41 - SANGRE POR SANGRE
CAPÍTULO 42 - ¿Y Esperas Que Acabe Bien?
Capítulo 43 - Por Obtener Una Vida Deberás Pagar Con Otra
Capítulo 44 - Cada ANGEL Necesita A Su DEMONIO
Capítulo 45 - Debiste Decir Las Palabras Correctas En El Momento Correcto
Capítulo 46 - Golpes De Muerte
Capítulo 47 - La Cena De Los Demonios
Capítulo 48 - Un Paso Para Un Final
Capítulo 49 - Somos Monstruos.
Capítulo 50 - Una locura final.
Capítulo 51 - ¿Preparados?
FINAL
Agradecimientos
ANUNCIO PEQUEÑO
EXTRA

Capítulo 37 - Hasta que la muerte o algo más los separe.

47.7K 3.4K 1.1K
De MiteScart

LAILA


No sirve gritar su nombre. No sirve de nada derramar lágrimas. Él no escucha mis gritos ni mucho menos mi llanto. Cada decisión que hemos tomado ha resultado la eminente separación de ambos, y así cntinuamos una y otra vez envueltos, y con cada paso me alejamos de lo que sería un simple sueño, el vivir en paz. Mientras corro entre los vehículos estacionados delante del establecimiento empiezo a sentir miedo del presente y futuro.

—¡Sigue corriendo! —Rox empuja a que siga a la vez se gira y dispara. Uno de ellos cayó herido, los otros corren a por nosotras—. ¡Sigue! ¡Corre, corre!

—¡Detrás de ti! —Excalmé al ver a uno yendo directo a ella, la mujer se da la vuelta y lucha con movimientos impresionantes.

—Así que la putita sabe pelear, ¿eh? —El hombre escupió sangre y limpió su boca con el dorso de la mano—. ¿Qué más sabes hacer dulce Roxy?

—Cierra la maldita boca. —Gruñó Rox.

Él no hizo caso sino continuó hablando.

—Bueno, sí estás bajo la protección del imbécil de Hamilton y el jefe te quiere para él, sin duda eres buena follando.

Eso es asqueroso.

—¡No le hables así! —Grité furiosa, dispuesta a pelear con él si era necesario. 

Rox intervino. El hombre pegó sus malditos y sucios ojos en mí.

—Miren, otra putita más se unió a la conversación. Dime, ¿qué harás para impedirlo? ¿Matarme?Ya ajustaré cuentas contigo una vez que el jefe acabe contigo y cuando lo hago, sin duda disfrutaré mucho ser el siguiente.

—Ni creas que...

—Eso está por verse —respondió Rox y con una maniobra impresionante lo atacó. Se dio la vuelta y me miró—. Largate de aquí, Laila. ¡Vete!

La miré indecisa. No quiero dejarla. Ambas estábamos siendo seguidas por maniáticos. Sacudí la cabeza. Rox al notar mi indecisión usa más autoridad con tal de que obedezca.

—Te encontraré después —dijo—. ¡Corre maldita sea!

Bien. Hice lo que pidió, pero no fue mi mejor decisión. No me preparó para lo que venía continuación. Un estruendo estremecedor sonó detrás de mí. Aquello me obligó a detener mi escape. Llamé a Rox una, dos veces, pero no obtuve respuesta por parte ella, en cambio, es la risa maquiavélica de alguien más lo que oí. Temiendo lo peor, me di la vuelta lentamente, y con los ojos amplios y sin parpadear, observé  a Rox tambalear en sus propios pies.

Extiendo el brazo queriendo alcanzarla.

—¡Rox! —grité su nombre mientras ella cae de espalda tras de recibir un disparo. Mis ojos dolieron. Los cerré por un segundo y al abrirlos lágrimas se acumulan. Observé a el desgraciado acercarse a Rox con una brillante sonrisa y con su arma apuntó con la intención de rematarla.

No puedo permitirlo...

No supe que hacer más que correr y lanzarme sobre él. Enterré mis uñas en su cara. Este comenzó a gruñír maldiciones, moviéndose violentamente de un lado a otro conmigo encima de él. Mi espalda dio contra el vehículo y la alarma estalló. El peso de su cuerpo en mi estómago y el duro material del vehículo en mi espalda provocó que el aire se esfumara de los pulmones. Lo tuve que soltar. En su cara quedaron las marcas dolorosas provocadas por mis uñas, pequeñas gotas de color rojo se asomaban en ellas y en mi uñas. Sus fosas nasales temblaron mientras avanzaba hacia mí. 

—Mierda. —Mascullé ante lla mala situación en que viene acontinuación. Hice una rápida huida, pero no me lo dejaron nada fácil, me toman de los cabellos y tiran hasta hacerme retroceder.

—¡Ahhh! —grité, tratando de quitar la mano de mi pelo—. ¡Suéltame!

—Esta vez no te escapas. —escupió cerca de mi oído.

—Nadie. Puede. Dañarme —Un rugido emergió detrás de nosotros.

La mano que me mantenía prisionera se desvaneció. Me aparté velozmente. Rox había logrado ponerse en pie nuevamente, y con su arma apuntó y apretó el gatillo. Los ojos del hombre se abrieron amplios y un hilo de sangre apareció entre sus labios. Sus manos quisieron cogerme de nuevo, pero no lo consiguió, cayó fulminado a suelo y no se movió de ahí. Pasaron unos segundos antes de que me acercara y golpeara su estómago con el pie para comprobar si estaba realmente fuera.

Levanté la cabeza hacia Rox.

—Creo que está muer....—dije, pero me detuve a media oración al verla pierder el equilibrio—. ¡Rox!

Ella se recargó en mis hombros. El peso de su cuerpo y la inestabilidad hizo que no tuviera otra opción que dejarnos caer. Me arrodillé junto a ella y acomodé su cabeza en mis piernas. Ro emite gemidos de dolor mientras repete una y otra vez "Nadie puede dañarme"

Mi mano se empapó de rojo cuando toqué su camiseta.

—Oh, Dios. Oh, Dios —repetí una y otra vez mientras veo su ropa cubriéndose de rojo—. ¿Rox? Por favor, mantente despierta. No cierres tus ojos. Quédate conmigo.

Sus párpados se cierran y se abren pausadamente tratando de no hacerlo, pero falla en el intento. No supe que hacer. Tenía en mis manos a una mujer herida, muriéndose, en medio de un estacionamiento y con el peligro volviera a por nosotras. Quise escondernos, pero temí provocar más daño si trato de moverla. Miré a todos lados. Sólo hay oscuridad y más oscuridad. Apreté su mano con fuerza, haciéndole saber que sigo a su lado.

—Tranquila, todo irá bien. Iré a buscar ayuda, ¿vale? 

Soltando su mano con sumo cuidado, me puse en pie. El cuerpo tiembla completo al avanzar de vuelta al establecimiento en busca ayuda. A medida me acerco el estruendo del conflicto continúa intensamente. Paré. El miedo me tomó con más fuerza y la poca valentía se está esfumando.

Agité la cabeza. ¡Hazlo por Rox! ¡Está muriendo! Maldita seas, Laila, encuentra a Jace. Tomé coraje, avancé a la entrada y tiré ambas puerta esperando que se abriera, pero no funciona. ¿Qué diablos pasa? 

—¡Vamos! ¡Ábrete! —mascullaba impaciente mientras tiro y tiro de ella, pero no cede. ¡Mierda, mierda! ¿Qué ocurre? ¿Por qué no abre? La única posible explicación es que los matones de Darren han atrancado desde adentro con la intención de dejar indefensos a la gente de Hamilton. Aquello me dio mucho más miedo.

Comencé a desesperarme.

¿Ahora qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué ha...¡La puerta de emergencia! Eso es. 

Sin reparo, fui al lado lateral y busqué cualquier entrada que me ayudara a ingresar. Al instante hallé la puerta de emergencia, en seguida me apresuré a abrirla, pero al segundo en que abro los disparos y la trifulca  dejó de oírse. Nada. Todo se sumió en un completo silencio.

El silencio es el peor enemigo. 

Intento no imaginar cosas horribles.

—Tal vez todo a acabado. —Quiero sentir esperanza, pero la esperanza que viene abajo cuando se oyó un último y único disparo.

Quedé sin aire.

Susurré su nombre: —Jace...

Él sigue adentro de ese club, atrapado en un enfrentamiento que yo misma ocasioné. Miles de malas imaginaciones sobre Jace hacen colisión en mi cabeza que me hace imposible pensar con claridad. ¿Qué ha pasado? ¿Él sigue vivo? ¿Está muerto? ¿Vendrá Jace por mí o ese disparo demostró que al finalmente Rech será la persona que vendrá por mí?  

Unas luces de colores y parpadeantes aparecieron entre la noche y mi rostro se vio iluminado por ellas. Todas se detuvieron ruidosamente y precipitadamente en frente del establecimiento.

Las reconocí claramente.

—¡Corran, corran! ¡La policía está aquí! —escuché que gritaban desde dentro del establecimiento.

Alguien llamó a la policía. Mierda. Esto se estaba poniendo muy mal. ¿Ahora qué haré? Rox herida y Jace sigue dentro. 

La puerta de emergencia la empujan y golpean mi cabeza. Tropecé con mis propios pies y caí al suelo. Pasan por mi lado, corriendo apresurados. Puede ser la gente de Román Darren o la de Hamilton, no lo sé. Ninguno de ellos aguardó mi presencia. Esperé una eternidad antes de alzar un poco la cabeza e intentar ponerme en pie. Más allá, pude escuchar a la policía acercarse. La idea de levantarme la dejé para otro momento y como pude, me arrastré  y me escondí en la oscuridad tanto como lo permitía. Me quedé ahí con las manos en el estómago, protegiendo a mi bebé, y con la cabeza entre las rodillas entre los botes de basura.

—Usted, id por la puerta principal y el resto acompáñenme a la puerta trasera.

Mis ojos se abrieron al oír aquella voz. 

—Joseph...—dije en voz bajita.

—¡Los quiero todos detenidos, ¿me oyen?!¡No permitan que ninguno se les escape! ¡¿Me escucharon?!

Era él.

Los pasos sonaron más próximos y con más intensidad. Oculta en las sombras, los miré pasar y dirigirse a la puerta de emergencia que trate de entrar antes. Sentí realmente miedo de lo que pasará ahora. ¿Sería este el final en donde por fin Joseph atraparía a Jace y yo me quedaría completamente sola? Aquel pensamiento provocó que emitiera un sollozo involuntario. Tapé mi boca inmediatamente al percatarme lo que había hecho, y ni siquiera respiré cuando Joseph escuchó y se detuvo justamente en el lugar en que permanecía escondida.

Me oyó. Todo ha acabado. Jace sería atrapado junto con Rech e irán a la cárcel y Roxana. Dios, esa chica moriría desangrada por no llevarle ayuda necesaria. Alguien que la ayudara a...

—¿Pasa algo, detective Murray? —Oí que le preguntan a Joseph.

—No, nada. Pensé haber escuchado algo, pero no ha sido nada importante. ¡Ustedes sigan en lo acordado! ¡Vamos! ¡Entren, entren, entre! —dio la orden con voz demandante y los otros obedecieron de inmediato. 

Él se fue quedando de los últimos y cuando estuvo solo él, me levanté y salí de las sombras. Me acerqué y agarré de su brazo.

—Joseph —Él soltó a gran voz una insolencia luego de soltarse bruscamente y girarse para apuntarme con un arma justo en la cara—. ¡Joseph! —chillé, asustada viendo el arma entre mis ojos.

—¿Qué mierda? ¡Laila! —Al reconocerme bajó de inmediato su arma.

 —No des la alarma te lo suplico. —Pido, alzando los brazos.

—¿Qué no de alarma? Acaso... ¿Qué haces aquí y vestida de esa manera? —Su mirada me recorrió de pie a cabeza hasta detenerse en mi manos, las cuales estaban manchadas con la sangre de Rox—. Tus manos, Laila. ¡¿Qué te ha pasado, hija?!

Él desesperado busca cualquier herida en mi cuerpo.

—No me ha pasado nada.Joseph, calma, a mí no me ha pasado nada. —Tranquilizo.

—¿Segura?

—Sí, pero...

—¡¿Pero?! —exclamó fuerte. Diablos. Puse mi mano no tan manchada sobre la boca de él y miré a mi alrededor en busca de que alguien de la policía nos hubiera oído.

—Shhhh —susurré—. No alces la voz. A mí no me ha ocurrido nada, pero tengo a alguien que sí. Tienes que ayudarme por favor, Joseph, una amiga está herida y no sé como ayudarla.

Él asintió. 

—¿Me ayudarás? —Pregunté y él asintió de nuevo. Quité mi mano de su boca—. ¿De verdad, Joseph?

Él tomó mi cara entre sus manos.

—Siempre que ayudaré, Laila. —respondió.

Solté el aire retenido. Una mezcla de alivio y desesperación me invadió. Temblé de frío y Joseph lo notó. Se quitó la chaqueta que traía consigo y la envolvió en mi cuerpo. Pero a pesar de del calor que emanaba de la chaqueta, continué temblando.

—Gracias —murmuré—, gracias de verdad. En serio no sabía que hacer con ella. Rox está...está...sangrando mucho y... y creo que va a morir —hablé tartamudeando mientras agito las manos intentando explicar lo que acontecía—...y yo no puedo dejar que pase eso, no puedo. Tu debes entenderlo, Joseph. Rox intentaba salvarme...

—Hey, de acuerdo. No pasa nada. Te ayudaré, cariño. Lo prometo, pero ahora tienes que llevarme hasta ella para ver a gravedad del asunto, ¿está bien? —dice y yo moví la cabeza afirmativamente.

—De acuerdo. —susurré.

—Bien. Vamos donde tu amiga.

La encontramos tal como la dejé. Rox yace en el suelo y esta vez sus ojos estaban cerrados y tampoco emitía ningún sonido. Creí que estaba muerta y me asusté cuando aquella suposición tomó sentido al ver que no respondía a mis llamados, pero Joseph me tranquilizó cuando se inclinó y le tomó los latidos al cuello de Roxana.

—Sigue con nosotros —dijo para calmar mis nervios—. Santo cielo, ¿Qué le ocurrió?

Mientras lo veía revisar la herida, respondí: —Estaban apunto de matarme y ella se interpuso en el camino, recibiendo el disparo en mi lugar. Planeaba ir a buscar a Jace, pero tú apareciste y pensé que además de él, tú también me ayudarías.

Joseph reaccionó de inmediato al oír el nombre de Jace.

—¿Jace White está ahí dentro?

La manera en que se escuchó me hizo ponerme en alerta.

—No harás nada en contra de él. Te lo advierto, Joseph.

—No planeaba hacer nada. —Mintió.

Reí secamente ante su intento.

—No mientas, no a mí. Sé que en fondo lo que más deseas es verlo tras la rejas.

Ambos nos enfrentamos por un objetivo en concreto; él está interesado en atrapar a Jace y por otro lado yo estoy dispuesta a luchar para no permitirlo.

—Bien, tienes razón, miento. Quiero atraparlo, eso sí, pero no deseo a Jace White en la cárcel sino siendo condenado a inyección letal o con una cuerda en el cuello.

Aguanté mirar sus ojos unos segundos y luego aparté la mirada. Mi mente me dijo: Querías que no mintiera, ¿no? Bueno, esa es su verdad por mucho que te duela. Y si dolió, pero lo entendí. El odio por Jace era demasiado y tenía motivos para desearle mal. Aquel pensamiento no cambiaría de una segundo a otro sólo porque la mujer  a la cual tomo bajo su cuidado está enamorada de ese asesino.

—La bala sigue adentro —murmuró él, volviendo al asunto que nos concernía—. Su nombre es Rox, ¿no?

Volteé a verle: —Así es.

—Vale. ¿Rox? ¿Me escuchas, Rox? —golpeó sus mejillas—. Necesito que despiertes por favor...Eso es, abre tus ojos y manténlos así. Muy bien, pequeña.

Joseph la observó por unos segundos antes de dirigirse a mí.

—Necesita un médico.

—¿Un médico?

—Alguien debe extirpar esa bala, Laila.

Un médico.

Sacudí la cabeza.

—Entonces tienes que llevarla tú, yo no puedo ir con ella. Me reconocerían a penas cruzar la entrada del hospital. ¿Olvidas que me he fugado con un asesino?

—Claro que no lo olvido, Laila, la fotografía de tu cara en el expediente de White me lo recuerda cada día.

Un sonido apenas audible nos interrumpió. Era Rox que entre la inconsciencia y el dolor, murmura.

—...no al...hospital...no...

Aquella petición nos dejó helados. Miré a Joseph.

—¿Ahora qué haremos? Ella no quiere ir a un hospital.

—Entonces, no me queda otra opción —dijo y levantó en sus brazos a la desfallecida—. Me la llevaré y ti también.

Llegamos al apartamento de Joseph tan rápido como se pudo. Este cargó a Rox hasta la habitación más próxima y la dejó caer en la cama grande. Mirando desde el marco de la puerta, vi que el color de Rox perderse, su tez se volvió tan pálida que se asemejaba a la de un muerto.

—Laila, sácale con sumo cuidado la ropa de la parte de arriba. —Pidió y pasó por mi lado, dejando la habitación.

Quitándome la chaqueta de los hombros, me acerqué a Rox. Temblaba igual a un perro mojado y sudaba como si hubiera corrido una maratón. Con cuidado de no lastimarla quité su ropa dejando solo su corpiño puesto. Y no la decisión muy buena. No esperaba que una vez despojada de su ropa, mis ojos verían el posible secreto que guardaba Roxana debajo. Cicatrices. Todas ellas en alrededor de su torso, tajos horribles que harían estremecer cualquiera que estuviera en mi situación. Tal vez, al principio, creí que las marcas deformes en la espalda de Jace eran espantosas, pero ahora viendo las de Rox...

—¿Qué le hicieron a esta pobre chica? —la exclamación proviene de Joseph. Entró a la habitación con un vaso en la mano y  con la mirada puesta en el estómago de Rox.

—También iba decir lo mismo. —Dije y tiré la ropa manchada al piso. Mi vista nuevamente se dirigió al cuerpo y noté que más de algún corte reciente.

A mi lado, Joseph se acercó y puso el vaso que traía en la boca de Rox.

—Hey, chica, despierta. Bebe esto. Te ayudará al menos no sentir mucho dolor. Eso es, sigue bebiendo. —dijo. Rox no quiso beber más y opuso resistencia, Joseph le abrió la boca y derramó el contenido dentro.

—¿Qué le has dado? —pregunté.

—No tengo morfina, así que le dí alcohol. Es del fuerte y amortiguará el dolor, no podrá soportarlo todo, pero al menos le ayudara un poco. Ahora, Laila, necesito que me ayudes a sostener sus brazos mientras extraigo la bala.

Asintiendo, hago lo que pide. Sujeto con fuerza los antebrazos de Rox.

—¿Y ahora qué? —lo miro. De la mano Joseph apareció un cuchillo grande. ¡Mierda!

—Ahora —dijo entre dientes—. Hay que prepararse. Sujeta fuerte.

Y diciendo eso, procedió a sacar la bala, enterrando el filo del cuchillo dentro de la herida. Roxana chilló agonizante y se retorció en la cama queriendo escapar.

Joseph continuó sin piedad. Apreté los dientes y cerré los ojos fuertemente al oir sus gritos terroríficos. No podía hacer nada. Quise que él se detuviera, no soportaba oír los gritos de Rox y no poder hacer nada por ayudarla. Me imaginaba el dolor físico que debía estar pasando, un infierno a carne viva. 

—¡Ahhhhh! —gritó de nuevo y con más intensidad. 

 Un maldito infierno. 



                       
[***]


Tiré de la cadena del retrete y todo lo que he vomitado desaparece por el desagüe. Bajé la tapa para luego apoyar la frente en ella, inhalé varias veces mientras busco ser capaz de poder levantarme del piso frío y llegar al lavabo. Dios, esto en verdad me deja débil. Parecía una pequeña muñequita desechada después de botar lo poco y nada que tenía en el estómago por el retrete.

Al otro lado de la puerta del baño, Joseph gritó mi nombre.

—¡Laila!

Alcé levemente la cabeza y grité de vuelta un "Ya voy" Me levanto del suelo y voy al lavabo para poder lavarme la boca luego de la extenuante sesión con los problemas maternales que tuve. Cuando salgo del cuarto de baño, veo que Joseph ya tiene a Roxana cubierta con vendas y tapada con mantas.

—¿Qué pasará con ella? —Pregunté sentándome a los pies de la cama.

—Vivirá. Se nota que es fuerte. —Contestó Joseph y colocó el paño sobre la frente de Rox. Ella tembló al sentir el frío de la toalla—. ¿Y tú, cómo estás? Sigo viéndote pálida.

Asentí.

—Estoy bien. Es normal, con lo del embarazo uno nunca sabe cuando te ataca los malestares. La verdad, ya me estaba preocupando que con todo lo que he pasado hoy no hubiera tenido ganas de vomitar.

—Debes descansar, Laila. Si quieres hay una habitación de huéspedes después de esta y puedes recostarte.

Descansar. Un privilegio que no me he dado por mucho tiempo.

Sacudí la cabeza.

—No puedo. Gracias, pero no —dije—. Tengo que ir en busca de Jace, él sigue estando a fuera y estoy muy preocupada. No pongas esa cara, Joseph, sé que te desagrada escucharlo de mi boca, perdón, pero es así.

—Lo sé.

—Debo retirarme.

Él suspiró y dejó el paño en la frente de Rox, y levantándose de la cama, llegó hasta donde me encontraba.

—¿Tan enamorada estas de ese hombre? —preguntó mientras se pone de cuclillas y toma mis manos.

—¿En serio quieres oír la respuesta?

—Por favor.

—Mucho. —Respondí.

—Me asusta. 

Fruncí el ceño al ver que Joseph bajaba los ojos. 

—¿Te asusta ayudarnos? Lo siento por ponerte en esta posición delicada. 

—No es por mí sino por ti. El que ames con tanta intensidad a ese hombre que tanto daño te ha hecho asusta en verdad, temo que aquel amor que tanto profesas por él pueda acabar contigo y el futuro de este bebe —su dedo tocó mi vientre—. ¿Lo entiendes, Laila? Porque yo no hago, no comprendo lo ocurre. Acabó a tus amigos, tu propio padre...

—Lo comprendo. —Susurré. 

—Pero aún así lo sigues amando. 

Asentí.

—Bien. —Dijo y soltó mis manos. Se puso de pie nuevamente y caminó hacia la ventana dándome la espalda, y sacando un móvil del bolsillo de su pantalón, lo vi marcar. No pasó mucho cuando Joseph habló—¿Evans? Si, soy yo, Murray.

Entrando en pánico, me levanté inmediatamente. 

—¿Qué haces?

Él hizo caso omiso a mi pregunta.

—Lamento retirarme de la operación, pero tuve que atender otra situación más importante. No, no, no tiene nada que ver con el sujeto. Te llamaba para que me notificarás de lo ocurrido luego de que desaparecí —se quedó en silencio mientras aguardaba a por Evans—. Si, te escucho...¿Qué? ¿Estás completamente seguro de lo que dices?...Me lo esperaba. ¿Y detenidos cuántos hay? Ajam, si, bien. De acuerdo, Evans, gracias por la información. Llámame por si me necesitas.

Dándose vuelta, Joseph guardó su móvil en el bolsillo de nuevo y se cruzó de brazos. 

—¡¿Pero qué hiciste?! —estallé

—No te alarmes, Laila, no hice nada fuera de lo normal sólo he llamado a mi compañero de trabajo para saber si se han encontrado con White. Querías saber sobre él. ¿no? —preguntó y yo asentí—. Bien. Evans me ha dicho que hubieron detenidos por portación de armas de fuego y también fallecidos en el lugar...

—¿Y? 

—Ninguno es Jace White. 

Un nudo se formuló en mi garganta impidiéndome hablar.

Él escapó.

Él está bien.

Vendrá.

—¿No dirás nada? 

Vendrá por mí...

Lo intenté, pero no logré expresar los sentimientos que me embargaban con solo saber que existía la posibilidad de que Jace estaba a salvo y posiblemente buscándome. A pesar de no decir palabra, en silencio le agradecí a Joseph ese pequeño gesto desinteresado que realizó. 

Agaché la vista hacia mis manos y negué con la cabeza. 

Joseph lo comprendió.

—Entonces, no hay motivos para que te vayas de aquí. Te di una razón suficiente para no hacerlo, White debe estar vivo entre las calles de la cuidad —dio una exhalación larga—. Ahora descansa de una buena vez, por el bien tuyo y el de tu hijo. Yo me ocupo de la muchacha. ¿Entendido?

Moví la cabeza de arriba a bajo.

—Ve. —señaló. 

Dando una ultima observación a Rox por lo bajo, me retiré de habitación, pero al estar apunto de abrir la puerta veo que aun continúo con el vestido ya echado a perder. 

—¿Joseph? —me di la vuelta.

—¿Mmm?

—...no tengo ropa adecuada...—dije. Por ese breve segundo sentí incomodidad y vergüenza. 

—Ya veo. En la habitación hay ropa tuya para que te cambies. 

Elevé la mirada y me lo quedé mirando de hito en hito sin creer lo que acababa de decir. 

El se encogió de hombros.

—¿Qué? No pensaba permitir que tus cosas siguieran en ese apartamento.   

—Muchas gracias...—susurré apenas y me retiré de la habitación tan pronto posible y con la vergüenza escrita en la frente.

He de admitir que fue una alegría inmensa volver a ponerme mi ropa de antes. Sentir la sensación de comodidad y la de estar de vuelta a los viejos tiempos, es increíble como con sólo ponerte una camiseta vieja podría lograr ese efecto. Estaba tan acostumbrada a estar con un vestuario dos días o más porque te la pasas arrancando de lugar en lugar y eso no te dejaba ni siquiera tiempo como para vestirte como deseas.

Cerré los cajones del mueble y me di la vuelta. La cama se veía grande en medio de la habitación. Por mí no me acostaría en ella, me quedaría junto a la ventana viendo a las personas caminar por las calle mientras tengo la esperanza que Jace aparezca por mí. Sin embargo, Joseph tenía razón, no podía prohibirme a mi misma el no descansar. Ya no soy solo yo, tenía otra personita que dependía de mí.
 
—Bueno...—murmuré llendo a la cama y apartando los cobijas—. Un pequeño descanso no le hará nada malo a mami. ¿Cierto, pequeñito?

Para cuando estuve metida en la cama, el sueño me venció totalmente. Apenas cerré los ojos el cansancio me tomó. 

Al principio fue un suave roce en mi frente, luego aquello se desplazó hacia mi nariz pasando por alguna de mis mejillas. Fue un toque dulce y caliente. Uno que hace que tu cuerpo se inquiete y la respiración se acelere.

—Laila...despierta.

Su voz se internó en el fondo de mi sueño, queriendo sacarme de ahí.

—Mmmm. —murmuré, removiendome en la cama.

—Despierta. Tenemos que irnos, Mi bella noche.

¿Mi bella noche? Mi bella...

Abrí los ojos de inmediato, encontrándome con unos grandes ojos verdes y una sonrisa que sólo me pertenecía a mí.

—Jace. —de pronto sentí que me faltaba el aire. La alegría era indescriptible—. Has venido por mí.

—Sólo por ti, amor.

Mi sonrisa brillante se desvaneció pensando en que la habitación del lado dormía Joseph. Observé los rincones del cuarto pero no encontré a nadie que peligrara nuestro reencuentro.

—¿Cómo entraste? —le pregunto a Jace.

—Tengo mis métodos.

Su rostro se acercó al mío y nuestros labios se fundieron en un besos que ambos deseábamos permanecer por siempre. Él estaba aquí, conmigo. La alegría ya era completa.

Protesté cuando se apartó.

Jace rió: —Tranquila, mi bella noche. Tendremos tiempo luego para terminar. En este momento...—se inclinó nuevamente y mordió mi labio inferior—...debemos irnos.

¿Irnos?

—¿Ahora? —pregunté sin dejar de mirar sus ojos verdes.

Jace frunció el ceño cuando notó el deje de vacilación en voz.

—¿Indecisa?

Sacudí la cabeza rápidamente: —¡No, claro que no!

Es que sólo quería más tiempo para estar con Joseph. Pero aquel pensamiento se fue quedando atrás cuando Jace sonrió de oreja a oreja, contento por mi disposición al escapar con él. Jace se empujó fuera de la cama y extendió su mano para que la tomara. No lo pensé más. Sonriente, aparté las mantas lejos y me levanté...

O al menos traté de hacerlo.

—No puedo —dije mientras vuelvo a ponerme de pie, pero sencillamente mis piernas no responden y mi cuerpo aún se mantiene pegado en el colchón—. No puedo levantarme, Jace.

Alcé los ojos en dirección a Jace, pero él había desaparecido.

—¿Jace? ¿Jace? ¿Dónde estás?

—Aquí estoy, Mi bella noche.

Entonces lo vi junto a la puerta. Su semblante inexpresivo y con ambos brazos pegados a los lados de su cuerpo. El chico sonriente que me despertó ya no estaba.

Levanté mi mano en dirección a él.

—No puedo pararme. Tienes que ayudarme, Jace.

Pero él no se movió, ni siquiera noté su boca modular las palabras continúas.

—Entonces, si no puedes venir conmigo he de irme sin ti. Lo siento, cariño...

—¿Qué dices? No puedes hablar en serio, Jace. No puedes dejarme aquí. ¡Jace! ¡Ayudame! —intenté una y otra vez seguirle, detener la partida de Jace, pero mi maldito cuerpo no obedecía. Grité su nombre una y otra vez sin causar ningún efecto en él—¡Jace, Jace, Jace!

Se marchó y la oscuridad se tornó agresiva cuando me envolvió.

¡Noo!


—¡No!

—¡Laila! ¡Laila!

Mi cuerpo fue sacudido bruscamente sacándome del ensueño que al parecer estaba atravesando. Mis ojos se abrieron realmente y estaba vez el rostro de Jace no ha sido al que vi.

—¿Qué...Qué pasa? —pregunté desorientada.

—Jesús, niña. No despertabas nunca. ¿Estás bien?

Parpadeé. Desde las ventanas se veía el acercamiento del amanecer.

—Creo que sí —miré de vuelta a Joseph:— ¿Qué ocurre, Joseph? ¿Por qué me has despertado de esta manera? ¿Rox está mal?

Rápidamente me enderezo en la cama. Sorprendentemente, puedo moverme.

—No, ella está mejor. La fiebre le está bajando. En cambio, tú...—dijo, y mientras habla disimuladamente, miré todos los rincones de la habitación queriendo encontrar cualquier indicativo que Jace si estuvo en verdad aquí, pero al ver noté que mi mente me había jugado una mala pasada. Jace no vino por mí, jamás vino, todo ha sido más que un bello y a la vez horrible sueño.

—¿En cambio yo?

—Gritabas, Laila. Mucho diría yo y temí lo peor cuando no respondías a mis llamados y no habrías la maldita puerta.

—Lo siento...—dije llevándome las manos a la cara para ocultar la decepción que tenía por expresión—. Creo que he tenido un mal sueño.

—Querrás decir pesadilla, Laila. Has tenido una pesadilla y una muy fea por los gritos que emitías. ¿Laila? —Joseph habló. No lo tomé en cuenta al principio, pero cuando volvió a decir mi nombre tuve que quitar mis manos de la cara y poner atención.

—¿Ah?

—¿Quieres contarme lo que has soñado? —dijo—. Recuerdo que antes te hacía sentir aliviada luego de confesar lo que trataban tus pesadillas sobretodo si eran de White.

Si, lo recordaba. Recordaba esa sensación cuando cada vez le hablaba sobre los horribles acontecimientos que marcaron mi vida.

—Por qué se trata de él, ¿Verdad? —insistió Joseph.

—No necesariamente tiene que tratarse de Jace. Hay muchas cosas que me rondan en la cabeza y puede que eso provoca que tenga pesadillas...

—Se debe a él. —no fue una pregunta si no una confirmación muy acertada—. ¿Sabes, Laila? Apesar de que no somos de la misma sangre y no soy tu padre biológico, puedo notar cuando mientes. Siempre lo noté. Cada vez que tenías pesadillas...El odio en tus palabras cuando conversamos sobre ellos me resultaba favorable puesto que con eso me dabas a entender que a él lo odiabas tan profundamente, pero después entendí que ese odio sólo lo expresabas para contentarme a mí. Temías a mi reacción si supiera que aún seguías sintiendo algo por Jace.

Todo fue verdad, pero aún así que objetar. Y abrí la boca para hacerlo, pero la volví a cerrar. No había caso. Joseph no era un tonto y yo tampoco debía tratarlo como uno.

—Esta vez, Laila, te pido que no me mientas. No exprese rabia u odio cuando en verdad no lo sientes. 

Respiré.

—Es verdad. Temía a que te enfadaras o no te sintieras orgullo de mí si te hubieras enterado que toda esa ira al hablar era una tapadera para no sentir lo que en parte y en el fondo provocavan en mí esas pesadillas...deseo intenso a que Jace volviera.

—Por Dios...—juró Joseph y tomó entte sus manos mi rostro—. ¿Cómo puedes pensar que me enfadaría? Tú no tienes la culpa de nada.

—Pero mi padre lo haría —dije cabizbaja—. Él no estaría orgulloso de que me halla enamorado de un asesino...su asesino y que además espero un hijo de él.

—Eso es algo no puedes saber con precisión. Un padre tal vez no querría esto para su hija, es entendible, pero lo aceptaría de todas formas si con eso ella es feliz.

—¿Tú lo aceptarías? —pregunté.

—Cuesta un poco responder a tu pregunta, Laila, pero...

—¿Pero?

En ese momento justo el timbre del apartamento sonó. Joseph, aprovechándose de la situación a su favor, salió rápidamente del cuarto para ir a ver quién tocaba la puerta.

—Muy oportuno. —murmuré.

Me levanté de la cama y me acerqué lentamente. Del otro lado oí voces provenientes de la sala de estar. Pegué la oreja en la puerta para oír más, pero no alcanzaba a descifrar sus palabrascon exactitud. ¿Sería Evans? ¿Otra persona? Sigilosa abrí la puerta y la dejé un tanto entreabierta.

—Lamento haber aparecido tan temprano, detective, pero su llamado me ha parecido ser más urgente de como lo planteó.

Abrí los ojos sorprendida al escuchar.

¡Andrew!

—Pasa muchacho. —ese fue Joseph.

—Gracias. —dijo. La puerta principal se cerró—. ¿Puedo preguntar a que se debe el problema?

—Tal como tú lo has dicho. Resulta que lo tengo que tratar contigo es urgente y es necesario que se mantenga en secreto. Es sobre Laila.

Hubo un silencio primero.

—¿Laila? ¿Qué ocurre con ella? —sus palabras fueron dichas con sumo cuidado.

Tomando un respiro profundo, salgo de la habitación y me dirijo donde estan ellos. Ambos estaban de pie, frente a frente en medio de la sala de estar. Ninguno pareció notarme hasta que me atreví a decir el nombre de Andrew.

Este se giró inmediatamente.

—Laila —una sonrisa de llena de alivio se formó en sus labios mientras se acerca precipitado y me envuelve en un apretado abrazo. Apoyó su cabeza en mi hombro y yo en el suyo—. No sabes cuento me alegro estes bien. Estaba asustado. Nunca había sentido tanto miedo. Creí que te había ocurrido algo malo cuando me enteré que habías desparecido junto con la chica de...

Me tensé.

—Shhh, Andrew, basta.—traté de impedir que continuara hablando. Joseph nos estaba mirando raro.

—Creo que estoy en desventaja. ¿Ustedes ya habían tenido comunicación antes?

Joseph se cruzó de brazos mientras nos miraba a ambos con ojo crítico. Diablos.
Despacio, Andrew alza la cabeza y se separa, pero mantuvo su brazo en vuelta en mi cintura queriendo protegerme.

Nuestras miradas se encontraron.

—Hablé de más —dijo Andrew para nosotros. Asentí—. Carajo.

—No importa, es hora de que lo sepa. —le dije, mirando de reojo a Joseph.

Joseph intervino cuando entendió que hablábamos de él: —¿Qué debo saber?

Ambos lo enfrentamos, pero fue Andrew el que habló:

—Perdón por no decirlo antes, detective. Yo he estado en comunicación con Laila más de una vez.

Él nos miró a ambos sin comprender de todo, o tal vez estaba dándose una idea de lo que acaba de decir Andrew.

—Más de una vez. —repitió Joseph y Andrew asintió.

—Ayudándole.

—Ayudando a Laila. ¿Y qué clase de ayuda es esa?

—Pienso que ya sabes de que tipo me refiero, detective. —respondió mi amigo, mirando directo a los ojos del que ha sido mi tutor.

—Me hago una idea, pero quiero que seas tú el que lo diga muchacho.

Mirándolos a ambos, me aparté del lado de Andrew y me acerqué a Joseph.

—Andrew siempre supo en donde estaba y con quién —le digo—. Fue él quien me ayudó a escapar con Jace. ¡Pero no fue su culpa, Joseph! Yo lo obligué.

—¡Tú no me obligaste en nada, Laila!

Lo miré por encima del hombro: —¡Cierra la boca!

—¡Es la verdad!

—¡Silencio los dos!

Joseph nos hizo callar.

—Andrew. ¿Fuiste tú parte del asalto al edificio y raptó a Laila? —quiso saber él.

Interviene: —No tienes porque cargarla contra él porque yo soy culpable de todo.

—Laila. Deja. Que. Él. Responda. —gruñó.

Cerré la boca como ordenó y me abracé a mi misma.

—Andrew, responde a mi pregunta por favor.

—Yo...yo...Si. Fui parte del asalto. —contestó Andrew.

Joseph agitó la cabeza sin poder creerlo mientras se aleja, pero sin dejar de mirar a Andrew

—Debí haberlo supuesto desde un principio.

—Joseph. —dije.

Quise razonar con él.

—¡Claro! —exclamó a la vez que pasaba de mí y se dirigía hacia Andrew—. Eras el único que sabía el lugar exacto de en donde teníamos a Laila, te aprendiste los movimientos de los oficiales y se lo dijiste a White. Le mentiste a la policía muchacho. Me mentiste a mí.

Andrew no se intimidó ante la fuerte presencia de alguien superior a el.

—Si, lo hice. Si espera que sienta arrepentimiento por mentir, lo siento, pero no lo haré. ¿Quiere encerrarme por cómplice? De acuerdo. Lo acepto. Detective, ambos queríamos la estabilidad de Laila y su felicidad, nos importa ella, pero tenemos distintas maneras al demostrarlo. —Andrew se acercó a Joseph a medida que hablaba—. Usted detective la encerró en contra su voluntad. En cambio, yo la dejé irse con la persona que ama.










Continue lendo

Você também vai gostar

1.4M 113K 87
Kalena es vendida al oscuro líder del ejército, en medio de una guerra que podría acabar con todo. *** Kalena es una fórea, es decir, su vida fue ent...
68.4K 12K 46
Cinco grandes familias dominan todo Nighthall, el patriarca de una de ellas es engañado y pierde todo lo que posee por ello. Nada de esto es cas...
14.2K 1.2K 22
De pequeños, ella era mi todo. Diferentes mierdas nos hicieron separarnos, pero yo me niego a que nadie más la tenga. Ella es mía. Mía y de mis her...
Frey (Darks #2) De Ariana Godoy

Mistério / Suspense

6.4M 654K 20
Tercer libro en la Saga Darks (2021) Portada: BetiBup33 design studio.