Y si me falta más papel donde rociar mis versos, los tatuaré en mi piel.
Si se me acaba la tinta, todavía tengo sangre para plasmar estrofas nuevas.
Si mi voz se ahoga en la mordaza de mis miedos, mi silencio gemirá con su estruendo.
Si mis ideas se extraviaron en la oscuridad, las candilejas que revolotean mis rincones, las guiarán por el cauce.
Si el vendaval de emociones se aletarga, bastará un suspiro del viento para encender los caballos en galope, de mi prosa.
Si el frío amenaza entumecer mi poesía, con mi alma tiritando y mis huesos acurrucados, versaré como el vapor que desprende mi boca.
Es el amor que roza mis rincones y devela mis temores, es tu imagen el calor de mis acordes que anida mis colores.
Eres tú, la poesía que esboza mi figura, la que escribe en mis laberintos, sueños bordados en plata, son los versos los que me componen hasta soplar en mi nariz, el hálito que me hizo poeta.
Y si no me queda ni piel ni sangre; ni voz ni silencio; ni ideas ni emociones; y si no siento ni el viento ni el frío... será porque el poeta ha muerto y la musa se desvaneció en el vacío; entonces el eco de mis versos, cual esquirlas fulgentes, seguirán latiendo con fugaz eternidad.