SIEMPRE TUYA ©

Oleh lauravaleno

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Engreído, prepotente y frío, pero sobre todo un empresario millonario sexy que arrasa con todo a su paso, eso... Lebih Banyak

SINOPSIS.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo especial.
Capítulo especial ll parte.
¡Noticias!
¡SEGUNDA TEMPORADA!
Agradecimientos.

Capítulo 10.

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Oleh lauravaleno

Llegamos a la gran mansión en donde vivía Alexander, mis ojos se abrieron de par en par al ver un lugar tan grande con jardines y puertas en cristal, tenía un decorado elegante y moderno, nos bajamos del auto mientras Copito dormía en los brazos de Alexander, caminamos hasta la puerta en caoba y se abrió esta para dejar ver una señora de bastantes años con unos ojos mieles y cabello rubio canoso.

—Nana —saludó Alexander serio.

—Mi niño que bueno que llegas —lo saludó la señora con un cálido abrazo; —¿quién es esta hermosa chica? —cuestionó curiosa.

—Kaylee, nana —respondió Alexander mirándonos a ambas.

—¿Eres la prometida de Alex? —cuestionó perpleja sin poder creerlo.

—Sí —asentí tímida.

Ella solo me abrazo y aunque quedé un poco confundida, le devolví el abrazo y después de que nos separáramos ella me brindó una cálida sonrisa.

—Soy Isabelle, la nana de Alexander, me puedes llamar por mi nombre o bien puedes decirme nana —comentó tomando mi mano con delicadeza.

Asentí y le devolví el gesto, acomodé mi cabello con timidez mientras entrabamos, la mansión era muy grande y bonita, pero aun así se sentía un poco de frío cuando miraba a todos lados, no sé si era cosa mía, pero se respiraba un poco de calidez. Tras dejar a Copito a cuidado de Isabelle, estaba tranquila de que mi gata estaría en buenas manos, nos despedimos de ella y salimos de la mansión rumbo al aeropuerto, el camino fue silencioso como siempre, cuando llegamos nos ayudaron a bajar las maletas.

—Kaylee, tenemos que abordar el avión —dijo Alexander, en un tono frío mientras caminaba hacia el avión.

La emoción me invadió al saber que vería a papá, llevaba poco más de dos años sin verlo, nos subimos y buscamos nuestros asientos, el mío por suerte estaba en la ventana, me senté con un poco de nervios mientras acomodaba mi chaqueta.

—El vuelo dura seis horas y unos minutos, así que descanse —vocifero mirándome antes de desviar su mirada hasta su celular.

Él tenía razón, estaba algo cansada, así que saqué un libro que por suerte había traído y comencé a leer, uno de mis más grandes hobbies es leer, amo leer desde que tengo uso de razón, por lo que leo cada vez que puedo. Poco a poco me fui quedando dormida, un sueño pleno en el cual estaba Alexander, se veía sonriendo, pero la mujer con la que se casaba no era yo, era Alessa.

En el altar ambos estaban sonriendo felices, yo me encontraba observando la escena y comencé a llorar ¿Qué patético no? ¿Por qué lloraba?, a mi alrededor todos reían y me llamaban zorra por estar presente allí.

—¡No! —exclamé en angustia.

Sentí como unas manos me tomaron de los hombros, poco a poco fui despertando cuando vi a Alexander y me estaba mirándome raro, tape mi rostro con mis manos.

—¿Está bien? —pregunto frunciendo el ceño confundido.

—Sí —respondí bastante tajante.

—Pronto aterrizaremos, así que no se quede dormida —espeto él con seriedad.

Asentí y vi hacia la ventana, ya era de noche y las grandes nubes parecían algodones en el cielo, este estaba estrellado y realmente era de noche, suspiré hondamente, ya que mi pecho dolía un poco. Al aterrizar me puse mis audífonos olvidándome del mundo y entrando en un trance, sentí como me estaba quedando dormida de nuevo y alguien volvió a moverme, Alexander estaba frente a mi bastante molesto.

—Ya llegamos Kaylee, no se quede dormida —pronuncio Alexander moviéndome.

Al menos estaba molesto más, no me gritaba como siempre lo hacía, bufé mentalmente y me acomodé en el asiento mientras el avión aterrizaba, al aterrizar bajamos a la pista y fuimos a buscar las maletas, de Alexander no se me hace raro ya su indiferencia.

Un auto nos esperaba así que nos subimos, el camino fue silencioso e incómodo como siempre, al bajar sentí el gran alivio de estar en mi ciudad, Londres era realmente muy lindo, extrañaba estar aquí y ver a mi familia.

Llegamos y nos dirigimos a la recepción, una chica nos atendió y no le quitaba la mirada de encima a Alexander, la miré un poco molesta, puesto que le estaba coqueteando mientras que él lo notaba a mi parecer.

—Bienvenidos al hotel Hilton ¿Tienen reservaciones? —pregunta ella coqueta mirando a Alexander.

—Sí, una a nombre de Alexander Harrison y la otra a nombre de Kaylee Rosse Williams —pronuncio Alexander serio.

Lo miré con los ojos de par en par sorprendida, la intriga se apoderó en mi garganta y tenía que averiguar cómo era que Alexander se sabía mi segundo nombre, la recepcionista asintió, pero su rostro era un poema.

—Sr. Harrison, hay un pequeño problema —dijo ella con un tono de nervios.

—¿Qué problema? —cuestionó Alexander curioso.

—Solo hay una reservación a nombre de la Srta. Kaylee Williams —espeto ella.

—¿Cómo es eso posible?, llamé esta mañana y reservé dos habitaciones, una para mi prometida y la otra para mí —respondió el muy enojado.

—Sí, pero después llamó una mujer explicando que solo necesitaban una y la habitación que teníamos para usted fue ocupada por una pareja —explico ella apenada.

—Entiendo —fue lo único que pudo decir Alexander.

Él sabía muy bien quién había llamado, Alessa ¿si no fue ella quien más entonces?, ella tenía planeado que Alexander no se quedará en el hotel conmigo, hábilmente miré a la chica y con una leve sonrisa socarrona hablé.

—No importa, mi prometido y yo dormiremos en la misma habitación —comenté sonriendo.

Alexander me miró frunciendo el ceño y la chica me miró con cara de pocos amigos, asintió y me dio la tarjeta de la habitación, la tomé en mis manos y sonreí agradecida.

—Su habitación es la 2106, segundo piso, mano derecha —menciono ella asintiendo.

—Gracias —espete sonriendo.

Tomé mi maleta y subimos, Alexander venía alegando por lo bajo y sabía muy bien por qué, le tocaría dormir por primera vez conmigo en la misma habitación, al llegar frente a esta, abrí la puerta y entramos, el hotel era muy precioso, tenía un toque hogareño y bastante moderno, me asome en el balcón para tomar un poco de aire frío de la ciudad.

—Yo miraré donde me quedo a dormir —comento él tensando la mandíbula.

—Seguro, si es lo que quieres Alexander —dije levantando los hombros sin mirarlo.

El solo bufo, entró al baño y me senté en la cama mientras me quitaba los zapatos, tomé mi maleta y saqué de allí una pijama abrigada, estaba haciendo mucho frío porque ya casi llegaba el invierno. Esperé que él saliera mientras miraba por la ventana las luces de la ciudad, recordé mi niñez y mi adolescencia cuando era una chica joven que amaba los animales y solía ser parte del grupo de teatro de la preparatoria.

Alexander salió del baño y volteé a verlo, llevaba puesto un pantalón de chándal azul junto a una camisa blanca básica de dormir, se podían ver sus grandes brazos y su perfecto trasero, mi mejor amiga se quedaba corta cuando decía que este hombre estaba esculpido por los dioses, su cabello estaba húmedo y eso indicaba que se había duchado, me adentre al baño y me cambié la ropa por la pijama, respire hondo y cepillé mis dientes, tomé mis cosas y salí, guarde todo en la maleta, el ogro de Alexander estaba asomado en la ventana.

Me arropé y apagué la luz dejando que Morfeo se apoderara de mí, al día siguiente me desperté por la luz del sol, me levanté y vi a Alexander durmiendo a mi lado, sabía muy bien que él iba a terminar durmiendo a mi lado porque no había donde más pudiera dormir, tomé mi maleta y me adentre al baño, me deshice de mi pijama y me duché, al estar lista saque el cepillo de mi maleta y me cepillé los dientes junto al cabello, apliqué máscara de pestañas y sombras claras, brillo y rubor leve.

Decidí ponerme algo formal, por lo que opté por un lindo enterizo ajustado a mi cuerpo de color negro, coloque una bufanda y unas botas junto a mi gabardina, mi estómago rugió, no había cenado anoche y moría de hambre. Ya estaba lista, así que salí del baño y vi a Alexander mirando mi celular mientras fruncía el ceño, ¿el muy idiota quién se creía?, ¿acaso estaba metiendo sus narices donde no lo llamaban?

—¿Quién demonios es Chris? —cuestiono el serio mirando mi celular.

—No tienes ningún derecho a ver mis cosas Alexander, yo no reviso tus cosas —respondí intentando quitarle mi celular de mala gana.

—Te recuerdo muy bien que eres mi prometida Kaylee, así que no tienes derecho a tener a ningún amante o simplemente restregarme algún hombre —dijo el molesto mostrándome la foto de mi hermano.

—Alexander, madura de una vez por todas, ¿te has dado cuenta de que me estás exigiendo que no puedo estar con alguien, cuando tú mismo lo estás haciendo al estar con Alessa? —cuestioné con una sonrisa sarcástica cruzándome de brazos.

—Eso no viene al caso, Kaylee —espeto él entrecerrando los ojos.

—Si viene al caso, es hora de que madures, soy tu prometida, aunque sea por un contrato, pero lo soy y tú no me estás respetando, así que no pretendas que yo haga lo mismo si tú no lo haces desde ahora y créeme que jugaré con la misma moneda que tú —respondí con una sonrisa victoriosa.

—No seré el cornudo, de eso puedes estar muy segura —respondió el desafiante.

—Pues yo tampoco, entonces vamos a ver que haremos —estire mi mano molesta para que él me pasara mi celular.

Me indigné al escucharlo, ¿el muy tarado me estaba tratando de decir que yo seré la cornuda en todo esto?, lo miré fastidiada y me senté en la cama molesta cruzándome de brazos.

—No seré la burla de medio Boston solo por tu calentura de estar con esa mujer, no me pidas algo que tú no cumples y el de la foto es mi hermano idiota —dije frustrada mientras ponía una almohada en mi rostro.

—No juegues conmigo Kaylee —espeto entrando al baño.

—Como quieras idiota —respondí gritándolo.

Pegué un grito de ahogo, ¿acaso me estaba tomando el pelo?, ¿estaba celoso?, sonaba muy patético su reclamo, para eso tiene a Alessa para que la celara. Poco después salió y estaba vestido con un traje bastante formal, tomé mi bolso y salí como alma que llevaba el diablo de la habitación, me adelante unos pasos hasta que escuche que él venía tras de mí, caminamos por el pasillo y entramos al elevador, no nos dirigíamos la mirada o una palabra, estaba muy enojada, salimos del hotel y un chofer nos esperaba allí.

—Sr. Harrison, ¿a dónde desea ir el día de hoy? —cuestionó el chofer.

—Vamos a un restaurante y después le daré las indicaciones —respondió él asintiendo.

Nos subimos y el chofer condujo hasta un restaurante cómodo, bajamos y entramos a este mientras lo miraba atenta, nos encaminamos a una mesa y nos sentamos.

—¿Qué desean ordenar? —preguntó la camarera mirándonos a los dos.

—Un café con huevos revueltos y para ella una fruta picada con jugo de naranja —pidió Alexander ofreciéndole una sonrisa a la camarera.

—Quizás no, quiero unos panqueques con arándanos y una malteada de vainilla —sonreí como niña pequeña.

—¿Algo más para usted, señor? —preguntó ella mirando a Alexander un poco seria.

Él solo negó con la cabeza y ella se marchó, tomé mi celular y decidí llamar a Chris para avisarle que ya estaba aquí en Londres e iría en camino a casa, a los dos tonos contestó.

—¿Kaylee? —Cuestionó él sorprendido.

—Ya estoy en Londres, terminó de comer y voy a verte, estoy ansiosa —respondí sonriendo.

—Está bien, hermanita, nosotros aún no llegamos, pero vamos con Mellisa en el auto porque ella llegó ayer a Londres —respondió mi hermano con un tono de emoción.

—Entonces mándale saludos a Mell también, adiós, hermanito —respondí sonriendo.

Colgué y guarde el celular en mi bolso, mire a Alexander y tenía cara de pocos amigos, después llegó el pedido y comenzamos a comer en silencio, moría de hambre y estaba que me comía un zoológico.

Cuando terminé de comer solo tomé mi bolso mientras Alexander pagaba la cuenta y nos fuimos a casa de mis padres, había llegado la hora de encarar a mamá y estaba muy nerviosa, por otro lado, emocionada de poder ver a papá después de tantos años de no verlo.

Los nervios y la felicidad se apoderaron de mí, quería verlos y quedarme de nuevo en casa, estos momentos era donde más extrañaba a mi familia, mis hermanos, mis papás y mis abuelos, aunque ellos vivían aquí, era muy poco lo que iba a visitarlos, desde que me mudé a Boston todo en mi vida había cambiado.

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