Warrior | l. t. |

By NephilimGirl

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~Falling in love can be a dangerous game ~ ❝ En un pueblo donde los secretos, el pasado y la venganza son pro... More

Demons.
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 34
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71

Capítulo 36

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By NephilimGirl

Places, places, get in your places, throw on your dress and put on your doll faces. Everyone thinks that we're perfect, please don't let them look through the curtains.

1988

Con cada minuto que Devi pasaba ahí de pie, esbozando falsas sonrisas y estrechando las manos de los invitados, más la irritaba todo y todos los que la rodeaban, hasta el punto en el que llegó a pensar si tendría problemas si les lanzaba la ensalada de patatas del buffet a las artificiales mujeres que reían y a los pomposos hombres que hablaban a gritos.

En el grandísimo salón de la mansión de los Matthews estaba teniendo lugar, como era típico, una de aquellas ostentosas reuniones que John Matthews organizaba con sus socios e inversores (al igual que con las familias de dichas personas) para, supuestamente, debatir sobre negocios y llegar a acuerdos que eran imposibles de disponer en un ambiente más formal, pero también para mostrar al resto del mundo esa falsa imagen de familia perfecta que él había construido a su alrededor. No obstante, Devi sabía, como había aprendido hacía mucho tiempo, que aquellas reuniones no eran más que un pretexto que utilizaban un puñado de pomposos ricachones para hacer ostentación de su riqueza y poderío y debatir quién de ellos tenía la casa más imponente en Brighton, el Porsche más grandioso y cuáles de sus hijos iban a ir a la universidad más elitista.

Todo ello, claro está, en el contexto de una cena de lujo en casa de uno de los hombres más ricos del condado, en su grandísimo y majestuoso salón en el que tocaba una banda, y para la que todos los invitados se vestían con sus mejores galas.

Una falsa cena llena de gente falsa que esbozaban sonrisas falsas y que ocultaban su envidia recíproca bajo falsos halagos y falsas felicitaciones.

Y en medio de todo aquel hipócrita despliegue de abundancia, se encontraba Devi vestida con un caro vestido de fiesta del color del más puro zafiro, con unos gruesos tirantes en los hombros y un escote en forma de corazón que acentuaba su abundante pecho, y cuya vaporosa y larga falda ocultaba los aún más caros zapatos de tacón que le estaban haciendo polvo los pies. Su largo cabello rubio caía en suaves ondas rizadas sobre su espalda, y la mano con la que saludaba a los invitados estaba enfundada en una preciosa pulsera de cristales de Swarovski que parecía pesarle cada vez más con cada segundo que pasaba.

Hasta que llegó un momento, cuando todos los invitados dejaron de presentarse y la sala estaba al completo, en el que Devi sintió que no podía continuar esbozando aquella falsa sonrisa del más puro color rojo, por lo que se limitó a observar a los invitados con expresión aburrida y preguntándose cuándo los camareros sacarían el bufet de postres.

-No dejes de sonreír, Deborah. – Le dijo Victoria, quien, vestida de una forma incluso más imponente que su hija, hacía caso de su propio consejo y no dejaba de sonreír de aquella forma placentera y casi hasta dócil que la caracterizaba.

Devi soltó un suspiro y, sin molestarse en ocultar su propio desagrado, farfulló:

-Como sonría un minuto más se me va a quedar una boca que hasta el propio Joker envidiaría. – Meneó levemente con la cabeza, sin apartar la mirada de su padre, quien, a una cierta distancia, se pavoneaba junto a un grupo de invitados, esbozando sonrisas dignas de anuncio de dentífrico y fingiendo ser esa persona que todo el mundo creía que era.

Victoria giró su adusto rostro hacia su hija con una ceja enarcada en un gesto escéptico, y sin embargo, como era costumbre, su rostro de porcelana no mostró ni un ápice de lo que en ese momento estaba pasando por su cabeza. Por el contrario, alzó la barbilla y, mirando la fiesta que tenía lugar frente a ella, dijo:

-Sé que odias estas fiestas, pero al menos haz un esfuerzo. No estés apartada como siempre, ve a hablar con algún invitado.

Devi tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no poner los ojos en blanco ante las palabras de su madre. Apretó los labios con fuerza y, tratando de mostrarse lo más impasible posible, respondió:

-Creo que prefiero quedarme ante aquí antes que meterme en conversaciones baladís sobre qué cirujano plástico hace que tus tetas parezcan más naturales y qué tipo de azul es el que se lleva más esta temporada.

-¡Deborah! – Exclamó Victoria recriminatoria ante el comentario de Devi, girándose completamente hacia su aburrida hija, quien no parecía afectada en lo más mínimo por la alarma de su madre. Al ver la indiferencia de Devi, Victoria dejó caer durante unos segundos su murallas y soltó un suspiro: - Debo volver con los invitados. Y tú deberías hacer lo mismo. Sabes que a tu padre no le gustará ver que te has auto condenado al ostracismo.

Y sin decir ni una palabra más, Victoria se alejó de Devi con su característico paso grácil y se acercó al grupo en el que John era el centro de atención. Cuando llegó a la altura de su marido, entrelazó su brazo con el de él y al instante se enfrascó en una conversación con el resto de personas, con su sonrisa de perfecta anfitriona y aquel porte que la hacía parecer una reina.

Y mientras Devi observaba aquella escena, no pudo evitar sentir un cierto rencor hacia su madre. Victoria, a la que Devi consideraba una mujer dócil y obediente, alguien sin ningún tipo de personalidad que vivía única y exclusivamente para complacer a su marido. Y que probablemente su único objetivo cuando tenía la edad de Devi había sido llegar a ser el tipo de esposa que era en ese momento.

Lo que no sabía Devi era lo increíblemente lejos que se encontraba de la verdad.

No obstante, dado que en aquel momento aún era completamente ajena a la verdadera mujer que se escondía tras la máscara que siempre llevaba Victoria Matthews, Devi soltó un suspiro y, ligeramente alentada al ver que por fin se había dispuesto la variedad de postres, se acercó a las enormes mesas que, junto a los músicos que tocaban frente a los enormes ventanales que daban al jardín frontal de la mansión, disponían toda clase de postres.

Con suerte, Devi pasó casi desapercibida mientras atravesaba el enorme salón, sin contar unas tres ocasiones en las que había tenido que detenerse momentáneamente y esbozar su mejor sonrisa de niña rica malcriada cuando alguno de los invitados la había acorralado para exclamar lo preciosa que se encontraba aquella noche.

Pero todo aquello pareció dejar de tener un hueco en la mente de Devi cuando al fin pudo llenarse el plato de tarta de chocolate negro con naranja, bombones de licor, fruta fresca recubierta de chocolate con leche, y todo tipo de dulces que le harían la boca agua a cualquiera.

Devi siempre había sido una de esas personas con un hambre voraz, pero en lo que concernía todo tipo de dulces, ese hambre voraz parecía aumentar, pues siempre había sido increíblemente golosa.

Y precisamente estaba deleitándose con la tarta de chocolate con naranja cuando sintió una presencia a su lado, seguido de una voz pícara dotada de un gran sarcasmo que dijo:

-Menudo fiestón, ¿verdad? Ojalá no terminase nunca.

Con la boca tan llena de tarta que Devi temía parecer un hámster, la joven se giró para descubrir junto a ella a Phil, que aquella noche estaba exultante. A pesar del elegante traje negro que llevaba, su pelo estaba revuelto, lo que no hacía más que intensificar su atractivo. Sus perfectos dientes blancos relucían en una bonita sonrisa y, aunque Devi no se percataba de ello, la observaba con aquel brillo con el que tan solo se mira a la persona que te ha robado el corazón.

Devi, avergonzada, se apresuró en tragar el trozo de tarta y esbozó una adorable sonrisa sin separar los labios que consiguió provocarle a Phil un pellizco en el corazón. Aunque Devi no lo sabía, aquella noche era el centro de todas las miradas; estaba tan majestuosa con su largo vestido azul, sus labios rojos y su cabellera rubia como el oro que, inevitablemente, atrapaba la atención de todo el mundo. La de Phil, obviamente, incluida. El joven, que en apariencia siempre había parecido el típico muchacho seguro de sí mismo, pero sin llegar a ser soberbio, pícaro, extrovertido y desenvuelto, había estado toda la noche tratando de encontrar el momento adecuado para poder hablar con Devi, preparándose lo que iba a decir como en un discurso mental y tratando de permanecer lo más calmado posible.

Pero todo ello pareció desmoronarse cuando, una vez adquirido el valor necesario, se acercó a ella en la mesa de postres todos sus planes se desmoronaron. Su boca le traicionó y no pudo decir ni una sola de las palabras que había planeado, y lo único que pudo hacer fue soltar un patético comentario sarcástico y extremadamente cliché. Siempre que su mirada se detenía en Devi o ella le dedicaba una de esas sonrisas suyas tan inocentes y alegres, sentía como si su mente se desconectase del resto de su cuerpo y lo único que podía hacer era quedarse mirando la forma en que sus ojos azules siempre parecían brillar, ya fuese bajo el sol natural como por efecto de luces artificiales.

Y en aquel momento básicamente le ocurrió lo mismo. La diferencia fue que tuvo tiempo suficiente para reaccionar mientras Devi tragaba el trozo de tarta, azorada, y se limpiaba la boca con su servilleta antes de responder.

-Desde luego que sí. – Dijo Devi, siguiéndole el juego a Phil con una sonrisa traviesa. - ¿No me ves? Estoy pasando el mejor momento de mi vida. Vamos, que podría ponerme a cantar Time of my life en este momento en medio de la sala. Pero tú tendrías que acompañarme en mi actuación como la voz masculina.

Phil se echó a reír de una forma que no hizo más que aumentar su atractivo y, sintiéndose cada vez más valiente, no dudó en seguir con aquella broma:

-De acuerdo, pero solo si hacemos el baile final y te alzo en volandas.

Devi rió a su vez, sintiéndose animada por primera vez en toda la noche, y casi olvidando momentáneamente dónde se encontraba. Entonces, cuando el ataque de risa pareció acabarse, soltó un suspiro y masculló:

-¿Sabes? Lo único bueno de estas fiestas es que puedo comer todo el pastel de chocolate que quiera sin que nadie me juzgue, porque todo el mundo está más preocupado en besarse el culo unos a otros.

A Phil no se le escapó el cierto tono de pesadumbre con el que Devi había dicho aquellas palabras, por lo que esbozó una sonrisa compasiva y dijo:

-Sí, lo cierto es que es bastante triste ver este carnaval de falsedad y mentiras.

Devi asintió en señal de acuerdo y, con un suspiro, giró el rostro para observar a la gente que, o hablaba con efusividad en diversos grupos, o bailaba en el centro de la sala en parejas, solo para descubrir que, desde el extremo oeste de la sala, su padre, John, había dejado de prestar atención a lo que sus acompañantes y su mujer hablaban y observaba a Devi y a Phil con el ceño fruncido, como era típico en él, pero al mismo tiempo con una leve sonrisa torcida que, sinceramente, Devi no sabía interpretar. Lo único que podía decir con seguridad era que se trataba de una sonrisa que no auguraba nada bueno. Para nada.

Devi tragó saliva con fuerza y sintió que una especie de escalofrío le bajaba por la columna vertebral al sentir la mirada gris y fría como el hielo de su padre, y no hizo falta más que dicha mirada para saber lo que estaba pensando su padre. O, al menos, como para saber que estaba encantado de verla hablando con Phil.

Si él supiese...

Con un inesperado nudo atenazándole el estómago tanto que Devi se arrepintió de haberse llenado tanto con los postres, se mordió el interior de la mejilla y, tomando una rápida resolución sobre algo que llevaba rondándole la cabeza ya una temporada, se giró hacia Phil, que continuaba observando a la gente que bailaba, y masculló, tratando de sonar lo más neutra posible:

-Mmmm... por cierto, Phil, ¿podemos hablar de... un tema importante?

Phil, ante las palabras de Devi, se giró hacia ella con el ceño fruncido por la confusión y, sin comprender por qué Devi había dicho aquello tan de repente, y menos por qué parece tan súbitamente nerviosa, dijo, sintiendo él su propio nerviosismo:

-Por supuesto, ¿de qué quieres hablar?

Devi se mordió el labio inferior, gesto que hizo temblar el pecho de Phil, y, lanzando una mirada insegura a la sala, se inclinó hacia Phil y, en un murmullo, dijo:

-No, pero aquí no. Vamos a mi habitación, allí tendremos total privacidad.

Sin esperar respuesta por parte de Phil, y deseando poder marcharse cuanto antes de esa sala que cada vez le parecía más agobiante y claustrofóbica, pasó junto a Phil y, discretamente, se dirigió a la salida de la sala, de la que habían retirado las puertas de sus bisagras para dar más espacio a los invitados, y sintiendo la mirada de su padre continuamente sobre ella.

***

Unos cinco minutos más tarde, Devi entraba en su cuarto seguida de Phil, solo para después quedarse junto a la puerta y cerrarla, apoyándose en ella con un suspiro. Phil, que cada vez estaba más confuso con aquella conversación, se limitó a meterse las manos en los bolsillos del pantalón negro de su traje y a quedarse mirando a Devi casi con mirada compasiva, sin poder evitar sentir una cierta pesadumbre al ver lo increíblemente atacada que parecía Devi en ese momento. Por ello, dijo, tratando de sonar lo más suave posible:

-Oye, Devi... ¿estás bien?

Devi, que parecía reparar en la presencia de Phil por primera vez, dirigió sus ojos azules hacia él y parpadeó repetidas veces, como si acabase de salir de una ensoñación. Phil vio cómo su cuello de cisne se movía al tragar saliva y, finalmente, Devi dijo:

-Sí, sí, estoy bien. – Despegó la espalda de la pared y, con un repiqueteo de sus zapatos de tacón contra el suelo, se acercó poco a poco a Phil retorciéndose las manos sobre el estómago.

-Bueno... ¿y de qué me querías hablar? – Preguntó Phil, pensando que tal vez yendo al grano ayudaría a paliar esos extraños nervios que de repente habían atenazado a Devi, y sintiendo que el corazón le latía un poco más deprisa con cada paso que Devi daba hacia él.

Devi enganchó uno de sus rizos rubios entre sus dedos y comenzó a retorcerlo. Entonces, cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se detuvo de golpe y bajó sus manos hasta sus costados.

Y finalmente, dijo:

-Sé que lo que te voy a pedir te va a sonar increíblemente raro, y puede que incluso pienses que estoy loca, pero... digamos que situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. – Alzó las manos y añadió: - No tienes que aceptar si quieres, no tienes por qué sentirte obligado a nada...

-Devi, estás empezando a asustarme. ¿Qué... qué ocurre? – Intervino Phil, comenzando a alarmarse de verdad.

Devi abrió los ojos como platos y se apresuró en añadir:

-Oh, no, no, no es nada... grave. Pero es algo que me atañe personalmente y... bueno, me gustaría pedirte un favor como amigo mío que eres.

Phil sintió como si le pellizcasen el corazón cuando escuchó a Devi decir esas últimas palabras, pero ese sentimiento fue eclipsado por el alivio que sintió al saber que, al menos, Devi no se encontraba en una situación especialmente comprometida.

-¿Y qué favor es? – Preguntó Phil, en el momento en que su confusión comenzaba a convertirse en una genuina curiosidad.

Durante unos instantes, Devi permaneció en silencio, sin saber cómo abordar un tema como el que tenía en mente, y uno al que llevaba dándole vueltas ya una temporada. Sin embargo, al final llegó a la conclusión de que mucho que pensase en ello no podría encontrar una forma adecuada de hablar de ello, por lo que finalmente soltó un suspiro y decidió no andarse por las ramas:

-Necesito, si a ti te parece bien, que finjas que estamos juntos. – Las palabras salieron como un torbellino de su boca.

Durante unos instantes, Phil se quedó mirando a Devi completamente boquiabierto, pues aquello no era para nada lo que esperaba que Devi le pidiese. Durante esos segundos, trató de asimilar lo que Devi acababa de pedirle, pero al final lo único que pudo articular fue:

-¿Qu... qué?

Devi soltó un suspiro y se acercó más hacia Phil, solo para después comenzar a explicar, con un cierto deje de desesperación:

-Sé que... sé que es una propuesta increíblemente fuera de lugar, pero... - Se detuvo, sin saber cómo poder explicar ese torbellino de pensamientos que luchaban en su mente, se mordió el labio inferior y finalmente dijo: - Mira, mi padre está controlando cada vez más mi vida, y... y sé que lo que más le gustaría es que tú y yo estuviésemos juntos. Y puede que tal vez, solo tal vez, si cree que estoy saliendo contigo, deje de estar tan encima de mí a todas horas. – Meneó levemente la cabeza, moviendo de esa forma sus mechones rubios alrededor de su rostro. – Estoy desesperada. No sabes lo que es; apenas puedo respirar.

Phil no pudo evitar sentirse increíblemente entristecido al escuchar a Devi decir aquellas palabras. Se la quedó mirando durante unos instantes, esos rasgados ojos azules que le observaban buscando comprensión y, finalmente, con un suspiro, dijo, sin poder evitarlo:

-Sé que estás saliendo con Jack Tomlinson, Devi. Por eso estás tan desesperada por que tu padre crea que es conmigo con quien estás saliendo, ¿no?

Devi, que sin duda no se esperaba para nada aquello, abrió los ojos con sorpresa y tardó unos instantes en responder, en los que se dedicó a balbucear palabras ininteligibles, hasta que finalmente se calmó lo suficiente como para decir:

-¿Cómo... cómo lo sabes?

Phil se encogió de hombros, tratando de ocultar su propia aflicción, al igual que la forma en que el pecho parecía sangre y, con una leve sonrisa torcida, masculló:

-Os vi un día por casualidad. Aunque tampoco era difícil darse cuenta por la forma en que siempre le has mirado y en que desde hace una temporada te miraba él también a ti.

-Phil, por favor, no le digas nada a mi padre. – Dijo Devi, sobresaltada. – Él no... él... no sé qué haría si lo descubriese...

-Eh, tranquila, Devi. – Se apresuró a decir Phil, acercándose a Devi lo suficiente como para poder colocarle la mano sobre el brazo en un gesto tranquilizador. – No voy a decir nada, te lo prometo. – Esbozó una sonrisa más amplia y añadió: - Y no te preocupes, por lo que a mí respecta, para tu padre y el mío, tú y yo estamos juntos.

El cuerpo de Devi se relajó visiblemente y una dulce sonrisa iluminó su rostro.

-Muchas gracias, Phil, eres un cielo. No sabes lo mucho que...

Sin embargo, se interrumpió en medio de la frase cuando escuchó unos pasos subir por las escaleras del fondo y acercarse poco a poco a su habitación. Si un segundo antes había mostrado un obvio alivio, ahora de nuevo volvía a mostrarse increíblemente en tensión. Y antes de que a Phil le diese tiempo a preguntarle qué ocurría, Devi le miró con la alarma clavada en sus ojos azules y, con voz queda, dijo:

-Mi padre viene para acá.

Se separó de Phil unos pasos y se giró parcialmente para observar la puerta, con una postura cada vez más ansiosa.

-¿Cómo sabes que es él? – Preguntó Phil, sin comprender realmente a qué venía aquel nerviosismo que mostraba repentinamente Devi.

La joven se giró hacia él y le observó con una mezcla de impaciencia y escepticismo:

-He vivido con él diecisiete años. Sé reconocer bastante bien sus pisadas.

Se mordió el labio inferior durante unos instantes y finalmente volvió apresuradamente junto a Phil, solo para colocarse tan cerca de él que su pecho estaba a punto de tocar el de él.

Y entonces dijo lo último que Phil se había esperado que dijese, y eso que acababa de tener una de las conversaciones más surrealistas de su vida:

-Bésame.

Phil abrió los ojos como platos y, con el corazón repentinamente en la garganta, balbuceó:

-¿Qu-qué?

Devi soltó un suspiro exasperado y masculló, con rapidez:

-Si me pilla besándote está claro que ya no va a tener ninguna duda de que estamos saliendo. – Al ver que Phil no parecía para nada convencido, añadió: - No va a significar nada, Phil.

-Pero yo...

Las pisadas estaban tan cerca que estaba claro que en cualquier momento iban a llegar a la habitación, por lo que Devi, con el corazón latiéndole cada vez más rápido, chasqueó la lengua con impaciencia y masculló:

-Oh, a la mierda.

Y entonces aferró con fuerza la chaqueta de Phil entre sus puños y le inclinó hacia ella, juntando sus labios con los de él. Y le besó con tanta ferocidad que Phil no pudo reaccionar, y lo único que pudo hacer fue tratar de no desfallecer por la forma en que parecía estar a punto de sufrir un paro cardíaco. Y apenas tuvo tiempo de disfrutar de aquel glorioso momento, de la increíble sensación de los suaves labios de Devi contra los suyos, de su pecho pegado al suyo tanto que le costaba respirar antes de que John Matthews abriese la puerta con bastante poca delicadeza y entrase en la habitación.

Y en cuanto lo hizo, Devi se separó de Phil y trató de poner la expresión más estupefacta que pudo, observando a su padre como si acabase de ser descubierta cometiendo el peor pecado del mundo.

Durante unos instantes, John miró consecutivamente a uno y otro joven con algo de sorpresa en su afilado rostro, pero al final sus perspicaces y fríos ojos grises se clavaron en su hija con una furia tal que Devi sintió como si acabase de firmar su sentencia de muerte.

Y apenas tuvo que fingir un cierto miedo cuando tartamudeó:

-Oh, papá... yo... nosotros...

Sin embargo, no pudo seguir hablando, porque entonces su padre volvió a dirigir su mirada a Phil y, con ese tomo calmado y casi hasta amistoso que mostraba con quien le convenía, dijo:

-Hijo, ¿puedes dejarnos un momento a solas? Cierra la puerta cuando salgas.

Phil tragó saliva con fuerza, se pasó una mano por su oscuro pelo revuelto y, tras dirigirle una última mirada de reojo a Devi, dijo, con nerviosismo:

-Sí, señor... por supuesto, señor.

Y sin más dilación carraspeó y salió apresuradamente de la habitación, solo para después hacer como había sido pedido y cerrar a sus espaldas.

Al hacerlo, el cuarto se sumió en un increíble e incómodo silencio en el que no se oía nada, pues la mansión era tan grande que los sonidos de la fiesta que estaba teniendo lugar abajo quedaban muy, muy lejos.

John se dedicó a observar a su hija con aquella mirada impenetrable tan suya, y que tan nerviosa ponía a Devi. Cuando ella llegó a la conclusión de que su padre no parecía tener intención de comenzar la conversación, decidió lanzarse, con voz queda:

-Papá, yo...

No obstante, no pudo seguir, porque entonces su padre la interrumpió:

-¿Me tomas por un imbécil?

Su voz sonó de una forma tan gélida que Devi sintió cómo le temblaba de arriba abajo. Sin embargo, no se dejó amedrentar, por lo que dijo:

-No sé... no sé a qué te refieres, papá...

-Sabes perfectamente a qué me refiero. Así que te voy a volver a hacer la pregunta: ¿Realmente te piensas que soy imbécil?

-No... no. Claro que no. – Repuso Devi, cada vez más cohibida, muy a su pesar.

-Bien. Entonces, ¿por qué te empeñas en continuar haciendo cosas que, sinceramente, me hacen pensar que realmente lo crees? – John consiguió dotar a aquella pregunta de la suficiente amenaza como para hacerle saber a Devi que las cosas estaban a ponerse muy, muy feas.

-Papá, no sé qué te piensas que ocurre, pero te juro que...

-¡Basta ya, Deborah! – Exclamó John, alzando la voz por primera vez. – Ya basta de jueguecitos. Se ha acabado el faltarme al respeto de esta forma.

-¡Yo no te he faltado al respeto! – Dijo Devi, alzando la voz a su vez.

-¡Ni se te ocurra levantarme la voz! – Gritó John, colérico, con los puños apretados a los costados y el rostro contraído en una expresión increíblemente airada. – Ahora mismo me vas a dar una explicación. ¿A qué demonios ha venido ese teatro con el chico de los Robinson?

-¡No era ningún teatro! ¿No eras tú el primero que quería que estuviese con Phil? ¡Pues ya lo estoy!

Fue en ese momento cuando Devi se percató de que la puerta se había abierta y de que su madre y su hermana Maggie, tras Victoria, observaban la escena con una expresión de profunda alarma.

-No quiero ni una mentira más, Deborah. – Dijo John, señalándola con un dedo amenazador. – Ahora mismo me vas a decir la verdad. ¡No voy a consentir que sigas mintiéndome a la cara, y que sigas humillándome de esta manera, y más en mi propia casa!

-¡No sé a qué te refieres! ¡Yo no te estoy mintiendo!

-¿Que no me estás mintiendo? ¡¿Que no me estás mintiendo?! – John se acercó a Devi un paso, y ella, en un acto reflejo, dio uno para atrás. – Sé que todo lo de Phil Robinson no es más que una pantomima. Sé que estás saliendo con alguien lo suficientemente penoso como para tomarte tantas molestias de montar todo esto.

Mierda. Pensó Devi, a punto de sufrir un paro cardíaco. Mierda, mierda, mierda.

-¿Cómo...? – Comenzó, pero no pudo continuar.

-¿Que cómo lo sé? – John soltó una risita sarcástica. – Ya te lo dije, querida hija: yo siempre termino sabiéndolo todo. Siempre. – A pesar de parecer un poco más calmado, volvió a alzar la voz con extrema furia cuando añadió: - ¡¿Crees que no me iba a terminar enterando de que mi hija, mi propia hija, se abre de piernas al primer muerto de hambre de este patético pueblo que pasa por delante suya?!

-¡John! – Exclamó Victoria, alzando la voz como advertencia a su marido.

John se giró hacia Victoria y, con el rostro mostrando una peligrosa amenaza, espetó:

-Cállate, Victoria. Ni se te ocurra meterte en esto.

Y Victoria, y a pesar de la desesperada mirada anegada de lágrimas que le lanzó Devi, hizo como le pidió su marido y cerró la boca. Y en ese sentido Devi la odió más de lo que nunca antes la había odiado.

-¡Yo no me he abierto de piernas a nadie! – Exclamó Devi, sin importarle las represalias de alzar tanto la voz. - ¡SOLO QUIERO VIVIR MI VIDA Y TÚ NO ME DEJAS! ¡SOLO QUIERO SER LIBRE! ¡ME TIENES ATRAPADA EN ESTA MIERDA DE VIDA, ME CONTROLAS Y ME OBLIGAS A SER ALGUIEN QUE NO QUIERO SER! ¿ACASO DEBO SER CONDENADA POR QUERER SER YO MISMA Y POR QUERER VIVIR MI PROPIA VIDA?

-¿Cómo? – Preguntó John, con los ojos a punto de salírsele de las órbitas de la ira. - ¡¿CÓMO?! ¿Cómo osas hablarme de esa forma, niña?

Entonces, sin previo aviso, fue hasta el armario de Devi y, abriéndolo con tanta fuerza que estuvo a punto de romper la puerta, sacó del fondo una caja que antes no estaba ahí.

Y en esa gran caja, descubrió Devi con horror, estaban todos sus libros de poesía y todos sus discos de vinilo de rock.

-¿Y esto? – Preguntó John, señalando con desprecio el contenido de la caja. - ¿Qué es todo este veneno?

-¿Has estado mirando en mis cosas? – Preguntó Devi, olvidando su enfado durante unos instantes para mostrarse increíblemente atónita.

-Pues claro que he mirando en tus cosas. Soy tu padre. Y no pienso tolerar ni un instante más que toda esta... - Alzó uno de los discos y lo lanzó contra la pared. – Toda esta basura siga metiéndote esas estúpidas ideas en la cabeza. A partir me vas a obedecer y vas a hacer lo que yo te diga.

Y entonces alzó uno de los libros de poesía y comenzó a rasgar sus hojas con violencia, dejándolas caer al suelo de la habitación.

-¡No! ¡No, por favor, mis libros de poesía no, papá! – Imploró Devi entre amargas lágrimas, ya sin importarle mostrarse tan vulnerable y frágil.

Victoria y Maggie, desde el umbral, observaban la escena con horror, pero sin atreverse a intervenir. Y Devi, en pura desesperación, se tiró al suelo y comenzó a recoger los restos de las hojas de sus libros de poesía, humedeciendo el suelo de madera con las lágrimas que no dejaban de caer de sus ojos.

-Voy a quemar todos tus malditos libros del infierno y todos tus discos de esa música diabólica hasta que no queden más que cenizas. – Dijo, lanzando al suelo otro de los libros rotos. - No pienso consentir que mi propia hija siga avergonzando a esta familia y que la gente siga hablando sobre ti como si no fueses más que una fulana cualquiera. A partir de ahora no vas a salir de esta casa sin mi consentimiento, ¿está claro?

Devi, ahogada por las lágrimas y los sollozos que parecían partirle el pecho por la mitad, no pudo responder, y se quedó mirando el destrozo de hojas que estaba esparcido por el suelo.

-Pienso descubrir con quién te estás viendo a mis espaldas, Deborah, y que Dios se apiade de ese muchacho cuando lo haga. – Se detuvo unos instantes antes de continuar. – Mañana a primera hora le diré a Thomas que haga una fogata con toda esa basura. A ver si así empiezas a madurar de una maldita vez. – Tragó saliva y, más calmado, pero igual de amenazador, dijo: - Te doy dos minutos para que te adecentes y vuelvas a bajar a la fiesta antes de que sigas poniendo en ridículo a esta familia. Más te vale darte prisa. – Se giró y dijo: - Victoria, Margaret, vámonos.

Y entonces, y sin decir ni una palabra más, los tres salieron del cuarto, cerrando la puerta y dejando a Devi en el suelo, destrozada por un inexplicable dolor que nunca antes había experimentado y llorando como nunca lo había hecho. Durante unos instantes, casi como si estuviese en un estado de shock, se dedicó a recoger sobre la larga falda azul de su vestido los diversos trozos de las páginas de sus libros entre amargas lágrimas, pero al final llegó a la conclusión de que era una tarea inútil y volvió a tirarlo todo al suelo con un sollozo desgarrador.

Pasados esos dos minutos de tregua que le había dado su padre, Devi se secó las lágrimas de los ojos con manos temblorosas y se incorporó. Hizo ademán de volver a la fiesta, pero cuando tenía la mano sobre el pomo se quedó unos instantes paralizada y, finalmente, tomó una nueva resolución.

Se giró hacia su armario abierto y se quitó los caros zapatos de tacón, tirándolos a una esquina del cuarto. Rebuscó entre sus zapatos y sacó su par de Converse azules. Inspiró profundamente con fuerza y sin más dilación se calzó las zapatillas, solo para después dirigirse al gran ventanal que iba a dar al jardín trasero de la mansión.

Pues no iba a permanecer en esa casa ni un segundo más, sin importar las consecuencias de ese acto tan temerario.

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Muchas gracias :)

-Alice. xx

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