Ciudad de niebla© |TERMINADA|...

By Sarah_Mey

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HISTORIA COMPLETA. Primera parte de la saga ciudades. #1 en amar desde el 19/01/2019 hasta el 18/12/2019 #1... More

Saga Ciudades. Parte 1
Preámbulo
Capitulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capitulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capitulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Aviso
Capítulo 38
Capítulo 39
Capitulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Ejem
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capitulo 70
Capítulo 71
Capítulo 72
Capítulo 73
Capítulo 74
Capítulo 75
Capítulo final
Nota de la autora
NOTA DE AUTORA 2
MIS REDES SOCIALES/ CONTACTO

Capítulo 15

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By Sarah_Mey



Apenas se reconocía.

Las siguientes horas fueron eternas. La chica de ojos azules oscuros seguía sumergida en su mundo, y un sólo pensamiento inundaba su mente. David. Sí, ese chico al que había visto por primera vez hacía un día, era el total dueño de su mente. Se imaginaba con él en distintas situaciones, situaciones que requerían toda su atención. Estaba demasiado intrigada en cómo actuaría, cómo sería su forma de ser mas allá de esa coraza de chico duro y malo que exhibía ante todos. Seguro que detrás de esa máscara había una persona maravillosa dispuesta a dejarse amar. Verónica se repetía aquella frase miles de veces, tal vez para llegar a creérsela. Tanto se agarraba a ella que ni tan siquiera escuchó la voz de la profesora de Matemáticas, Sonia, llamarla para que diese el resultado de un problema que debería de haber resuelto hacía ya media hora por su cuenta. No obstante, tan sólo miró por la ventana y sonrió al ver a un ruiseñor que empezó a piar alegremente despreocupado.

Sintió como Eva le daba un codazo, y volvió nerviosa a aquel mundo de la realidad donde le faltaba algo. Algo que probablemente estaría a mucha distancia de ella. Alguien dueño de una mirada casi inescrutable de ojos grises.

-El problema número siete.-le susurró Eva.-Di la solución.

Verónica la miró aterrada. Nunca le había faltado ningún ejercicio por hacer.

-No lo tengo.-le contestó con un hilo de voz casi inaudible.

Eva abrió los ojos de par en par haciendo que sus finas cejas se elevasen más de medio dedo.

-Di veintinueve.-dijo unos segundos después.

Era tan extraño que Verónica no hubiese hecho el ejercicio que tardó demasiado en decirle la respuesta.

-¿Veintinueve qué? Dime la respuesta sin mirar el enunciado y sin que tu compañera abra la boca.

La voz de la profesora la abochornó. Ni tan siquiera había mirado el ejercicio. No tenía ni idea de que le preguntaban.

-Veintinueve...

-Rosas...-susurró una voz que habría reconocido en cualquier lugar. -Como las que yo quiero regalarte a ti.

Verónica miró asombrada hacia la ventana del primer piso. Justo en una de las ramas más frondosas estaba aquel chico castaño de ojos grises. Su mirada se clavó en ella como si le hubiesen clavado un puñal que alterara todos y cada uno de sus sentidos. Se sintió mareada de pronto. Él tan sólo sonrió al verla con esa cara de aturdida, que aun así seguía antojándosele hermosa como la más bella flor.

La chica de cabellera oscura abrió la boca para hablar, pero tan sólo soltó una exhalación cuando la profesora volvió a captar su atención. El aroma que el viento trasportaba hasta ella logró que se marease. Era su fragancia. El olor tan absorbente de David. Con esfuerzo logró alejar la mirada de aquel apuesto joven que le sonreía cautivadoramente, para centrarse en aquella mujer bajita de cabello rizado y ojos verdes que le hablaba desde la pizarra, ajena al chico que se encontraba en el árbol.

-Veintinueve rosas.-dijo con voz decidida, a sabiondas de que aquella no era la respuesta.

Sonia tan sólo arrugó los labios y se dio la vuelta tras contemplarla unos segundos.

-Bien, no quiero volver a verte tan distraída Verónica.

Eva la miró ensimismada.

-¿Cómo has sabido la respuesta?-le susurró.

-¿No lo has visto?

Sus ojos estaban abiertos como platos cuando se volvió para señalar a la ventana.

-¿Ver a quién?

Para su total desolación, David ya no estaba de cuclillas en la rama del árbol, mirándola con su impoluta elegancia revestido por esa faceta de chico duro y seguro de sí mismo. Algo se apagó en su interior, algo que sin darse cuenta había prendido en miles de llamas al sumergirse en aquella mirada gris como el mismo cielo, que comenzaba a cerrarse. Parecía que iba a llover.

-David...estaba ahí hace tan sólo un momento.

Eva alzó la mirada, muy preocupada.

-Vero...comienzas a preocuparme. Estas obsesionada con ese chico. Llevas casi toda la mañana con su nombre en tus labios.

Ojala pudiera tener su nombre en mis labios todos los días de mi vida, pensó algo frustrada porque su amiga no la creyese. ¿Y si de verdad se lo había imaginado? ¿Y si fuesen sus ganas de verlo lo que había hecho que lo viese imponente en aquella rama? Agachó la cabeza hacia la dura mesa, confusa al tiempo que su amiga fruncía los labios sin quitarle ojo.

A la salida de clases Verónica estaba nerviosa. Nadie había hecho ningún comentario sobre el robo en el museo a excepción de los profesores. Ningún alumno había abierto la boca. Tal vez...sabían que nadie que quisiese seguir vivo hablaría del tema tan sólo porque aquellos jóvenes estaban implicados. Por todas partes se rumoreaba que los ladrones del museo estaban siendo buscados por la policía.

La chica de ojos azules miró al cielo al tiempo que una gotita de agua le caía en la nariz. Sonrió levemente mientras el viento aullaba. Se cobijó aún más en su uniforme, pero sin perder esa leve sonrisa de su rostro. Le encantaba la lluvia, aunque no llevase paraguas encima. Siempre le había gustado, desde pequeña se había relajado viendo el agua caer de las ramas de los árboles, o escuchando la tromba al chocar contra el techo y las ventanas de su casa. Poco a poco se iban despidiendo del otoño, dando paso al invierno.

-¿Que tal han ido las clases?

Verónica seguía sonriendo ensimismada y con la cabeza gacha. Sus mejillas tenían un tono algo más rosado de lo normal.

-Muy bien, aunque cierta persona se empeña en obsesionarse con alguien.

Eva y Paloma miraron a la chica que parecía haber vuelto a la realidad con una mirada inquieta.

-No me lo he imaginado.-dijo, demasiado insegura.

Eva musito algo por lo bajo. Paloma tocándose su pelo negro se encontraba algo perdida.

-¿Imaginarte el que?

Verónica se tomó unos segundos mientras atravesaban la gran puerta de entrada. Hacía tan sólo veinticuatro horas aquella grisácea mirada había estado posada en ella justo en ese lugar. Sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal al tiempo que intentaba centrarse en el presente.

-No me lo imaginé.-dijo segura de sí misma.- Vi a David en la rama del árbol que se ve desde mi clase. Además me dio la respuesta de un problema de matemáticas.

Paloma abrió los ojos de par en par. Parecía que iban a salírsele de sus órbitas.

-Entonces era cierto.-susurró más para sí que para las demás.

Verónica se extrañó de la gran curiosidad y preocupación que sintió ante aquellas palabras.

-¿Qué era cierto?

La preocupación se palpaba en su voz, y sus amigas se dieron cuenta.

-Un chico dijo hace dos horas que había visto a David por el instituto, al parecer le preguntó por una chica.

Dos miradas se posaron en la joven que se quedó parada en seco. Sonrió al saber que no se lo había imaginado.

-¿Preguntó por mí?

-Sí, y el chico al que le preguntó acabó con un ojo morado...

Verónica se volvió hacia Eva, molesta.

-¿Tú lo sabias y no me lo dijiste? Me hiciste creer que me lo había imaginado.

Eva puso los ojos en blanco, en un gesto teatral.

-Sabes que no me gusta para ti. Nada, en absoluto. Tan sólo se ha fijado en ti ahora, pero tal vez sea como un reto porque no te ve una chica fácil. Probablemente te usará y luego pasará de ti dejándote sumida en la mierda. Sólo te hará daño.

Paloma se enzarzó con ella como un perro a otro que le intenta quitar un hueso. Verónica se preguntó si David aún andaría cerca o si por el contrario se habría marchado ya de aquel lugar.

-No sabes lo que dices. ¿Sabes cuantas desearían estar ahora mismo en el pellejo de Verónica? Simplemente el pasar una noche con ese chico...guau...No soy capaz ni de imaginármelo.

Eva refunfuñó mientras se hacía una cola, molesta por el viento. Las tres ignoraban las pequeñas gotas de agua que caían sobre ellas. Por el norte de España era demasiado normal que lloviese.

-Es un simple hombre. Ninguna mujer se merece que nadie la utilice.

Paloma se mordió los labios.

-Es un hombre que puede tener a la mujer que quiera porque esta terriblemente bueno.

Eva agachó la cabeza mientras esquivaba una farola con la que casi se choca.

-No sé cómo pueden haber mujeres como tú.

Paloma hizo una mueca y se acercó a ella, imponente.

-¿A qué te refieres?

Verónica sabía que se avecinaba una tormenta. Una mucho mayor que la que había prometido el cerrado cielo.

-A que no sé cómo puedes pensar que un hombre por el simple hecho de estar bueno ya merece tirarse y usar a la mujer que quiera. No soporto esa actitud tuya.

-No es el hombre el único que se aprovecha de ello.

Eva se mantuvo muy cerca de Paloma, quien reprimía su furia con un gesto que alteraba sus finas facciones y hacía que se viesen aún más las enormes rayas con las que había perfilado sus ojos.

-No he dicho eso.-continuó Paloma- Siempre malinterpretas todo lo que digo.

-Haya paz...-inquirió la tercera joven.

-Lo has insinuado. Ósea, es un hombre que puede tener a la mujer que quiera porque está bueno.-imitó la voz de pito de su amiga, cosa que no ayudó a suavizar los ánimos.- ¿Cómo puedes decir eso? Hay mujeres que tenemos claro que no somos de usar y tirar y que en el mejor de los casos seremos nosotras las que usaremos a los hombres. ¿De qué le sirve estar terriblemente bueno si no tiene cerebro?

Paloma exclamó indignada.

-¿Cómo sabes que no tienen cerebro? ¿Qué ocultas Eva?

Eva alzó las manos, exasperada. Verónica se fijó en Eva y en el extraño brillo en sus ojos que había durado una fracción de segundo. Fuese lo que fuese, Paloma había dado en el clavo y Eva ocultaba algo.

-Si tuviesen solo una pisca de lo que hay que tener no llevarían el estilo de vida que llevan y estudiarían.

-Siempre estas igual. Estudiar, estudiar y estudiar. Eres una aburrida.-se quejó la otra chica dándole la espalda.

-Se llama ser culta e interesarse por cosas que pasan a nuestro día a día. Perdona por no interesarme por temas banales e intrascendentes como lo haces tú, o por no saber quién es tal DJ o quien participó en que edición de Gran Hermano o de Mujeres y Hombres y Viceversa.

Eva se calló que no sabía que pintaba ahí una tercera conjunción. Paloma estaba llenando fuertemente los pulmones de aire, por lo cual Verónica apreció que iba a empezar a chillar, y conociendo a Eva, probablemente también lo haría. Ambas acabarían peleadas. Un grupo de chicos con mochilas a las espaldas se había detenido a escucharlas pensando que podrían llegar a las manos. Dentro de poco habría un coro suficientemente grande de jóvenes a su alrededor como para empeorar las cosas. Tenía que decir algo ya.

-Quiero encontrar a David.

Sus palabras hicieron que Paloma bajase los brazos que había subido mientras se preparaba para chillar y que Eva soltase un grito ahogado.

Muchas gracias por leer. Un abrazo. ¿Os ha gustado? 

Instagram: itssarahmey

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