Cuenta regresiva para el final: 3
P.O.V Annabeth.
Caminamos durante mucho tiempo, e incluso ahora no estoy segura de con qué rumbo. Cuando bajamos del tren, (evitando las preguntas del histérico conductor) Grover nos guió por una especie de bosque.
La luz del sol se colaba a raudales por las copas de los árboles, iluminando el suelo lleno de hojas. Seguimos un riachuelo, sin estar seguros de qué pensar.
Todos estábamos cubiertos de pequeños cortes, pero que eso no los engañe. Eran como un millón de minúsculos cortes de papel, y todos sabemos que esos hijos de perra duelen como el infierno.
Jason y Piper iban a mi lado, tomados de la mano. Estaban despeinados, asustados y cansados, como los demás. Estaban hablando sobre algo de lo que no me molesté en escuchar. Mis pensamientos estaban divagando, y mi vista estaba fija en el movimiento de mis pies. Las hojas crujían al pisarla, y el silencio era sólo roto por el murmullo de los demás y el canto de los pájaros.
- Ya estamos cerca - oí decir a Calipso - ¿ven la playa? Ahí está el campamento.
Habían pequeñas construcciones que no llegué a ver del todo bien. Nos encontrábamos en una especie de colina, y no habíamos hecho nada más que descender durante todo el trayecto.
No sentí emoción alguna, a decir verdad. Mi mente no dejaba de mostrarme destellos de un par de ojos color verde mar, cabello despeinado negro azabache. Una sonrisa ladeada. Dos pequeños hoyuelos en la comisura de los labios. Percy.
Percy.
Mi mente se rehusaba a creer que Percy estaba muerto. En ese entonces, sabía que cuando la verdad por fin se asentara, me vería convertida en una sombra de lo que era; un vago recuerdo. Porque no había manera en la que podría seguir adelante sin mi... sesos de alga.
Cuando mis pensamientos por fin decidieron despejarse, me encontré a mí misma en una especie de entrada. A lo lejos se podía apreciar una casa y un campo de lo que parecían fresas. El olor a humedad también estaba presente, mezclándose con el típico aroma de los campos de cultivo.
- Alto - dijo una voz.
- Está bien, Chris. Somos nosotros - dijo Grover.
- ¿Underwood? - el chico de apariencia latina, Chris, sonaba contento - ¡hace tanto que no te veo, Grover! ¡No te reconocí!
Chris se acercó hacia Grover y lo abrazó con fuerza, una sonrisa enorme adornando su rostro.
- ¿Qué tal todo? ¿Más desapariciones? - preguntó Enebro, luego de que el chico se acercara a abrazarla.
- Oh, no podrás creerlo - el semblante de Chris cambió - Parece que ahora están tomando hijos de Apolo. Michael Yew y Will Solace. Nadie los ha visto hace meses.
Grover sacudió la cabeza, luciendo derrotado.
- Ahora ya nada es seguro - masculló Calipso.
Nico se aclaró la garganta, luciendo irritado.
- ¿Les tengo que recordar que estamos aquí? - dijo él, después de rodar los ojos. Tenía los brazos cruzados y una ceja levantada.
- Lo siento, chicos - Enebro nos dedicó una sonrisa amable, justo como solo ella podía hacerlas - bienvenidos al Campamento Mestizo.
***
- ¿Se-señor Brunner?
- Hola, Frank.
- ¡Es un caballo!
- Soy un centauro, señorita Levesque.
- ¿Se-señor Brunner?
- Ya te dije hola, Frank. Oh, y aquí me llaman Quirón.
- ¡Señor Brunner!
- Dije hola, Frank.
- ¿Señor Bru...?
- ¡Silencio, Zhang!
- Me callo.
Nos encontrábamos en una especie de sala de estar, dentro de "La Casa Grande", como la había llamado el señor Brunner. Sí, el maestro de mitología que hace dos horas creía que era paralítico. Mi vida se había convertido en un enorme conjunto de ¿por qué no's?
El ahora llamado Quirón nos sonrió suavemente. Su sonrisa siempre había sido reconfortante de alguna forma. Se formaba pequeñas arrugas al rededor de sus ojos, que también brillaban brevemente. En la parte de arriba llevaba su ropa usual: un suéter delgado color marrón. Pero de cintura para abajo, era un gran semental blanco.
- Creo que Grover, Calipso y Enebro ya les han explicado la mayoría, ¿verdad? Me alegra que estén todos aquí. Dionisio dijo que era peligroso... pero valía la pena colocar ese hechizo en la escuela. Son tiempos desesperados, niños. Y estarán seguros aquí. Entrenarán, aprenderán a protegerse a si mismos y a los demás. Hicieron un maravilloso trabajo deshaciéndose de las Aves del Estínfalo. Ahora... sé que les tomará un tiempo acostumbrarse. Sé que están confundidos y molestos. Pero encontrarán un hogar aquí, un lugar donde al fin encajen. Se los prometo.
Nadie dijo nada después del pequeño discurso de Quirón. Yo casi nunca me quedaba sin palabras, pero trata de encontrar algo que decir después de que tu profesor de mitología (que por cierto estaba en silla de ruedas) resulte ser un centauro. Oh, o después de que tú resultes ser el hijo de un dios griego.
- Enebro - Quirón le dijo a la ninfa - llévalos a la cabaña de Hermes y explícales como funcionamos aquí. Oh, y si alguien es romano, igual se quedará aquí. Ya hablé con los pretores del Campamento Júpiter. Una cohorte llegará muy pronto.
- En seguida - Enebro aceptó.
- Grover, Calipso - el centauro dirigió la mirada hacia los nombrados, adquiriendo un dejo de complicidad - necesito un reporte, ¿si?
- Síganme, ¿de acuerdo? - nos dijo Enebro, y todos lo hicimos.
El campamento era bastante grande. Comenzamos a caminar, detrás de Enebro. Estábamos recorriendo lo que parecía un ruedo de arena cuando me pareció ver un rostro muy familiar, corriendo en nuestra dirección.
Un escalofrío me recorrió. Ahora estaba imaginando cosas. Porque ese rostro se parecía al de Percy, y eso era imposible, porque Percy... Percy...
- ¡Annabeth! - la voz también era familiar. La ignoré y seguí al grupo, que se había adelantado un poco. Todos parecían ocupados hablando de algo, y nadie parecía notar que me habían dejado atrás - ¡Annabeth! - no, no, no...
- ¡Annabeth!
Volteé en el momento en el que sentí a alguien tomarme por la muñeca. Obedecí a mis impulsos y aproveché el firme agarre que mantenía en mí para realizar el único movimiento de judo que Derek me había llegado a enseñar.
Con un simple movimiento, un golpe en seco y un grito ahogado, la persona que me había tomado por sorpresa estaba en el suelo. Yo me encontraba encima suyo, con mis rodillas manteniéndolo en su lugar y mi antebrazo presionando contra su cuello.
Entonces lo vi.
Ojos verdes como el mar. Cabello negro. Sonrisa ladeada...
- ¿Percy? - pregunté. No, no era posible.
- Hola, listilla.
Antes de que pudiera darme cuenta, las lágrimas caían libremente por mi rostro. Traté de calmarme, pero no pude. Mi antebrazo no salió de su posición, sino que sólo presioné más fuerte.
- Tú estás muerto - mascullé.
- Hey, hey, mírame, Annabeth - se las arregló para liberar su brazo derecho, que posó suavemente en mi mejilla. Yo me limité a llorar más. Los demás estaban viéndonos con curiosidad y confusión, pero eso no importaba - Estoy aquí. No importa lo que te dijeron, ni quién te lo dijo. Estoy aquí.
- Tú...
- Estoy aquí, listilla. Y te amo. Te amo, ¿si? No te voy a dejar. Nunca.
Antes de que me diera cuenta, estaba besándolo.
Sus labios tenían ese toque salado, y encajaban a la perfección con los míos. No me molesté en llevar el beso más lejos. Lo único que importaba era que Percy estaba aquí. Estaba debajo mío, y podía sentirlo. El calor que emanaba su cuerpo, el latido de su corazón. Sus labios no dejaron los míos hasta que la falta de aire nos hizo separarnos.
Porque Percy estaba aquí.
Percy estaba vivo.
Lo sabía.
O, al menos, traté de convencerme a mí misma de que yo lo sabía.
Con un rápido movimiento, Percy rodó suavemente y su rostro se encontró sobre el mío. Sus manos estaban apoyadas en el césped debajo de nosotros, y el pelo le caía por los ojos. Una sonrisa adornaba su rostro.
Volvió a besarme, una, dos, tres veces. No me cansé. ¿Cómo podía cansarme de tenerlo a mi lado, besándome? Posé mis manos en su pecho, justo sobre el corazón y sentí su latido durante un largo rato.
Era lo más hermoso que había sentido en la vida.
- Estoy aquí - volvió a decir, girando de nuevo. Ahora estábamos de costado, tirados en el suelo. Sabía que los demás estaban murmurando. Después de todo, nadie les había mentido. Pero no los escuché, no escuchaba nada. Solo la respiración de Percy, porque en ese momento absolutamente nada más importaba.
- Estoy aquí - repitió.
Me envolvió con los brazos, acercándose lo más posible a mí. Colocó su barbilla sobre mi cabeza y me acarició el pelo, susurrando las dos mismas palabras una y otra vez. Estoy aquí.
Yo no retiré mis manos de su pecho en un largo, largo rato.
***
Luego de que unos muy confundidos Jason y Frank tuvieron que evitar que matara a Grover, los demás partieron rumbo a las cabañas que logré divisar de lejos, y Percy tomó mi mano, manteniéndose lo más cerca posible.
Caminamos hacia la playa, sin separarnos. Nadie dijo nada hasta que nos encontramos sentados en la arena, frente al mar. No me había atrevido a soltar su mano en todo ese tiempo.
Tenía miedo de que todo fuera un sueño. Tal vez estaba muerta, y por eso Percy estaba conmigo. Simplemente tenía miedo de que Percy fuera a desparecer.
- Percy. Yo...
- Hey - me calló - ya pasó, ¿si? Sea lo que sea que hayas creído, era mentira. Espera, acabo de describir nuestra vida - sonreí un poco, con el alivio extendiéndose por mi cuerpo. Empezaba a relajarme. Se había acabado, ¿verdad? No más monstruos, no más escuela. Percy estaba a mi lado. Todo estaba bien.
(Oh, excepto por la guerra contra un dios y un montón de gente desaparecida. Además, tu madre es una diosa griega y estás en un campamento lleno de semidioses.)
- Yo sólo... no tienes idea de lo mucho que me alegra verte, sesos de alga. Juro que si me vuelves a hacer pasar por algo así...
- Cálmate, listilla - él sonrió de nuevo y pasó un brazo alrededor de mi cintura - ya se acabó, ¿si? Fin.
- Pero...
- Fin, dije.
Reí un poco y dejé que mi cabeza descansara en el hombro de Percy, suspirando.
- Fin.
No estoy segura de cuánto tiempo estuvimos así. Sin hablar, sin movernos. Sólo el y yo. Cuando mi estómago empezó a rugir, supe que era tiempo de movernos, por mucho que quisiera quedarme así por siempre.
Percy y yo nos pusimos de pie y caminamos de vuelta con los demás, en busca del comedor. Como yo, Percy no llevaba más de unas horas aquí, así que, más o menos, nos perdimos.
Nos encontramos con un tumulto de personas reunidas en círculo, alrededor de lo que parecía un suceso importante. Gracias al montón de gente, no logré ver casi nada, y Percy no estaba mucho mejor que yo.
Luego vi a Grover, sonriendo con lo que parecía orgullo iluminando su cara. Percy y yo nos acercamos a él, sin decir nada. La vista se aclaró un poco, y vimos a Leo parado en medio de la multitud, luciendo confundido y desubicado.
Encima de su cabeza, brillaba un símbolo, como una especie de holograma. Era lo que parecía un martillo envuelto en llamas.
El símbolo brilló durante un par de segundos más, y luego desapareció de repente.
Hubieron murmullos y palabras ahogadas por el espacio, mientras Leo levantaba una ceja. Lucía molesto.
- ¿Qué rayos ha sido eso? - preguntó. Obviamente estaba incómodo con toda la atención de más.
- Te han reconocido - dijo Grover, agrandando su sonrisa.
- ¿Y eso qué significa?
Un chico alto y moreno dio un paso al frente. Tenía un overol raído y manchado, que dejaba ver sus gruesos brazos.
- Significa - dijo el chico - que no tendrás que dormir en la cabaña de Hermes esta noche. Soy Charles Beckendorf, hermano.
- ¿Qué?
- Salve, Leo Valdez - Grover levantó la voz, que estaba adornada de orgullo - hijo de Hefesto, dios de las forjas y el fuego.
- Oh, genial - respondió Leo con sarcasmo - y este día solo se hace mejor y mejor.
*_* *_* *_*
N/A: Ahí está el capítulo, semidioses <3 Sólo quería decirles que mañana no podré subir capítulo (lo siento mucho, no me maten) es que pos... tengo cosillas y pos no puedo :(
Pero el lunes subiré el último capítulo y el martes el epílogo, y adiós, "You and me" Dios, siento como si mi bebé fuera a irse de la casa :')
Mariana *_*