Bienaventurados los que amaron hasta desfallecer sus sentidos y rozaron la locura con cordura enajenada ; amar como lanzar tus sueños sin paracaídas.
Bienaventurados los que despiertan y ven a su lado, el mismo rostro, cada mañana y aunque estén enojados, contemplen con media mirada, la misma silueta imperfecta, el mismo aroma que ya conoce tu respirar.
Bienaventurados los que lloraron tanto hasta dormir, rieron tanto hasta llorar, por un ataque de cosquillas, durmieron tanto que despertaron sonriendo porque el susurro de un sueño que les dejó su sabor en los labios.
Bienaventurados los que casi se asfixiaron con un abrazo que casi les partió los huesos que crujieron sonrientes ; los que aún encuentran regaños amenazantes, en su buzón de mensajes, porque tardaron en volver a casa.
Bienaventurados los que tienen con quién tomar un café al atardecer otoñal, con quién escuchar una canción del recuerdo, con quién pasear de la mano por el parquecito o discutir de banalidades para luego deleitarse con la reconciliación...
Soy bienaventurado por haber convergido en tu cauce; por tocar el cielo con el roce de tus labios; por haber reído contigo sin complejos; por contemplarte dormida y sin maquillaje; por sentir tus celos en mi alma; por contemplarnos tantas veces con el alma desnuda.
Por amarnos como solo se hace una vez; con la pasión de nuestra piel; con la ternura de nuestra mirada; la dulzura de una caricia; la bendición de Dios; la pureza de nuestra alma y la belleza, de una poesía perfecta.