Warrior | l. t. |

By NephilimGirl

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~Falling in love can be a dangerous game ~ ❝ En un pueblo donde los secretos, el pasado y la venganza son pro... More

Demons.
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 34
Capítulo 32
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70
Capítulo 71

Capítulo 33

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By NephilimGirl

And I look back and regret how I ignored when they said: "Run as fast as you can"

2016

Devi dejó su vieja pluma sobre la mesa y, con un profundo suspiro, apoyó los codos sobre su escritorio de una forma bastante poco profesional y se tapó el rostro con las manos. Llevaba casi tres horas repasando un caso que tenía para un juicio que tenía en tan solo un par de días y sentía que la cabeza le iba a estallar. Y a pesar de haberse tomado ya dos cafés, su cuerpo parecía demandar más cafeína para poder continuar trabajando. Devi no veía el momento de poder llegar por fin a casa y darse una ducha caliente pero, por desgracia, aún le quedaba bastante trabajo en el bufete, pues aún tenía que entrevistarse con el nuevo becario y continuar con aquel caso...

Se echó para atrás en el enorme sillón de cuero que en su momento perteneció a su padre y estiró los brazos. Aunque su enorme despacho estaba completamente en silencio, podía escuchar las voces del resto de personas charlando fuera como un continuo runrún que parecía no tener fin, aunque tampoco era un sonido desagradable. Hizo girar la silla con los tacones de sus altos zapatos negros y su vista viajó por las muchísimas estanterías de madera oscura con viejos tomos que decoraban el despacho, los diferentes diplomas que colgaban en la pared, como los de su padre y el suyo propio, el de su graduación como suma cum laude en Harvard, hasta que finalmente su vista se fijó en las tres fotografías que tenía sobre su gran escritorio. En una de ellas, aparecía junto a Andrew, Callie y Olivia cuando fueron de vacaciones a Francia, dos años antes de la muerte de Andrew, y los cuatro posaban con amplias sonrisas junto a la Torre Eiffel, Callie aferrada con fuerza al cuello de Andrew y Olivia con su rubia cabeza apoyada en el pecho de Devi mientras ésta la abrazaba con fuerza. Otra de las fotografías era de su boda con Andrew, en la que ambos, unos jóvenes de veinticinco años que tenían toda una vida por delante, se observaban con tal devoción que, siempre que Devi se fijaba en ello, sentía el corazón temblarle. Y finalmente, la última fotografía era una en la que aparecían en el gran salón de su vieja mansión de High Hamilton: John, su padre, estaba sentado con expresión grave en su viejo sillón de cuero y su madre, Victoria, con aquella mirada intensa de color aguamarina que siempre daban la sensación de saber más de lo que parecían y los labios fruncidos con fuerza, un vago recordatorio de la adusta mujer que siempre había sido o que había querido hacer creer que era. Finalmente, Devi aparecía, con diecisiete años, con una mano apoyada sobre el sillón de su padre y Maggie, con sus quince años, junto a Victoria. Puede que no hubiesen sido la más feliz de las familias, ni la más estructurada, pero, por alguna razón, a Devi siempre le había gustado aquella foto. De alguna forma, era como una ilusión de esa familia fuerte y unida que siempre habían tratado de hacer ver a los demás que eran. Aunque la realidad, claro está, hubiese distado mucho de ello. Sobretodo a partir de mil novecientos ochenta y ocho, cuando los pilares de la familia estuvieron a punto de derrumbarse por completo...

De repente, unos suaves golpes en la puerta hicieron a Devi salir de su ensimismamiento con un respingo de sorpresa. Se atusó un poco el pelo y se masajeó las sienes y, finalmente, dijo "adelante".

Al instante, la puerta se abrió y Phil Robinson se asomó con una amplia sonrisa en su atractivo rostro. A pesar de sus arrugas y las diversas canas en su pelo negro, que seguía siendo tan abundante como cuando era joven, Phil conseguía, de alguna forma, mantener ese aire de juventud que Devi sentía que la había abandonado hacía ya mucho tiempo.

-Devs, ha llegado el chico nuevo. – Dijo Phil, tan risueño como siempre. A pesar de que eran socios del bufete y de los muchos años que llevaban trabajando juntos, Phil seguía tratando a Devi con su habitual manera amistosa, con sus motes y sus bromas, y Devi estaba encantada con ello.

-Oh, mierda, lo había olvidado. – Masculló Devi, de una forma bastante poco profesional. Se pasó una mano por el rostro tratando de despejar su embotada mente y finalmente dijo, mientras se levantaba: - Dile que pase.

Phil asintió una única vez, sintiendo cómo, una vez más, una parte de sí mismo que siempre había tratado de ocultar parecía salir a la superficie al ver a la mujer por la que, aunque no lo admitiese, siempre había sentido algo increíblemente especial. Algo que, por muchos años que pasasen, nunca podría sentir por Mary, su esposa.

Phil se giró y Devi le escuchó decir "Puedes pasar". Al instante, apareció en el umbral de la puerta un alto y elegante joven de poco más de veinticinco años, ataviado con un traje negro y pelo rubio que, aunque revuelto, no hacía más que incrementar ese aura elegante que parecía irradiar. Tiró del dobladillo de su chaqueta y, con una amplia sonrisa que pareció hacer brillar sus ojos azules, se acercó a Devi, quien le estrechó la mano con un:

-Tristan Potter, ¿cierto? – El joven asintió, por lo que Devi le hizo un gesto para que se sentase en la butaca frente a ella. – Es un placer conocerte. – Esbozó una sonrisa amistosa (sabía lo increíblemente nervioso que se ponía uno en las entrevistas de trabajo, y quería que el nuevo becario tratase de encontrarse lo más cómodo posible) y bromeó: - Siento que haya tenido que ser mi socio, el señor Robinson, quien te haya recibido, pero mi secretaria ha tenido que ausentarse unos días por un problema familiar y estamos saturados de trabajo.

Phil, que aún se encontraba en la puerta, esbozó una sonrisa pícara y repuso:

-En realidad me tiene esclavizado. Si te da el trabajo, esto es lo que te espera. – Y guiñándole un ojo a Devi, cerró la puerta con suavidad, dejando a Devi y al joven solos en el despacho.

Volviendo a centrar su atención en el joven, Devi dijo:

-Trato de que mi bufete sea lo más cálido y amistoso posible. Tengo la experiencia de haber trabajado en oficinas en las que la gente ni si quiera sabían el nombre de los demás, y sé que no es buena.

-Entiendo a lo que se refiere. – Dijo Tristan, sin poder apartar los ojos de Devi. – He trabajado en sitios así y no es agradable.

La razón de que Tristan no pudiese apartar los ojos de Devi Matthews era porque, en cuanto había entrado en aquel gran y soberbio despacho, todas las confesiones que le había hecho su hermana Naya comenzaron a pasar rápidamente por su cabeza como en un torbellino de imágenes que parecían no tener fin. Apenas podía terminar de asimilar todo lo que Naya le había contado... aunque teniendo en cuenta esa entrevista de trabajo en la que ahora se encontraba, tampoco se había permitido pensar mucho en ello.

Sin embargo, al tener a Devi Matthews frente a él...

Repentinamente, Devi alzó la mirada y comprobó que el joven parecía a punto de sufrir un paro cardíaco, por lo que dejó sobre la mesa el currículum de Tristan y dijo, con dulzura:

-Veo que tienes un currículum asombroso. Te graduaste cum laude en la Universidad y has trabajado en numerosos bufetes de todo el país, todos con mucho prestigio. Sin embargo, teniendo en cuenta que tu último bufete se encontraba en Bath no puedo evitar preguntarme por qué precisamente has decidido probar suerte en este Condado. Desde luego, no es de los más "importantes" del país, por decirlo así, y sin duda mucha gente prefiere trasladarse a ciudades más grandes como Manchester, Liverpool o incluso Londres. ¿Por qué tú, en tu caso, no?

Tristan se aflojó un poco el nudo de la corbata, sintiendo que a cada segundo que pasaba parecía ahogarle cada vez más, y carraspeó antes de decir, tratando de dotar a su voz de la mayor calma posible:

-Bueno, sin duda este es el bufete más notable del Condado, y aunque, como usted bien ha dicho, no es uno de los Condados más importantes de Inglaterra, sí que es bastante grande y este bufete goza de bastante prestigio entre otros bufetes del país. Además, soy de la zona y, después de pasar tanto tiempo lejos de mi tierra, sentía que necesitaba pasar una temporada por aquí.

Devi enarcó una de sus perfectas cejas rubias ante el último comentario del joven. Por alguna razón, aquel chico le resultaba increíblemente familiar. Lo había sentido en cuanto le había visto entrar por el umbral de la puerta. Había algo en sus gestos, en sus ojos azules y su pelo rubio, en su forma de caminar o de hablar que parecían decirle a Devi que le era conocido. Sin embargo, no conseguía recordar dónde podía haberle visto antes...

-Vaya, ¿así que eres de por aquí? – Inquirió, realmente interesada. - ¿Tu familia es de Hollyville?

Mierda, pensó Tristan. Estaba seguro de que había hablado más de la cuenta. Obviamente, no tenía nada en contra de Devi Matthews. De hecho, con todo lo que había leído de ella sentía una gran admiración por aquella mujer que había conseguido llegar tan lejos, hasta el punto de dirigir con tantísima eficiencia aquel importante bufete. Sin embargo, y tal y como le había recomendado Naya, sabía que lo mejor era no dar demasiadas pistas de su vida, su familia y sus... circunstancias, sobretodo teniendo en cuenta todas aquellas cosas sobre el pasado que Naya le había revelado y que su madre, Misty, ni si quiera se había molestado en negar.

Por ello, tragó saliva con fuerza y, tratando de sonar lo más convincente posible, mintió, no sin sentirse terriblemente culpable:

-Bueno... sí, mi familia era de por aquí, pero para cuando yo tenía cinco años ya vivíamos en York, aunque siempre que podíamos veníamos a la zona. Por alguna razón, siempre me he sentido muy atraído por ella.

En su interior, Tristan rezó por que hubiese sonado lo más convincente posible, pero lo que no sabía era que Devi, como buena abogada que era, sabía perfectamente cuándo alguien estaba mintiendo y cuándo estaba diciendo la verdad. Y desde el primer momento Devi había sabido que Tristan no estaba siendo totalmente sincero. No obstante, simplemente no decidió darle más importancia; ella sabía mejor que nadie lo que era tener secretos, lo que era tener ciertas cosas que uno prefería guardarse para sí mismo y, además, lo que le interesaba de aquel joven era su faceta profesional, no personal, así que, ¿qué le importaba a ella si estaba mintiendo o no?

Por ello, esbozó una cálida sonrisa y, extendiendo los brazos, dijo:

-Bueno, pues lo cierto es que no tengo más preguntas. Estoy deseando que te incorpores al bufete y, bueno, espero que cumpla tus expectativas.

Tristan se quedó patidifuso ante aquellas palabras, y durante unos segundos no pudo hacer más que quedarse mirando a la que iba a ser su jefa completamente petrificado.

-¿Ya... ya está? ¿No quiere... no quiere hacerme más preguntas? – Consiguió preguntar, sin poder salir de su asombro.

Devi soltó una risita ante la casi cómica reacción de Tristan y se encogió de hombros con un elegante gesto.

-Sí, supongo que eso es todo. He revisado tu currículum y he leído las cartas de recomendación que escribieron en tus otros trabajos. Creo que vas a ser perfecto para este bufete y que eres lo que necesitamos. Si te parece, estarás un par de meses de prueba y luego, si te encuentras a gusto aquí, podemos hablar de un contrato más duradero, ¿sí?

A pesar de haber querido dar una imagen de sí mismo lo más profesional posible, Tristan asintió efusivamente con la cabeza, sin poderse creer que realmente hubiese conseguido aquel trabajo, y en aquel momento consiguió olvidar por completo todo lo que Naya le había contado.

Al igual que el papel que, de una forma inconsciente, Deborah Matthews había jugado en la vida de su madre e incluso en el propio nacimiento de Tristan.

***

Una semana después de que Louis viniese a visitarme en el pleno apogeo de mi gripe, por fin pude afirmar con seguridad que volvía a encontrarme bien y completamente recuperada.

Sintiendo unas energías renovadas y una actitud mucho más positiva que poco a poco parecía ir apoderándose de mí, traté de volver a mi "normal" rutina. Aunque aún me mostraba recelosa, continuaba yendo a las sesiones con la psicóloga, iba a ver a la doctora Williams con una actitud mucho más abierta y continué yendo siempre que podía al gimnasio para mis clases de defensa personal y boxeo con Louis.

Sin duda, y estoy segura de ello, era lo último lo que realmente me hacía despertarme cada mañana con más ganas de lo que lo había hecho en los últimos años. Aquellas clases suponían un verdadero descanso de mis demonios y mis monstruos. En ellas podía realmente apagar mis pensamientos, y casi hasta sentía cómo se llenaba ese agujero negro de mi pecho que se había abierto hacía tanto tiempo.

Porque de alguna forma u otra, Louis siempre me hacía sentir reconciliada no solo conmigo misma, sino también con el resto del mundo.

Bueno, casi todo el mundo.


Un viernes por la mañana me dirigía hacia el gimnasio bajo un típico cielo encapotado de Hollyville y un frío que, aunque no tan fiero como de costumbre, conseguía meterse bajo tu ropa y calarte los huesos. Por eso, con mi bandolera de deporte colgada del hombro, iba ataviada con una gruesa bufanda con la que trataba de protegerme del frío aire y de la poca nieve que caía del cielo. Y aunque aquel día me había olvidado los auriculares en casa, mis pensamientos parecían compañía suficiente en mi travesía por las calles grises del pueblo.

Sin embargo, eso fue hasta que, en un momento dado, y mientras esperaba a que un semáforo se pusiese en verde, tuve un encontronazo con la persona que menos me esperaba encontrarme.

Y todo comenzó cuando alguien se puso junto a mí y, a continuación, exclamó, con una cierta emoción:

-¡Vaya, pero si eres tú!

Solté un respingo de sorpresa ante el sonido de aquella inesperada voz, tan ensimismada como me había encontrado en mis pensamientos y, cuando giré el rostro para ver quién se había dirigido a mí, tuve que tragarme una exclamación de sorpresa al ver junto a mí a Naya Patterson, aquella chica que había estado saliendo con Louis, mirándome con una amplia sonrisa curvando sus labios rojos y enseñando sus resplandecientes dientes blancos. Aquel día se había peinado su corto cabello azabache de tal forma que ocultaba el lado rapado, e iba ataviada con unos ajustados pantalones negros, unas botas con cordones y una chaqueta de cuero lo suficientemente fina como para preguntarme si no tendría frío con ella. Me percaté de que tenía la oreja izquierda recubierta de piercings, y de que tenía otro de aro negro en la nariz.

Tragué saliva con fuerza y, sintiéndome terriblemente incómoda (si ya de por sí no me gustaba la gente y mucho menos hablar, no digamos ya de alguien que apenas había visto una vez en mi vida), tardé unos instantes en responder:

-Oh, ho... hola.

En ese momento el semáforo se volvió de color verde y Naya comenzó a atravesar el paso de cebra de forma resuelta. Sin saber qué más hacer, decidí seguirla. Al parecer, no había forma alguna con la que pudiese evitarla, lo que no hacía más que aumentar ese nudo de ansiedad que poco a poco se iba formando en mi estómago. No sabía por qué, pero por alguna razón, aquella chica me hacía sentir terriblemente incómoda... más de lo que ya de por sí me sentía en presencia de otras personas.

Tragué saliva con fuerza y pensé que, tal vez, si tenía suerte, en alguna intersección que nos encontrásemos Naya se iría por su camino y yo por el mío, y podría ahorrarme así una embarazosa conversación que ni yo ni probablemente ella queríamos.

No obstante, aquel pensamiento se evaporó al completo de mi cabeza en el momento en el que Naya me miró de reojo con una sonrisa ladina y preguntó:

-¿Hacia dónde vas?

-Hacia... hacia la calle Colonel Burton.

-¡Vaya, eso está de camino a mi casa! – Exclamó, incomprensiblemente emocionada. – Entonces te acompaño unas manzanas.

Qué bien, pensé, irónicamente. Asentí casi imperceptiblemente pero decidí permanecer callada, pensando que tal vez así disuadiría a Naya de mantener una conversación trivial conmigo. Sin embargo, parecía que ella tenía otros planes, porque a los pocos segundos dijo:
-Y dime, ¿tú y Louis seguís siendo amigos?

Extrañada ante aquel comentario, fruncí el ceño y conseguí olvidarme de lo increíblemente incómoda que me sentía durante los instantes suficientes como para responder, tal vez un poco a la defensiva:

-¿Y por qué no íbamos a seguir siendo amigos?

Sin dejar de sonreír de aquella forma un tanto inquietante, Naya se encogió de hombros y repuso, con lo que me pareció un poco de malicia (aunque claro, tampoco podía estar totalmente segura):

-Louis es conocido por tener... digámoslo así, un montón de amigas a las que, casualmente, deja de ver al poco tiempo.

-Bueno, lo cierto es que tengo bastante poco interés en esas "amigas" suyas, empezando porque no soy una de ellas.

Naya soltó una risita entre dientes y negó levemente con la cabeza. Entonces, volvió a clavar su penetrante mirada esmeralda en mí y, con una sonrisa torcida, dijo:

-Es una persona muy peculiar, ¿sabes? Te lo digo de primera mano, porque yo he sido una de esas muchas "amigas" que tiene. Hay que tener mucha paciencia con él, sobretodo porque está claro que, por mucho que se convenza de lo contrario, aún no ha conseguido superar lo que le ocurrió...

Tal vez en ese momento debería haber defendido a Louis en calidad de amiga y haberle dicho a Naya Patterson que no tenía derecho a hablar de él a sus espaldas y además con aquel tono casi taimado. Pero, por muy mal que me deje eso, no lo hice. Simplemente no pude, porque mi mente, en cuanto había escuchado la última frase, se había centrado al completo en ella. Y por ello, y casi de forma inconsciente, me giré hacia Naya y antes de poder detener a mi boca le pregunté:

-¿Cómo? ¿Qué le pasó?

Naya, aparentemente complacida de poseer una información de la que yo no tenía ni idea, ensanchó aún más su sonrisa y dijo:

-Vaya, ¿no lo sabes? Pensaba que, teniendo en cuenta lo unidos que estáis Louis y tú, te lo habría contado. – No se me escapó aquel retintín de sarcasmo que había mostrado su voz. – Aunque es algo muy personal, ¿sabes? Y no me gusta cotillear sobre la vida de los demás. Creo que es algo que te tendría que contar él. Aunque, teniendo en cuenta que fue algo de lo que se habló mucho, no creo que tardes en enterarte. – Y entonces, mirándome de forma ladina, añadió: - O puede que no lo hagas. Puede que Louis realmente quiera ocultarlo para que no te enteres de ello, lo que sería totalmente comprensible, dado la magnitud de aquello. Lo cierto es que es un chico tan impredecible que nunca se sabe cuál va a ser su siguiente movimiento.

Justo en ese momento llegamos frente al gimnasio, y en mi fuero interno di gracias a que por fin había llegado el momento en el que nuestros caminos se separaban. Y me descubrí a mí misma pensando en que, en realidad, me alegraba de ello no porque eso significaba terminar por fin este extraño encuentro con Naya, sino porque sabía que, si continuaba hablando con ella, Naya conseguiría enredarme de tal forma que me tendría haciendo cualquier cosa por saber más sobre ese misterioso pasado de Louis.

Porque lo cierto era que había algo en Naya que me recordaba a una araña: un depredador que espera pacientemente a tener a su presa a punto de caramelo, confiada en que se encuentra totalmente a salvo, y entonces, cuando menos lo espera esa presa, la araña la ataca y acaba con ella.

Y aquella imagen que se formó en mi mente no hizo más que cobrar incluso más sentido cuando Naya se acercó a mí y, en tono confidencial, dijo, sin dejar de esbozar esa sonrisa tuya que tanto me ponía los pelos de punta:

-Solo te digo que no te fíes de la imagen que quiere mostrar de chico pícaro y siempre alegre. Ese dulce rostro aniñado de ojos azules oculta más de lo que piensas. Y no es algo bueno. No es algo en lo que te quieras ver involucrada. Si yo fuese tú, me alejaría de él antes de que te veas demasiado envuelta en su mierda.

Me tragué el respingo que parecía querer subirme por la garganta y, sintiendo las manos repentinamente temblorosas, busqué desesperadamente cualquier cosa que decir, lo que fuese con tal vez, en cierto modo, tratar de borrar lo que acababa de decir Naya. Sin embargo, no tuve tiempo de hacer nada, porque justo en ese momento una tercera voz, desde mi espalda, se unió a la conversación:

-Vaya, Naya, qué sorpresa verte por aquí.

Inexplicablemente, un escalofrío me bajó por la columna vertebral al escuchar la voz de Louis, siempre tan distendida y alegre, hablar con aquel tono reverencial y casi hasta de advertencia. Me giré hacia él y vi que observaba a Naya con una sonrisa torcida que no tenía nada de divertida, con los brazos cruzados sobre el pecho y una ceja enarcada en un gesto sarcástico.

Tragué saliva con fuerza, tratando de deshacer ese horrible nudo que se me había formado en la garganta, preguntándome a qué se debía aquel repentino miedo que me había invadido sin venir a cuento.

Naya le devolvió el gesto a Louis casi con la misma amargura y, encogiéndose de un hombro, respondió:

-Pues ya ves. Me he encontrado a tu amiga y como teníamos que ir por el mismo camino hemos estado charlando un rato, ¿verdad? – Y entonces, me lanzó una rápida mirada buscando aprobación. No obstante, me sentía lo suficientemente paralizada como para ser incapaz de mover ni un solo músculo de mi cuerpo, por lo que me quedé completamente callada, observándolo todo como a través de un cristal que, aunque me permitía presenciar la situación perfectamente, me impedía contribuir en ella. – Bueno, yo debería ir yéndome. Ha sido un placer hablar contigo... Callie.

Louis soltó una leve risita sardónica y dijo, sin dejar de mostrar esa actitud casi defensiva:

-He oído que tu hermano ha vuelto al pueblo. Salúdale de mi parte.

Sin dejar de sonreír, Naya asintió una única vez y, finalmente, se dio la vuelta y se alejó de nosotros.

Una vez hubo girado en la esquina y hubo desaparecido de nuestra vista, Louis se giró hacia mí, mostrando su habitual sonrisa burlona, y dijo, tan vivaracho como de costumbre:

-Bueno, ¿estás lista, escocesa?

Asentí, sin poder hacer nada más e hice ademán de entrar al gimnasio, sin poder quitarme de encima esa sensación helada que parecía arraigada dentro de mí desde mi conversación con Naya. No obstante, vi que Louis, en vez de entrar, se alejaba del gimnasio y comenzaba a caminar por la calle en dirección izquierda. Fruncí el ceño, confusa, y me apresuré en alcanzarle.

-Espera, ¿no vamos a entrenar? – Dije, siendo así la primera frase completa que conseguía decir. Sin embargo, sentí que, por mucho que lo intentaba, no podía desprenderme de esa postura defensiva que me rodeaba.

Louis me miró de reojo y una amplia sonrisa se expandió por sus labios.

-Sí, pero hoy vamos a hacer algo distinto. He pensado que tal vez es bueno que cambiemos un poco de... escenario. El gimnasio puede resultar un poco claustrofóbico. Así que he decidido que la lección de hoy la demos en el bosque que rodea al pueblo.

-¿Qué? ¿En el bosque? – Pregunté, estupefacta, justo cuando llegábamos hasta su camioneta.

Louis sacó las llaves de aquel viejo vehículo y, una vez que lo hubo desbloqueado, dijo:

-Claro, ¿por qué no? Es un ambiente mucho más relajado, y estoy seguro de que el silencio y el aire puro te ayudarán con el entrenamiento.

Entonces, tomó mi bolsa de deporte junto con la suya y las puso en la parte de atrás de la camioneta. A continuación se subió al asiento del piloto y me hizo señas para que me subiese yo también. A sabiendas de que no tenía más opciones, solté un suspiro tembloroso y me subí al asiento del copiloto con piernas temblorosas.

Deja de ser tan cobarde, ¿de qué narices tienes miedo? Me reprendí a mí misma, como si eso fuese a ayudarme a calmarme un poco. Cosa que no fue así para nada.

Canturreando para sí mismo, Louis encendió el motor de la camioneta y en seguida estábamos en la carretera. Entonces, extrañamente incómoda por aquel silencio (cosa que era rara, ya que, por lo general, disfrutaba bastante de esos apacibles silencios que solíamos compartir Louis y yo) dije lo primero que se me pasó por la cabeza:

-Así que esa chica... Naya, ¿tiene un hermano?

-Sí, Tristan. Es mayor que yo, pero solíamos juntarnos bastante en las pocas ocasiones que venía al pueblo. La verdad es que es un tío de puta madre, siempre nos hemos llevado muy bien.

-Ah, ¿no vive aquí?

-No, para nada. Cuando era pequeño vivía con sus abuelos en York, a pesar de que su madre sí que vive aquí. – Louis se encogió de hombros. – Nadie sabe realmente por qué, pero se rumorea que es porque Misty, su madre, no quiere saber nada de él. – Al ver mi cara de horror, Louis mostró una expresión como de resignación. – Misty Potter es... bueno, esa mujer es todo un misterio aquí, en Hollyville. De hecho, mucha gente la ve como... la loca del pueblo.

-¿Qué? ¿En serio? – Gracias a aquella conversación, casi estaba olvidando por completo ese irracional miedo que me había dejado mi conversación con Naya.

-Ajá. Lo que está claro es que no está... muy estable, pero tampoco creo que sea tan grave como para decir que está "loca". Nadie sabe realmente qué es lo que pasa con ella. Lo que sí se sabe es que, cuando tenía dieciocho años, desapareció repentinamente del pueblo y dos años después volvió al pueblo con un bebé en brazos. Ahí fue cuando sus padres decidieron que lo mejor era marcharse con el bebé lejos del pueblo.

-¿Con Tristan? – Pregunté, aunque fuese demasiado obvio.

-Así es. Nadie sabe quién es el padre, y estoy seguro de que ni ella misma lo sabe. Tal vez por eso nunca haya querido saber nada de él. Luego se puso a salir con un borracho y tuvo a Naya. Creo que eso fue lo que terminó por... romperla. Aunque, como te he dicho, nadie sabe realmente qué es lo que pasa con esa mujer ni qué le ocurrió en el pasado. Pero debió de ser lo suficientemente grave como para hacerla desaparecer de esa forma tan repentina y sin darle explicaciones a nadie. O puede que sea este pueblo de mierda. Quién sabe. No creo que se llegue a saber nunca.

Me quedé en silencio y me hundí más en el asiento ante aquella horda de confesiones. Louis me preguntó si me apetecía escuchar música y, sin saber qué más hacer, simplemente asentí. Al instante una banda cuyo nombre no recordaba comenzó a sonar en la camioneta y Louis comenzó a tararear tan animado como de costumbre.

Me lo quedé mirando de la forma más discreta posible, con su amplia y encantadora sonrisa y sus pícaros ojos azules, y de repente mi mente volvió a devolverme el recuerdo de todo lo que Naya Patterson me había contado sobre el que estaba convirtiéndose en un gran amigo para mí. Inevitablemente, no pude evitar volver a sentir una especie de ramalazo helado recorrerme de parte a parte.

Oh, venga, ¿de verdad iba a creerme todas las patrañas que Naya Patterson me había contado? No podía creerme que Louis fuese realmente esa persona que ella había descrito. Le conocía lo suficiente como para saber que no era así.

Aunque... ¿de verdad le conocía tan bien como creía? ¿Acaso no era perfectamente plausible que Louis hubiese creado una imagen artificial sobre sí mismo para ocultar lo que realmente se encontraba en su interior? Yo sabía perfectamente lo fácil que era hacer algo así, pues lo había estado haciendo durante diez años. Por tanto, ¿qué no me decía a mí que el Louis que yo conocía no tuviese nada que ver con el Louis real?

¿Y si la persona que se encontraba en ese momento junto a mí, sonriente y tarareando de forma alegre, no fuese más que una mera ilusión que Louis me había hecho creer que era real?

¿Y si el Louis que se había convertido en mi amigo no existiese realmente?

¿Cuál era su verdadero rostro?

Y lo más importante, ¿por qué no podía evitar sentir que debía huir sin mirar atrás antes de que lo descubriese?

__________________

Si os ha gustado, por favor, votad, comentad y compartid :)

Muchas gracias <3

-Alice. xx

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