Tú, tan pequeña que cabías en mis brazos y mi regazo era suficiente para que juegues y duermas con la luna, cada vez que nos alejábamos del infernal ruido de la ciudad.
Tú, que nunca te llevaste bien con tu cabello, siempre más rebelde que tus deseos. Amaba verlo verlo ondear como las olas del bravío mar.
Tú, que con una sonrisa sometías mi voluntad, acariciabas mi razón para doblegarla y entonces en segundos me tenías a tu merced.
Tú, que con tu parquedad, resolvías mis más intensos conflictos, tenías guardadas las palabras precisas, que aquietaban mi perturbada alma.
Tú, que hiciste trizas mis esquemas, mi experiencia escuchando a tu candidez, nada más bello que aprender de tu inexperiencia.
Tú, que hasta hoy me sigues inspirando floridos poemas y me susurras al oído la música de mis versos ; que sigues acariciando mi silencio y siempre que se dibuje una sonrisa con el aroma de un suspiro , sabré que solo fuiste y seguirás siendo Tú...