El Misterio de Smenjkara (FDL...

بواسطة thewingedwolf

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Serie 'Fantasma de las arenas' Dos jóvenes arqueólogos en busca de la tumba de un místico faraón llamado Smen... المزيد

El Misterio de Smenjkara ©
Sinopsis
Capítulo I: Destello entre las antigüedades (Editando)
Capítulo II: Timidez en las arenas (Editando)
Capítulo III: Rumores con sabor a tabaco (Editando)
Capítulo IV: Un mal presentimiento (Editando)
Capítulo V: Enigmática soledad (Editando)
Capitulo seis: Primeras visiones (Editando)
Capitulo siete: Reencuentro (Editando)
Capitulo ocho: No están con vida. (Editando)
Capitulo nueve: ¿La verdad? (Editando)
Capitulo once: Una visita al hotel. (Editando)
Capitulo doce: ¿Sigue siendo misterio? (Editando)
Capitulo trece: Hasta pronto. (Editando)
Epílogo. (Editando)
Agradecimientos

Capitulo diez: Libres. (Editando)

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بواسطة thewingedwolf

Isaac.

Coloqué el débil cuerpo de Monett sobre la mesa de preparación; nunca la había visto de esa manera, tiritaba, sudaba y por la poca luz que teníamos con el cuenco de luz, logré admirar la fantasmal piel que tenía, blanca como la nieve, pálida como la leche, su hermoso color té que tenía había desaparecido y se había convertido ya en un muerto viviente. No tenía nada eficiente dentro del botiquín, aún así con lo poco y nada que tenía traté de curarla; el paño húmedo no hacía efecto, no tenía suficiente agua ya que la temperatura de su fiebre aumentaba cada vez que tenía alguna especie de sueño o visión, despierta de vez en cuando, alterada, con miedo, llorando, ella ya no quiere dormir.

-Ya es... -trataba de hablar- ya es... la hora.

«Ella sabe quien soy -me dijo del ente-. Debes encontrar a tu amiga, ella lo sabe todo... Ella debe saber cuando es la hora, y es ahora».

Tomé mi morral y la coloqué en mi espalda, y la de Monett la coloqué entre sus brazos para poder tomarla entre mis brazos; frágil como una pluma, débil como un bebé en busca de protección, así estaba ella y así se demostraba cuando colocó con delicadeza su cabeza en mi pecho.

Comencé a recorrer los estrechos pasillos, sentía que ya estaba cerca por el simple echo que me encontraba en la sección funeraria, y claro con la ayuda de Monett que me daba las instrucciones; de verdad que me daba pena como hablaba, hasta su voz había cambiado, se había apagado, una voz quebrada y adolorida.

-Ne-necesito una pru-prueba... para... con-con-confirmar mi, digo nu-nuestra teo-teoría.

-De acuerdo, pero no hables demasiado -ordené--. Ya haz gastado suficiente energía por hoy.

Con lo poco y nada que recordaba, la llevé al lugar donde había encontrado uno de los pocos jeroglíficos que estaba casi completo -y traté de hacer lo posible para descifrarlo-, y puede que tenga algo que ver con todo lo que está sufriendo.

El lugar volvió a tornarse frívolo a cada pequeño paso que daba y el nerviosismo también abundaba en mi cuerpo, pero debía demostrar que era fuerte y valiente como lo he hecho en estos últimos momentos, y mostrarle a Monett que ya no soy el niño monje que ella conoció. Los pasillos se hacían cada vez más estrechos, esto estaba hecho para una sola persona.

«Agradezco de no sufrir de claustrofobia, ahí si que estaría muerto».

Las paredes comenzaron a desaparecer lentamente o era la misma oscuridad que se las tragaba. ¿Iba bien? ¿estaba correcto el camino? ¿estaba perdido?
Analicé el estado de Monett, ella estaba con los ojos cerrados y lentamente pasó su brazo por atrás de mi cuello para sujetarse. Me detuve un momento para echarle un vistazo al lugar, ahora si que no se donde estoy... bien, ya estaba perdido. Tengo la necesidad de preguntarle donde estábamos, pero me da pena verla ahí, tratando de conciliar el sueño, estaba agotadísima; solo depende de mi, esa es otra razón para demostrar que puedo ser valiente y no volver a ser el tímido chico que solía ser.

-Sigue -dijo después de un leve gemido que brotó desde sus labios.

¿Seguir? ¿Cómo? ¿Seguir hacia delante? Las paredes estaban desapareciendo y estaba más que claro que esto puede llevarnos a una muerte horrible y segura, esto era típico de los egipcios para engañar a los ladrones, pero yo no soy nadie para dudar la sabiduría de Monett, ella sabe más que yo, tiene más experiencia, vive de esto y vive en estas tumbas para sus trabajos, hasta ahora... ha vivido lo suficiente. «Su fiebre es alta, puede estar delirando... no, Isaac no pienses en eso, ella estará bien y sabe lo que dice, no dudes».

-Sé que estás... du-dudando -habló con suavidad y con un poco de humor, su voz es como un susurro-. Es-estoy en pé-pésimas condi-condiciones -de sus labios salió una risa seca. Extrañaba esa risa alegre que tenía-. Pe-pero se lo que... te... digo.

Seguí caminando obedeciendo las ordenes hasta que mis ojos no pudieron distinguir la diferencia entre el suelo y la pared. La oscuridad nos cubrió en su totalidad, una horrible manta oscura que nos daban la bienvenida; todo esto parecía aquellos túneles de los juegos de terror, pasear a pie, todo oscuro y no poder diferenciar las cosas y de la nada ¡PUM! aparece alguien gritándote frente a la cara; ese era mi temor... que apareciera alguien. Mi corazón comenzó a latir con rapidez. «Malditos nervios».
Automáticamente mis ojos se cerraron, lo sé, es estúpido lo que hago y parezco un niño chico, un bebé de mamá, pero solo es una reacción involuntaria. No quería seguir caminando, quedé petrificado por el miedo, no quiero que me aparezca un ente de la nada y me grite en el oído. «Involuntariamente soltaría a Monett y saldría corriendo... sí, así de cobarde. Bien Isaac, serás un gran compañero».

-Tran-tranquilo... ya... ya llegamos -dijo.

Parece un perro, tiene otro sentido, capta todo lo que siento y pienso. «Está más sensible y puede que eso active otros sentidos».

Abrí los ojos y ella estaba en lo correcto. La oscuridad desapareció y podía distinguir la pared con el suelo. ¿Cómo ella sabía si no estuvo aquí? Los jeroglíficos estaban ahí, la gran mayoría dañados pero algunos estaban casi completos. Caminé unos cuantos pasos y me coloqué frente al jeroglífico que creo que le serviría de algo.

Ella, con la poca fuerza que tenía, hurgó en su mochila para poder sacar su libreta y un lápiz; pasaba hoja por hoja y pude distinguir los maravillosos rayones que tenía en su interior. Una cantidad de jeroglíficos a la perfección, pareciera que los dibujara con naturalidad; estructuras hermosas, vistas desde un balcón y habitaciones que al parecer eran las que habían en el tiempo egipcio. «Esto deben ser dibujos hechos después de sus sueños... yo no he visto algo así». Finalmente dio con una hoja en blanco. Golpeó mi hombro para que me girara un poco y comenzó a dibujar. El lápiz era parte de su mano, una extensión más de su cuerpo, como mis dedos con el piano... fluyen con naturalidad.

Ya en la altura del jeroglífico dañado, Monett suelta con brusquedad luego de lanzar un gran rayón que atravesó toda la hoja arruinando la copia del jeroglífico. Pasó uno de sus brazos por detrás de mi cuello y el otro cayó con brusquedad. Las paredes comenzaron a moverse y la tierra comenzó a caer desde el cielo, miraba con extrañeza alrededor, no tenía buena pinta. Y ahí fue, aquel momento que se paralizó mi corazón tal como lo había previsto antes, un grito desgarrador abundó el silencioso lugar, provenía de Monett. Gritaba y lloraba y con la poca fuerza que tenía se apegaba más a mi cuerpo.

-¡Vámonos! -gritó entre sollozos y gritos.

Extrañado dejé que mis piernas corrieran por si solas, sin una dirección definida.

-¡Me duele! ¡Por favor, corre! -lloraba con más fuerzas.

Corría con todas mis fuerzas; mi respiración se acortó, estaba nervioso, preocupado, con pánico, débil, no tenía las fuerzas necesarias para proteger a Monett, sobre todo ahora que no sé por que tuvo aquel cambio brusco que tuvo hace unos minutos. Continué, tenía una corazonada, seguí derecho. Frené al ver un destello de luz frente mío, un rayo de esperanza, un túnel ¿estaba muerto? ¿Estaba viendo la luz? Una sonrisa se formó en mi rostro al ver que no era un sueño y que seguía con vida.

-No...aguanto...el...dolor -reclamó con un atisbo de voz.

Desperté de aquel estado de alegría y todo a mi alrededor comenzó a hacer un ruido extraño, proveniente de la tierra. «Como un terremoto». Las paredes comenzaron a moverse con brusquedad y se escuchaba a mis espaldas como algunas estructuras se estrellaban con el suelo. «Como la vez que nos quedamos encerrados».

Corrí con toda la velocidad que mis pies me permitían -ya no tengo muchas energías como antes-y subí aquella escalera empinada de la entrada. Nuevamente la puerta estaba a punto de cerrar. «No, esta vez no» me dije. Me lancé como si me tirara a mi propia cama. Monett salió disparada de mis brazos y mi cuerpo se tumbó con brusquedad en un rocoso y arenoso colchón; la luz pegaba con intensidad ante nosotros dando la bienvenida a la libertad. Reaccioné al darme cuenta que ya estábamos afuera, no era un sueño. «Cuidado» fue la palabra clave para olvidarme de mi estado maravillado y por inercia me levanté torpemente, tomé a Monett por los brazos y la arrastré unos cuantos centímetros y volví a caer a su lado; levanté mi cabeza para ver que sucedía, las rocas y una cascada de arena cayó en el lugar donde me encontraba hace unos segundos y tapó por completo la entrada de la tumba KV53. Apoyé mi cabeza en el suelo arenoso, rendido y abracé el cuerpo de Monett.

Finalmente estábamos afuera. Los rayos del sol sobresalían entre los techos de la carpa y las montañas del Valle de los Reyes. Abrí mis ojos para que se acostumbraran lentamente a la luz del día y vi un tumulto de gente que nos encerraban, tantos como turistas y arqueólogos susurrando a los vientos con preocupación. Ahora extraño la voz de Monett para echar a todos estos hombres. «Vuelen de aquí cuervos hambrientos -diría- no hay nada que ver aquí», pero yo no tenía la voz para decir eso, no me saldría... volví a ser el chico pollo, tímido en este momento. Giré hacia a ella, y ahí me cayó la teja; ella estaba mal, lo sabía, conviví con su estado pero ahora era diferente. Me alejé un poco y su estado era horrible, pálida como la leche, ojeras negras se posaban como una servilleta en el cuello de una persona antes de comer, aquel cuerpo macizo que tenía había cambiado y estaba mucho más delgada de lo normal, sus labios secos y partidos, ropa mal estado y una gran mancha roja se posicionaba en el costado izquierdo de su torso. Me levanté con rapidez, saqué mi chaqueta de mi mochila, la amarré en la cintura de ella e hice un nudo con las mangas para detener la sangre que emanaba de su cuerpo.

Tomé el cuerpo entre mis brazos y salí corriendo del lugar, bueno traté de correr. La gente se acumulaba a cada paso que daba para saber que sucedía; podía ver en sus ojos las preguntas que se les cruzaba por la cabeza ¿Qué le sucedió? ¿Por qué está sangrando? ¿Está muerta? «No, no está muerta -me dije mientras empujaba a cada persona que se interponía- Morirá si no me dejan pasar». Una voz hizo que la gente finalmente se dispersara

-He entrado más de diez veces a esa tumba y no había nadie en su interior -Me sorprendí al tono autoritario que había usado él, sobre todo destacando con gravedad y con volumen la palabra «nadie». El Gordo Louis observó a Monett y su expresión cambió de dura a sorprendido, luego a enfurecido-. ¿Por qué está así? ¿QUE LE HICISTE? ¿POR QUÉ ESTÁ SANGRANDO? -Gritó, sus ojos estaban llenos de cólera.

Mi corazón se aceleró al ver que toda la atención volvió a caer sobre mi. Quería hablar, no sabía como sacar la voz para contestarle, pero su presencia me atemorizaba, mucho más que antes. Reaccioné al ver como él quería tomar a Monett entre sus brazos, pero ella me mataría si la dejara a su merced. Me aparte unos paso atrás y tomé un poco de aire antes de hablar.

-Me gustaría saberlo -solté finalmente-, igual que tú -Finalicé con frialdad.

Seguí mi camino con los mil y un ojo enfocados en mi. Me giré nuevamente al ver la petrificada figura del Gordo Louis. «Esta así por mi respuesta, no esperaba que le respondiera de esa forma».

-Hazme el favor de llamar a un médico que se dirija al hotel Maritim Jolie Ville Kings Island Luxor, habitación 410. -Seguí con mi frialdad, no permitiría que me intimidara una vez mas, mucho menos avergonzarme frente a todos-. Quiero que esté ahí cuando llegue, gracias.

Luego de dos horas de viaje por el río Nilo, finalmente había llegado al hotel. Iba con Monett entre mis brazos, y mi cuerpo estaba tenso y nervioso; me relajé al escuchar a la recepcionista decir que el doctor había llegado. Al llegar al cuarto piso, abrí la puerta de mi habitación, y un señor vestido formal se encontraba sentado en uno de las sillas de la habitación. El señor al fijarse de mi presencia se levanto de la silla y dio unos cuantos pasos hasta quedar unos centímetros cerca de mí. Tiene la estatura parecida a la mía, solo unos centímetros más bajo que yo, cabello canoso y corto, una nariz grande y algo rota componía su rostro al igual que unos característicos ojos almendrados color avellana, y una barba espesa y decoraban el contorno de su rostro; camisa de color blanco bajo un terno negro que le quedaba apretado, o eso demostraba los botones que estaban a punto de reventar de su marcada y lisa panza.

Coloqué a Monett sobre la cama y me dirigí hacia él.

-Siento mucho que lo haya mandado a llamar doctor, pero soy nuevo aquí -dije con miedo, pero su mirada no era tensa, así que me relajé un poco más-. No soy muy bueno en estas cosas y mucho menos guiarme en una ciudad que no conozco, por eso preferí que ella estuviera aquí.

Él no contestó, solo asintió. Se acercó a Monett y comenzó ha analizarla. Colocó su mano sobre la frente de ella, luego la colocó sobre su muñeca, observó su reloj mientras tomaba el pulso y negó con la cabeza. «Algo no anda bien». Luego desató la chaqueta enrollada en su cintura dejando visible la fea mancha roja, o mejor dicho una mancha negra que me sonreía con malicia desde la blusa. Tragué hondo y él comenzó a subir con delicadeza la blusa dejando al aire su agraciado busto sostenido con un sostén blanco, y debajo de el había un tajo de no más de doce centímetros.

-Necesito que se retire por un momento -dijo con una voz grave.

-De acuerdo -dije. Ya estando en la puerta, agregué-: El tobillo... parece que también lo tiene dañado.

Ya afuera con la espalda pegada a la puerta de la habitación, lograba escuchar algunas palabras que el doctor decía, al parecer estaba hablando con alguien porque Monett estaba inconsciente. Los nervios los tengo a flor de piel. ¿Cómo le explicaría lo que sucedió? Me encantaría saber como se originó ese corte, y con que... ¿Pensará que eso lo hice yo? Ni siquiera fijó su mirada en mi, tal vez sí le pasó eso por la cabeza. «¡Me duele! ¡Por favor, corre!» decía ella; tan solo recordarlo mi corazón se apretaba al igual que mi estómago, su grito de dolor fue extremadamente fuerte que llegó a darme pena.

Mi espalda se fue hacia atrás levemente cuando la puerta se abrió. Ahí estaba el doctor cuyo nombre aún no sé. Al recordar la escena que viví anteriormente, mis palabras no salían de mi boca, ni siquiera un «¿cómo está ella?»

-Llamé una ambulancia. Tenemos que tratarla allá -dijo con calma-, pero no se preocupe la traeremos apenas terminen los exámenes y le hayamos curados las heridas -al parecer mi cara de preocupación era muy notoria. Traté de hablar, pero él prosiguió-: Fiebre alta, enfriamiento, presión baja, deshidratada y un esguince de grado dos en el tobillo izquierdo. Y sobre la herida -se detuvo un momento para observarme. ¿Estará pensando que yo lo hice?- ¿Por casualidad usted portaba un arma blanca?

Quedé estupefacto ante esa pregunta. ¿Arma blanca? ¿La herida fue hecha con un arma blanca? ¿Cuándo? ¿Cómo? No, absolutamente que no, no era capaz de portar algo de ese estilo.

Negué con la cabeza.

-Ese corte que usted alcanzó a ver, fue producido por un arma blanca, no sé que tipo de arma aún, pero tal vez es una que ya no existe en nuestra época. Perdió mucha sangre, y estuvo a punto de perforar algún órgano, gracias a Dios no. Si no se hubiese intervenido a tiempo... -no fue necesario terminar la frase.

Yo solo asentí. Apoyé mi espalda sobre el umbral de mi espalda pensando que sería de mi y mi carrera. Si Monett hubiese muerto, sobre todo en mis brazos, hubiese tenido problemas con la policía, estaría en serios problemas; él único que estuvo con ella dentro de la tumba, él único que salió con ella, toda su ropa tiene mis huellas... «yo sería el primer sospechoso». Miré hacia adentro, ella estaba ahí, tan débil, tan frágil, sin fuerzas... de seguro no recordará nada de lo que pasó.

No sé cuanto tiempo ha pasado, pero desperté de mis pensamientos al ver como unos enfermeros entraban a la habitación con una camilla. Tomaron con delicadeza su cuerpo y lo depositaron en la camilla. Pasaron frente mío, yo solo miraba, quieto como una estatua. Se detuvieron un momento, los miré y vi como un brazo de la camilla se levantaba con delicadeza, y otra mano sostuvo la mía. Monett había despertado; tenía los ojos cansados y en cualquier momento se iban a cerrar nuevamente, pero de ellos destacaba un pequeño brillo de esperanza. Me sonrió e hizo una mueca tratando de decir algunas palabras.

-Gracias -dijo con susurros. Le había costado decirlas.

Esas palabras fueron suficientes para destrozarme por completo, antes lo estaba, pero ahora fue peor. Tenía unas ganas de llorar, realmente enormes, las lágrimas se estaban posando en mis ojos y un nudo se formó en mi garganta; era increíble una simple palabra podía significar tanto. Ella no debería darme las gracias, yo debería dárselas... lo que hice fue lo mínimo que pude hacer.
Aún así, tenía un sentimiento de culpa, de no poder encontrar la salida antes, de no tener los recursos necesario para emergencias; uno nunca sabe lo que se viene, nadie sabe lo que el destino tiene para nosotros... y esto, fue lo que Dios quiso.

Ella hizo un gesto con su mano para que me acercara. Limpié mis ojos evitando que el cometido de mis lágrimas se cumplieran y me acerqué.

-Busca... como murió Nefer-Nefertiti o Smen-Smenjkara... por favor.

Asentí y deposité un pequeño beso en su frente.

Me quedé pasmado en la habitación luego de ver como los enfermeros se la llevaban. Me senté en el silla de la habitación escuchando los últimos pasos de ellos al irse, luego cesó. Una mano gruesa se posó sobre mi hombro. Él tenía muchas dudas, más de las que yo tenía, y ambos con una misión... respuestas.

-¿Qué es lo que sucedió?

«Sucede que nos atormentaron fantasmas del pasado, más a ella que a mi... y la torturaron a tal punto de matarla».

-Si le contara... no me creería.

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