El mito de Daphne (libro II d...

By TammyTF

284K 38.6K 11.8K

Daphne es un torbellino, una catástrofe en búsqueda de víctimas distraídas. Una calamidad en potencia, aunque... More

¿Evan?
Los muertos no son el problema
Mentira, verdad
¡Arriba la psicología!
El mitológico Evan
Los psicólogos también son humanos
Evan
Magnetismo
Cabeza en alto, Daphne
La sorprendente sorpresa (parte I)
La sorprendente sorpresa (parte II)
Siempre puede ponerse peor
Y las explicaciones después
Evan
Un huracán
Secreto oscuro
Los psicólogos también lo hacen rico
Fuera de jurisdicción
Evan
La honestidad no es parte del trato
Optimismo Cánovas
Palabras más palabras menos
¿Qué quieres?
Evan
Papá sabe
La retirada también es una estrategia
También puedo hacer historias enmarcadas
Consejo Stepanov
Planes
1º Algo personal
2º Necesitarla
3º Cercanía (relativamente)
La innecesaria enseñanza (parte I)
La innecesaria enseñanza (parte II)

Prólogo

20.6K 1.4K 300
By TammyTF

¡Hola! Sé que muchos me estaban pidiendo un epílogo en la historia de Dimo, pero dado que en cierta forma vamos a tener un vistazo de su vida en esta, preferí no hacer epílogo. 

Ahora bien, nueva historia como ya había estado anticipando. ¿Si se acuerdan de Daphne? Es la prima de Erin y ella tiene un par de cosas para contarles. Espero tengan ganas de leer esta historia, como siempre digo, lanzamos un prólogo a modo de piloto. Si gusta, vamos por más o no... 

¡Besos! Siempre es un placer iniciar otro viaje con ustedes, ¡a tocar!

pd: Esta historia es la segunda parte de una serie, la primera es El enigma de Erin que está en mi perfil. Avisados quedan. 


Prólogo

¿Cómo empezar a contarles esto sin sonar como una quejica? Bien... supongo que ir al inicio sería lo más coherente, pero dudo que quieran tener detalles de mi nacimiento y posterior crecimiento. Al menos que sean del tipo de personas morbosas que encuentran divertido saber sobre la etapa más perturbadora para la vida de una chica; me refiero a la pubertad, por supuesto. Y no es que tenga un arsenal de malas situaciones con las que entretenerlos, si bien mi pubertad no fue un parque de diversiones —¿la de alguien lo fue?—, tampoco me puedo poner pesimista y decir que apestó por completo.

De todos modos, no es eso lo relevante en este caso. Así que mejor voy a la parte jugosa de la cuestión, puesto que sin importar cuánto lo dilate, tarde o temprano lo sabrán. Y es mejor que lo conozcan de mi boca.

Todo comenzó con una simple, inocente, pequeña, inofensiva e inocua mentirilla, algo que de algún modo fue escapándose de mis manos de forma paulatina, hasta llegar a convertirse en una enorme bola lista para arrasar con lo que se le pusiera adelante y sobre todo conmigo. Pero eso viene luego, mejor vayamos a esa mañana de lunes en la que inconscientemente volví mi pacífica vida un jodido caos.

***

Había llegado con el tiempo justo al trabajo, luego de hacer la cosa más horrible que podrían imaginarse por hacer un lunes en la mañana. No, no asesinato, aunque esto bien podría entrar en la misma categoría en la escala de índice de maldad. Tal vez exagero, seguramente lo hago; pero deben entender, me era imposible no sentenciarme como una de las más viles y bajas criminales. De ser un personaje de Marvel Comics, sin duda sería la antítesis del superhéroe; ese villano que no es tan villano pero nunca termina de agradar por algún motivo desconocido. Y estaba segura de esto porque yo... yo... —demonios, aquí voy— ¡rompí mi dieta en un arranque de pura furia y anhelos frustrados!

Bueno, decir "rompí" hasta casi resulta insultante para la palabra y mi enorme fechoría alimenticia, porque lo que yo había hecho fue violar y ultrajar mi dieta hasta confines insospechados. Y disfruté cada segundo de ello, como buena villana, me regodeé en mi crapulencia.

Pero antes de juzgarme necesitan saber los motivos por los cuales me convertí en un ser corrompedor de dietas; mi último novio —aunque más valdría llamarlo el estúpido ese de mi ex— me había telefoneado el domingo por la noche para pedirme "amablemente" —es decir, tanto como su cerebro de gusano apopléjico le permitía interpretar ese término— que le devolviera el anillo de compromiso, pues era una reliquia familiar y no sé que otra mierda más. Creo que incluso dejó caer por allí la insinuación de que pensaba ofrecérselo a su nueva novia, con la cual llevaba saliendo sólo tres meses. ¡Tres meses! Mientras que cuando salía conmigo, le tomó cinco jodidos años poder decidirse a dar el gran paso y le tomó tal vez menos de seis meses comprender que había sido un error garrafal por su parte. Lo positivo de este asunto —siempre hay que ver el lado positivo, ¡vamos!— es que el muy sabandija fue capaz de comprender su error, mientras se hundía entre las piernas de nuestra vecina, sobre la cama que ambos habíamos elegidos para empezar nuestra nueva vida juntos. Lo sé, sublime, ni siquiera tuvo la decencia de cubrir las sábanas con alguna toalla; no, nada de eso. Él también se regodeaba a sus anchas en su crapulencia.

Pero, tranquilos, nada de eso me perturba ya. Bueno, no voy a negar que eso no me haya perturbado un poco el domingo y que recibir su llamada fue como un golpe al escaso ego que me dejó el hijo de puta antes de botarme, pero lo superé del mejor modo que pudo ocurrírseme. A saber, junté varios tipos de helados, gominolas, dos bolsas de malvaviscos, whisky para dar sabor a derrota, crema batida, jarabe de chocolate, jarabe de frutilla, tres paquetes de M&M y al menos quince merengues suizos para decorar la parte superior de mi enorme monte de diabetes para llevar. Ese fue el modo en que ultrajé mi cuerpo, dándole tantas calorías que incluso cuando debía sentirme culpable, lo que en verdad sentí fue un perverso alivio. Había renunciado a los carbohidratos hacía dos meses, e incluso todas mis amigas del trabajo lo habían hecho como un modo de apoyarme con mi dieta. No es que me considerara una persona con gran sobrepeso, pero ya había bultos en mi abdomen que difícilmente se podrían confundir con un descuido en la rutina de ejercicios, mis muslos habían aumentado su tamaño al menos a dos tallas desde el último verano y mi vientre comenzaba a escurrirse ligeramente por encima de las cinturillas de mis bragas más ajustadas. No era una situación alarmante, pero en vista de mi nueva soltería, sabía que iba a tener que comenzar a mejorar un poco mi estado mayormente abandonado.

Era el karma de los noviazgos largos, ¿saben? Cuando una está en una relación estable, tiende a darse ciertas libertades y lo primero que acusa esas licencias son los kilos que se suman aquí y allá paulatinamente. Si planeaba reinsertarme en el mercado amoroso —no que eso me quitara el sueño—, debía mejorarme y ofrecer lo mejor de mí, lo cual luego volvería a deteriorarse... por supuesto. Pero lo que importaba era el esfuerzo por enmascarar todo aquello la mayor cantidad de tiempo posible.

En fin, ese domingo como esa mañana de lunes, francamente me importó un cuerno todo el rollo que me di sobre mejorar mi imagen y restaurar mi corazón para futuras incursiones románticas. Me sentía golpeada, humillada y dolorida porque mi antiguo prometido quería mi anillo para proponérselo a otra mujer, una fulana que se había hecho de mi lugar en nada de tiempo y para colmo, ahora llevaría mi anillo y el apellido del hombre que antes me pertenecía. Creo que frente a esto, era completamente justificable mi atraco con la comida. ¿Lo ven? Les dije que una vez que tuvieran la explicación, estarían de acuerdo con mi método para remontar una mañana de lunes de mierda. La otra opción habría sido esconderme debajo de mis mantas, tapar mis oídos y comenzar a recitar "no me importa, no me importa" hasta que mi terco cerebro tomara la indirecta. Pero no podía darme ese tipo de lujos, porque debía trabajar y en realidad debía dejar de ser tan infantil al respecto.

Al llegar a mi trabajo, lo más lógico habría sido compartirlo todo con mis compañeras y permitirles consolarme, como llevaban haciendo pacientemente desde mi ruptura. Pero me sentía tan estúpida por pensar que un hombre pudiera hacerme comportar de ese modo tan patético, que me obligué a pintar la sonrisa más alegre en mi rostro y bajé del ascensor lista para afrontar mi día laboral, sin terminarlo con un intento de suicidio en la sala de café.

—Daph, ¿qué crees? Hoy conseguí ese nuevo té que ayuda a quemar grasas del trasero, sin necesidad de hacer ejercicio.

—Para mí esas son puras idioteces, debes venir a yoga conmigo... te aseguro que es genial para reencontrarse con la paz interior. Y el profesor está que le chupas los huesos.

Sonreí hacia mis amigas, pasando por su lado sin hacer comentarios al respecto, pero entonces Ani me detuvo del brazo y me dio una mirada profundamente analizadora. Miradas tipo fiscal de estado que no descansará hasta sacar de ti hasta el último trapo sucio de tu historia de vida. Me tensé, razón que me hizo sonreír todavía con más vehemencia.

—¿Qué pasa contigo? —me lanzó ella a quemarropa, y por un momento me preocupé porque alguna parte de chocolate o helado hubiese manchado mi camisa. ¿Era tan obvia? Por supuesto que me sentía un poco culpable por haber ultrajado a mi dieta, sobre todo cuando todas ellas estaban haciendo el esfuerzo de hacerla conmigo aun cuando no les hacía falta, pero esperaba que eso no se evidenciara en mi rostro.

Me encogí de hombros, sin darle tregua a mi sonrisa.

—Nada, ¿por qué?

—Tienes de esas sonrisas. —¿Esas sonrisas? ¿Esas sonrisas psicópatas?

No pude evitar preguntarme para mis adentros, si se estaría refiriendo a esas sonrisas de "comí el equivalente a una nación pequeña como desayuno". Vaya, en verdad no sabía que era capaz de dar sonrisas tan comunicativas.

—No tengo idea de qué hablas... —le espeté, dando un rodeo para pasar entre medio de ellas y dirigirme a mi cubículo de trabajo. Melanie, quien trabajaba en el cubículo conjunto, se incorporó para observarme con la misma curiosidad que mis otras dos compañeras.

—Pareces feliz.

Entonces estaba siendo mejor actriz de lo que nunca me habría imaginado. ¡Ja! Y mi madre que nunca me había tenido fe para esos comerciales infantiles, si me viese ahora.

—Estoy feliz —aseveré, dándole un golpe al botón de inicio para traer a la vida a mi computador.

Melanie estrechó sus ojos claros, mirando hacia donde Nadia y Ani se congregaban de pie junto a mi silla.

—¿Y a qué se debe esa felicidad? —inquirió Nadia, recargándose en uno de los paneles de división de mi cubículo.

«A que tuve un orgasmo de chocolate, helado y porquerías dulces durante dos días consecutivos». Incluso pensé en responder eso, pero supe que sería una injusticia para todas ellas, así que me limité a encogerme de hombros en silencio. Y comencé a golpear el escritorio con la punta de mi bolígrafo, como si con esa acción pudiera apresurar a mi prehistórica máquina a iniciar sesión.

—¡Oh por Dios! —Me sobresalté ante la exclamación de Ani, así como el resto de mis compañeras que se voltearon a mirarla—. ¡No lo puedo creer, tú, perra!

Ani me señaló de forma acusadora con su índice, y mi rostro automáticamente se volvió de un violento color rojo. Ella lo sabía, me había descubierto, ¡maldición! Aún cuando las cuatro teníamos promesas sobre canas prematuras, flacidez y pechos caídos por romper la dieta en conjunto, ella acababa de darse cuenta que yo las había ignorado a todas y cada una en una sola sentada.

Ahora tendría canas, flacidez y pechos caídos antes de los treinta. ¡Genial!

—Ann... lo siento, yo... —Mi amiga me cortó sacudiendo una mano en el aire, para luego abalanzarse sobre mí y darme uno de lo más lindos, y desconcertantes, abrazos de osos.

—Daph, estoy tan feliz por ti. —¿Qué cosa? Fruncí el ceño, pero ella lejos estuvo de ver mi confusión, se volvió hacia las otras y gritó a viva voz su explicación—. ¿No lo ven? —Agitó las manos como si la exasperara que las otras fueran tan lentas, pero como yo me encontraba en el grupo de las lentas preferí no decir nada—. ¡Ella estuvo con alguien! ¡Es obvio!

¿¿Que yo qué??

Mi mirada fue de una a otra sin poder dar crédito de la conclusión a la que había llegado Ani, es que simplemente era una estupidez. Todavía no me recuperaba de lo ocurrido con el gusano apopléjico, y si bien ellas me habían alentado a intentar salir con otras personas, yo sólo no me sentía lista. Les había prometido que una vez que me sintiera más cómoda con mi cuerpo, las dejaría anotarme incluso en esas babosadas de citas online y con eso me había alivianado la carga de tenerlas todo el tiempo dándome la lata sobre ese tema. Me sorprendió que Ani creyera que iría por ello por mis propios medios, me sorprendió y al mismo tiempo restauró algo de mi orgullo maltratado, pues Ani pensaba que todavía tenía lo necesario para cazar a un hombre por mi cuenta.

—¿Es verdad? —Nadia fue la primera en salir del estupor por la equivocada conclusión de Ani, pero no tuve tiempo de responder cuando Melanie interrumpió desde mi espalda.

—¡Sabía que se veía diferente!

Y lo que ellas veían como la innegable evidencia de una noche de lujuria, era nada más y nada menos que la culpa pos orgasmo de chocolate. Dios, esto sería tan difícil de admitir.

—Chicas... —comencé, pero una vez más fui interrumpida por las voces de las tres luchando por hacerse oír.

—Es tan genial que hayas decidido salir de agujero de la depresión...

—Sabía que ibas a regresar en ti, el Gusano no se merecía tanto sufrimiento.

—¡Oh, Daph, estoy tan orgullosa de ti!

Sintiéndome como la peor de las embusteras, sólo me limité a sonreír escuchándolas expresándome sus elogios, permitiéndoles que reconstruyeran mi ego, amando secretamente ya no ser el centro de atención por ser la patética novia gorda que fue botada a minutos de pisar el altar. Esto era nuevo, era una sensación de realización completamente nueva y quizá por eso, no le permití a mi entrometida conciencia negar absolutamente nada. Si ellas creían que estaba saliendo de mi depresión por la ruptura, pues genial. Lo que menos necesitaba era a mis amigas, tratándome con guante de seda sólo porque pensaban que era capaz de romper en llanto o cortarme las venas por ser una rechazada. Sí, sin duda esta situación era mucho mejor, al menos hasta que Melanie lanzó el primer golpe bajo.

—¿Y cómo se llama el afortunado?

Podría haber dicho, Juan, Luis, Pedro o José, pues en el mundo abundaban personas con ese nombre y absolutamente nadie podría confirmar o negar mis palabras; pero no. Yo fui por la única persona en el mundo mundial que jamás de los jamases, se voltearía a mirarme con deseo sexual... o deseo de algún tipo, porque ni siquiera habíamos cruzado un "hola". Al menos que un asentimiento a cinco metros de distancia, cuente como ello.

—Evan —me escuché decir, mientras los chillidos de mis amigas se hacían eco en alguna parte oscura de mi cerebro y las preguntas sobre mi gran noche volaban desde todas las direcciones. No tuve reparos en adornar mi fantasía, haciendo a Evan el responsable de mi leve cojeo de esa mañana y ellas estuvieron en su salsa, oyendo con devoción cada detalle que yo dejaba escapar de mis mentirosos labios.

No es como si ellas supieran quién era, me dije, no es como si cupiera la posibilidad de que alguna vez fueran a cruzarlo. Pero de todos modos, no pude evitar que una sensación desagradable, se asentara en la boca de mi estómago con la simple contemplación de ese pensamiento. Y si debo dejarme regir por fuerzas cósmicas o lo que fuera, sabrán que esa sensación no fue en lo absoluto infundada. Pero una vez que di rienda suelta a mi imaginación, no hubo nada de esa noche inventada que no fui capaz de hacer para mi amante falso. Y en ese instante cambié mi estatuto de mentirosa, por el de guarra mentirosa, y los adjetivos malos no harían más que comenzar acumularse para mí a partir de entonces. 

_______________________

En vista de que es un prólogo, sólo presentamos la cuestión. ¿Les parece que sigamos? 

Gracias por darse el tiempo de leer mis cosillas, en verdad me hacen una piba feliz :D 

Continue Reading

You'll Also Like

97.6K 7.1K 95
Brika McVey ---una cerebrito muy distinta a las que describe la gente, puesto que le gustan las fiestas, las locuras, las bromas, la diversión y es s...
74.9K 4.3K 52
Las segundas oportunidades, son muy importantes y más en una relación. Una como la mía con Nico donde la confianza estará más que impresa en nuestra...
1K 192 19
Ella es una muchacha especial marcada en su pueblo por su familia, que asegura haber sido abducida por extraterrestres. Él ha venido desde muy lejos...
366 310 24
Él quiere algo con ella, pero ella no quiere salir lastimada otra vez, las malas experiencias la hicieron cerrarse. Dos años pasan y todo se vuelve...