Entonces, me abrazó (Completa)

By Geiravor

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Martina está atrapada en una relación de la que sabe debe huir, pero no encuentra la fuerza para hacerlo. Has... More

Nota de la autora.
Glosario
1. Martina
2. Martina
3. Martina
4. Emanuel
5. Martina
6. Emanuel
7. Martina
8. Martina
9. Martina
10. Emanuel
11. Emanuel
12. Martina
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41. Emanuel
42. Martina
43. Martina
44. Martina
45. Emanuel
Epílogo
❤ Booktrailer ❤
Libro en papel
Al otro lado del miedo (Libro 1)

27. Martina

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By Geiravor

Llego a casa por la tarde, tan feliz como nerviosa.

No estudié nada y Damien me pasó como cien ejercicios resueltos para que haga y me autocorrija.

Lorena me ve llegar y sonríe.

―¿Estas son horas de llegar? ―pregunta en broma y me pongo colorada.

―Vos solés llegar más tarde ¿eh?

Me parece que se pone nerviosa, pero vuelve a sonreír.

―¡Contá todo! ―chilla y se levanta a arreglar el mate.

―Nada... ―Más roja. Lo malo de ser así de blanca es que nos delatamos solos cuando nos da vergüenza algo ―o cuando nos enojamos―.

―¿Y por nada llegás a esta hora?

Me siento en el living y me abrazo a mí misma. Estoy tan contenta que no puedo contener mis labios, creo que mi sonrisa va a quedar tatuada ahí por siempre.

―Arreglamos las cosas y él entendió por lo que estaba pasando y... y decidió... decidió quedarse conmigo a pesar de todo.

Todavía no lo puedo creer. Después de lo que confesé, de todo lo que conlleva una relación conmigo, así como estoy, Ema eligió estar a mi lado.

Lo amo. Nunca pensé que conocería a alguien como él, de hecho, comenzaba a creer que no existían. Si no fuese porque salí de Ramallo y de mi ambiente, nunca hubiese creído que la gente buena existiese.

«No estás más sola».

No. Ahora está Emanuel; y Lorena ―que me mira con curiosidad―, y Damien que me ayuda en la facu y me escucha, y Alejo que aconseja a Ema que no se rinda conmigo ―cuando me reciba, le hago un monumento del tamaño del de la bandera―.

―Pero esa sonrisa no es sólo de «Emamorada» ¿o sí? ―Me pasa el mate―. Quiero detalles.

―Sin detalles. ―Por desgracia, no puedo dejar de pensar que Lore y Ema... No. No cerebro, no vayas por ahí.

Se queda en silencio y me pasa otro mate sin darse cuenta que me está dando uno atrás de otro como trompada de loco.

―Y a vos ¿qué te pasa? ―indago algo preocupada.

Para mi completa sorpresa, se sonroja. Abro los ojos como plato, nada pone en esa situación a mi amiga.

―Lore... ¿Algo malo? Decime que no es algo malo ―pido preocupada.

―No, o sea... no sé. Pero no. Malo no es. Es... ―Se muerde el labio y me pasa otro mate.

―Basta con los mates, que me vas a ahogar. Largá ahora que me estoy poniendo loca.

―¿Viste el amigo de Damien? Esteban.

―Te fuiste con él anoche ―recuerdo.

―Sí. Íbamos a ir a bailar y decidimos que mejor no y... me llevó a un bar que conoce, muy copado y después fuimos a su depto. Y...

―Lo demás me lo imagino ―la pincho.

Jamás tuvo tabúes con el sexo. Creo que eso es algo de lo que más admiro de ella, no le da vueltas. Quiere y el otro también, bárbaro. Lo maneja con libertad; habla antes, aclara las cosas y siguen en una relación que les complace al cien por ciento. Nada de las cosas raras, de las culpas y compromisos, de las idas y vueltas, de las explicaciones y las rupturas raras; no, todo claro y todos felices.

―Bueno, sí. Obvio que pasó... el tema es... o sea, fue genial. Más que genial, fue fantástico. Vos sabés que yo no me sorprendo de nada. Y me sorprendí. No es que hayamos hecho cosas loquísimas ni nada, es sólo que funcionó en todos los niveles. Nadie, jamás, me entendió así de bien en la cama y... y, así y todo, eso no fue lo que más me gustó. ―Esquiva la mirada.

―¿Te enganchaste con el flaco? ¿En una noche? ―Estoy segura que tengo los ojos como el dos de oro en este momento.

―Mal ―confiesa―. Me enganché mal. Es re copado, en todo. Como piensa, como vive, como habla. Me voló la mente... Es tan... perfecto.

¡Wow! ¿Estoy presenciando el milagro? ¿Lore cayó?

No definiría a Esteban como un flaco «perfecto» y para ser honestos, ni siquiera como lindo. Pero en cuanto los vi juntos anoche, me di cuenta que eran de la misma onda. El amigo de Damien es un loco con una vida bohemia, que estudia antropología, que se involucra en causas sociales, que habla de filosofía y ecología y de cualquier tema que le saques a colación. Es formado, culto y leído... y un chamuyero de aquellos. Con todo eso, compensa con creces la falta de «belleza».

―¿Y qué es lo que te preocupa? Al fin de cuenta, pegaron onda y se fueron juntos.

Se muerde el labio y después, se pasa los dedos por el pelo acomodando los rulos para cualquier lado. Como veo que me quiere pasar otro mate, le saco el termo y me levanto a arreglarlo yo.

―Hoy a la mañana, nos quedamos dormidos. Y él se tenía que ir... supuestamente ―dice triste.

―¿Cómo supuestamente?

―Sí. Se levantó a las corridas y me dijo que perdía el cole a Pergamino. Y armó el bolso a las apuradas y dejamos el departamento. Esteban se fue a la terminal y yo me vine para acá.

―¿Y? No entiendo ―La miro y trato de ver cuál es su punto―. Se quedó dormido...

―No me pidió el celu antes, ni nada.

―Se lo pedimos a Damien. ―Sonrío y busco mi propio celu.

―¡No! ―chilla.

―¿Por qué no?

―Porque... ¿y si me estaba echando? No le puedo escribir, voy a quedar como una pesada.

Está súper nerviosa. ¿Desde cuándo le importa lo que piensen de ella? La respuesta es clara, desde que un flaco le gusta en serio.

―Se lo pido lo mismo y vos después elegís si escribirle o no ―insisto.

―¡No!

―¡Sí!

Empieza a perseguirme por todo el departamento mientras yo intento correr y escribir un mensaje al mismo tiempo.

―Esta vez me toca a mí arengarte ―le digo agitada.

―¿Y si me echó? ¿Sabés la cantidad de veces que usé la excusa de «tengo que irme» para sacarme a alguien de encima?

―¿Y si te dijo la verdad y se quedó dormido y se tuvo que ir a las corridas?

Sigo intentando escribir el mensaje, pero sin darme cuenta, me encerré sola en la cocina. Me río a carcajadas cuando Lore me alcanza.

―Está bien ―me rindo―. No le escribo a Damien... hoy.

―Martina...

El sonido de un mensaje del celu de Lore nos corta. Ella me roba el mío para que no haga nada mientras lee el suyo.

Asomo mi cabeza por su hombro.

Número desconocido: Hola Lore. Soy Esteban, espero no te joda, le pedí tu celu a Damien. Salí a las corridas... mi cerebro no funciona bien a la mañana. No me despedí como corresponde.

Número desconocido: El lunes vuelvo. Te gustaría hacer algo en la semana?

Me pongo a chillar y a dar saltitos atrás de ella.

―¿Viste? Te estabas haciendo la cabeza por nada. ―Me sonríe―. A mí me vas a venir a madrugar con hacerse la cabeza, tengo un master, amiga ―bromeo―. Ahora devanate los sesos pensando la respuesta.

Lore larga la carcajada. Es difícil contestar el primer mensaje, pero más es mandarlo. Punto para Esteban.

Termino de arreglar el mate ―o desarreglarlo, según quien lo mire―. Le agrego stevia y busco mis apuntes de física.

Me pongo a estudiar hasta las siete. A esa hora quedé con Ema para ir al súper y cenar juntos.

Vuelvo a sonreír antes de clavar mi vista en mis ejercicios de conservación de la energía.

**********

Esta es Lorena en mi mente, ¿No es bella?

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