La Melodía de Aura 1 - Prelud...

By LenaMossy

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Aura terminó con su amor de la infancia la misma noche en que habían decidido mudarse juntos a la capital. Es... More

♡ AVISOS ♡
♡ Sinopsis ♡
❀ Dedicatoria ❀
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
♔ Obsidiana ♔

Capítulo 50

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By LenaMossy

The last person in the room she hugged

Was the person that she loved the most

Nobody noticed that I was down on the rug

I'm getting better at becoming a ghost

Would You Fight For My Love? — Jack White

☆★☆

Los empujones me conducen hasta el otro extremo del lugar, no tengo ánimos para evitarlos, y me siento desubicada por unos horribles segundos. Frente a mí se alza la pequeña carpa donde venden cerveza y, por la expresión del chico que atiende, sé que debo parecer un espantapájaros.

—¿Mal día? —pregunta con una amplia sonrisa mientras rellena un vaso enorme de cerveza con el logo de la empresa patrocinadora.

Este chico tiene talento como bartender.

—Malísimo...

Compro la cajetilla de cigarros más cara de mi vida y acepto que encienda el primero para mí.

Me abro paso, con energías renovadas por la cerveza, hasta un rincón al otro lado de la entrada al backstage. Escribo un mensaje rápido a Sofia para avisarle que estoy bien y que sólo he salido por aire. Apago el celular ignorando los seis mensajes de texto de Eric.

Puede enviárselos a Berenice ¿No?

Además, no le he mentido del todo a So... Salí por aire, alcohol y cigarros, excelente fórmula para encontrar un poco de paz.

Todo se va al demonio cuando una de las bandas se despide con un cover de The Witcher y un nudo se instala en mi garganta mientras canto con los demás asistentes. Es Perla y una de las canciones que más amamos Sofía y yo; debería estar gritando a todo pulmón con ella. Limpio algunas lágrimas astutas y termino mi primer vaso gigante de cerveza; al caminar el suelo se mueve un poco.

Todavía tarareo los últimos versos de la canción cuando el chico rellena mi vaso y me lanza una mirada preocupada.

—¿Si sabes que no es buena idea terminar ebria en un evento como éste?

—Sí, gracias.

Le arrebato el vaso y regreso a mi pequeño rincón donde ya hay más personas, más parejas ¿No pueden ir a examinarse las amígdalas al otro lado del universo? ¡No quiero ver sus lenguas!

Eric y Dimas pasan muy cerca, pero no me descubren. Sólo consigo verlos por su altura y creo que me buscan...

Que se jodan ambos, medito en medio otro largo trago de cerveza.

Un rato después pasa Cedric, apenas a unos metros de mí, y entonces me siento mal porque debería estar divirtiéndose con mi amiga y no buscándome. Enciendo mi viejo celular y envió otro mensaje a So diciéndole que en verdad me encuentro bien y que sólo deseo ver el concierto a solas. Sin embargo, ignoro los doce mensajes de texto de Eric, que han atorado mi celular por unos segundos, y apago el aparato cuando recibo uno más.

Después de un rato, unos cigarros, más cerveza, unas canciones y quizá algunas bandas, anuncian a Mjölnir. No sé con exactitud cuánto tiempo ha pasado, pero relleno mi vaso por cuarta vez y los bordes de mi visión se difuminan al caminar. Necesito más alcohol para tolerar ver a esa mujer, de melena rizada y rojiza, detrás de la batería...

La alumna de Eric... Pongo los ojos en blanco y muerdo el borde del vaso, era obvio que algo así sucedería... Fui testigo de esas noches en que se marchó con alguna chica o los besos que intercambiaron cuando acababan de conocerse... ¿Por qué creí que era especial para él? ¿Quién podría considerarme especial si no puedo hacer nada medianamente bien?

Jamás aprendí a tocar la guitarra y, de seguro, soy el mismo fiasco para la batería. Soy una escritora mediocre que probablemente sólo consiga algo de éxito por colgarse del apellido de su padre y que nunca logrará brillar con luz propia como Dimas, Eric, Berenice, Minerva... Esa soy yo, la que siempre lo intenta y fracasa, esa es Aura.

Eric sube al escenario, pero está más ocupado en recorrer con la visa al público que en lo que Henrik le está diciendo.

Berenice es demasiado alegre y extrovertida; está detrás de la batería e invita al púbico a gritar agitando la larga melena y levantando los brazos. Es un espectáculo con pies.

—Aura... ¡Tienes que dejar de hacer estas cosas!

Suelto un grito que asusta a los que están delante de mí y derramo medio vaso de cerveza.

—¿Estás ebria? —Un Dimas, muy enojado, me arrebata el vaso y termina de vaciarlo.

Estamos lo suficientemente lejos de las bocinas para que podamos escucharnos sin gritar y sólo levantando un poco la voz.

—No. —Y es verdad, sólo un poco mareada—. ¿Hacer qué?

—¡Desaparecer sin importar que nos preocupamos por ti!

Algunas personas se giran curiosas al escucharlo.

—No seas dramático...

Arrastro un poco las palabras, tal vez estoy un poco más que mareada...

—¡Desapareciste por horas y sólo envías mensajes! ¡No entiendo cómo Sofía no se preocupó!

Porque ella me conoce y sabe que, después de lo que sucedió, necesito un tiempo a solas.

—No soy una niña —mascullo—, puedo cuidarme sola.

Abre mi bolso, ignora mis reclamos, y saca la cajetilla que ya va a la mitad.

—¿Cuánto has fumado?

—Uno o dos cigarros —miento—. Ya, déjame Dimas. Ve con tu novia y déjame en paz por una vez en tu vida.

Me cruzo de brazos y miro hacia el escenario, pero las luces hieren mis ojos. No puedo enfocar bien el rostro de ninguno y sólo sé que Eric está a la izquierda por su ropa.

—Vienes conmigo —dice y se coloca frente a mí—. Vamos, no puedes estar así y aquí.

No importa cuánto me pare de puntillas porque no puedo ver por arriba de su hombro.

—¿Así y aquí? —repito con la furia acumulándose en la boca de mi estómago—. ¿Qué quieres decir...? ¡Quítate!

Dimas sujeta mis muñecas cuando intento apartarlo. Forcejeo un rato con él, pero se mantiene firme hasta que me rindo.

—No quiero ir. Me quedaré aquí.

Me lanza una de esas mismas miradas exasperadas como cuando intentaba convencerme de ir a alguna fiesta en la preparatoria..

—Aura, vamos ahora mismo —dice en tono determinante.

—¡Ya dije que no!

Se pasa las manos sobre el cabello y mira hacia el escenario. Ni sé cuándo ha comenzado a tocar la banda y me esfuerzo en no reconocer la voz de Eric en los coros.

¡Está bien! Sé que presioné para que Eric me confesara sus sentimientos, pero pudo agregar que estaba saliendo alguien. No me ha mentido, pero tampoco ha sido muy honesto.

Mjölnir tiene más canciones propias que Aura y, algo me dice que, muchas han sido escritas por Eric. En algunas letras encuentro esos comentarios que te roban el aliento y...

Yo sólo quiero golpearlo.

—No sé qué esperabas —suelta, de pronto, Dimas—. Si ya sabes cómo es Eric no sé por qué creíste que sería diferente.

¡La frase si ya saben cómo soy no sé para qué me invitan no aplica en el amor!

¿Amor? ¿Qué demonios estoy pensando?

—No he pedido tu opinión, amigo de la infancia —bufo.

En medio de su desconcierto logro empujarlo y ver el escenario.

—¡Tú dijiste eso! ¡No fui yo!

—¡No me interesa! —grito—. ¡Ya, déjame!

Dimas me toma por los hombros y, con un movimiento rápido, me gira en su dirección. Es doloroso saber con exactitud las emociones que se agitan en su pecho y desdibujan su semblante tranquilo. No quiero aceptar que volvió a mí sólo para volver a perderlo y que aquello que vivimos se ha convertido en un simple recuerdo, en algo que ya jamás volverá a suceder.

—¿Sientes algo por Eric, Aura?

Sus ojos azules están anegados de tristeza y no quiero que me afecten como lo hacen porque ya no son míos; ahora es Minerva la que disfruta de verlos al despertar. Desvío la mirada hacia el escenario e intento distinguir los rostros de los integrantes de Mjölnir, en especial el de Eric. Me arrepiento cuando lo descubro cerca de Berenice, en medio de algún tonto juego de flirteo.

Es un idiota, mil veces idiota, y debería caerse del escenario.

—Aura. —Dimas me obliga a mirarlo con una suave caricia en la mejilla—. Lo conoces mucho mejor que yo y sabes cómo es. Se acuesta con una mujer diferente todas las noches y de seguro hasta con más de una al mismo tiempo... Si supieras todas las cosas que nos ha contado...

—¡Ya lo sé! —interrumpo con un nudo gris en la garganta—. ¡¿De acuerdo?! ¡Lo sé! ¡Estoy borracha, pero no idiota!

Intenté no pensar en eso, desde que me confesara sus sentimientos, y estaba teniendo resultados. Olvidé, de forma voluntaria, las sonrisas que dirigió a decenas de chicas o cómo le vi seguir la silueta voluptuosa de alguna mujer demasiadas veces para contarlas. Estaba teniendo buenos resultados al suprimir esos recuerdos, pero sólo he conseguido que enfrentar la realidad fuera más duro de lo que he creído.

Cubro mi boca y contengo los deseos de romper en llanto. Ni si quiera poseo un cuerpo lleno de curvas para capturar la atención de un chico como Eric, y creí que podría haberse interesado en mí por mi extraordinaria forma de ser...

Me hizo sentir especial... Es eso lo que más me duele...

Los ojos celestes de Dimas están inyectados de furia y nos sostenemos la mirada un largo rato, en un interminable duelo de viejos amigos. De pronto, sus expresiones se suavizan y relaja su agarre sobre mis hombros. No quiero que comience a ser amable porque deseo pelear... Necesito pelear con alguien y sacar toda esta frustración que tengo atorada en la garganta.

—Si no puedo tenerte espero que, al menos, sea alguien que sí te merece...

Cierro los ojos y mis temblorosas manos se convierten en un par de puños. No, no puede empezar con eso ahora... No puede abrirme así el corazón cuando las heridas continúan sangrando.

—Es chistoso —digo y se acerca más para escucharme—. Él dijo algo parecido sobre ti hace algún tiempo.

—¿Y él es mejor opción?

Observo su playera negra y la estrujo tan fuerte como puedo.

—No. —Mis sueños de niña, con una vida a su lado, emergen más vivos que nunca y cada palabra me duele más que cualquier otra que he pronunciado—. Ninguno de ustedes.

Dejo caer las manos y suelto un respingo cuando noto a Dimas apenas a unos centímetros de mí.

No sé cómo olvidarlo o terminar de comprender el daño que me hace. No sé cómo eliminar esos recuerdos que compartimos en su vieja habitación, mientras comíamos pizza y mirábamos televisión. No sé cómo fingir que aquello está en el pasado y que no añoro más que nada en la vida volver a reírme a su lado envueltos en sus sábanas. No sé cómo dejar de amar al chico lindo...

No sé cómo olvidarte, Dimas.

Mi corazón pide a gritos volver a sentirlo cerca de mí. Es casi como volver al pasado mirando el tono claro de sus ojos y sus labios entreabiertos. Quiero revivir la suavidad de sus besos y su esencia inundando mi ser.

—Me arrepentiré de esto —susurro.

Será un dulce arrepentimiento.

—¿Qué...?

Rodeo su cuello y desaparezco la distancia entre nosotros. Percibo su sorpresa, la perplejidad y el nerviosismo que lo invade; pero sólo demora unos segundos en responder el beso.

Sólo somos nosotros... Dimas y Aura, los mismos niños que se enamoraron sin saber cuándo o cómo. Es el mismo chico con quien hice el amor por primera vez y que deseé que fuera el único en mi vida; mi primer amor.

Es un sueño, dejo de escuchar la música y los gritos. Sólo soy consciente de su respiración y el latido de su corazón a la par del mío. Sus labios se mueven lento y capturo cada segundo en mi mente. Quiero que al abrir los ojos descubra que estamos en mi habitación, en el departamento que brevemente llamamos hogar; luego iríamos a desayunar antes de empezar el día. Extraño su sonrisa, su voz, sus caricias y la magia de sus ojos celestes; me acompañaron tantos años de mi vida que ya no puedo figurar un día más sin verlos. Una vez lo perdí y no soporto la idea de volver a dejarlo ir, cuando hemos estado tan cerca de estar juntos.

Se aparta con suavidad y recarga su frente en la mía, una débil sonrisa se dibuja en sus labios.

Existen ciertas cosas que no pueden esconderse y lo que siente por mí es una de ellas...

Un cosquilleo acuna mi corazón cuando encuentro mi reflejo en sus ojos y sólo quiero permanecer así para siempre. La niña que vive en mí quiere aferrarse al niño de la guitarra y no dejarlo ir nunca más.

De repente, Dimas abre mucho los ojos y se aleja en un segundo. No entiendo por qué finge mirar a la banda y estoy a punto de preguntarle el motivo, cuando la voz de Minerva llega más rápido que mis torpes palabras.

Ni si quiera sé que ha dicho...

El cómodo silencio que nos envolviera se rompe con los platillos de la batería de Berenice y reconozco al instante la voz de Eric cantando.

—¿Vienes? —pregunta Dimas con la vista fija en el escenario.

Minerva le ha tomado de la mano y esperan mi respuesta...

¿Cómo? ¿Qué pasó?

—No —digo—. En un rato.

—¿Segura? Se ve mejor desde donde estábamos.

No soporto la lástima de Minerva. No la soporto y mucho menos cuando mira de esa forma a Dimas, como si se sintiera mal por provocarme todo este dolor. Yo sé que no le importa, ni a él, ni a nadie y a mí tampoco, soy la mejor cómplice de mi propia humillación.

—Sí, gracias.

Dimas ni se atreve a mirarme a la cara antes de marcharse con la violinista. La abraza por la cintura y susurra algo a su oído; las personas comienzan a impedir que vea por dónde se han ido, pero en mi mente continúo la escena con ambos alejándose.

Sí, siente algo por mí, pero no es más fuerte que lo que siente por Minerva. Después de todo, ella sería la madre de su hijo.

Fue tan rápido y conservo la sensación de los labios de Dimas sobre los míos. La suavidad de sus movimientos y esa sonrisa... ¿Qué hago con todo eso? ¿Qué hago con mis sentimientos?

Estoy llorando y ya no tengo alcohol. Mi vaso yace en el suelo, pisoteado por los que me y ninguno de ellos sabe que una persona a su lado está a punto de desmoronarse.

Compro otro y el bartender vuelve a recodarme lo malo que es estar borracha en un evento así. No lo terminaré, sólo quiero tener algo qué hacer en lo que acaba el evento y consiga borrar la vergüenza que me invade.

Mjölnir continúa tocando cuando me dejo caer en el suelo y cruzo las piernas. En una mano el vaso de cerveza y en la otra un cigarro, las lágrimas caen por ratos.

Para cerrar la presentación de la banda escucho a Henrik presentar a Eric, tocarán de nuevo Fell In Love With A Girl sólo que ahora está Berenice en la batería y no Cedric...

Si se cae el escenario sólo ellos saldrían lastimados... Eso no sería tan malo ¿O sí? Espero que no.

Recargo la cabeza, en la valla a mis espaldas, y miro hacia el cielo. Es luna llena, Luna. Río por lo bajo, bebo un largo trago de cerveza y lanzo otra mirada hacia el cielo. Por un instante siento que mi cuerpo no me pertenece, miro el cigarro y pego la colilla contra mi muslo, suelto un quejido bajo. Las lágrimas salen de nuevo y muerdo mi otra mano para contener el dolor... ¡No sé por qué he hecho eso!

La ceniza ha carcomido la piel y formado un agujero circular por arriba de mi rodilla.

¡Duele mucho!

Arrojo el cigarro y de nuevo recargo la cabeza en la valla. Contemplo el cielo escuchando la voz de Eric que tanto me gustara y recuerdo el guiño que me ha lanzado en el bar.

Idiota.

La quemada escuece y pego el vaso frío, pero vuelvo a quejarme. En verdad no entiendo por qué he hecho eso...

Hace mucho que no me lastimaba.

Todos gritan así que no tengo idea de cuándo ha terminado la canción o qué ha pasado. Creo que tengo demasiado alcohol arriba y doy otro trago como si eso mejorara mi lucidez. Sólo un rato más, regresaré antes de que termine la última banda y le pediré a Sofía que nos marchemos.

No quiero verlos.

Cierro los ojos, como si aquello sellará mi acuerdo, y, de pronto, todo se mueve. Grito, abro los ojos y veo el suelo como si alguien me cargara sobre el hombro.

—¡Auxilio! —grito al tiempo en que lanzo tantas patadas como mi cuerpo ebrio puede—. ¡Ayuda!

Una mano cae sobre mi trasero y el grito que lanzo puede espantar a los muertos.

—¡Es para cubrirte! ¡Tienes falda!

Eric.

—¡Bájame ahora mismo, idiota!

—¡Deja de moverte!

Somos la diversión del público que comienza a soltar chiflidos y aplausos entre risas. Puedo ver sus rostros de lado mientras el troglodita de Eric me lleva sobre el hombro.

—¡Vas a golpearme en la cara, Aura!

¡Perfecto!

Pataleo como si mi vida dependiera de eso y me molesta en sobremanera la risa divertida que hace vibrar su cuerpo. Mis puños golpean su espalda y parece no causarle nada más que cosquillas.

—¡Bájame!

El mundo vuelve a girar y chillo, me toma un par de segundos descubrir que estamos frente al chico de seguridad que controla el acceso al backstage.

—Peleamos —dice Eric.

¡El troglodita hasta suelta un suspiro! ¡Un suspiro!

—¡Nunca fue mi novio! ¡Ni lo conozco! —Quizá me escucharía más convincente si no estuviera algo borracha—. ¡No me deje pasar!

El chico pone los ojos en blanco y quita la cadena. Eric me empuja y mis lentos movimientos apenas si consiguen hacer aquello un poco menos vergonzoso. Algunas bandas siguen ahí y ríen al verme intentando zafarme de Eric... ¡Pero tiene demasiada fuerza!

Él conserva esa risita que levanta sólo un costado de sus labios y que siempre me ha parecido adorable...

¡Odio la palabra adorable! ¡La Real Academia Española debería eliminarla de la faz de la Tierra!

¡Maldito alcohol!

—¡Aura! —exclama Sofía.

—Estaba borracha en un rincón —informa Eric.

Los ojitos de Sofía no saben si mirar a Eric o a mí.

—¡No te pedí ayuda!

—Ven...

Me toma de la muñeca y arrastra hasta un rincón detrás del escenario. Toda la banda está cerca, veo el cabello de Dimas, pero no sé si nos mira. En realidad, siento que todo está girando en cámara lenta como si me encontrara al centro de un carrusel y yo no girara en los caballitos con ellos.

—Aura.

La cabeza empezará a dolerme en cualquier momento.

—¿Qué? —pregunto y, cuando miro sus ojos, vuelvo a sentir esa furia en mi interior—. Eric.

Y le pego, así como así. Con toda mi debilidad le he arrojado una bofetada que creo me duele más a mí que a él...

¡¿Por qué nadie avisa que lanzar una bofetada duele tanto?!

El sonido ha resonado sobre lo demás; es decir, la voz de Minerva presentando a la banda.

—Eric, tenemos que subir —avisa Gabriel.

No lo veo porque el guitarrista se interpone. Tiene toda su atención en mí y ni se ha inmutado cuando le he pegado.

Empiezo a preguntarme si le pegué... ¿Es normal que no se queje ni un poquito?

—Ahora los alcanzo.

Su mirada seria me provoca un escalofrío.

—Eric, pueden hablar después...

—No, no podemos —contradice todavía observándome—. En un momento voy.

Escucho una guitarra y sé que es la de Dimas, tal vez tocará la parte de las canciones que le corresponden a Eric.

No puedo creer que he besado a Dimas... ¡Maldición! Creo que el alcohol está perdiendo efecto y mis errores comienzan a hacerme sentir más vergüenza que antes.

Iba tan bien... ¿Por qué lo he besado?

—Los vi.

Entorno los ojos porque sólo eso me faltaba, que Eric me viera besar a Dimas.

—No es nada de tu incumbencia.

Me duele el cuello por levantar tanto la cabeza para hablar con el guitarrista.

—Lo es.

¡Qué no!

—No, tú también besas a otras —espeto y mis manos vuelven a convertirse en puños.

—¿Y eso te molesta?

¡Mis débiles puños quieren golpear a alguien!

—¡No, besa a quién quieras!

Eric suspira y relame sus labios, no sé por qué estoy observando su boca.

—Berenice no es nada mío —confiesa y esa simple oración provoca una extraña emoción en mi pecho—. Sí, salimos una vez, como he salido con muchas otras, y es todo. Siempre me saluda así y es algo irrelevante.

¿Tenía que agregar la parte donde dice que ha salido con muchas otras? ¡Todo iba tan bien!

Doble idiota.

—¡Oh, eso me tranquiliza mucho! —exclamo con todo mi sarcasmo—. Ahora supongo que no debo de alarmarme si viene otra chica y te besa sólo porque han salido una vez.

Eric ladea el rostro y esa maldita sonrisita está ahí... ¡Siempre está en sus labios y yo no sé por qué demonios sigo mirando su boca!

—Es algo que puede pasar. Lo sabes ¿Verdad?

Coloco ambas manos sobre su torso para empujarlo, pero es inútil.

En el escenario comienzan las primeras notas de una canción y la voz de Dimas me provoca un estremecimiento que no pasa desapercibido para Eric.

—Pues, suerte con tus amigas —digo—. ¡Me voy a casa!

Me sostiene por los hombros, pero no ejerce nada de fuerza y si permanezco aquí es porque quiero hacerlo... Es una de esas veces en que esperas que esa persona te detenga y, cuando lo hace, te hace sentir mejor que hace un momento.

—Aura, sabía que Berenice haría algo así y por eso le dije a Henrik que la distrajera...

—¡Pudiste decirle que ya no querías besarla cada vez que se vieran!

El contacto de sus manos sobre mis brazos es reconfortante y la furia que acumulara comienza a mermar.

—¿Y por qué le diría eso? ¿Estoy saliendo con alguien?

Abro la boca y la cierro. Repito la acción y, al final, consigo hablar.

—No, no sales con nadie.

—¿Entonces? ¿Debo dejar de ver a cualquier chica sólo porque sí? —pregunta con una pizca de diversión en cada palabra—. Porque hasta donde sé la única que me interesa está enamorada de alguien más y no tengo ninguna posibilidad.

Mi corazón se convierte en una pelota de ping pong saltando de un lado a otro de mi pecho.

—¡Ya no digas cosas así, por favor! —balbuceo.

—Dijimos que las cosas no iban a cambiar...

Tiro de la liga que sujeta mi cabello, por simple frustración, y lo dejo desparramarse sobre mis hombros. Estoy a punto de gritarle que es un idiota, cuando me toman por sorpresa sus dedos enredándose en mi cabello justo por debajo de la nunca.

Trago saliva y retrocedo hasta chocar con la pared.

—No hagas eso...

—¿Por qué? Nunca antes te molestó que te tocara.

Se encorva un poco y acorta la distancia entre nosotros.

—No sabía que era importante para ti y... —suspiro y vuelve a acercarse, no soy ni capaz de reconocer la canción que tocan en el escenario—. Eric, no quiero lastimarte.

—No me lastimas.

Me acorrala contra la pared con un brazo a cada lado de mi rostro y su cabello acaricia mi frente...

Eric es el chico más atractivo que he visto y no tengo forma de negar eso...

—¿No? ¡Me viste besar a...! —callo porque no tengo idea de quienes siguen cerca—. Lo siento, no mereces esto...

Eric toma mis manos y me atrae hasta su cuerpo, envolviéndome en el abrazo más tierno que hemos compartido. Está sudando, por lo general es una sensación desagradable, pero me hace sonreír.

—Yo sé lo que merezco o no.

Acaricia mi cabello y recarga su barbilla sobre mi cabeza. Termino por rendirme y rodear su torso, se tensa como si estuviera nervioso. Mi corazón se agita y muerdo mis labios, no puedo creer que cause esto en él.

Es imposible.

—No quiero perderte —me susurra al oído—. No comprendes lo especial que eres para mí, Aura.

¿Por qué dices esas cosas, Eric?, quiero preguntarle... Él no comprende lo mucho que significa para mí escuchar algo así... Lo especial que es mi nombre en su voz.

Cierro los ojos y me quedo muy quieta, como si el más ligero movimiento pudiera romper este momento. Sus labios rozan el lóbulo de mi oreja y me muevo un poco, sólo un poco. Mis labios están a escasos centímetros de su piel y dejo un beso en su barbilla.

—Sube ya.

Es Dimas, pero no puede verme.

Mis labios descansan sobre la piel de Eric y suspira, es un sonido que no conocía... Es una melodía desconocida que me hace estremecer.

—Ya voy.

Se aparta un poco, creo que se dicen algo más, pero no estoy segura porque me cuesta controlar las miles de emociones que se han disparado dentro de mí. Eric continúa cubriéndome con su cuerpo y escondo el rostro en su pecho, no quiero que nadie me vea.

Eric me abraza con más fuerza, casi con desesperación, y contengo las lágrimas que quieren salir. Respondo de la misma forma y me cuesta mirarlo a la cara cuando nos separamos.

—Sólo necesito saber algo...

Empuja despacio mi barbilla, cuando intento bajar la mirada, y el bochorno que cubre mi rostro debe de colorearlo de un intenso tono rojo.

—¿Qué? —Mi voz apenas es audible.

—¿Por qué te enojaste?

Por primera vez mi cerebro elabora una lista larguísima de frases sarcásticas para escapar del momento y suavizar las cosas... Y por primera vez pruebo con la sinceridad...

Me aparto, miro mis manos y confieso el motivo en un tono muy bajito.

—¿Qué? —insiste acercando su rostro al mío—. No te escuché.

Lo miro y pongo los ojos en blanco, es un triple idiota.

—Porque estoy muy confundida. —No puedo mirarlo a la cara y esta vez no me obliga a hacerlo—. No sé lo que siento por ti, Eric...

Ya, lo dije.

Lo dije...

¡Ay, lo dije! ¡Ni a mí misma me he confesado eso en voz alta! ¡Ni a Sofía!

Estoy a punto de entrar en pánico cuando empieza a reír...

¡Eric está riendo!

—¡¿Y te causa gracia?! —exclamo avergonzada—. ¡Te juro que voy a golpearte!

Eric no para de reír cuando toma mi mano y camina hasta el escenario. Dimas nos mira, pero parece más preocupado por quitarse la guitarra y dársela a Eric, que por vernos tomados de la mano.

Otro idiota, se multiplican como conejos.

—¡Deja de reírte! —le grito a Eric—. ¡No debes burlarte de algo así!

Dimas me pide que calle con un dedo sobre sus labios y señala el micrófono que tiene Gabriel muy cerca de nosotros.

La que está cantando es Minerva y, cómo ellos no poseen tantas canciones propias como Mjölnir, pues es el cover de Florence and the Machine.

Un técnico de sonido se acerca hasta Dimas y le entrega su guitarra negra. Estoy en medio como un estorbo que no se va ni idea de por qué. Es como si supiera que Eric me va a decir algo o más le vale que así sea, porque si sólo se va a reír después de haberle dicho aquello... ¡Regalaré su número de celular en internet!

Dimas regresa al escenario y las chicas de las primeras filas gritan como locas, locas de verdad. Considero regalarles unos calmantes para caballo... Tal vez arruinarles las ilusiones al recordarles que esa chica, con cuerpo de modelo, que está cantando es su novia... Así sabrían cómo me siento y no gritarían como locas.

Estoy divagando... ¡Son los nervios! ¡No puede ser...! ¡Confesé mis sentimientos con Eric! ¡Voy a...!

Chillo y encuentro los ojos negros de Eric a centímetros de los míos. Me ha tomado del rostro por sorpresa y tiene esa adorable media sonrisa. Su mirada baja hasta mi boca y cuando se acerca es mi turno de suspirar, el tímido beso en la comisura de mis labios es efímero... Nos besamos así antes de que Dimas regresara y jamás creí que significara algo más que un mal cálculo a la hora de despedirnos... Mis nervios eran por su atractivo, siempre me repetí eso y he descubierto que soy muy buena mintiéndome.

Su aliento cálido sube sobre mi mejilla y acaricia el lóbulo de mi oreja, envía una ola de emociones que fingí desconocer todo este tiempo.

—Es una risa nerviosa —susurra con sus labios moviéndose sobre mi piel y mi alma se estremece con cada caricia—. Tengo una oportunidad, Aura.

Compartimos una mirada cómplice y se marcha, dejándome en los brazos estos deseos por volver a abrazarlo... Creando una nueva adicción por aquella melodía.

Estoy estupefacta mirándolo entrar al escenario y recibir los mismos gritos histéricos de las locas... Ni si quiera sé si tiene sentido lo que estoy pensando.

¿Eric dijo lo que creo que dijo? Si mi corazón late más rápido simplemente romperá mi pecho y correrá al escenario, olvidando por completo nuestro pánico escénico.

Sofía y Teresa están a mi lado. Intentan que conteste alguna de sus decenas de preguntas, pero creo que he olvidado cómo hablar. Parece que nunca lo he hecho muy bien o tengo una facilidad asombrosa para olvidarlo.

Dimas se mueve con mucha más confianza que esos primeros días en el bar y disfruta más que nunca de lo que está haciendo. Todos han crecido muchísimo como músicos e intérpretes, viven la música al máximo y es esa energía la que llega al público.

Y está Eric, que fuera desde el principio quién tenía más experiencia. El chico que me hiciera una fotografía por sorpresa y que confundiera con un modelo que se equivocó de piso en las oficinas. Es el mismo Eric que ahora acapara por demasiado tiempo las cámaras, que reproducen el concierto en las pantallas gigantes a ambos lados del escenario. El mejor amigo que me hizo reír para tomarme una fotografía con el pretexto de provocar celos cuando en realidad... La verdad era que sólo ha buscado pretextos para estar cerca de mí así le hablara sobre alguien más. Eric ha estado para mí y es mi mejor amigo, eso me asusta demasiado... La última vez que sentí algo por mi mejor amigo terminé más destrozada que nunca... Todavía están esas heridas que no cicatrizan, sino que en ocasiones parecen abrirse más.

Una canción finaliza y la ola de aplausos interrumpe mis pensamientos. Las sonrisas en sus rostros reflejan una profunda alegría y sólo puedo admirarlos, incluida a la odiosa de Minerva.

Quiero ser así de buena en lo que hago y sé que lo conseguiré... No necesitaré de mi apellido o de mamá, voy a conseguirlo por mi cuenta. Trabajaré duro por ser la buena escritora en la que añoré convertirme desde pequeña.

—Creo que está hipnotizada o algo así —se burla Teresa.

—¡Aura!

Las miro y sonrío, es posible que tengan razón.

La música vibra en mi sangre y me conmuevo porque son mis amigos. Todos ellos, son unos simples chicos que pueden transmitir todos estos sentimientos con sus instrumentos y su voces.

Enciendo mi celular y, luego de atorarse un rato, consigo tomar una fotografía de la banda. Sólo lo hago para compartirla en las redes sociales y ayudarles con un poquito de promoción. Yo sólo quiero disfrutar cada instante de este concierto y atesorarlo muchos años después con recelo; mi pequeño tesoro.

Sofía me abraza y recarga su cabeza en mi hombro. Ella sólo tiene ojos para Cedric y mi corazón se oprime de ternura al ver que es mutuo. Teresa está haciendo mil fotografías de Nicolás y el chico le sigue el juego, en algunas está con Eric. De pronto, el público grita hacia donde estamos y me percato de que una cámara nos está mostrando en las pantallas.

Eric me dirige una sonrisa adorable que es sólo para mí... No necesita decirlo para saber que es así...

Supongo que me reconciliaré con la palabra adorable.

Me congelo y, por gracia divina, en ese instante cambia la imagen en las pantallas, pero hay muchas personas tomando fotografías en nuestra dirección.

—¡Te lo dije! —chilla Teresa—. Nadie se tragaba que se llamaran así por una novela.

Aura, es un nombre que vuelvo a sentir mío y me alegra que pronto la banda deje de usarlo, ya no siento deseos de compartirlo con nadie más.

Las luces se apagan y el público grita eufórico. Escucho a la banda caminar sobre el escenario, cambiando instrumentos, y Nicolás corre hacia nosotras. Primero se estrella conmigo y me pega con el bajo eléctrico.

—¡Con cuidado!

Él ríe, pero encuentra a Teresa y los escucho besarse. Sofía se cuelga de mi brazo y suelta un sonoro suspiro.

—Me encantan.

—Igual a mí —admito.

Las luces se encienden y noto que han intercambiado los instrumentos. Eric está en la batería y Gabriel tiene un acordeón eléctrico... ¡No tenía idea! ¡Ese chico en verdad puede tocar muchos instrumentos musicales...! Dimas y Cedric tienen las guitarras mientras que Minerva y Nicolás continúan en la misma posición, aunque me parece que la chica se encargará también del teclado. Por el acordeón eléctrico ya sé que es una canción de la banda que motivara a Dimas a intentar ser alguien en la música y no logro contener un grito de emoción como si fuera una admiradora más.

Creo que Teresa y Sofía acaban de espantarse con mi euforia.

—Gracias por todo el apoyo que han demostrado a Aura —dice una agitada Minerva en el micrófono con el violín colgando de la mano—. Esta canción es muy importante para nosotros porque de alguna manera nos conectó desde mucho antes de conocernos y espero que, de alguna forma, también nos conecte a ustedes... ¡Gracias...!

Está nerviosa, se coloca el violín bajo el cuello y mira a Eric. Esa conexión que hay entre todos ellos es por la música, es algo en lo que no puedo entrar y que me produce un profundo respeto.

Desde las primeras notas ya sabemos qué canción es. Creo que lloraré porque No Cars Go remueve demasiados recuerdos de mi memoria y me cuesta mantenerlos fuera del camino. Todas esas tardes en la sala de la casa de Dimas observándolo con la guitarra o las desveladas mirando algún concierto en su computadora. Cada pequeña pista de cómo llegaría hasta aquí, en este preciso instante, conmovida al borde de las lágrimas y descubriendo al niño de cabello revuelto convertido en lo que tanto anheló ser, un músico profesional.

Sofía quiere tomar una fotografía, pero su celular se ha quedado sin batería. Le entrego el mío porque yo prefiero observar el concierto en lugar de mirar a través de un aparato.

—Aura...

Tira de la manga de mi blusa y me regresa mi celular. Estoy a punto de guardarlo cuando insiste en que revise un mensaje.

—¿Qué...?

No quiero perderme un segundo de la banda y, de mala gana, reviso la pantalla. Es un mensaje privado de Facebook, que llegara cuando tenía el celular apagado, y al leer el nombre del remitente un miedo primario se filtra hasta mi momentánea felicidad.

—Eugenio Paz.

Sofía se abraza a sí misma y dice.

—Lo siento...

El mensaje sólo dice que hay algo que necesito ver y adjunta una imagen.

Una terrible imagen.

La música me obliga a aferrarme a la realidad.

No puedo llorar, hablar y casi no respiro.

Miro al alrededor cómo si ahí pudiera encontrar la respuesta, pero no existe una para algo como eso.

No...

—Aura... ¿Estás bien? ¡Aura...!

Escucho a Sofía, pero no consigo ubicar su cara. Todo gira muy rápido y mi pasado me atrapa con sus horribles garras verdes.

Intento hablar y las palabras mueren en mi boca.

Mi vida entera ha sido sólo el preludio a una tormenta que amenaza con destruir los cimientos de mi propia existencia.



Continuará...

☆★☆

AlexisN11 Ese momento en el que dibujas una de las últimas escenas sin saber que está en la historia... Ahora sabes por qué he fangirleado así... Mil gracias, en serio... ¡Eres increíble 💜!

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