Daron, un ángel para Nathalia...

By jane_n_johnmest

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LIBRO COMPLETO✓ Una joven normal, con una vida normal. Abandonada por su madre, pero amada y protegida por su... More

Sinopsis
Para ti, querido lector
Book tráiler
Epígrafe
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 9
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 17
Capítulo 21
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 28
Capítulo 42
¿Qué te ha parecido la historia?
¿Qué sigue después de esto?
Capítulo 46
Capítulo 47
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Extras
Capítulo 49
Capítulo 18
Capítulo 19

Capítulo 48 [+18]

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By jane_n_johnmest

DARON

El cielo se ha manchado de un opaco y frío color, las nubes han desaparecido, dejando ver en todo su esplendor a la blanquecina diana y sus fieles compañeras. Sentado sobre los tres gruesos escalones que conducen hacia la entrada de la pequeña casa, mi mente es consumida con ferocidad por esa pizca de deseo lúgubre; comiéndome por dentro de manera pausada y a la vez inhumana.

Pensamientos oscuros sucumben un claro destello de verdad, hacia la fidelidad de lo que se me tiene prohibido; hacerles daño a los hijos de la Tierra, es algo que si llegamos a hacer nos hará pasar eternas existencias, sometidos a torturas que, ningún humano podría figurar o soportar.

Siempre he sido comedido en lo que respecta a obedecer mis propios límites y obligaciones; guardar silencio y expresar mis pensamientos solo cuando se me pide o es necesario, Lyron es todo lo contrario, todo pérfido y no descansa hasta que obtiene lo que anhela, así no le importe en lo más mínimo que tan transcendente puede llegar a hacer.

Escucho la puerta abrirse detrás de mí y luego veo de manera periférica como él toma asiento a mi costado, suelta un resoplido vago y sus manos pulcras se cruzan entre sí, mientras sus antebrazos descansan sobre sus rodillas.

—El mayor error de un ángel, es pensar y enjuiciar demasiado las decisiones que ha tomado —añade.

Nunca se puede confiar en un ángel que se encuentre en su fase de quietud, es sumamente peligroso y letal.

Él nunca está apacible, porque sus propios pensamientos no se lo permiten, y ahora parece tan en paz, que para alguien que lo conozca, es una faceta inquietante.

—Hay que pensar —mi voz ronca sale sin prisa—. Es necesario para tomar cualquier decisión.

—Pensar te limita a tomar riesgos —suelta un resoplido—. Y tomar riesgos es lo mejor que puedes hacer. Me entenderás algún día.

—Se pueden tomar riesgos, Lyron, pero hay que pensar en las consecuencias antes —mis ojos miran hacia el vacío frente a nosotros, con mi ademán sumergido en la neutralidad.

—¿Acaso reflexionaste en ellas cuando decidiste imponer tus deseos ante Cialac? —interroga con burla.

—Lo hice —respondo.

A mi mente llegaron todas las consecuencias y peligros posibles, desde el mismo instante en que decidí rebelarme y caer a este verosímil averno. Lyron no piensa en nada de eso y se ve reflejado en su mero arrebato y forma de hacer las cosas.

—La humana ya viene —su tono malévolo es de cierta manera repugnante—. ¿Decidiste?

Giro mi cabeza lentamente hacia su dirección, para encontrarlo con un gesto de completo éxito. Nuestros espíritus ya se han recuperado y con ellos han vuelto nuestras capacidades, las mismas que hacen que nuestra vanidad prevalezca sobre cualquier otra cosa.

Una extraña especie de carruaje cerrado, de color sangre, con dos rectangulares luces centelleantes que impactan directamente hacia mis retinas, se detiene a unos cuantos metros de la entrada.

Los focos rápidamente son apagados y en su delantera leo la palabra en plateado que dice Buick. La irritante humana sale de él con esa sonrisa suya que me parece tan presuntuosa, camina en nuestra dirección, contorneando de manera sutil sus estrechas caderas; con su bolsa tomada de su mano cadavérica junto a otra.

No puedo deshacer la curiosidad y extrañeza que irrumpen en mí, al observar con detenimiento el alargado objeto.

Mi mente y entendimiento luchan por saber que es.

La humana se detiene a escasos metros de ambos y puedo percibir su mirada sobre mí, ella nota que mis ojos no se inmutan por prestarle atención a su blanquecina figura y mira rápidamente hacia su carruaje.

—Siento envidia de mi auto en estos momentos —una risita falsa se escucha.

—¿Auto? —cuestiono.

La confusión se hace evidente en mi semblante y Lyron rueda los ojos con hastío.

«—Es la cosa que usan los humanos para trasladarse de un lugar a otro».

Su voz hace eco en mi cabeza.

La humana claramente no puede escuchar lo que él me ha explicado.

—¿No sabes que es un auto? —Isabelle pregunta, como si le sorprendiera.

—Claro que lo sabe —aboga Lyron—. ¿No te ha pasado que a veces repites cosas sin sentido y en voz alta? —la mirada de Lyron hacia ella es estremecedora—. A él le pasa todo el tiempo, ¿ya ves porque debes hacerlo? —dice mirándome fijamente.

Ella deja de sonreír cuando observa con atención los ojos que Lyron vuelve a posar sobre ella, como si estuviera hipnotizada con ellos, luego sacude ligeramente la cabeza, para volver a mostrar su particular sonrisa.

—También me pasa —concuerda.

—No podemos evitarlo —agrega Lyron simpatizando con ella.

«—¿Lo harás?».

La voz de mi compañero agrede mi mente.

«—Lo haré».

Mi tono es serio y sin ninguna pizca de humor.

La mortal nos observa a ambos con el ansia reflejada en su inquietante parpadeo y mirada sofocante. Tanto Lyron como yo, hemos decidido entrar en sus pensamientos. La lujuria de su mente es tan fúnebre como esta noche, entonces ahí está de nuevo, renaciendo desde lo más profundo de mi esencia; el remordimiento, atacándome otra vez, empeñándose en torturarme por mis malas decisiones; las que he tomado sin poder darme el tiempo para detenerme a meditar.

El tormento quiere verme doblegado, clamando misericordia.

—¿Cenamos? —propone ella—. Y luego les curo los pies.

Los recuerdos de tener una reunión de esas están borrosos en mi cabeza.

En el Coelum suele haber muchas.

Al caer, ciertas cosas han sido reprimidas en algún lugar de mi ahora mente oscura, como si el Coelum no quisiera que tuviera el conocimiento suficiente para que pudiera revelarlo ante los hijos de la Tierra.

Nos ponemos de pie, abriéndole paso a Isabelle entre nosotros, para que pueda subir los escalones y entrar a su casa. Lyron me contempla con una sonrisa arrogante en el rostro y la morbosidad en sus ojos. El percibir las ansias en mí, me hace querer cometer arrebatos. La Tierra parece tener ese poder en los seres como nosotros, eso es lo que siempre han dicho los de mayor rango y ahora lo puedo comprobar por mí mismo; antes solo podía hacerme a la idea de cómo sería.

La vanidad de Lyron está en su punto máximo y eso significa que sus pensamientos también se encuentran al mismo nivel. Isabelle nos ha dejado claro lo que piensa y lo que desea. Es penoso e imagino que humillante para un ser biológico como el humano, descubrir que sus pensamientos y deseos más oscuros son espiados y profanados sin consentimiento.

Pero si ella, en el fondo, no nos temiera, nada de eso pasaría.

Sentados alrededor de la pieza cuadrada de madera brillante, Lyron come las ofrendas sin ninguna expresión en el rostro. Tomo con mis manos la cosa metálica e imito la acción de la humana. Enrollo sobre el objeto, las alargadas tiras teñidas de rojo y las llevo a mi boca.

No siento nada en particular.

La afonía inquieta a Lyron y sus ojos se dirigen hacia la humana.

—Necesito terminar con esto.

La chica lo observa con la expresión de confusión en su rostro.

—Porque simplemente no fornicamos —se atreve a proponer.

Escupe las palabras sin siquiera tener la gentileza de ser sutil y veo como a la chica se le cae el objeto metalizado de la mano, luego una tos seca se apodera de ella. No se esperaba esas palabras, sus ojos están tan abiertos.

—La sutileza no es lo suyo —me disculpo por él.

—Es que no entiendo... —Ella traga saliva con dificultad, puedo escuchar el sonido de esta pasar apenas por su garganta y toma agua para hacerlo más fácil.

—Sí entiendes, no te hagas la inocente —Él arquea una de sus cejas—. ¿No es lo que deseas?

La humana ha alcanzado el punto máximo de la perplejidad y su boca se encuentra ligeramente abierta, no sabe qué decir y lo puedo ver en su mente, no obstante, Lyron tiene razón; eso es lo que ella desea y su mente se lo grita.

—¿Qué les hace pensar que me acostaré con ustedes? —su tono abarca ofensa—. No soy esa clase de... —la interrumpo.

—¿Son así todos los humanos? ¿Hipócritas y embusteros? —ladeo mi cabeza y ella me mira con sus ojos azules.

Su actitud poco sincera me molesta y no puedo evitar sentir el impulso de hacer que lo admita.

—Tu mente te lo está gritando.

—No somos Jesús, pero no te haría mal aceptar que quieres ser nuestra María Magdalena.

—Es cierto... —murmura.

—¡Vaya! —exclama con alegría Lyron y acompaña sus palabras con un fuerte aplauso—. No es tan difícil ser honesta, ¿verdad, Isabelle?

—No, no lo es —contesta, como si no fuera consciente de lo que dice.

Acomoda su larga cabellera hacia un lado de su cuello y trata de abanicarse con sus manos. Escucho los latidos de su corazón acelerados, su pequeña frente comienza a brillar y se relame los labios delgados con la lengua.

—¿Aceptas entonces? —cuestiona mi compañero—. No me gusta obligar a nadie, pero si no quieres... —Ella lo interrumpe.

—¡Sí quiero! —brama rápidamente con entusiasmo—. Digo... como no querría, nunca he tenido un trío. Sería algo nuevo.

Su rostro se torna carmesí en segundos.

Su mirada está colmada de lubricidad y la conmoción que antes había en su rostro desaparece.

Admitir sus deseos la ha hecho abrirse paso sin temor hacia nosotros. Se levanta de su asiento, dejando sus alimentos sin terminar, vate su extensa cabellera negra para llevarla a su espalda, se limita a contemplarnos con obscenidad y me resulta fascinante observar su comportamiento. Contornea sus caderas, mientras se aleja del lugar sin decir ninguna palabra.

Lyron se pone de pie para perseguirla y yo también.

Ella abre una puerta y luego se pierde dentro de esta, mi compañero no duda en entrar y no me queda más que seguir sus pasos. La estancia es amplia y a pesar de la poca luz que hay, puedo percatarme de lo organizada que está. Desprende un olor dulzón, la luz resplandeciente de la diana le da un sutil toque de misterio.

Ella enciende una luz que descansa sobre un pequeño buró de madera vieja. La lujuria me gobierna, en el momento preciso en que ella decide quitarse sus vestimentas. La opresión en mi cabeza va a matarme en cualquier momento, me grita que me acerque, pero le desobedezco. Lyron está igual que yo, embelesado por lo extraordinario de la efigie de la chica. Ella luce tan primorosa que resulta placentero solo observarla. Pero a diferencia de mí, él sí sabe qué hacer y se acerca a ella, entretanto solo me quedo quieto contemplándola.

Ella luce ansiosa, desesperada al verme tan quieto como estatua, entonces toma la mano de Lyron y se acerca sin vacilación a mí, sin vergüenza. Toma una de mis manos y la lleva hasta su pecho y me hace apretar con sutileza su concavidad, y algo extraño parece estremecerme. Mis conocimientos despiertan, mi lujuria aumenta, la excitación me consume y mi mano no puede dejar de acariciar su pecho.

Mi compañero imita mis acciones y ambos empujamos a la chica con cuidado hacia su lecho, ella cae de espaldas, mientras relame sus labios, sus ojos permanecen cerrados y su espalda se arquea, mientras que de su boca salen agudos suspiros.

Sus ojos vuelven a abrirse y me observa de una manera que me enloquece, con su mano empuja la cabeza de mi compañero hasta su entrepierna, mientras él deposita besos en el camino; él besa sus genitales y ella vuelve a arquear su espalda.

Me acerca a su rostro y me besa con intensidad, mientras gime entre mis labios y la sujeto con fuerza por el cabello.

Gruño pegado a sus labios y luego llevo mi boca hacia sus pezones.

Enoc nos ha advertido a través de su apócrifa escritura, sobre lo que pasaría si nuestros espíritus fuesen contaminados por las hijas de la Tierra; y heme aquí, siendo corrompido por una. Cometiendo las mismas atrocidades que aquellos ángeles que se saciaron de pecado. Hemos estado condenados desde siempre, y como Enoc dijo: seremos encadenados en aquel infierno creado solo para los pecadores.

—Lo quiero en mi boca —susurra la humana con clemencia y no sé cómo, pero sé que se refiere a mi largo y grueso pedazo de carne erecto.

Lo acerco a su boca y ella lo acaricia con su lengua, mientras sigue gimiendo. Echo mi cabeza hacia atrás y ella empieza a gritar, cuando Lyron se empuja contra ella. Agarro su cabeza para evitar que su exquisita lengua se aleje de mí.

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