La Melodía de Aura 1 - Prelud...

By LenaMossy

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Aura terminó con su amor de la infancia la misma noche en que habían decidido mudarse juntos a la capital. Es... More

♡ AVISOS ♡
♡ Sinopsis ♡
❀ Dedicatoria ❀
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 50
♔ Obsidiana ♔

Capítulo 49

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By LenaMossy

Circle round the room still

Breaking my will

Know I can't have you here

Someone else on your skin

Silvia — Miike Snow

☆★☆

Convencer a Sofía de acompañarme al festival ha sido una de las cosas más difíciles que he hecho en la vida. No terminaba de entender esa negativa por ver a la banda, cuando estuvo con ellos la noche en que falleció León, y me ha llevado un rato percatarme de que en verdad siente algo por Cedric que va más allá de una simple atracción. Soy una cursi porque estuve cerca de llorar cuando lo entendí... Sofía ha cambiado tanto en estos años que, en ocasiones, me parece otra persona y creí que jamás volvería a permitir que su corazón se enamorara.

Al final ha aceptado a regañadientes, aunque he percibido una chispa de alegría en sus ojos verdes que deduzco se relaciona con el baterista. Está revisando su ropero por décima vez, en menos de cinco minutos, y suelta la clásica frase que suelen adjudicarnos a las mujeres.

—¡No tengo nada qué ponerme...!

El ataque descontrolado de risa me hace caer de la cama... ¡Y ni así puedo parar de reír!

—¡Aura, no te burles!

—¡Lo siento! —exclamo doblada sobre mi abdomen—. ¡Pero tienes más ropa que nadie que conozca!

Extiendo los brazos en dirección a su ropero e intento decirle que es más grande que mi última habitación, pero me vence la risa y vuelvo a carcajearme con la delicadeza de una morsa... ¡Soy un encanto!

—¡Pero nada para la ocasión!

¡Voy a morir asfixiada en la alfombra de su habitación!

Me toma demasiado rato lograr meter aire a mis pulmones mientras la rubia saca varios conjuntos de ropa y los deja sobre la cama.

—Un pantalón negro y una blusa, es todo —sugiero con un leve dolor en el abdomen... ¡Pareciera que hice cien abdominales!

Sofía hace un mohín y coloca las manos a la cintura con la mirada de halcón fija en el ropero.

Iremos a un festival musical al que fueron invitadas, de último momento, Aura y Mjölnir. Por cierto, no se llamarán Aura por mucho más tiempo ya que, según me dijo Nicolás, están buscando un nombre más profesional.

Mi nombre es bastante profesional, en mi humilde opinión, y Carlos Fuentes* está de acuerdo con eso.

Tal vez he presionado demasiado a Sofía porque será un evento gratuito, lo que significa que no cabrá ni un alfiler, pero nosotras estaremos detrás del escenario con las bandas y lejos de la multitud.

Por otro lado, iré por Eric.

No, no es lo que parece.

Creo.

¡No!

Nicolás me llamó en mi día de descanso para avisarme del evento, porque Dimas no me ha dicho nada y tampoco he revisado el Facebook. Eric estaba con él, creo que suelen salir seguido, y ha dicho que por qué no voy a darle apoyo moral; fue muy tierno. Nicolás no ha conseguido controlar una risa burlona cuando le dije que sí iría, pero con Sofía.

Debo estar enferma al pensar que Eric puede ser tierno.

Muy enferma, agonizando.

—Aura, reacciona.

Abro los ojos, como platos, y miro el atuendo que me está enseñando. Es un vestido corto de color azul oscuro, con unas mallas negras y zapatos de tacón bajo del mismo color que el vestido.

—Es lindo.

—¿Y tú ya sabes que llevarás?

—Lo primero que encuentre.

Es verdad, no he estado muy creativa con mi vestuario en estos días; ni en nada. He intentado escribir y, cuando he confundido los nombres de mis personajes por los de mis amigos, lo he dejado por la paz.

—¿No crees que le estás dando falsas esperanzas a Eric?

—¿Qué? —pregunto y dejo caer mi celular sobre el regazo—. No, ya hablamos...

Más o menos...

—No. Lo intentaste, pero no pudiste... —musita y se sienta a mi lado—. ¿Por qué no pudiste?

No voy a psicoanalizarme... ¡Mucho menos cuando voy a verlo en unas horas!

—No quería que se sintiera mal...

Porque puedo tener más que un autógrafo de él...

—¿Segura?

¡Voy a volver a asfixiarme, pero por los nervios!

—Bastante —zanjo la conversación—. Ahora voy a darme un baño y a alistarme.

Me incorporo de un salto, como si fuera una gran gimnasta, y me encierro en el baño. Es la única forma de escapar de la mirada perspicaz de Sofía, aunque no sé por cuánto tiempo consiga esconderme de la verdad que me acecha en cada reflejo.

☆★☆

El taxi se detiene frente a la enorme explanada, donde se realiza el evento, y, en un segundo, el vehículo se ve rodeado de decenas de personas que caminan hacia la entrada. No importa que no sea fin de semana porque pareciera que están regalando dinero en el festival... ¡Es una locura!

Sofía tiene el cuerpo rígido, mientras sus ojitos verdes siguen el movimiento de las personas, y una ligera capa de sudor perla su frente.

—Podemos irnos —le digo al notar su palidez.

Ella duda un momento, suspira y niega.

—Vamos, es tarde.

Pagamos al taxista y bajamos tomadas de la mano. Tenemos que permanecer muy cerca porque es fácil perdernos entre la multitud que intenta acceder al evento. No poseemos entradas ni nada parecido, todo depende de que Nicolás conteste el celular y, por suerte, lo hace al segundo timbre.

—¿Ya están en la entrada?

—¡Sí, aquí estamos! —grito para hacerme escuchar por arriba del barullo—. ¡Esto es un pandemónium!

Nicolás ríe.

—¡Ya van para allá!

Cuelga.

¿Quiénes vienen? Me paro de puntillas, pero no veo nada más que cabezas hasta la reja de color azul. Al fondo está un gran escenario con una marea de personas saltando y gritando al ritmo del chico que canta.

—Si te sientes incómoda...

Sofía está pálida y la mano que sostengo se ha cubierto de sudor.

—Estoy bien —interrumpe So—. Sólo deja de decirme cosas así porque entonces sí me altero.

—De acuerdo...

Me siento analizada por rayos x cuando un grupo de chicos pasa a nuestro lado y recuerdo por qué es mala idea llevar falda a eventos así. No me detuve a pensar en esos detalles porque mi mente viajaba al camerino de Arabella y al color oscuro de cierto par de ojos, que continúan inquietándome como desde el primer momento en que los vi.

Entonces descubro a Cedric y Eric hablando con el chico de la entrada. Los tres nos miran y tiro de Sofía para acercarnos, pese a las miradas fulminantes de quienes siguen en la fila. Eric está... ¡vaya! Tiene una chamarra negra de mezclilla y el cabello suelto. Además lleva unos lentes oscuros, no sé por qué, pero agrega misterio a su rostro.

Nadie tiene que saber lo mucho que me gusta cómo se ve o que detesto no observar sus ojos escondidos por los lentes.

—¿Son sus novias? —pregunta el chico.

¡¿Sus qué?! Estrujo la mano de Sofía y suelta un quejido. Eric me mira, creo, y contesta.

—Sí, son ellas.

El chico no parece convencido, pero nos deja pasar y una ola de protestas estalla en la fila. Esta vez es Sofía la que tira de mí porque apenas si puedo moverme...

—Parece que sufrirás un ataque al corazón —me dice ella.

¿Parece? ¡Voy a sufrir un ataque al corazón!

Sofía suelta mi mano y la busco con desesperación, pero es Eric quien me agarra. Luego se acerca mucho hasta susurrar a mi oído.

—Aura, sólo tienes que fingir hasta que estemos detrás del escenario —su aliento me acaricia la piel y mi corazón elabora un triple salto mortal—. Respira, no muerdo...

Esa última parte lo ha dicho con cierto tono que ha conseguido todo lo contrario... ¡Todo lo contrario! ¡Por tercera vez en el día creo que moriré asfixiada! Y el calor... ¡Tengo demasiado calor! ¡Creo que me voy a desmayar!

No soy capaz de hablar porque no sé qué decir... Tal vez pedirle que me suelte sería buena idea, pero mis labios están sellados. Sofía y Cedric van tomados de la mano, unos metros por delante de nosotros, y notar la tranquilidad en ella consigue ese efecto en mí.

—¿Mejor?

El agarre de Eric es firme y le sigo a través de las personas que se niegan a moverse. Los empuja y abre paso para mí. Varias chicas nos siguen con la mirada, no sólo a nosotros dos, sino que a Sofía y Cedric también.

—Sí, es sólo que...

Me rodea por la cintura y callo. Sólo lo ha hecho porque pasamos cerca de unos borrachos, pero estoy muy nerviosa. No me gusta sentirme así con él, quiero que todo sea natural y espontáneo como antes.

Suspiro aliviada cuando veo al chico de seguridad, que cuida la entrada hacia la parte trasera del escenario, y nos deja pasar al creer que sí somos novios.

Novios, la palabra vuelve volátil mi estómago.

—¿Qué ibas a decir? —pregunta.

Avanzamos entre los integrantes de otras bandas, con quienes comparten saludos rápidos, y continuamos hasta el final donde distingo los rizos de Dimas.

—Nada —murmuro.

Dimas calla, de forma abrupta, cuando nos ve llegar y le dirige una extraña mirada a Eric. Minerva se gira hacia nosotros, para ver qué ha capturado su atención, y las emociones que atraviesan su rostro son indescifrables.

—¿Sí les creyeron? —nos pregunta Nicolás.

Sofía y Cedric han roto el contacto, pero siguen uno al lado del otro.

—Claro, es mi alma gemela —sonríe Eric y deja un beso en mi frente, entonces se separa—. Aunque pareció que sufriría un infarto.

Nicolás rompe en carcajadas... Yo sólo quiero olvidar el contacto de los labios de Eric en mi piel, pero... ¡Es justo en lo que estoy pensando!

—¿En serio? —Logra preguntar el bajista en medio de la risa.

—¡Ay, ya! —exclamo abochornada—. ¡Me tomó por sorpresa!

Un momento... ¿Dijo alma gemela?

No, no, es otra de sus bromas sarcásticas.

—No sabía que iban a venir —dice Minerva sin disimular su desagrado.

—Yo las invité —excusa Nicolás—. Así Teresa no estará sola.

La pelirroja regresa en ese momento con dos cervezas en la mano y le entrega una al bajista.

—¿Quieres tomar algo? —me pregunta Eric.

Estoy mareada, todo está pasando muy rápido, y me cuesta creer que acabo de fingir ser novia de Eric para entrar. Dimas abraza a Minerva y deja un beso rápido en sus labios que me hace sentir todavía peor. Eric lo nota y capta mi atención cuando siento el contacto de sus dedos en mi mejilla al acomodar un mechón de cabello detrás de mi oreja. Sus lentes oscuros muestran mi reflejo, pero yo quiero ver sus ojos, así que le quito las gafas.

Me alegra descubrir que sus ojos están normales y no rojizos como he temido encontrarlos. Intimidantes como siempre.

—Mejor —le digo colgando los lentes en la cinturilla mi falda—. Me gustan tus ojos.

¡Y ahí voy directo al acantilado por idiota! Cubro mi boca cuando lo he dicho y quiero disculparme, pero niega sin cambiar su expresión.

—Tranquila. —Se gira hacia el baterista—. Acompáñame Cedric.

Ambos se van y me sostengo de Sofía porque siento que me fallaran las rodillas. No sé en qué estaba pensando... No estaba pensando, de acuerdo. Mis labios se movieron solos sin pedirme permiso.

—¿Qué pasa? —pregunta ella.

Sofía señala unas sillas que están a un costado y la sigo en silencio, me parece que nadie notó ese pequeño momento con Eric ¡No puede ser...! Entorno los ojos con desesperación al ver su guitarra a mi lado y Teresa se acerca bastante divertida con toda la situación.

—A Dimas le va a dar algo también —dice con una risita.

—¿Por qué? —Me cuesta no mirarlo—. ¿Dijo algo?

—Ese momento con Eric lo ha dejado pálido del coraje.

Y era Dimas el que tenía que verlo... ¿Por qué vine...? No, mejor no respondo eso...

—¿En serio? —pregunta Sofía y se aventura a mirar—. ¿Qué hicieron o qué?

—¡Nada! —exclamo—. Estábamos hablando de su automóvil...

Ese Mustang me está salvando el pellejo tantas veces que sí pagaré la reparación como agradecimiento por su lealtad.

Teresa nos cuenta entre susurros que nadie sabía que íbamos a venir. Todo fue un secreto y cuando ambos chicos se marcharon es que los demás comenzaron a sospechar. Ella está feliz porque le parece terrible que Dimas no me dijera, cuando la banda tiene mi nombre y nadie se traga que no sea por mí.

Como si importara que comparta mi nombre con la banda cuando la chica que está en sus brazos no soy yo...

—¿A qué hora tocarán?

—Al final porque fue de último momento —contesta la pelirroja—. Después de Mjölnir, pero creo que Eric también tocará con ellos.

Una sonrisa se dibuja en mis labios y la borro con rapidez. No debo sentir estas cosas que estoy sintiendo, pero no sé cómo dejar de hacerlo. Necesito arrancarlo de mi pecho antes de revolver todo y perder por completo el poco control que me queda sobre mis sentimientos.

—¡Así que tú eres Aura!

Otra pelirroja, una con el color rojo muy intenso, se detiene frente a nosotras con una expresión de absoluta fascinación. Me parece conocida, pero no sé de dónde y es que podría ser del bar...

—¿Puedo ver tu tatuaje?

Antes de que consiga si quiera articular un hola, ya ha tomado mi mano izquierda para mirar el medio corazón que está ahí. De pronto, llama a Dimas a gritos como si fueran amigos de toda la vida. Descubro lo que planea un segundo antes de sentir la mano de Dimas, junto a la mía, formando el corazón completo... ¡Ni sé quién es esta mujer, pero Minerva la quiere asesinar!

—¿Y cómo le hacen para ser amigos?

Ambos estamos balbuceando como idiotas y Sofía es quien nos salva.

—Fueron más tiempo amigos que pareja.

La rubia no deja de mirar nuestros rostros porque, al menos, Dimas está muy sonrojado. Yo debo ser un tomate...

—¿En verdad?

—Sí, nos conocemos desde pequeños —contesto al fin y recupero mi mano.

—Es cierto... —musita Dimas.

Minerva llega hasta nosotros y abraza a su novio por la cintura, ya sólo le falta orinarle arriba para marcar territorio. Entorno los ojos y froto la zona donde sentí la piel de Dimas, todavía está cálida. He sentido sus nervios cuando nos tocamos, no le soy indiferente... ¿Entonces, por qué...?

—¡Eric! —chilla la misma mujer.

Él se congela a unos metros de nosotros y dejo caer la quijada cuando veo a la mujer plantarle un beso en la boca. Mi corazón se comprime y sólo consigo disimular la perplejidad porque Sofía me pisa. No sé si Eric contesta o no el beso, o qué demonios hace, porque me he concentrado en mirar mis manos sobre el regazo y pedirles que se contengan de asesinar a alguien.

Quiero gritar.

Esto no debería doler lo mucho que está doliendo, no debería... Es como si hubiera recorrido un enorme desierto y el oasis que hallara fuera sólo un espejismo; uno hermoso, pero falso.

La mujer sostiene la guitarra de Eric, con total confianza, y se sienta a mi lado. Apoya el codo arriba de ésta y recarga su barbilla en la mano mientras me mira. No puede ser mucho mayor que yo, es posible que tenga la edad de Eric, y tiene piercings en la nariz y ceja así como un tatuaje, que no distingo muy bien, en el cuello.

—Y cuéntame... ¿Cómo sobrevives con todos estos?

Abro la boca y no sé qué contestar...

¿Cómo dijo que se llama? ¿Lo dijo?

—¿Disculpa? —inquiero.

Eric se detiene frente a mí, pero prefiero mirar a la extraña mujer antes que a él.

¿Por qué me dijo aquello si está con alguien más...?

—Aura, ella es Berenice...

Ah, mira... ¡Sí tiene nombre!

—Hola —sonríe la aludida.

—¡Lo siento! —Es Henrik, que llega jadeando hasta nosotros, y Eric parece a punto de estrellarle la botella de cerveza en el bonito cabello rubio.

—Soy la baterista de Mjölnir —me dice Berenice—. ¿No estuviste en el concurso?

¡Tengo deseos homicidas en contra de la mitad de los presentes!

—No —contesto y la recuerdo—. Te vi en la transmisión en vivo, pero jamás en el bar con la banda.

—No soy un miembro oficial o eso dicen —ríe y le lanza una mirada sugerente a Eric—. ¿Y qué tal, eh? Me enseñó Eric.

¿También toca la batería? Otra cosa que no sabía de él...

¿En cuánto tiempo puedes aprender a tocar la batería? Maldición...

—Bien —musito.

Acepto la cerveza que me entrega Eric y tengo una precaución extra en no tocarlo. Puedo imaginar lo bien que la está pasando Minerva al verme en esta ridícula situación una vez más...

Siempre como la segunda opción... Nunca lo suficientemente buena para ser la primera.

Sé muy bien por qué me sentí tan rara al fingir ser la novia de Eric; me hizo recordar lo bien que se siente cuando nadie te esconde.

—Sofía ¿Puedes quedarte con Teresa, por favor?

Me incorporo muy despacio como si poseyera un temple de oro.

—Sí, claro... ¿Qué pasa?

—Creo que vi a unas amigas afuera —miento—. No tardo.

No me importa ser una grosera y no despedirme de la baterista, o repeler el contacto de Eric hasta casi empujarlo. Necesito estar lejos de todos ellos por mucho rato hasta que encuentre de nuevo un poco de paz.

—Aura, espera.

Eric está muy cerca de mí y apresuro el paso.

—¡No!

—¡Tenemos que hablar!

Es interceptado por un chico de otra banda y consigo brincar la valla, que protege la zona, al primer intento. Me aprovecho de mi estatura baja y empujo a varios chicos de las primeras filas hasta que estoy sumergida en la mitad del tumulto. Derramo cerveza en mis botas y apresuro el resto de la botella de un largo trago. Necesito otra cerveza o comenzaré a llorar en cualquier momento; puedo sentir las lágrimas abriéndose paso a hachazos.

¿En qué universo paralelo creí que me encontraba para que un chico como Eric se fijara en alguien insignificante como yo? ¿En cuál?

León lo dijo muchas veces y Dimas terminó de confirmarlo; Eric sólo empujó la última ficha del dominó.

Es sólo que no sé cuánto más soportaré... No sé cuántas lágrimas pueda derramar o cuánto dolor pueda tolerar en el pecho. Es sólo que empiezo a cansarme de cometer errores cuando creo tomar las decisiones correctas... Es sólo que temo saber lo que pasará cuando no pueda continuar y esos pensamientos regresen. Tengo miedo de no conseguir apartarlos y sólo terminar con todo; porque ya me cansé luchar...

Ya no quiero luchar más.

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