Daron, un ángel para Nathalia...

By jane_n_johnmest

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LIBRO COMPLETO✓ Una joven normal, con una vida normal. Abandonada por su madre, pero amada y protegida por su... More

Sinopsis
Para ti, querido lector
Book tráiler
Epígrafe
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 9
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 28
Capítulo 42
¿Qué te ha parecido la historia?
¿Qué sigue después de esto?
Capítulo 46
Capítulo 47
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 45
Extras
Capítulo 48 [+18]
Capítulo 49

Capítulo 44

21.1K 2.2K 279
By jane_n_johnmest

NATHALIA

La morgue central de Borgoña es un lugar que ni en mis más remotos pensamientos contemplé visitar, al menos no para ver el cadáver de mi propio padre.

No hay casi nadie en aquellos aposentos, excepto algunas pocas personas que se encuentran llorando, en espera de que alguien los guíe hacia alguna habitación fría y desolada para reconocer el cuerpo de algún familiar. Tomo una profunda bocanada de aire y cierro mis ojos hinchados de tanto llorar. No he podido parar desde que Vid soltó esas palabras que estallaron como bomba en mi cabeza, en cuanto mi cerebro asimiló que la situación es real.

Me acerco al mesón de la que parece ser alguna clase de recepción. Mis ojos y pestañas empapadas miran con tristeza hacia la mujer que yace sentada en completa calma, no digo nada, porque ella se percata de nuestra presencia; levanta la vista para observarnos con una sonrisa amigable.

—¿Puedo ayudarlos?

En su rostro puedo notar que su mirada llena de compasión, es solo un gesto fallido que intenta expresar un, "lo siento mucho", pero no es capaz de decirlo.

—Lucas Chardin —Es todo lo que digo.

La mujer me mira confundida y yo no puedo darle explicación alguna, el dolor está consumiéndome de forma lenta y angustiante, como las brasas al carbón y los gusanos a la carne podrida.

—Perdón... —Se disculpa en un tono apenado—. No estoy entendiéndola.

Me cubro el rostro con ambas manos y me largo a llorar entre sollozos que no puedo ser capaz de controlar. Las manos de Daron acarician mis hombros de inmediato y sus brazos me acurrucan en su pecho; no puedo soportar esto. Mi padre se ha ido sin darme la oportunidad de disculparme por todo lo que le hice pasar. Se ha sumergido en un viaje sin retorno y no creo soportar su ausencia, no creo poder soportar la culpa que hay dentro de mí.

Me siento destrozada.

Decirle que lo amo y que siempre ha sido el mejor padre que jamás tendré, ya no será posible. He perdido al único ser humano en este mundo, al que le he importado de verdad, el único que se ha preocupado por darme amor y protección; un padre que estuvo siempre para mí.

Me separo de los brazos del ángel porque no quiero empaparlo con mis lágrimas, paso el antebrazo debajo de mi nariz para limpiar la mucosidad que empieza a soltar, como agua a causa del llanto. Me alejo un poco, dándole la espalda a él y a la mujer que yace en silencio, mientras lloro del mismo modo. Vuelvo a sorber mi nariz. La cabeza me duele y todo lo que deseo en estos momentos, es que esto sea solo una pesadilla de la cual me despertaré, y entonces me daré cuenta de que no es más que eso.

—Queremos saber si el cuerpo de Lucas Chardin está aquí.

Escucho las palabras de Daron a mi espalda. Ruego porque la mujer diga que no, que no se encuentra su cuerpo aquí, que no hay nadie muerto con ese nombre. Pero muy dentro de mí, sé que no será así. Las palabras de Johnvid habían sido demasiadas claras, y a juzgar por el tono en el que las pronunció, sé que no se trata de una maldita broma.

—Oh, claro —responde ella.

Luego escucho el sonido de las teclas del ordenador. El silencio reina en el lugar, a excepción de unos llantos que se escuchan a lo lejos por el largo pasillo. Solo me quedo observando ese camino, sin ganas de querer caminar sobre él. Vuelvo a sorber mi nariz, ya perdí la cuenta de cuántas veces lo he hecho, me giro con los brazos cruzados hacia la mujer y Daron. Ella busca con la vista en la pantalla, hasta que al parecer encuentra lo que está buscando. Mi corazón parece tener vida propia, porque ha abandonado mi cuerpo.

—Lucas Chardin —dice ella—. Sí, se encuentra aquí —continúa y mira a Daron, insegura de querer seguir hablando cuando sus ojos se posan sobre mí—. Hace un par de horas que el cuerpo ha sido traído por el hospital, ¿ustedes son familiares? —Pregunta.

—Ella es su hija —Le responde el ángel.

—Entiendo, por ahora no podrán ingresar a reconocer el cuerpo, porque todavía no termina el procedimiento de autopsia —explica, pero apenas escucho su voz—. Además, necesitamos el certificado de defunción firmado y algún documento que acrediten que ella es familiar, para que puedan ver el cuerpo y les sea entregado.

—¿Dónde conseguimos ese papel? —Pregunta Daron.

—Debemos ir al hospital —musito y él voltea a verme.

—El cuerpo lo trajeron del Centre Hospitalier Bourgogne, deben pedir ahí el acta y traerla legalizada —agrega la mujer.

Limpio mis ojos de los restos de lágrimas que han quedado y la miro.

—¿No hay ninguna posibilidad de verlo ahora? —Ella niega con la cabeza y el corazón se oprime cada vez más en mi pecho—. Solo quiero despedirme... —digo en tono de súplica.

—Nathalia... —escucho la voz vaga de Daron y dirijo mi mirada hacia su rostro—. No tiene que ser hoy, ha sido suficiente.

Sus ojos verdes me observan con lástima y me odio, porque no me gusta llorar frente a nadie.

—Lo siento señorita, pero no puedo ayudarla hasta que traigan los papeles.

Aprieto los dientes y cierro los ojos para no perder el control. Sin duda este ha sido el peor día de toda mi existencia. No podré ver el cuerpo inerte de mi padre y todo por unos malditos papeles. Peino mi cabello desaliñado, enterrando los dedos de mis manos, en los millones de hebras. Quiero despedirme de él, quiero pedirle perdón, aunque sea demasiado tarde.

—Vamos al hospital.

—Nathalia... —El tono de Daron me suena a advertencia.

—Será hoy —El mío suena a decisión—. No mañana, no después. Será hoy.

Él solo se limita a mirarme sin ninguna expresión en el rostro, más en sus ojos la lástima es palpable. Asiente levemente, dando la aprobación a mi decisión. Miro una última vez a la mujer que nos observa en silencio. Una vaga sonrisa se dibuja en su rostro, pero yo no tengo los ánimos para devolvérsela. Me giro sobre mis talones para salir cuanto antes de ese lugar y si Daron me sigue, no me doy cuenta.

El hospital está repleto de gente y las voces de la muchedumbre que se encuentra regada por los pasillos, me parecen tan molestas en estos momentos. Camino de forma apresurada por el corredor, en donde veo gente sentada llorando y lamentándose, justo como estoy yo. Otras están esperando impacientes y los doctores con sus batas blancas y trajes azules se pasean entre ellos. Busco con mis ojos en donde puede estar la recepción o el mesón de informaciones, hasta que doy con ella. Me acerco tan rápido como me es posible, casi corriendo. Dos mujeres mayores dejan de reír y mirarse cuando se percatan de mi presencia.

—Hola —digo en cuanto capto su atención—. A un hombre llamado Lucas Chardin lo trajeron a este hospital.

Hablo afligida y conteniendo el dolor que quema mi garganta. Cierro los ojos unos segundos para respirar antes de continuar.

—Necesitamos el acta de defunción —interviene Daron.

Abro los ojos y lo encuentro a mi lado, lo observo mientras me devuelve la mirada. Vuelvo mi vista hacia las mujeres, una de ellas se da la vuelta para continuar con lo que sea que estaba haciendo antes de que yo llegara. La otra nos mira y sonríe.

—Deben dirigirse al área de medicina forense —Nos indica en un tono demasiado amable—. Ahí debes dar los datos de la persona y te harán firmar la defunción.

—¿Eso dónde está? —pregunto.

—Al final de este pasillo, debes girar a la izquierda.

—Gracias.

Me doy media vuelta y continúo mi camino por el largo y ancho pasillo. Las mezclas de olores inundan mis fosas nasales y es desagradable; alcohol, desinfectante, cloro, sangre humana y lo que supongo es penicilina; siento que mi presión arterial empieza a bajar a causa del desagradable hedor y la oscura tristeza que me está desgarrando el alma. Me inclino hacia un lado para apoyarme en la pared y no desplomarme en el suelo.

—¿Estás bien? —Una voz preocupada retumba a mi lado —niego con la cabeza.

Intento que mi visión borrosa, el mareo y las náuseas que me están provocando este malestar, desaparezcan. Me siento débil y a punto de caer en un síncope. A través de mis ojos empañados, diviso a Daron que deja que me apoye en sus brazos.

—Te dije que esto puede esperar, es suficiente —dice a modo de reproche, pero niego y aprieto los ojos.

Las imágenes bailan frente a mí y comienzo a escuchar las voces y al ajetreado gentío lejanos en mis oídos.

La debilidad que invade mi cuerpo no me deja ni siquiera abrir la boca para exhalar. Los párpados empiezan a pesarme. No quiero desmayarme, solo quiero ver a mi padre y deshacer la culpa que siento en mi alma.

—Te sacaré de aquí.

—No te atrevas... —Le advierto arrastrando las palabras.

—¿Qué le sucede?

Una tercera voz se une y puedo distinguir la bata blanca y el cabello negro de alguien más.

—Me siento mal —musito con la boca repentinamente seca.

—¿Puede cargarla? —pregunta el hombre y supongo que se dirige a Daron.

—Sí.

—Sígame por aquí.

Ya no sé dónde estoy, me siento confundida, aturdida. Entonces pasa, los ojos se me cierran de a poco hasta que todo frente a mi queda en un deslucido y sombrío color.


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