Daron, un ángel para Nathalia...

By jane_n_johnmest

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LIBRO COMPLETO✓ Una joven normal, con una vida normal. Abandonada por su madre, pero amada y protegida por su... More

Sinopsis
Para ti, querido lector
Book tráiler
Epígrafe
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 9
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 28
Capítulo 42
¿Qué te ha parecido la historia?
¿Qué sigue después de esto?
Capítulo 46
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Extras
Capítulo 48 [+18]
Capítulo 49

Capítulo 47

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By jane_n_johnmest

Eres una víctima de tu propia mente. ❞

DARON

El sol ha llegado a su cúspide y el extraño objeto —del que no recuerdo el nombre—, se encuentra colgado en la pared, su color caoba brilla, mientras aquellas agujas marcan el número doce. El ruido de la cocina de la pequeña y acogedora casa de paredes blancas tiene a Lyron en su máxima irritación. Sus ojos están inyectados de rabia y profundos deseos de cometer un arrebato, su evidente desprecio hacia los humanos es más fuerte que cualquier otra cosa, y no comprendo entonces, por qué su anhelo de venir aquí y parecer uno de ellos.

La chica pálida de ojos almendrados, cabellos completamente negros y sonrisa radiante se hace presente en el pequeño salón adornado con asientos acolchados de un color turquesa brillante. Trae en sus manos una bandeja y en ella objetos desconocidos para mis luceros, aunque en mi memoria la familiaridad es una sensación que se asoma.

Mi entrecejo se arruga y Lyron nota mi consternación.

La chica toma asiento junto a mí y sus ojos viajan hacia mi mala compañía, y luego vuelven a posarse sobre los míos. Me muestra su enorme sonrisa, pero simplemente la observo con curiosidad.

El Creador no ha hecho mal su trabajo, sus hijos de la Tierra son casi perfectos como sus hijos del Coelum.

En los ojos de la joven yacen intenciones perversas y el brillo excesivo en ellos la delatan sobremanera.

—Supongo que tienen hambre —su voz es un poco desagradable y nada melodiosa como he pensado.

En efecto, tengo hambre, pero no es de ese tipo insignificante en la que comes pan y bebes vino. Tengo hambre de explorar lo desconocido, de empaparme del comportamiento de estos frágiles pedazos de carnes andantes; de comprender sus anhelos, sus emociones y sus actitudes. Hambre de saber cómo ser como ellos.

—Mucha —responde Lyron, con una sonrisa encantadora en su faz.

Él parece no estar afectado como yo, para él las cosas le son familiares y puedo deducir el porqué. Siempre tuvo la dicha de estar aquí, de convivir más con los humanos, de observarlos más de cerca y es por ello por lo que, tal vez, sus conocimientos no son estropeados por la ignorancia. En cambio, yo, nunca había estado aquí y se me está castigando con la inopia.

Mi altanería me ha privado de lo más sagrado que se puede tener, el conocimiento puro de las cosas. Pero Lyron dice que pronto volveré a tenerlo.

—¿Y a qué fiesta de disfraces asistieron? —Ella contempla las alas en nuestros regazos, haciendo caso omiso de las manchas rojas en ellas y en nuestras vestimentas.

—Fue en el bosque —contesta Lyron—. Una fogata de disfraces. Nuestro auto se quedó sin combustible y tuvimos que caminar prácticamente toda la noche. Tu casa fue lo primero que vimos al final de la carretera, por suerte.

Él luce encantador con la joven, tanto que llega a inquietarme. Ella lo aprecia con tanta vehemencia, como si nunca en su vida hubiese visto algo parecido y me imagino que así ha sido. En ningún momento deja de sonreír, y me parece tan curioso el hecho de que él tampoco deja de hacerlo.

—Cuando era adolescente solía ir a esos tipos de fiestas —agrega la chica como si recordarlo la reconfortara—. ¿Y sus zapatos?

Ella fija sus ojos en forma de almendra en mis y luego en los de Lyron.

—No los quitamos y entre todo el gentío, los perdimos.

Él tiene respuesta para lo que sea que ella le pregunte.

La joven me mira, pero no hago más que observarla con cautela y sin ningún tipo de gesto, al contrario de Lyron, no me apetece ser angelical con ella.

—Deberían curar esos pies, se ven bastante lastimados.

—Caminamos más de lo planeado —dice él—. Si pudieras ayudarnos con eso, sería grandioso.

—Será un placer.

Luego acompaña sus palabras de una risa forzada y llena de sobre encanto exasperante, sin quitar sus ojos de mí.

Lyron rueda los suyos en señal de fastidio, ante las palabras y la manera persistente de la chica para parecer agradable.

—¿Vives sola aquí? —mi compañero se apresura a cambiar la conversación tan pronto como le es posible.

—Sí, desde los dieciocho —responde orgullosa y sin ningún problema.

Entonces él me dedica una rápida mirada perversa, mientras una media sonrisa repleta de falsedad se dibuja en su cara. Ahora soy yo, quien rueda los ojos con la miseria postrada en ellos. No me gusta su plan para con los humanos, ni tampoco su deseo obstinado de llenarse aún más de pecado.

—Sabes Isabelle, vivimos un poco lejos de aquí y nos tomará unos días conseguir combustible y volver a casa...

—Pero tengo auto —presume ella—. Puedo llevarlos si gustan, no es ningún problema para mí.

La cólera se instala en el rostro de mi compañero, en un gesto cínico; una sonrisa de labios apretados, forzados a quedarse cerrados para evitar decir algo inapropiado.

Sus ojos escrutan los de la chica y ella parece encontrar algo que le asusta en ellos, puesto a que guarda silencio y de repente como si supiera lo que Lyron le pedirá; y sin dejar que él termine de comunicarle su deseo, ella empieza a asentir con un gesto de su cabeza.

—¡Claro! —chilla.

Lyron tiene un plan y me lo hace percibir tan solo con su fría y oscura mirada.

Quedarnos aquí.

Sus mentiras no nos llevarán a nada bueno y viniendo de él, todo será caos para esta pobre y frágil humana que no tiene idea de quienes somos.

Ella observa el extraño accesorio que se encuentra amarrado a su muñeca. Sus labios se cierran en un pequeño círculo, está sorprendida y la observo en silencio ponerse de pie.

—Tengo que ir al centro, pero no tardaré —avisa—. Traeré un par de cosas para que puedan curar sus pies.

—No te preocupes, te esperaremos.

La chica toma una clase de bolsa y la cuelga sobre su hombro, me sonríe ampliamente por última vez y luego sale por la puerta de madera blanca, sin preocuparse por dejar a dos extraños en su hogar.

El silencio se hace notar una vez que la joven desaparece de nuestro campo de visión, la quietud reposa a nuestro alrededor, mientras Lyron se levanta sin prisa alguna para observar por el hueco llamado ventana, como si fuera un centinela. Suelta con altanería el pedazo de tela que cuelga cubriendo el hueco tan perfectamente hecho, y observa nuestro alrededor con repulsión.

—Debemos quemar las malditas alas —dice—. Buscaré un encendedor en la cocina.

—¿Encendedor? —interrogo.

—Cajita con palitos que usan los humanos para hacer fuego —explica volteando a mirarme.

Evidentemente, es más sabio que yo, en lo que respecta a los humanos. Su sabiduría acerca de estas criaturas que tanto han profesado ser nuestra perdición, sobrepasa la mía con demasía. Ha aprendido todo acerca de la Tierra y sus criaturas, que no resulta sorprenderse o maravillarse con nada, en cambio, para mí, todo es tan desconocido y me resulta tan extraordinario.

—La humana siente ese sentimiento que llaman "amor" —dice, mientras se encamina hacia la otra estancia—. Aunque más que eso, solo quiere revolcarse contigo.

Sé lo que es el amor, el amor hacia nuestro Creador; un amor que se alinea con el corazón y el alma para poder cumplir su voluntad.

¿Pero qué es «revolcarse»?

—Aquí están —su voz viaja con claridad desde donde se encuentra hasta donde estoy.

Luego se deja ver nuevamente sosteniendo en su mano una pequeña caja, mientras nota mi confusión.

—El amor aquí, es como la devoción de los ángeles hacia la cosa esa —dice a modo de explicación y refiriéndose al Creador con desprecio.

—¿Por qué ella sentiría devoción por nosotros? —cuestiono.

—Porque así son los humanos, Daron. Son patéticos, todo lo quieren tener en sus manos, quieren ser dueños de absolutamente todo lo que pueden ver, tocar, incluso escuchar, y para conseguirlo suelen utilizar el amour o las mentiras. Son capaces de cosas aberrantes con tal de conseguir lo que se proponen.

—¿Y qué ella quiere conseguir?

—Fornicar —contesta sonriente—. Revolcarse, más contigo que conmigo.

Dicho eso, mi compañero sale de la estancia con la pequeña caja y su par de péndolas en manos.

Me pongo de pie para seguir su marcha, entonces antes de salir por la puerta, leo en un papel decorado con paisajes la palabra calendrier, seguido de unos números: 1993.

Soy llamado por el humo que sobresale en el lugar, al acercarme puedo ver la inmensa llama y en ella el par de alas que ya tienen un color oscuro, chamuscarse en el fuego.

Otra vez observo con temor las mías y luego a las llamas.

Quemarlas no solo significa abandonar mi conexión espiritual con el Coelum, no solo es la razón de ser condenado, también es abandonar la posibilidad de ser redimido en cualquier momento y poder volver. De poder usarlas para ayudar. Así que, con la prudencia que dispongo, remuevo dos plumas que aún se mantienen en su color alba y vibrante; las guardo en la cintura de mi pantalón de lino.

Lyron se gira para observarme con una sonrisa de triunfo.

Si sabe que he hecho tal cosa, es capaz de querer armar una rebelión contra mí y carezco de humor y fuerzas para eso.

—¡Adiós Cialac, adiós vergel! —grita, victorioso—. Ya tira esa maldita basura.

Su alusión hacia el peso que he cargado toda mi existencia sobre mi espalda hace que mi semblante se endurezca por su falta de tacto, lo observo con desagrado y me encamino hacia el fuego sin decir una sola palabra; las lanzo inmediatamente cuando mi cuerpo y rostro perciben el calor de las llamas demasiado cerca.

—Adiós problemas y bienvenido al mundo, mi querido Daron.

Su voz tiene ese ápice de orgullo oculto en sus blasfemas palabras, pero para mí, el orgullo de haber quemado una parte de mi ser no tiene ninguna pizca de satisfacción. Ningún ápice de júbilo.

—Cuando vuelva Isabelle, completaremos nuestra adaptación aquí —dice con una sonrisa.

—¿Completarla? —un surco de confusión se dibuja en mi entrecejo.

—¿Cómo crees que Cialac obtuvo todo su conocimiento sobre este mundo y la humanidad? ¿Cómo crees que yo puedo saber tanto y tú no? Necesitas, con demasiada urgencia, dejar de ser tan purito.

Yo sabía cómo todos, que los arcángeles poseían una sabiduría mucho más allá de la que poseemos los simples guardianes que, al contrario de ellos, debemos aprender a comprender a los seres a los que el Creador nos ha confinado.

—Por su larga vigilia —respondo.

Lyron lanza una exagerada carcajada, dejándome claro que lo que acabo de decir no es lo que realmente cree.

—Nunca me dejé lavar el cerebro por las palabrerías de los arcángeles, son tan hipócritas como lo es el mismísimo Diablo.

—¿Y entonces de donde procede su conocimiento, según tú?

—De haber fornicado con una hija de la Tierra —sonríe con malicia—. Eso fue lo que le reveló todo el conocimiento que tiene sobre esta Tierra, y yo hice mi propia investigación. Es la única fuente que puede despojarnos de lo incomprensible.

—¿Dices que todos han fornicado para tener su sabiduría?

—No, lo que digo es que, cuando un ser del Coelum viene aquí, olvida todo. Es como pasar por un borrador. Quedas limpio, reseteado a menos que ya hayas fornicado con una humana, no todos lo hacen, pero si varios.

—Fornicar con las hijas de la Tierra se nos está prohibido.

—Es lo que ellos nos han dicho siempre, ¿crees que Lucifer fue enviado al infierno por rebelde y nada más? —me mantengo en silencio—. Fue enviado, porque tu querido señor, no tenía quien cuidara de sus malditos infiernos, así que decidió tomar a siete arcángeles, entre ellos al hermano mayor de todos, y enviarlos allí —suspira—. Las cosas que ellos han hecho son las que nos prohíben a nosotros, nos han hecho pensar que son tan impuras y terribles, cuando en verdad no lo son.

Cialac siempre ha sido el arcángel que más énfasis ha puesto en recalcarnos miles de veces lo que se nos tiene prohibido hacer en este lugar, y con las criaturas que aquí habitan. Sin embargo, saber que él ha sucumbido ante lo que siempre ha advertido, me llena de una avidez de codicia.

—Ya no estamos en el maldito vergel, Daron, así que ya no tenemos nada prohibido. Ahora decidiremos qué hacer y que no. Por mi parte, me nutriré de más, porque al igual que tú, deseo conocer absolutamente todo. A eso hemos venido.

Aunque me negara a verlo y a admitirlo, tiene razón; ese deseo también yace innato en mí. También quiero conocer todo, poder comprender cada cosa, pero, sobre todo, poder comprender a los humanos.

No voy a decir que no, porque es la primera experiencia que mi espíritu tendrá. A pesar de que muy en el interior, me grita con euforia que no debo navegar por esas turbulentas aguas negras. Pero no hay marcha atrás una vez que te dejas sucumbir, aunque eso pueda llegar a consumirte de una manera inimaginable y de formas que pueden llegar a ser incomprensibles para tu propio raciocinio. 

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