Daron, un ángel para Nathalia...

By jane_n_johnmest

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LIBRO COMPLETO✓ Una joven normal, con una vida normal. Abandonada por su madre, pero amada y protegida por su... More

Sinopsis
Para ti, querido lector
Book tráiler
Epígrafe
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 9
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 28
¿Qué te ha parecido la historia?
¿Qué sigue después de esto?
Capítulo 46
Capítulo 47
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Extras
Capítulo 48 [+18]
Capítulo 49

Capítulo 42

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By jane_n_johnmest

NATHALIA

Han sido semanas muy duras y tristes, no he visto a Johnvid desde que se fue sin despedirse el día en que me confesó sus sentimientos. Volví a la universidad, pero ni siquiera estoy prestándole la atención que amerita, hago las cosas porque sigo respirando y por cumplir con las obligaciones.

Traté de buscar un trabajo, pero Lucas se negó y desde entonces viene casi a Diario para visitarme, me deja dinero siempre, el cual le rechazo, pero es en vano porque termina dejándolo sin que me dé cuenta de ello.

Despierto de lo que ha sido mi siesta, arropada de pies a cabeza, había tenido un día largo y cuando llegué a la casa, lo primero que hice fue quitarme los zapatos y lanzarme debajo de las sabanas, aun sabiendo que tengo mil cosas por hacer para la universidad.

Tomo asiento sobre la cama y pongo mis pies sobre el suelo, una sonrisa amarga se me viene a la boca. Me siento terrible por haber sido tan dura con Johnvid al momento de decirle las cosas sin tapujos, o siquiera con un poco de tacto, pero no puedo permitir que se siga haciendo ilusiones con algo que no pasará entre nosotros. Lo extraño y debo hablar con él, no podemos seguir de esta manera.

Camino hacia al baño, arrastrando mis pies sin ganas para deshacerme del sudor que mi cuerpo ha acumulado durante el sueño. Me contemplo en el espejo y no sé por qué, el recuerdo de Daron viene a mi memoria, aprieto los ojos, al recordarme en sus brazos.

Tomo la toalla y procedo a quitarme la ropa con desánimo. El recuerdo del momento en que él me rechazó cuál diabético a un pedazo de bizcocho, todavía retumba en mi cabeza y mi dolido corazón se recoge en mi pecho. Mi orgullo y alma se sienten heridos y eso se refleja en mi exterior, en mi mirada triste y en mis pocas ganas de seguir respirando. Tendré que hacerme a la idea de que lo perdí para siempre, de que la oportunidad de amar a alguien como él se ha esfumado por completo, y que no volveré a verlo ni siquiera en mis pensamientos.

Doy el agua de la ducha para esperar a que se temple y mientras el pequeño baño se llena de vapor, limpio con la palma de mi mano el pequeño espejo que yace encima del lavamanos. Me echo un vistazo, la chica de un ojo azul y otro marrón, me mira del otro lado con la tristeza tatuada en su pálido rostro. Suelto un suspiro al mirarla una última vez, porque siento lástima de ella.

Me meto debajo del chorro de agua y dejo que esta recorra mi cuerpo, la sensación sencillamente es de lo más agradable y reconfortante en estos momentos. Me quedo un buen rato ahí, con los ojos cerrados y pensando que, no importa lo que diga mi padre, necesito un trabajo para poder ocupar mi mente, porque estudiar no me está funcionando.

Cierro la llave, exprimo mi cabello para sacar el exceso de agua y me percato de lo mucho que ha crecido durante estos últimos meses. Lo envuelvo en la toalla y vuelvo a limpiar el espejo empañado y me echo otro vistazo, como si esperara que con la ducha mi rostro haya cambiado, pero no, ahí sigue. Demacrado y con dos círculos negros bajo los ojos.

Salgo del baño en busca de otra toalla para el cuerpo y luego regreso para lavar mis dientes. Al terminar retorno a la habitación, para buscar entre los trapos que tengo por ropa algo decente que ponerme. Me visto con un pantalón negro, una blusa manga largas de color blanco; me calzo las converse rojas de siempre.

Voy rumbo a la cocina, caminando entre el silencio y la paz que me rodea, no se escucha ni siquiera el ruido de las aves y me siento abandonada en esta calma tan impaciente. Cuando estoy a punto de llegar a la cocina mis pasos se detienen y mi cuerpo se queda inmóvil. Mis ojos se encuentran en alerta y parece que en cualquier momento una mosca se abrirá paso en mi boca. Sobre la barra de desayuno, hay tostadas, jugo y fruta picada. Me acerco cautelosamente para ver si hay alguien más, pero no logro ver a nadie.

¿Qué es esto?

Pienso en Johnvid y de nuevo me siento culpable, seguro ha viajado hasta acá temprano para hacerme el desayuno, porque sabe que no tengo nada en la despensa. Él siempre se preocupa de mí y yo siento que no le correspondo como debo. Entonces pienso en las palabras de Daron: tienes a Lysander. Está enamorado de ti. Quizá debo hacerle caso y hacer mi vida, pero no con Johnvid sino con alguien más.

¿A dónde habrá ido? Tomo asiento en una de las sillas.

Quiero esperar a Vid para agradecerle por este magnífico desayuno, pero la verdad es que tengo mucha hambre y el estómago me reclama al ver tanta comida junta. Empiezo por probar una de las tostadas, parece estar recién hecha y mi estómago agradece aquel pedazo de pan, nunca he encontrado una tostada tan deliciosa como esta. Después sigo con la fruta, pruebo el jugo que está exquisito.

Escucho la puerta principal abrirse y me pongo de pie inmediatamente, con la boca llena de comida. Mastico de manera apresurada para tragar antes de decir cualquier cosa.

—Gracias por el desayuno, Vid —digo cubriendo mi boca con una de mis manos—. No tenías por qué molestarte, mucho menos consentirme —sigo hablando, mientras camino hacia su encuentro.

Termino de tragar, entretanto pongo una mano sobre mi pecho; tengo una sonrisa en los labios. Limpio las comisuras de mis labios antes de levantar la vista hacia él, pero al hacerlo la sonrisa se borra de inmediato de mi rostro.

—No es nada, pero no es Lysander quien te está consintiendo, mon amour —responde con su hermosa voz.

Aquella voz ronca y sensual, mientras me sonríe y en sus mejillas se marcan dos hoyuelos alargados. Estoy tan sorprendida, como anonadada. De repente siento un calor recorrerme desde los pies hacia la cabeza. Mi corazón late acelerado y en el estómago siento mil cosas.

¿Esto es un producto de mi imaginación? ¿Una broma cruel de mí, para mí?

No sé qué decir, me quedo petrificada.

Pensé que se había ido para siempre, que no lo volvería a ver, sin embargo, aquí está, frente a mí con su hermosa sonrisa y esos ojos verdes que brillan con luz propia. Está aquí y no sé qué demonios hacer o decir al respecto. Seguro estoy soñando.

—Esto es un sueño —murmuro, apretando los ojos.

—No, mon amour, no lo es.

Vuelvo a abrir los ojos, para seguir viéndolo frente a mí.

—Tú... —Apenas me salen las palabras.

Trago saliva.

—Yo —afirma con una de sus cejas arqueadas.

Las piernas empiezan a temblarme.

—No.... no entiendo —Mi gesto se contrae en confusión—. ¿Qué haces aquí, Daron?

—Aquí vivo —contesta.

Pasa por mi lado y se dirige a la cocina.

A veces admito que mi coeficiente intelectual no es el mejor, pero tampoco soy una burra y la verdad no estoy comprendiendo.

Me doy media vuelta y lo sigo.

—¿Vives? —pregunto.

Eso me suena a presente. Deja el par de bolsas que trae colgando a los lados de sus dos manos, encima de la cubierta, luego se da la vuelta para darme la cara. Se cruza de brazos y me mira directamente a los ojos. Me siento intimidada, como la primera vez que nos vimos.

—¿No querías que volviera? —cuestiona expectante—. He venido para quedarme. Lo que no significa que tengas que irte —explica.

El corazón comienza a palpitarme con apremio, percibo el calor recorrer mi cuerpo y pienso que en cualquier momento voy a desmayarme. De forma cautelosa me pellizco el brazo, pero eso me ha dolido en verdad. Daron juntan sus cejas y luego sonríe con diversión.

—No es un sueño, ¿de verdad no me crees? —dice.

Acaricio mi brazo para aliviar el dolor provocado por mi insensatez. Se acerca a mí y toma mi mentón entre sus dedos con delicadeza, fijando mi mirada en sus inevitables ojos verdes esmeralda.

—Vengo a quedarme contigo, mon amour —Sus palabras salen a modo de susurro y la piel se me eriza en cosa de segundos.

¡Oh santa madre de la papaya! ¡Su voz es tan ardiente cuando susurra! El corazón me baja a la entrepierna, aunque no se vea y parezca algo imposible; sus palpitaciones me hacen estremecer.

—Deja de jugar conmigo, caído perverso —digo rápidamente y me suelto de su agarre.

Lo escucho reír con esa voz tan particular suya, que me es inevitable ignorar el cosquilleo que estoy sintiendo en mi entrepierna. Le doy la espalda, para ocultar el rojo carmesí de mis mejillas.

Hoy hace calor en exceso.

—Caído perverso —repite coquetamente.

Qué me pasa, que no puedo controlar lo que estoy sintiendo ahora mismo cada vez que habla.

—Ese apodo me gusta, es sexi y ardiente, como tú y yo —mantengo la respiración—. No es un juego, Nathalia —aclara—. Vengo a ser completamente tuyo.

Me cruzo de brazos y me giro para contemplarlo.

—Claro que sí. Tú aceptaste irte a donde perteneces y me dijiste que no podías volver, que no podías quedarte y que yo había dicho las cosas muy tarde —arqueo una ceja—. Y ahora te apareces de la nada y me dices que te quedarás, ¿a qué estás jugando? ¿Qué es eso de que vas... a hacer mío? —Eso último me hace titubear.

—Depende a que quieres que juegue —Su lengua moja su labio inferior y su mirada coqueta me escruta—. Y lo de ser tuyo, es literal. Quiero ser tuyo, para siempre.

¡Maldita sea!

—Estoy hablando en serio, Daron —agrego fingiendo molestia.

Pero muy dentro de mí, mi corazón está saltando en una pierna, mientras se mueve al ritmo de la canción más pegadiza del mundo. De la misma forma, el miedo se impregna en mí. No quiero que esto sea solo un sueño, ni una jugarreta de mi mente. No quiero que sea solo un espejismo, ni una fantasía. Últimamente en eso es en lo que se ha convertido mi vida.

—No estoy jugando contigo, vine solo por ti, para quedarme a tu lado —Se acerca y toma mi rostro entre sus manos—. Mi amor por ti es lo que me tiene aquí. Siento mucho haberte lastimado antes, nunca fue mi intención herirte si es que lo hice, suplico tu perdón.

—Es que... —balbuceo y pienso en algo bastante cruel que decir—. Yo ya le he dicho que sí a Vid, como tú me pediste que lo hiciera.

Lo digo sin quitar la vista de sus ojos, buscando algo en su mirada que me indique que lo he herido igual que él a mí, pero no hay nada, más que unos ojos risueños y una sonrisa cerrada.

Una carcajada estruendosa sale de lo más profundo de su garganta.

—Ya quisiera Lysander que eso fuese cierto.

—¿Por qué no puede ser cierto? —ladea ligeramente la cabeza y me mira aún sonriente.

—Porque si fuera cierto, no estarías sola y triste, tus ojos no me dirían lo contrario. Tú no quieres intentar nada con él, lo quieres hacer conmigo —afirma con seguridad—. Y cuando digo hacer conmigo, incluyo todo —guiña un ojo.

Mi boca se abre ligeramente y la siento seca.

Que descarado. ¿Es posible que alguien te haga sentir tan fuera de sí con solo unas simples palabras?

—Me lastimaste, rompiste mi corazón —agrego.

—Lo sé, pero tú lo hiciste primero —Se defiende—, sin embargo, me estoy disculpando. Te has convertido en mi predilección, Nathalia y te lo dije una vez, aunque no explícitamente, porque no podía describir el sentimiento en ese entonces —vuelve a acercarse más a mí—. Te lo seguiré diciendo una y mil veces si es necesario. Mi amor por ti no es cosa de meses, ni días, ni siquiera es de años. Y sí, puedes decirme que es una locura, que es imposible, pero no lo es en lo absoluto. Nathalia Amelie Chardin, soy capaz de adorarte con cada parte de mi ser, con cada centímetro de este inerte espíritu y no puedes cambiar eso, porque soy tuyo hasta que mi espíritu sea consumido.

Estoy en silencio, escuchando con atención cada una de sus palabras, tan explícitas como hermosas. Los ojos empiezan a picarme, pero no quiero llorar frente a él. El pecho me duele al escucharlo y al ver como sus ojos me miran fijos con cada palabra que dice. La garganta se me aprieta y sin poder evitarlo, los ojos se me humedecen.

¿Qué clase de verdad tan hermosa es esta? Realmente me ama y he pensado que eso era imposible. Me gusta, me hace inmensamente feliz, porque yo también lo amo de la misma forma.

No tengo que esperar más para hacer lo que quiero, no tengo que pedirle permiso o aprobación a nadie. Lo atraigo hacia mí, sujetando su cuello, con mis pies en puntillas y me abalanzo contra sus labios. Él me toma de la cintura y me levanta con fuerza facilitando la acción, me aprieta contra su cuerpo, haciéndome sentir parte de él. Enredo mis piernas en su cuerpo y lo beso como si no quisiera apartarlo de mí.

Es un beso suave lleno de amor, dulzura y rebozado de la pasión más frenética. Portentoso sabor a felicidad. No quiero dejarlo, no quiero que se vaya nunca más.

Entierro mis dedos en sus cabellos rubios dorados, abrazándome todavía más a su cuello, dejándole claro que no le voy a permitir abandonarme nuevamente.

No estoy dispuesta a perder esto, mucho menos aceptar una despedida.

Un gemido se escapa de mí, cuando nos separamos por unos segundos y pego mi frente a la suya, mientras jadeo con los ojos cerrados y la sonrisa ensanchada.

—No te atrevas a dejarme otra vez... —susurro con la respiración entrecortada—. No vuelvas a irte —Mi boca yace junto a la suya.

—¿Y perderme esto? No lo creo —Sus labios vuelven a asaltar los míos y en su paso por abandonarlos, su lengua danza con la mía y sus dientes mordisquean mi labio inferior.

Abro los ojos y me encuentro con su verdosa mirada. Me siento desnuda ante ellos y quiero estar desnuda ante ellos.

—Nos pertenecemos, mon amour. Yo soy tuyo y tú puedes ser mía. Dejarnos ir ya no es una opción —Me susurra al mismo tiempo que acaricia mi cabello y su frente está unida a la mía.

La emoción está palpitante en mi rostro.

—Et si je ne veux pas être à toi? ¹

Echa la cabeza hacia atrás, ríe y luego dice:

—Cuando veas lo que soy capaz de hacer, no volverás a decir eso.

Solo me preocupo por abrazarlo y sentirlo cerca de mí.

Él ya no se irá, ya no me dejará y yo finalmente puedo ser feliz.

A la basura mi orgullo, al diablo mi caparazón; ya no quiero hacerme la fuerte, ya no quiero fingir ser una perra sin corazón, cuando si tengo uno que late bastante fuerte y es incluso capaz de hacerme sentir las emociones más incomparables.

—No vuelvas a llamarme Amelie —digo entre sonrisas—. Si lo haces te quedarás sin lengua, lo juro.

—Si me la quitas, no te podré enseñar los trucos que puedo hacer con ella.

Ahora soy yo quien ríe.

—Basta, ¿puede un ángel ser tan perverso?

—Vous ne pouvez pas imaginer combien. ²


_________________________

¹ ¿Y si no quiero ser tuya?


² No te puede imaginar cuánto.


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