Octubre 24, 2017.
R A C H E L P R I C E.
—¿Quieres venir? —dejo caer la toalla que envolvía mi cabello mojado.
—¿A tu casa? Maldición, si —río.
—Apartamento —corrijo.
Hace mucho que no tengo una casa.
—Maldición, sí, de nuevo.
—Fantástico, te veo aquí —respondo antes de colgar.
Cuando bajo, Mel acerca un bowl de palomitas hacia mi. Lo tomo y voy hacia el suelo.
—Ey Brent —llamo—. Krystal ha ido a pedir empleo en el roast.
—¿Y qué ha pasado?
—La han contratado. Ya sabes, necesitarán a alguien para cuando me vaya y hasta yo creo que Krystal es ideal para el puesto.
Él asiente convencido—. Eso creo.
Mel regresa de la cocina—. He ordenado pizza, ¿de qué hablaban? —se deja caer a un lado mío.
—De Krystal.
—Del roast.
Respondemos ambos al mismo tiempo. Mel nos mira de forma sospechosa a ambos, pero no digo nada, porque al fin y al cabo, si hablábamos de ambas cosas.
El timbre suena evitándonos pasar por su interrogatorio.
—Yo no —ésta vez ha sido Mel quien lo ha dicho conmigo.
Brent rueda los ojos cuando se levanta para abrir la puerta.
—La pizza ha llegado rápido.
Le lanzó una mirada inocente.
—Oh no, ¿ahora qué hiciste? —dice antes de abrir la puerta.
—Ey... ¿quién eres tú?
—¡Déjalo pasar! —grito.
—Lo mismo podría decir —escucho el murmullo de Eiden.
—Pasa, adelante, ven, ven —le doy palmadas al piso a un lado de mi —donde no está Melanie—. Siéntate, Stranger.
—Bienvenido a la boca del lobo —comenta Brent antes de sentarse cerca de Mel en el sofá.
Alza una ceja interrogativa ante mi. Me encojo de hombros.
—¿Quiénes son? —susurra para mi, pero mis dos rubios la escuchan.
—Por favor, ¿quién eres tú?, sería la pregunta indicada. Nosotros somos sus hermanos.
Río—. Eso —concuerdo—. Chicos, él es el bajista del grupo que está tocando en el roast.
Parece haber puesto atención a mi peculiar presentación en la que he obviado la pequeña parte en la que revelaba mi encuentro casual con él hace unas semanas.
Ellos saben que no estuve sola esa noche, y absolutamente que no apresuraré el momento en que sus mentes unan los puntos. Una sonrisa pícara se cuela entre mi rostro al pensarlo pero la reprimo, aunque él lo ha notado justo un segundo antes y ahora me miran como si quisieran decir "¿qué escondes?".
—Eiden, ellos son Melanie y Brent.
—Melanie, un gusto —el rostro serio de Brent cuando estrecha su mano con él es tan graciosa que mi amiga y yo terminamos carcajeándonos.
Eso parece quitar un poco la tensión cargada en el lugar.
—¿Vamos a ver películas o qué? —atraigo su atención y Mel se adelanta a la pantalla.
[...]
Sus ojos buscan los míos a través de la neblina que el alcohol produce en mi mente.
—Yo nunca, nunca —pronuncia cada palabra con una lentitud desesperante—, he estado borracha y he terminado en la cama de un desconocido.
Es como si quisiera conseguir un efecto en mi, y oh, maldición que lo logra. Mi piel se ha erizado y por su mirada puedo ver que cree que ha triunfado.
Una parte de mi sonríe, pues al contrario, no ha sido la primera vez que algo así ha sucedido, sin embargo, no lo digo pues eso también significaría admitir que si es la primera vez que esos encuentros duran días después.
Mis ojos se encuentran fijos en los suyos. Llevo el vaso hasta mi boca y lo vacío de un tirón. Él no emite palabra ni movimiento.
Por el rabillo del ojo observo como Brent también toma.
Mi enfoque es total hacia él cuando hablo:— Yo nunca, nunca, me he acostado con nadie que no me haya atraído antes —al parecer, mi respuesta le impacta levemente, su comisura se estira.
Nadie bebe.
Es el turno de Mel—. Yo, nunca, nunca, he estado enamorada —resoplo. Le doy una sonrisa enternecedora. Ella sabe que amo su pureza.
Todos beben menos yo.
Eiden se ha tensado, mi falta de respuesta parece darle algo en qué pensar, sostengo su mirada cuando parece repasarme.
Ahora un destello en el iris azul de sus ojos ha cambiado, me ve como si fuera su presa.
Sin embargo, eso parece atraer a mi traicionero cuerpo; mis labios cosquillean en su ausencia y disfruto el escalofrío que recorre mis nervios.
—Yo nunca, nunca, me he enamorado de mi mejor amiga —una parte de mi cerebro apenas registra sus palabras. Pero eso es suficiente para mantenerme alerta.
Melanie se tensa y noto la estupefacción en su rostro. Desconozco con certeza si habla de ella o de mi, pero mis dudas se disipan cuando logro ver el anhelo con el que sus ojos la envuelven.
No digo nada, a pesar de sentirlo como una revelación importante, no lo hago. No me corresponde.
Y sobretodo, porque cuando regreso la vista al pelinegro sus labios se reúnen con los míos y ocupa todo espacio en mi cerebro.
Otro destello de su cuerpo sobre el mío penetra en mi mente, los momentos de esa noche se introducen en mi memoria poco a poco cada vez que lo tengo de ésta forma.
Su mano envuelve mi cabello dirigiéndome a su boca y yo tomo con fuerza el dobadillo de su camisa. Un jadeo ronco lo abandona cuando paso mis uñas por su torso. Siento su estremecimiento e internamente me alegro de no ser la única.
[...]
En un momento dado de la noche, no soy capaz de distinguir ni siquiera las palabras —o más bien dicho borboteos—, que salen de mi boca.
—Y entonces, ella-ella- quería un con-con —dudo—, ¿conejo?, ¿querías un conejo Mel?
Ella ríe y rueda los ojos—. Estás súper borracha ahora mismo, Rachel.
Me quejo.
—¿Ess-estoy borracha, Eid?
Él suelta una estrepitosa carcajada y rodea mis hombros.
—Claro que no, hermosa.
Me volteo hacia Mel—. ¿Porqué me has mentido, Melanie Walker? ¿Qué te he hecho para que me trates así? —hipo.
Ella ríe.
—¿Qué tonterías están saliendo de tu cabeza ahora Rachel? —interrumpe Brent.
—Calla rubio, nadie quiere tus calabazas.
Melanie vuelve a reírse esta vez más fuerte y yo entrecierro los ojos hacia ella para lograr verla con claridad.
—Mis calabazas son las mejores del rancho —contraataca él en tono infantil.
—No puedo con ustedes —entrecortada por la risa habla Mel.
—Eiden, Melanie se está burlando de nosotros —hago un puchero.
—Oh, definitivamente que si —concuerda ella—. Y mañana probablemente también.
—Ohm-jum —me quejo. Me dejo caer en el regazo de Eiden. Mi cabeza da vueltas un momento.
—Me-elanie —dice Brent.
—¿Uhm? —. Ella voltea justo cuando Brent se ha acercado. Parece ser la única de nosotros cuerda aún.
Toma un mechón de su cabello—¿Porqué eres tan hermosa? —susurra, un segundo después sus labios presionan los de ella.
Abro los ojos ante eso. ¿Qué estoy viendo? Un dolor de cabeza me invade recordando el alcohol en mi sistema, impidiéndome razonar.
La mano de Eiden acaricia mi cabello de arriba a abajo. Me acurruco más hacia él cuando el sueño parece ser lo único capaz de luchar contra el dolor.