Daron, un ángel para Nathalia...

By jane_n_johnmest

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LIBRO COMPLETO✓ Una joven normal, con una vida normal. Abandonada por su madre, pero amada y protegida por su... More

Sinopsis
Para ti, querido lector
Book tráiler
Epígrafe
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 9
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 28
Capítulo 42
¿Qué te ha parecido la historia?
¿Qué sigue después de esto?
Capítulo 46
Capítulo 47
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Extras
Capítulo 48 [+18]
Capítulo 49

Capítulo 38

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By jane_n_johnmest

NATHALIA

No sé cuánto tiempo llevamos corriendo, pero lo hacemos tan rápido como podemos y sin mirar atrás en ningún momento. Corro delante de Clya y tengo que admitir que mi estado físico no es el mejor del mundo, he aquí donde me doy cuenta de que no importa que tan delgada o rellena sea, tener un buen estado de resistencia física es importante. La falta de actividad física hace que mi respiración se sienta pesada y el aire que entra a mis fosas nasales lastime mi nariz.

Árboles y más árboles es todo lo que podemos ver, mientras el viento nos golpea la cara y las hojas secas que cubren el suelo, crujen bajo nuestros pies. Intento buscar un camino por donde salir, alguna carretera, pero solo hay un frondoso bosque a nuestro alrededor.

—¡Espera! —Grito, deteniéndome al instante.

Clya detiene su trote detrás de mí y volteo para mirarla, me agarro las rodillas, entretanto intento respirar más lento y pausado. Mi corazón se encuentra en sus pulsaciones más altas, lo puedo sentir retumbar violentamente sobre mi caja torácica y en mi garganta.

—Tenemos que seguir corriendo, Nathalia —Me recuerda sin ninguna dificultad, a diferencia de mí, ella no parece como alguien que ha estado corriendo por su vida.

Trato de recuperar el aliento, pero me es difícil.

—Oye, estoy cansada... —respondo—. Llevamos corriendo mucho rato —enderezo mi cuerpo y contraigo mi rostro—. Soy una humana, debemos descansar —hago una pausa para tratar de calmar mi agitación.

Camino hacia un enorme árbol, entretanto Clya parece no estar tranquila con mi petición. Sé que tiene miedo de que nos encuentre, yo también, pero no puedo seguir corriendo; las costillas me duelen al caminar e incluso al respirar. Ella observa hacia el camino que hemos dejado atrás, cerciorándose de que nadie nos esté siguiendo.

Estamos lo suficientemente lejos de aquel lugar, pero eso no eso garantiza que Desmond pueda atraparnos, después de todo, no es un humano de lo que estamos escapando, es de un demonio.

Clya se desploma descansando su espalda en el viejo y grueso árbol, en el cual me he sentado a descansar.

—¿No hay manera de que contactes a tu amigo el mago, o a Daron? —Me pregunta.

—No tengo poderes como tú.

—No creo que eso sea así —dice.

—No sé cómo traerlos hasta aquí —hablo—. Intenté comunicarme con Daron, pero no funcionó.

Agacho la mirada hacia la tierra cubierta de hojas secas, el recuerdo de Daron llega a mi memoria. Con todo lo que ha dicho Desmond, muy en el fondo le creo. Tengo miedo de volver a ver a Daron, o de que simplemente no aparezca. En cuanto a Johnvid, siento terror de la misma forma, él no negó aquello que Desmond le cuestionó y eso me hace temer que nuestra amistad se arruine por lo que parece ser verdad. No puedo corresponder a sus sentimientos, no puedo verlo como algo más que no sea mi amigo, o el hermano que nunca tuve. Mi corazón ve con sus ojos enamorados a otra persona y no puedo ir contra eso.

—No puede ser, no puede ser, ¡maldita sea! —Exclamo recordando algo importante.

—¿Qué? —Clya se pone en alerta—. ¿Lo viste? ¿Dónde está?

Niego repetidamente con la cabeza, mientras me pongo de pie y ella hace lo mismo.

—La pluma... —trago saliva—. En cuanto Desmond vea que nos escapamos... —agarro mi frente en signo de pánico—. Tenemos que volver, ahora —agrego poniéndome en marcha.

Clya se interpone en mi camino y rápidamente detiene mis pasos apresurados, tomando mi brazo derecho y girándome en el proceso hacia ella.

—¿Te volviste loca? —Me observa con ojos estupefactos—. No volveremos allá. No podemos, no habrá otra oportunidad de salir con vida.

Su tono es claro y preciso, ha tomado una decisión y en sus ojos puedo ver que es su última palabra.

—No puedo dejar la pluma en manos de ese maniático. No puedo hacerle eso a Daron, prometí cuidarla.

—Estamos escapando, Nathalia —suelta mi brazo—. Eso no es algo que importe ahora, si volvemos nos atrapan y si nos atrapan, estamos muertas —Sus ojos me observan impaciente—. ¿Crees que Daron querría que volvieras allá por su pluma?

¿Cómo voy a ser capaz de dejar algo que él me confió, en manos de alguien como Desmond? No puedo hacer tal cosa, acepté venir con él, porque debo proteger esa pluma, soy la única garantía de que no le pase nada. Daron no merece ir al infierno por mi culpa. Ella está siendo egoísta, solo está pensando en sí misma, en lo que le conviene y en lo que la perjudica, sin importarle el resto. No voy a permitir que él cumpla su palabra.

Haré lo que sea por mantener esa pluma a salvo.

Mi corazón se encoge ante la idea de no volver a ver a Daron nunca más y mi cerebro me grita que no lo soportaré. Al igual que Clya, yo también estoy dispuesta a sacrificar lo que sea por ese sentimiento que está nublando mi razón y hace palpitar mi corazón; ese sentimiento que me hace sentir viva y me hace pensar que, no importa dar la vida, si con eso salvas a quien amas.

—No puedo dejar a Daron en las manos de Desmond.

Mi decisión también está tomada, si ella no quiere acompañarme, lo haré sola.

—Pues no cuentes conmigo —Una de sus cejas se arquea.

Se da la media vuelta para seguir su camino.

El miedo, la pena y cierto aire de traición me abofetean en el rostro. No voy a suplicarle que me ayude y mucho menos que se arriesgue por mí, somos familia, sin embargo, somos más extrañas que conocidas.

Giro sobre mis talones para caminar en la dirección contraria a ella, pero mis pasos son interrumpidos cuando escucho una voz detrás de mí, una que hace que mis ojos se abran de par en par y los vellos de todo mi cuerpo cobren vida en cuestión de segundos. Me vuelvo a girar de inmediato.

—¡Atrápala! —grita y ríe al mismo tiempo.

Acto seguido veo a Clya tratando de correr lejos, pero un haz de luz púrpura la azota bruscamente sobre el suelo, provocando que su cuerpo se arrastre varios metros, hasta azotar contra el viejo árbol en el que hace poco descansábamos. Quiero socorrerla, pero un par de fuertes manos me detienen; miro hacia atrás y veo su enorme sonrisa y sus perturbadores ojos grises.

—¿Pensabas huir? —pregunta, pero no le doy ninguna respuesta—. ¿Se te olvida que tengo algo? ¡Alexander! —Le grita al chico que lo acompaña, quien camina hacia Clya—. ¡Trae a la perra Néfilim!

Giro mi cabeza para mirar como el sujeto le obedece y la toma por el cabello, tirando del hacia arriba con demasiada fuerza, como si se tratara de un simple trapo pesado y apestoso. Paso saliva por mi garganta.

El demonio me gira bruscamente, para que mi cuerpo quede frente al suyo, en sus ojos puedo percibir cólera, mientras observa por encima de mí. Aprieto los ojos, porque no puedo mentirme a mí misma, tengo miedo; demasiado. Daron me dijo que estaría para mí siempre que lo necesitara y ahora lo necesito más que nunca.

«—Daron, por favor, ven a mí. No me abandones». Pronuncio su nombre en mi mente, como una súplica convertida en plegaria.

«—Te necesito. Por favor, no me dejes ahora».

Abro los ojos esperando verlo como aquella noche en donde Lyron intentó matarme, pero simplemente no está. El chico, cuyo nombre es Alexander, trae a Clya en brazos y mis ojos solo miran a todos lados en busca de la presencia de aquel ángel.

—Está inconsciente —habla una vez que se acerca.

—Vas a tener que hacer otro hechizo más poderoso —La voz de Desmond suena molesta—. Y esta vez asegúrate de hacerlo bien.

El chico lo mira con cierto odio, pero luego asiente sin decir nada más, sin manifestar su molestia en palabras.

—Y tú, camina —Me ordena y sus manos me empujan con brusquedad por la espalda.

Daron no ha aparecido como me lo ha prometido, lo he llamado con tanta desesperación, arriesgándome a que este demonio despiadado sea capaz de meterse a mi mente, más no me ha escuchado; y esto solo me confirma que Desmond tiene razón, él no va a volver y menos por una humana como yo.

Camino cargando la resignación en mis hombros.

Un suspiro se escapa de mi boca, no me queda más que resignarme a morir a manos de este ser despiadado. Miro hacia atrás, Alexander se encuentra con mi mirada y percibo que me observa con cierta pena, él no es como Desmond, no parece poseer tal maldad. Su mirada y el modo en que observa al demonio, lo delatan. Supongo que hace lo que hace porque no tiene otra opción, pues quizá al igual que a mí, Desmond lo ha amenazado con algo. Él me recuerda a Vid, sobre todo físicamente y eso me provoca unas inmensas ganas de echarme a llorar. Siento que ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos, y me pregunto si acaso me habrá buscado.

Moriré sin ver a Daron y sin volver a ver a Vid.

«—Jamás vuelvas a pensar que te he abandonado. No vas a morir, Nathalia, no mientras yo siga con vida. No te muevas».

Ese eco tan familiar retumba en mi mente y me paraliza, el corazón empieza a latir de forma frenética y una sonrisa se dibuja en mi rostro. Los ojos se me vuelven cristalinos. No puedo con tanta emoción dentro del pecho.

—Daron... —susurro llena de una felicidad indescriptible.

—Muévete —escucho como brama Desmond, pero no obedezco—. Él no está aquí —murmura lleno de fastidio.

Luego caigo al suelo por el empuje que me han propiciado sus manos. Mi rostro azota contra las hojas secas y mi cabeza se golpea, haciendo que una mueca de molestia se instale en mi cara. Una piedra ha pasado a rozar mi frente y la carne me arde, mientras mi cuerpo se queda quieto, pero no me importa. Con la mejilla sobre el suelo, observo de manera casi borrosa como de la tierra comienzan a levantarse las hojas, y una enorme tormenta de polvareda se eleva en los aires junto a ellas.

Alexander deja a Clya a mi lado y luego camina para posicionarse junto a Desmond. Entonces logro ver más allá de ellos, a dos figuras. Me incorporo como puedo, hasta quedar sentada y llevo una de mis manos hacia mi frente, para después ver mis dedos ensangrentados. Mi vista se tambalea, pero lucho para poder enfocarla.

Masajeo mis sienes y aprieto los ojos para aclararlos.

Frente a Desmond y Alexander, puedo ver a Johnvid con sus manos apuntando hacia ellos, pero mi corazón se acelera, cuando mis ojos enfocan a quien permanece a su lado. Es Daron y un par de enormes alas blanquecinas que iluminan el lugar, la luz que se desprenden de ellas es tan resplandeciente, que tengo que llevar mi mano hacia mis ojos para protegerlos de ella. Las alas resaltan su cabello rubio dorado y sus ojos verdes esmeraldas. Se encuentran desplegadas de manera majestuosa detrás de su espalda.

No puedo controlar los golpeteos que mi corazón le propicia a mi pecho, está tan lleno de fuerza y la esperanza de sobrevivir vuelve a florecer. No todo está perdido, Daron ha escuchado mi súplica y ha venido como me lo ha prometido.

—¡Vaya! —escucho a Desmond decir—. El héroe ha regresado —brama.

—Déjalas ir —La voz de Johnvid hace eco en el lugar.

—No puedo —chista—. Órdenes son órdenes.

—¿Órdenes? —cuestiona Daron—. ¿Por qué alguien como tú recibiría órdenes?

—¿No adivinas, redimido? —responde Desmond con otra pregunta.

—¿Debería hacerlo? —El ángel da unos pasos para intentar acercarse.

—No des un paso más, sabes más que nadie que la paciencia no es algo que poseamos —advierte el demonio—. Tengo un hechicero y tú solo a un simple mago —ríe.

—No me subestimes, escoria asquerosa —reprende Vid, mientras lo mira con desprecio.

—No tienes por qué hacer esto, Alexander. Puedes librarte de las cadenas del averno —escucho como Daron se dirige al chico, como si lo conociera.

—Siempre supe que nada bueno saldría de ti —prosigue Vid—. ¡Estabas muerto! —exclama lleno de cólera.

Johnvid observa y le habla a Alexander como si también lo conociera.

—No es el momento, Lysander —reprende Daron.

—Siempre hay ovejas descarriadas en las familias —agrega Desmond—. ¿No es así Alexander? Pero aquí sabemos quién es la verdadera oveja descarriada.

Sacudo a Clya para despertarla, mientras mi mente se vuelve una telaraña de confusiones, y la curiosidad emerge de lo más profundo de mi ser.

—Ríndete ya y vuelve a donde perteneces.

Daron parece algo cansado de tantas palabras.

—¿Rendirme? —ríe—. ¿Crees que soy igual que cualquier estúpido ángel caído? —Se carcajea—. No soy para nada uno de ustedes. Estoy haciendo esto porque me beneficia y no está en mis planes y mucho menos en mi vocabulario, rendirme. No soy un maldito cobarde como tú o tu querido compañero, Lyron, quien fue tan estúpido y no hizo lo que debía.

—No, no eres Lyron y para ser yo te falta mucho. Puedes terminar mejor. Créeme.

La voz de Daron es apacible y llena de paciencia.

—¿Estás ofreciéndome redención? —Desmond no parece contento—. No eres un maldito arcángel para darme eso, así que solicitud rechazada.

—Puedes salvarte, puedo ayudarte a salvarte.

—O morir —interviene Johnvid—. La deuxième option est meilleure.¹

—¿Qué tanto están dispuestos a hacer por una humana? —dirijo mi mirada hacia Johnvid y Daron, quienes permanecen observando en dirección a Desmond—. El amor es una estupidez —Se burla el demonio— Tú —señala a Daron—. Eres inmortal, ella envejecerá y su cuerpo se pudrirá y morirá. No estarías toda una vida a su lado, porque sabemos a dónde se van las almas y ahí no puedes estar. Luego estás tú —apunta con su dedo a Vid—. El amigo incondicional, que fingió ser alguien más, creyendo que así te ganarías su amor. Has vivido años en silencio, enamorado en secreto y luego ella ha elegido enamorarse del caído. Un amor infelizmente no correspondido —suelta un silbido burlesco—. Ambos dos pobres patéticos, claro, tú más que él —dice apuntando su dedo acusatorio hacia Vid.

—Me cansé —masculla Johnvid, mientras su mano se alza.

—No, espera —habla Daron.

Johnvid ignora su petición y con las manos alzadas empuja sus brazos hacia atrás para darse vuelo. Con fuerza dirige su ataque contra Desmond, haciendo que el cuerpo de este azote contra un gran árbol. Alexander toma una rama seca del suelo, se pone en posición de ataque. Murmura unas frases enrevesadas, mientras de sus manos dos luces púrpuras salen, convirtiendo aquella rama en un pedazo de metal filoso que luego es lanzado hacia Vid.

Daron se eleva con sus inmensas alas y levanta a Johnvid del suelo para evitar que el letal metal atraviese el rostro de Vid.

Ahogo un grito al ver la escena.

—Alexander —advierte Daron, mientras deja a Vid sobre el suelo.

Se dirige a pasos pausados hacia el chico.

Estoy tan sorprendida y aturdida con todo lo que veo y escucho, que estoy empezando a creer que estoy solo soñando. Me apresuro en zarandear nuevamente a Clya para que despierte, mientras detrás de mí, yace Desmond desvanecido en el suelo.

—¡Clya! —La muevo violentamente, hasta que escucho como se queja—. Despierta, maldita sea.

—No te acerques, ángel —pide Alexander y Daron se queda inmóvil—. Si no hago esto, Desmond no cumplirá su palabra.

—Y aunque lo hagas, no lo hará —asegura el ángel.

—Claro que lo hará —afirma el chico—. Firmamos un pacto de sangre, si no cumple su palabra, desaparecerá para siempre.

Desmond se incorpora y en cosa de segundos llega hasta a mí, como si de una tele transportación se tratara. Me toma del cabello para levantarme del suelo con brusquedad. Posiciona uno de sus brazos sobre mi cuello, apretándolo.

—¡Lárgate o la asesino! —amenaza, cargado de furia.

Los ojos de Daron se encuentran con los míos y luego viajan hasta el rostro de Desmond, su expresión es neutra y carente de cualquier sentimiento. Es hora de sacar esa fuerza que se ha estado escondiendo dentro de mí, aquella que liberé cuando con mis manos rompieron la cuerda hechizada por Alexander.

Respiro profundo para darme valentía y tan rápido como puedo, levanto ambos brazos y luego los empujo hacia atrás con vehemencia, enterrando los huesudos codos en las costillas de Desmond; haciendo que este me suelte, pero no por el dolor, sino por el empuje.

Logro separarme de él.

Daron vuelve a elevarse rápidamente sobre el aire y se abalanza contra Desmond sin aviso, arrastrándolo por el piso. Johnvid lanza su haz de luz, inmovilizándolo, mientras Alexander también hace lo mismo, sus ojos se quedan fijos sobre los de Desmond.

El demonio cae de rodillas al suelo, entretanto su rostro tiembla ante la fuerza de aquellas luces que lo inmovilizan.

Alexander está ayudando a detenerlo.

—¿Qué ocurre? —pregunta Clya, mientras se incorpora llevándose una mano hacia su cabeza.

De repente el cielo se oscurece, un agujero brillante se abre en medio. Las hojas de los frondosos árboles se hacen a un lado, el viento comienza a soplar con violencia. Una tropa con alas iguales a las de Daron, desciende del cielo. Un ángel vestido de armadura, de cabellos rubios cenizos dorados hasta los hombros, la encabeza.

El ángel con enormes alas, queda frente al demonio y su rostro es duro. Su mirada verde azulada es intimidante.

—Genial... —murmura Clya.

Ella no se ve para nada impresionada, como lo estoy yo.

—Estás condenado a una eternidad bajo las sombras, el fuego abrasador y la tortura del infierno son tu fiel compañero. Tus manos y pies han de permanecer encadenados en el averno, como cuál bestia fueras. Te consumirás y renacerás, para pasar por ello una y otra vez —La voz del ángel desprende desprecio hacia la aberración que se encuentra a sus pies—. Encadénenlo —ordena.

—No puedes hacerme esto, Cialac —masculla Desmond, mientras dos ángeles lo inmovilizan, obedeciendo las órdenes de quien parece ser su superior—. ¿Quieres que abra la boca, maldito arcángel hijo de perra? —entonces el ángel chasquea sus dedos y lo silencia.

—¡Espere! —exclamo, recordando que aún trae consigo la pluma de Daron.

Los ángeles levantan del suelo al demonio y el hombre se gira para observarme, sus ojos verdes azulados me atemorizan, pero su rostro dotado de belleza me embelesa, y como si hubiera podido leer mis pensamientos, y sé que puede hacerlo, me mira por unos segundos.

—Ahora nos pertenece —La pluma yace en su mano.

Lo contemplo confundida, entretanto la majestuosa pluma descansa en la palma de su mano. Mis ojos viajan hasta Daron y luego vuelven hacia el rostro del imponente ángel, esperando a que me dé una explicación, pero no sucede.

—Llévenlo a donde pertenece —Les ordena a los ángeles que lo acompañan.

—¿Qué hay de mi pacto de sangre? —interroga Alexander.

—Queda roto.

—Pero él...

—Tendrás que conseguir de otra forma lo que deseas —dice de manera seria y poco amigable.

—Usted...

—¿Qué? —El arcángel arquea una de sus cejas y lo mira sin paciencia.

Alexander se queda callado de inmediato.

¿Quién es este temerario ser celestial? Toda su presencia me hace temblar, más de lo que la del demonio provocaba.

—Deberías agradecer que no serás enviado al infierno junto a él, aprovecha tu segunda oportunidad de vida —Le dice.

_________________________

¹ La segunda opción es mejor.


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