La Melodía de Aura 1 - Prelud...

By LenaMossy

535K 56.5K 10.4K

Aura terminó con su amor de la infancia la misma noche en que habían decidido mudarse juntos a la capital. Es... More

♡ AVISOS ♡
♡ Sinopsis ♡
❀ Dedicatoria ❀
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
♔ Obsidiana ♔

Capítulo 40

6.8K 995 314
By LenaMossy

So send me to Venus, send me to Mars

Seen all your failures, all your scars

Seen it all burn down, we dance to the sparks

We dance to the beating of your broken heart

All The Kings — Editors

☆★☆

El departamento es el último lugar en donde quiero estar, pero es inútil aplazar lo inevitable. Dimas no llegó a dormir, su habitación está intacta, y, por lo que pude ver en el Instagram, la fiesta terminó casi al amanecer.

Ha sido Minerva quien subió las fotografías a las redes sociales, pero lo ha hecho con la sutileza de etiquetar a todos los de la banda, a Sofía y a mí. Una bien planeada venganza a la que ya no pienso contestar.

Me pesa el corazón y estoy muy cansada; es el mismo agotamiento de cuando sólo podía pensar en que León estaba con Marina. Es como revivir el mismo mal y me avergüenzo de mí. No puedo creer cómo no comprendí antes lo que sucedería, todas las piezas estuvieron sobre la mesa y me negué a verlas.

Decido limpiar el departamento y subo la música lo suficiente para no escuchar mis pensamientos, ni uno solo es agradable. Elijo pop porque es lo único que no me recuerda a Dimas o a la banda, sólo a Eric porque es mi pareja de canto sin importar el género musical. Así que voy barriendo al ritmo de Selena Gómez mientras intento memorizar la letra, una vieja terapia inventada.

Estas canciones son demasiado pegajosas y me gustan un poco, pero es algo que no admitiré frente a ninguno de mis amigos músicos. Y ahí voy, a relacionarlos con todo... ¡Ugh!

¡Esto es inútil!

Apago el estéreo y me tiro sobre el sofá, llamo a la última persona a la que debería acudir.

—¿Te equivocaste de número? —puedo escuchar la sorpresa en su voz al contestar el celular.

—No, León —respondo—. Sólo quiero recordar cómo te superé.

León ríe por lo bajo y se disculpa con alguien. Me parece que cierra una puerta y, un segundo después, escucho el inconfundible sonido al abrir una cajetilla nueva de cigarros.

—Me enteré que ganó tu novio, felicidades.

—Fue un empate y no es mi novio —digo con mucha más determinación de la que siento—. ¿Estuviste ahí?

—No, leí una nota en el periódico. Tiene esa interpretación de los novios con la violinista.

—Creo que es más que una interpretación...

—Oh...

Ninguno habla por un rato.

—Lo siento.

—Gracias —suspiro—. ¿Y tú cómo vas con Marina?

—Pues, vamos... —dice no muy convencido—. No sé qué regalarle por el embarazo.

—¿Qué le puedes regalar a alguien que lo tiene todo? —pregunto en voz alta, es lo mismo que me sucedía cuando Dimas dependía de sus millonarios padres.

—Exacto...

Medito un rato, la casa de Marina es enorme y tiene un Buick como automóvil. Siempre usa los celulares más novedosos y viste con ropa carísima.

—Podrías hacerle una cena romántica.

—¿A qué te refieres?

—Después del embarazo necesitas reposo y esas cosas —le explico por lo que vi que sucediera con Úrsula—. A lo mejor un detalle romántico sería mejor que algo material... En especial luego de tener un hijo ¿No crees?

—¿Y si no está de humor?

—Cómprale un anillo por si las dudas —bromeo—. Las joyas siempre pueden salvar la situación.

Unos minutos después conecto mi celular al tomacorriente y me siento en el suelo para seguir platicando. A León le está yendo mucho mejor con su esposa que a mí con Dimas... Ni necesito preguntarle si la quiere porque puedo notarlo. Me alegra saber que uno de los dos no tiene problemas con el amor y es muy agradable lograr platicar sin sentir deseos de asesinarnos. En algunas ocasiones escuché de personas que podían ser amigos después de terminar una relación y me parecieron historias con más ficción que El Señor De Los Anillos... Resulta que es verdad.

—Tengo que colgar —dice—. Estamos en el club y creo que ya han notado mi ausencia.

—No quiero causarte pro...

Escucho la puerta abrirse, pero no me atrevo a mirar. Dimas calla apenas entra a la sala, pero Minerva sigue riéndose por lo que fuera que conversaban.

—¿Estás ahí?

—Sí...

—¿Llegaron?

—Sí.

—Aura, necesitas una limpia en Catemaco*.

—En definitiva...

Escucho a Minerva en la cocina moviendo los vasos y miro sobre el hombro, Dimas está observándome.

—Hablamos luego —le digo a León—. Suerte, futuro papá.

—Gracias, suerte a ti también.

Permanezco sentada en el suelo y finjo revisar algo en el celular. Sabía que Dimas llegaría en cualquier momento, pero no con Minerva y menos que fuera obvio que pasaron la noche juntos. Estrujo el celular, como si fuera el culpable de mis equivocaciones, arranco el cable de la pared y me incorporo.

—Aura —me llama Minerva—. ¿Y eso que no fuiste a la fiesta?

Parece que después de todo sí terminaré en prisión por asesinato...

Tomo una larga inhalación y compongo una amable sonrisa mientras camino hasta la cocina donde están ambos.

—Estaba en casa de Sofía —contesto—. Fueron Eric, Nico y su novia.

Parecen sorprenderse y deduzco que no tenían idea de aquello.

—Un festejo más privado —añado—. Sólo entre amigos, ya sabes.

Touché.

—¿Sabías de las canciones que hizo Eric para Mjölnir? —me pregunta Dimas al recuperarse de la sorpresa.

—No, pero me dijo que tienen muchos meses.

—¿Y no sabía que las tocarían en el concurso?

—No lo sé, pregúntale tú —espeto—. No es mi problema.

—Pero si ustedes son los mejores amigos del mundo —burla Minerva—. ¿O cuándo están juntos hacen de todo menos hablar?

¡La mato!

—No todas somos unas zorras como tú, nena —sonrío tanto que me duelen las comisuras de los labios—. Algunas sí sabemos tener amigos...

—¡Eres...!

Minerva intenta avanzar hacia mí y Dimas se interpone.

—¡Ya basta! —grita Dimas.

¡Es mi departamento!

—¡No! —grito más alto que él—. ¡La sacas ahora mismo de aquí o lo hago yo!

—Aura, no es la forma...

—¡Sabes que lo hago!

Minerva aprieta los puños, pero sale del departamento seguida por Dimas. Las manos me tiemblan con ira contenida y le pegó al refrigerador sólo para soltar un quejido de dolor.

¡Nada me puede salir bien!

Dimas regresa y cierra la puerta. El silencio que nos envuelve es abrumador y me arrepiento de apagar el estéreo. Él se ve tan irresistible como siempre y pasa la mano entre sus rizos; el gesto me conmueve casi hasta las lágrimas y me cuesta mantenerme entera. No puedo creer que sea el mismo chico al que le gritaba desde las gradas mientras jugaba fútbol americano o con quien dormía las siestas del mediodía en su habitación. Han pasado milenios desde eso, no somos los mismos y jamás lo seremos de nuevo.

—Te debo una disculpa por evitarte...

Me debe mucho más que una disculpa, pero hago un gesto afirmativo y permanezco callada.

—Es sólo que las cosas pasaron muy rápido y nosotros apenas habíamos...

—¿Hecho el amor a escondidas en tu casa? —interrumpo con el corazón en la garganta—. Sí, estoy un poco confundida.

Y todo lo que dijo, lo que dije... Las promesas, el anhelo, las caricias que resguardaban cientos de secretos... Todo para nada, no hay nada.

Dimas mete las manos en los bolsillos del pantalón y mira hacia el techo.

—¿Puedes dejar de estar a la defensiva?

—No.

—Aura...

—¿Y si hubiera sido al revés? —pregunto con las manos en la cintura—. Que yo te hubiera evitado por otra persona... ¿Podrías estar sereno y escuchando un montón de palabras sin sentido? ¡Porque es justo lo que estás haciendo!

—¿Y qué quieres que diga?

Jamás creí enfrentarme a un duelo con la mirada color cielo.

—La verdad, quiero que me digas la verdad y así dejar esto atrás una vez más...

Parece derrotado y sé que lo siguiente será más doloroso que cualquier cosa que he soportado. No lloro porque la ira que siento es mayor y necesito escuchar de sus labios que todo se ha acabado; lo necesito porque esta incertidumbre me está carcomiendo el corazón...

—La verdad es que todavía siento algo por Mina —confiesa.

No me muevo, creo que apenas puedo pestañear, y con cada latido una sustancia amarga se distribuye por mi sangre.

—Pero sólo lo supe cuando la vi... —parece dudar—. Cuando la vi tan mal después de escucharme hablar sobre ti... No quiero lastimarla así, no lo merece...

—¿Y yo sí?

La ira intenta abandonarme y obliga a mi voz temblar.

—No, tampoco... —suspira—. No es fácil...

—No me digas...

—Aura, estoy intentando esto —espeta acercándose—. Nunca quise herirte, lo juro. No quiero hacerlo, eres importante para mí...

—Pero no lo suficiente...

—Todo lo que dije no fue mentira... —el dolor que resguardan sus ojos es sincero—. Regresé por ti porque no te he olvidado.

Me cubro el rostro y dejo escapar un grito de frustración. Lo siento tomarme por los hombros, pero lo empujo porque no lo quiero cerca. Me duele sentir su aroma y revivir todo lo que pasamos. Dimas insiste hasta que me abraza por la fuerza y soporta los golpes que le lanzo en el pecho.

—¿Están juntos de nuevo? —sollozo, las lágrimas han vencido.

Él deposita un beso en mi frente y susurra.

—Lo siento... Eres la última persona a la que quisiera hacer daño, pero...

—¡Te conté sobre Sofía! —grito empujándolo lejos de mí—. ¿Cómo pudiste?

—Aura...

—¡Deja de repetir mi nombre como si eso solucionara algo! —me siento mareada y me sostengo de una silla—. No puedo estar más tiempo aquí.

—Me mudaré, lo prometo. Ya hablé con Cedric y...

—No me interesa si te mudas o no —mascullo—. Yo no soporto un minuto más aquí.

¿Cuántas veces llamamos casa a este lugar? ¡Yo no sé si odio más a Minerva, a Dimas o a mí! En mi mente desfilan cada una de las idioteces que hice, las cosas que pensé, lo mala que me consideré para Dimas cuando ha sido él quien jugara conmigo... ¡Me odio tanto ahora mismo, tanto...!

Mi respiración se acelera y mis manos tiemblan. Estoy muy alterada y me aferro a ello o me romperé sin conseguir salir de todo esto con un poco de dignidad. Ya una vez permití que alguien me arrebatará el respeto que tenía por mí y no dejaré que se repita, ni si quiera por Dimas.

Dimas no es el mismo de quién me enamoré, pero sólo ahora soy capaz de ver la realidad.

—No actúes impulsivamente.

Lo ignoro y llamo a Sofía desde mi celular. Mi amiga parece estar despertándose de un profundo sueño y suelto las palabras atropelladamente. Me pide que repita lo que he dicho y me toma un momento encausar las ideas.

—¿Puedes venir por mí? Voy a sacar mis cosas del departamento y me ayudarías mucho con la camioneta.

—¿Estás bien? —se espabila—. ¿Qué pasó?

—Sólo ven, por favor.

—Voy para allá... ¡Mamá! —la escucho gritar antes de colgar.

Él sigue hablando, pero ya ha dicho suficiente; me niego a continuar escuchándolo.

Recorro mi habitación, memorizando cada milímetro de ésta, y me detengo en las fotografías que conservo... Las examino unos momentos, las desprendo con furia y las arrugo antes de dejarlas caer. Es lo que quiero hacer con todos mis recuerdos, arrugarlos, romperlos y quemarlos, olvidarme de ellos; olvidar el dolor porque no soy capaz de dejar de idealizar a las personas y siempre espero más de lo que quieren dar.

No tengo tiempo para acomodar la ropa en maletas, así que la meto en bolsas de basura y las amarro en el pasillo. Me alegro de tener tan pocas posesiones o me tomaría horas terminar de empacar.

Sofía llega media hora después de llamarle y escucho su tierna voz hablando con Dimas y Minerva; no sé en qué momento ha regresado la violinista. Me asomo en el pasillo y mi amiga corre hasta la habitación para abrazarme. Mantenerme entera cuesta más energía de lo que espero, pero evito echarme a llorar.

—Traje ayuda —me dice.

Por un momento creo que habla de Eric, pero entra el jardinero y dos de sus sirvientas. Saludo con una sonrisa triste y Sofía va coordinándolos con las manos a la cintura.

—Estaban en la casa —agrega—. Y supuse que querrías hacer esto rápido.

Asiento.

—Ayúdame a quitar las luces que están arriba de la cama.

En una hora el que fuera mi refugio, donde pasaba horas escribiendo, está vacío y la única prueba de que estuve aquí son las fotografías destruidas en el suelo. Sé que es tonto sentir este cariño por un sitio, pero no puedo evitarlo. Sofía revisa la cocina porque tenemos algunas tazas personalizadas y cosillas que acumulamos con el tiempo.

Minerva y Dimas están sentados en un sofá sin hablar y en ocasiones los descubro observándonos, nosotras tampoco hablamos mucho. Es mi amiga la que saca todos los CD's del mueble donde está el estéreo y cierra la sesión de nuestra cuenta de Netflix. Yo prefiero evitarlos en lo absoluto o temo no controlarme y terminar en otro ataque de inmadurez.

—¿Si olvido algo puedes pasármelo en el bar? —pregunto con fingida indiferencia.

—Claro...

—Bien, entonces creo que es todo...

Sofía vuelve a examinar el departamento.

—Sí, ya hemos subido todo.

No planeo despedirme porque sucederá una de dos opciones: rompo en llanto o golpeo a alguien. Sólo me doy la media vuelta y salgo hasta el pasillo con mi amiga. Sin embargo, ella se detiene y vuelve a entrar. Hablan en voz muy baja, pero puedo notar que está furiosa.

—Listo.

Cierra la puerta y su rostro está colorado por el coraje. Puedo adivinar que se arrepiente por abogar siempre en favor de Dimas, no la culpo... Después de todo, yo fui la que se mintió más que nadie.

☆★☆

A Federico le ha faltado poco para darme el pésame cuando se enteró sobre Minerva y Dimas. Apenas me vio y me ha envuelto en un tierno abrazo fraternal lamentando que el vocalista resultara ser un León versión dos aumentada y mejorada. Sólo por eso consigo sonreír cuando los clientes reciben a la banda como si acabaran de ganar el mundial de futbol.

No sé si soy masoquista o poseo una responsabilidad que raya en lo obsesivo, opto por la primera opción, pero no quise reportarme enferma al trabajo. Sofía estornudó a mi lado unas sesenta veces intentando sugestionarme con un resfriado imaginario, pero no resultó.

Estoy en mi conocido piloto automático que me salvó en esos terribles meses cuando acababa de terminar con León. Es deprimente que vuelva a emplearlo para sobrellevar a Dimas. Nunca creí que fuera necesario algo así con él. No es sólo que me ha roto el corazón en tantos pedazos que no creo ser capaz de repararlo, sino que me ha decepcionado. No puedo ver al mismo chico con la mirada celeste inyectada de ilusiones, porque ya no existe, y en su lugar está el vocalista de una banda que va en ascenso...

No he dormido o almorzado, temo desmoronarme cuando detenga mi cuerpo un minuto. Al llegar a casa de Sofía comencé a buscar un departamento nuevo. Le he enviado un correo a mi tía informándole que tiene un nuevo inquilino y que yo he desocupado; al menos, tendrá que pagar solo la renta.

Voy de un lado a otro con una amplia sonrisa que me ha hecho recibir más propinas que la misma Karina. Claro, de nuevo estoy como mesera porque la afluencia de clientes es ridícula y todo gracias a Aura.

No yo, obvio.

¿Cuánto tiempo sobrellevaré esto?

Están interpretando las mismas canciones del concurso y Dimas se me figura alguien diferente. No encuentro el brillo azul que conseguía capturarme sin importar la distancia o cuántas personas nos rodearan. Lo descubro en más de una ocasión mirándome y no lo evito porque quiero demostrarle lo mucho que me ha lastimado; ha sido tanto que todavía no puedo pasar el recuento de daños...

—¡Ángela! —gritan desde la mesa que estoy atendiendo.

Gabriel ríe y habla por el micrófono.

—Esa es de Mjölnir.

Los chicos de la mesa le dan empujones al valiente que gritó.

—La compuso el guitarrista de Aura —informo—. Eric, el que está ahí.

—¿El guapo? —me pregunta una de las chicas.

—Sí, ese mismo.

Eric se percata de que lo observamos y nos hace un guiño, las chicas de la mesa enloquecen. Disfruto con la contrariedad de Dimas al ver que su enemigo puede capturar la misma atención que él.

Una pequeña gota de venganza para amainar una ola de dolor.

☆★☆

Notas:

Catemaco: se encuentra en el estado de Veracruz, México, y es un poblado muy famoso donde viven brujos y hechiceros. El turismo suele ir en busca de las famosas limpias, pero también realizan otros trabajos de hechicería como la invocación de espíritus o entes. 

☆★☆

¿Te gusta la historia? ¡No olvides seguir las redes sociales!

Continue Reading

You'll Also Like

181K 16.8K 34
Hyunjin es el chico más guapo y coqueto de la preparatoria, Felix es un chico estudioso y el líder del club estudiantil. ¿Podrá Hyunjin lograr que Fé...
481K 36.9K 54
El mundo da un vuelco cuando la primer mujer en la Fórmula 1 se hace presente en el Paddock. Camille Watson, hija del gran piloto de la F1 tendrá que...
4.2K 366 51
"-He matado personas, lastimado a inocentes-. -Es tarde, ya estoy enamorada de ti- susurra contra mis labios." ¿Y si al final de Drácula, él y Mina...
341K 21.3K 29
Chiara y Violeta son compañeras de piso, y no se llevan bien. Discuten a menudo, y cuando no lo hacen, se ignoran. Cuando se adelanta la boda de su h...