Atraccion Intensa

By DeamLove

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Pensaron que seria solo una noche, pero ni a eso llego. El encuentro entre ellos dejo una intensa Atraccion y... More

Prologo
Cap 1
cap 2: Demasiado sola
Cap 3: Reencuentro
cap 4: ¿Has encontrado otro hombre?
5: Sabe la verdad
6: Lorenzo
7: Madam Myra
9: le quitaria la inocencia
10: Esto me esta empezando a gustar
11: Siempre que quieras
12: Como todo un ladron profesional
13: Hospital
14: ¿Me miras a mi y la ves a ella?
15: No puedo soportar la idea de perderte a ti tambien
16: Resultados de la Biopsia
17: Tres veces Si
18: Quiero decirle la verdad
19: A Ti
20: Quiero Todo
21: Celestinos
22: Lo siento
23: Te quiero a pesar de todo
24: No queria que lo perdone
25: No valgo la pena
26: Le habia robado el alma
AVISO IMPORTANTE

8: El hombre al que habia estado esperando

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By DeamLove


A la mañana siguiente, Julián entró en la oficina del Campo Toscana y se encontró a Dalila Fox consultando su agenda.

Su jefa era una mujer menuda de piel curtida, pelo cano y voz grave. Además, era la persona más desorganizada que Julián había visto en su vida.

—¿Te vas a tomar un descanso? —le preguntó mirándolo a través de las gafas, que le caían sobre la punta de la nariz.

—Si no le importa —contestó Julián, que había empezado su turno más pronto de lo normal para ayudar a los empleados del campo con las reparaciones del cobertizo.

—Por supuesto que no me importa. Trabajas mucho.

Julián sonrió.

Lila se dedicaba a alquilar caballos para los turistas y la temporada alta estaba a punto de empezar. Por eso, precisamente, necesitaba un ayudante que organizara el lugar.

—¿Le importa que utilice el ordenador? —le preguntó.

—Claro que no —contestó Lila—. Ya sabes que yo odio esa horrible máquina.

Sí, Julián ya se había dado cuenta porque, en lugar de tenerlo todo bien ordenado en soporte informático, había tenido que organizar un montón de papelotes.

Julián se sentó en la otra mesa.

—Lo compré única y exclusivamente porque Harold  me dijo que me tenía que modernizar, que tenía que tener una página web para anunciarme en
Internet.

A Julián le entraron ganas de sonreír, pero no lo hizo porque sabía que a Lila no le hubiera gustado. Mencionaba a Harold por lo menos una vez al día.

—No debería haber escuchado a ese viejo jamás.

En aquella ocasión, Julián sonrió. Cuando Lila lo miró con acritud, se encogió de hombros y comenzó a trabajar.

Se pasó los siguientes diez minutos buscando información sobre los
melanomas, intentando entender qué le ocurría a Rosana.

Su jefa se levantó para servirse un café y se tomó la libertad de mirar por encima de su hombro lo que Julián tenía en pantalla.

—¿Qué haces?

—Investigar.

—¿Ahora se llama así cuando un hombre está obsesionado con una mujer?

—Yo no estoy obsesionado —contestó Julián frunciendo el ceño.

—No mientas. No puedes dejar de pensar en esa encantadora camarera.

Lo cierto era que Julián se había pasado buena parte de la noche pensando en Rosana, recordando su pasado, la pérdida de su esposa, el horror de la enfermedad que se la había llevado.

—Quiero ayudarla, pero no me deja.

—A lo mejor, le estás ofreciendo un tipo de ayuda equivocada. A lo mejor, está harta de preocuparse por la operación y lo que necesita es salir por ahí un rato.

—¿Debería invitarla a salir?

—¿Te da miedo que te diga que no?

—Puede ser —admitió Julián—, pero creo que podría sobreponerme.

A pesar de lo dicho, a medida que el día fue avanzando, Julián se encontró cada vez más nervioso. Se sentía como un adolescente que le fuera a pedir a la chica que le gustaba que lo acompañara a la fiesta de graduación.

Por fin, reunió valor y llamó a Rosana a la cafetería para decirle que se pasara por las cuadras cuando saliera de trabajar, diciéndole que quería hablar con ella de una cosa.

A Rosana no pareció hacerle mucha gracia, pero acabó accediendo.

Llegó a las cuatro y veinte y se dirigió a la cabaña en la que vivía, tal y como él le había indicado. Al llegar allí, se cruzó de brazos y se quedó mirándolo.

—¿Quieres tomar algo? —le preguntó Julián limpiándose las manos en los
vaqueros porque las tenía sucias del trabajo.

—No, gracias.

—Yo me voy a tomar un refresco.

—Muy bien. ¿Qué querías?

—Mi jefa cree que debería pedirte una cita —contestó Julián abriendo una lata.

—¿Por qué?

—Porque cree que te vendría bien airearte un rato.

—No me gustan las citas por compasión.

—Te aseguro que Lila no se compadece de ti, y yo tampoco.

—¿Ah, no?

—No.

No era compasión. Era algo que lo volvía loco, una desesperación que le volvía el corazón del revés.

—Cuando me miras, sólo ves a una mujer con cáncer —dijo Rosana mirándolo a los ojos.

—No, veo a una mujer guapa, una mujer que me gusta.

—Si—dijo Rosana en tono sarcástico—. Primero fue mi virginidad y ahora es el cáncer. Tienes mil excusas para no estar conmigo.

Julián frunció el ceño y se metió las manos en los bolsillos.

—Estoy intentando comportarme como un caballero, estoy intentando hacer todo lo que puedo para no aprovecharme de ti.

—Por eso precisamente lo digo, y no te atrevas a decirme que no estoy
preparada para acostarme con un hombre, porque soy lo suficientemente mayor como para saber lo que quiero.

Julián no supo qué decir, así que se terminó el refresco. La deseaba, ésa era la verdad.

—¿Y qué se supone que tengo que hacer? ¿Dejarme llevar?

—Sí, quiero decir no —suspiró Rosana—. Quiero que la primera vez sea bonita, quiero cerrar los ojos cuando mi amante me toque y me tome en brazos.

Al verla cerrar los ojos, Julián no pudo evitar excitarse. Se acercó a ella y Rosana abrió los párpados. Como de costumbre, se quedaron mirando atrapados en uno de aquellos momentos de gran carga sexual.

—Me tengo que ir dentro de veinte minutos —anunció Rosana—. Tengo que ir a buscar a mi hermano a la parada del autobús.

—¿Podrías buscar una niñera? —le preguntó Julián .

—¿Para cuándo? —preguntó Rosana emocionada.

—Para esta noche. Quiero que salgamos juntos y… y quiero que te quedes a dormir conmigo.

Rosana se llevó la mano al corazón y Julián sospechó que le latía tan
aceleradamente como a él.

—Podría preguntarles a los padres de Jorge si les importa que Lorenzo se quede a dormir allí esta noche
—contestó Rosana—. ¿Estás seguro?

—Sí —contestó Julian apartándole un mechón de pelo de la cara—. Estoy
seguro.

—¿Ya no te preocupa aprovecharte de mí?

—No —contestó él.

No se había olvidado de que tenía cáncer, pero ahora entendía qué tipo de intimidad necesitaba Rosana, la intimidad que sólo él podía darle.

—Prometo ir despacio.

Rosana apoyó la cabeza en su hombro y Julián la abrazó.

Aquella misma noche sería su amante, el primer hombre con quien se acostaba, el hombre al que había estado esperando.

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