La Melodía de Aura 1 - Prelud...

By LenaMossy

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Aura terminó con su amor de la infancia la misma noche en que habían decidido mudarse juntos a la capital. Es... More

♡ AVISOS ♡
♡ Sinopsis ♡
❀ Dedicatoria ❀
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
♔ Obsidiana ♔

Capítulo 35

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By LenaMossy

☆★☆

Siempre pensé que la banda ensayaba mucho, pero una semana antes del concurso descubrí lo que significa en realidad ensayar demasiado. Los días que no tocaban en Arabella se dedicaban a practicar y, cuando terminaba mi turno en el bar, iba por Dimas que se dormía todo el camino de regreso hasta el departamento.

Federico es el jefe perfecto, pues les ha permitido faltar dos días antes del concurso y así aprovechará para dar oportunidad a algunos chicos que le han insistido en presentarse en Arabella. Además, el permiso se ha extendido hasta mí sin importar que sea fin de semana.

Gabriel es de forma oficial el líder de la banda y todos están felices con eso, menos yo. Es quien le ha advertido a Dimas que no puede decirle nada a Minerva sobre lo nuestro hasta después del concurso.

Pero el concurso es mañana.

Entierro los pies en la arena y observo el mar, de un intenso tono azul, extendiéndose hasta el horizonte. La brisa es cálida y el cielo está despejado. Estamos en la casa de la playa de los padres de Dimas con la intención de relajarnos un poco antes del gran día y todo parece indicar que regresaremos a la ciudad hasta mañana temprano.

Es una playa privada y las casas vecinas están desocupadas, por lo que el sitio parece sacado de un catálogo sobre lugares paradisiacos. Por otro lado, todo me recuerda a la noche que pasamos aquí y me cuesta mantener las manos lejos del increíble cuerpo de Dimas.

Sofía se deja caer a mi lado sobre la arena y mira hacia el mar donde los demás se divierten. Ella esconde su cuerpo con un traje entero, un short y una blusa transparente; antes su guardarropa para la playa constaba de una única cosa: un bikini.

—¿No vas a nadar? —me pregunta recargando su cabeza en mi hombro.

—Al rato.

La verdad es que no quiero meterme al mar porque Minerva corre el riesgo de morir ahogada... ¡Ella no consigue mantener las manos lejos de Dimas!

—Cedric me ha pedido salir hoy por la noche.

Trago saliva y cuento hasta diez antes de hablar.

—¿Y qué has dicho?

—Que sí —contesta con una risita—. Estaré bien. Iremos a cenar a algún lugar cerca y volveremos. No podemos desvelarnos para regresar temprano a la ciudad.

—Cierto.

¿Quién soy yo para considerar si está lista o no? Pero no siento que lo esté... Temo que las cosas se salgan de control y...

Eric se sienta al lado de Sofía y mi amiga suelta un gritito de sorpresa, su cuerpo entero se tensa. Está muy cerca de ella, pero él ni se ha percatado de su reacción... ¿Y así piensa salir con Cedric? ¿Acaso ya olvidó lo que sucede en una cita?

—Parecen unas aburridas —suelta.

Él nos entrega una cerveza a cada una y se concentra de nuevo en el mar. Sofía mira su perfil con timidez apenas dando un sorbito a la botella y baja la vista cuando la descubre observándolo... Mi amiga, de los nervios, creo que olvidó que no le gusta beber alcohol.

¡Ajá! ¡Luego dice que ya nada con Eric!

—Eres muy guapa como para estar tan tapada, So —opina él.

Sofía se sonroja tanto que comienzo a preocuparme, pero no logro reprimir una sonrisa pícara.

—Es lo que digo —reafirmo—, pero así es ella.

—Exagerados —musita Sofía aún con la vista baja—. Ya no soy una adolescente para ir por ahí casi desnuda.

—Un bikini no es ir desnuda —contraataco porque es lo que estoy usando—. La próxima semana iremos a comprarte uno.

Sofía ríe y me da un codazo, se ha tranquilizado. Ella mejor que nadie sabe que nunca la presionaría a usar algo así.

—¿Cómo le decías siempre, Eric? ¿Mi amiga la bonita?

Eric abre mucho los ojos y mueve la boca en silencio pidiendo que me calle, Sofía no lo ve porque de nuevo ha clavado la vista en la arena.

—¡Aura! —chilla la rubia.

—Sí, Aura —agrega Eric.

Esta vez sólo yo me estoy riendo, pero al ver a Cedric observándonos decido suprimir un poco mi alegría. Competir con Eric es como competir con Dimas, Sofía o Minerva, un caso perdido.

—¿Te has colocado bloqueador solar sobre el tatuaje?

Eric tiene sólo una bermuda negra, así que en parte comprendo un poco el nerviosismo de mi amiga al tenerlo al lado. El tatuaje baja sobre sus brazos y la piel normalmente pálida se ve algo bronceada.

—No, no puedo —contesta con fastidio—. No pasa nada, es sólo un día.

Minerva es quien le ha colocado el protector solar a Dimas en la parte trasera del brazo donde están algunas líneas del tatuaje. Lo hizo frente a mí y luego me regaló una sonrisa de autosuficiencia que podría usarse para un anuncio de pasta dental. Por fortuna, ella sola se aplicó el protector en el tatuaje que tiene en la parte baja de la espalda y que resultó ser un par de Efes como las de los violines.

El bolso de Minerva está a mi lado y rebusco en su interior el dichoso protector solar que consiguió especial para las zonas con tatuajes, sólo por venganza quiero agotarlo.

—¿Necesitas ayuda? —le pregunto a Eric.

Me mira levantando mucho las cejas y ríe al regresar la vista hacia el mar.

—Quiero llegar vivo a la ciudad —contesta— y, si Dimas ve algo remotamente parecido, no lo conseguiré.

—Ya no funciona eso de provocarle celos contigo —le recuerdo—, pero So puede ayudar.

—¿Que yo qué? —exclama enderezándose de golpe—. ¡No!

—¡Es sólo Eric!

Eso sería presionarla demasiado así que gateo hasta el lado de Eric y le entrego el protector solar.

—Úsalo sin consideración.

Menea la cabeza divertido y comienza a aplicarse el protector en todas las zonas donde alcanzan sus manos. Lo siento mucho por Dimas, pero termino por ayudarlo en la parte del centro de los omoplatos donde nacen las alas. Estoy tan cerca que puedo apreciar el delicado trabajo en cada pluma y siento una gran admiración por la persona que lo ha realizado. Su piel es suave y tiene los músculos definidos, creo me distraigo un poco más de lo necesario aplicando el protector solar sobre su espalda...

¿Pero quién no...?

Eric me mira sobre el hombro con la media sonrisa que suele regalarle a las mujeres y que las hace caer indefensas a sus pies, pero en mi caso consigue que ponga los ojos en blanco.

—Aura —susurra Sofía.

Dimas va saliendo del mar y mi corazón se acelera por aquella imagen que guardaré para toda la vida. Sacude la cabeza y cientos de gotitas caen de su cabello húmedo. El agua termina de resbalarse sobre sus músculos y pasa una mano sobre el rostro cincelado para apartar el agua que ha quedado atrapada entre sus pestañas. Es perfecto, en demasiados sentidos.

—Pareces una colegiala enamorada —burla Eric.

Mi amigo empuja mi barbilla, que he dejado caer boquiabierta, y lo fulmino con los ojos entrecerrados.

—Cállate.

Dimas se sienta a mi lado y quedo en medio de los dos chicos más atractivos que hay en la playa.

—Hola Dimas —saluda la rubia.

Tengo que admitir que me haría muy feliz si Eric encontrara a una chica como Sofía, pero si ella en verdad quiere intentar algo con Cedric... ¡Ay, So!

Dimas le sonríe a la chica y pregunta.

—¿Piensan quedarse aquí bebiendo toda la tarde?

—No me molesta la idea —admito lanzando una mirada de desagrado a Minerva—. No quiero terminar ahogando a su violinista y dejarlos en apuros.

Sofía y Eric ríen al ver la cara de Dimas.

—Pensé que te estabas divirtiendo con el guitarrista...

—Claro que me divierto con el guitarrista —confirmo y Eric me da un ligero codazo como si quisiera que me calle—. Es mi amigo.

Dimas no parece convencido y suelta una risita irónica.

—¡Espera! ¿Crees que Eric y yo...? —suelto una carcajada—. ¡Existe algo llamado amistad!

—¿En serio?

—En serio, Eric es mi amigo —espeto.

—Si saben que estoy aquí ¿Verdad? —comenta el guitarrista.

Sofía estira las largas piernas sobre la arena y bebe de su cerveza.

—Siempre han mantenido una amistad rara —recuerda.

—Exacto, no tenemos un pasado extraño como otros...

Un edificio alto capta mi atención y, a pesar de la distancia, se nota el lujo que posee.

—Ahí está el departamento de la esposa de León —le señalo a Sofía—. ¿Recuerdas?

—¿Y tú como sabes eso? —inquiere Dimas.

—Oh, no tengo obligación de contarte nada hasta que pase el concurso —respondo con un guiño.

Estamos muy cerca y sus labios lucen tentadores. Quiero empujarlo sobre la arena y besarlo sin importarme si alguien nos ve o no. Nuestros tatuajes están cerca y es tan fácil unirlos, me gustaría que así fuera también con nosotros.

—Te extraño —susurro.

—Yo también... ¿Quieres ayudarme al rato con la letra de una canción?

—¿Yo?

—Claro, eres la escritora.

Una emoción cálida envuelve mi pecho y acepto conteniendo los deseos de dejar escapar las lágrimas.

—Me encantaría.

Sofía se levanta en ese instante pidiéndome que le muestre donde está el baño, lo cual es ridículo porque ella también conoce la casa. Dimas se percata, pero no dice nada más y nos observa marcharnos. Al pasar al lado del estéreo le subo el volumen a la música y sigo a la desesperada de Sofía hasta el segundo piso.

Ambas nos estamos quedando en la habitación de Dimas porque me niego a que Minerva se recueste en esta cama, fui determinante cuando dije que quería este cuarto y creo que a todos les sorprendió un poco la manera en que lo hice.

—¿Y si no puedo? —pregunta Sofía recargándose en la puerta cerrada—. ¿Y si sufro uno de mis ataques de pánico y arruino todo?

Es lo mismo que me he preguntado antes, pero no puedo confesarlo.

—Si no te sientes lista no tienes que salir con él —la tranquilizo sentándome al borde de la cama—. Él tiene que entenderlo, no hay de otra.

—Pero quiero hacerlo... —suspira—. Quiero ser normal. Ser como tú con Dimas.

—¿Dimas y yo normales? —mi tono la obliga a esbozar una sonrisa—. ¡Estamos en una tonta obra de teatro eterna!

Sofía camina hasta la ventana y mueve las cortinas para asomarse.

—A veces pienso que todavía siente algo por ella...

—No seas tonta, Aura.

—Hay pocas explicaciones —defiendo—. Puede convencerla de tomar terapia... ¡Ambas sabemos que funciona!

Mi amiga asiente sin dejar de mirar a través de la ventana.

—Sí, en teoría funciona; pero cuando estás a punto de enfrentarte a la realidad...

—Resulta que todo queda en palabras —finalizo.

Tiro de su mano para obligarla a sentarse a mi lado y no dejo de sostenerla con ternura. Su piel es muy blanca y suave, una muñeca humana.

—¿Cómo debo reaccionar si intenta tocarme?

Son pláticas comunes entre nosotras, pero que hacía mucho que no teníamos.

—Debes reaccionar como tu cuerpo sienta —respondo—. Si no estás cómoda no tienes por qué fingir...

—Pero... ¿y si piensa que soy una loca...?

—Entonces se pierde a una mujer hermosa, inteligente y bondadosa como ya no quedan en este mundo...

Mi amiga levanta la vista y sonríe con timidez.

—¿Y tú no entras en esa selección?

—¿Hermosa e inteligente? Claro que sí —bromeo—. ¿Bondadosa? Me lo pensaría un par de veces.

Sofía ríe y me contagia de su alegría.

Si las cosas hubieran sido diferentes, si ese día la hubiera obligado a acompañarme, si ella hubiera elegido otro camino... Existen tantos hubiera, pero no fue así y el dolor que siento cada vez que mi mente revive esos momentos es como si pudiera captar su sufrimiento en carne propia. He aprendido a valorar sus bromas, las palabras de apoyo, esas tímidas sonrisas y, sobretodo, las estruendosas risas que casi nunca escucho.

La sociedad suele creer que las peores heridas son aquellas que dejan cicatrices visibles, pero la realidad es que las más dolorosas no dejan ni una sola huella. Esas cicatrices invisibles son las que vuelven fuerte a una persona y sé, sin temor a equivocarme, que sostengo la mano de la persona más fuerte que he conocido en mi vida. 

☆★☆

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