Tres meses han pasado desde el huracán y la presa rota.
La ayuda económica ha llegado de ciudades cercanas, casi todos han podido reconstruir sus casas con mucho esfuerzo. En mi familia lo perdimos todo. La casa, también la tienda de mi padre, incluso el viejo granero ha dejado de existir.
En cuanto a la primavera, parece haberse ido definitivamente de Lavelcville.
Sin embargo, algunas cosas han cambiado para bien, Rowena y mi padre han unido esfuerzos y pudieron construir una pequeña casa en la que vivimos todos. Ellos ahora son pareja, luego de tantos años, mi padre al fin luce lleno de alegría.
Marisa y su madre también pudieron construir una casa, de hecho, al lado de la nuestra. Ahora mi mejor amiga y yo somos vecinos.
A Cherry no la he visto de nuevo. De seguro su madre la ha encerrado en una habitación de cristal temporalmente.
La secundaria todavía está en construcción, pero ahora las clases se imparten al aire libre. En cierto modo, resulta mucho más divertido.
Y sobre Asher… Bueno, él es un tema complicado para mí, aun después de esa noche en el refugio cuando me dijo un “Te amo”.
Esas palabras no han vuelto a repetirse. Asher y yo nos encontramos ocasionalmente en la fuente Clavelrosa, que por alguna razón inexplicable, quedó intacta después del huracán.
Cuando hablamos, el tiempo parece detenerse entre conversaciones tontas que no llevan a ningún lado. Resulta incómodo. Somos buenos amigos. Ambos sabemos que hay algo que nos atrae el uno del otro, mas no pasa nada, ni siquiera un beso.
Asher Woods me trata bien. Es caballeroso. No obstante, siento que hay ciertos temas de los que quizá no se atreve compartir conmigo.
Él me ha gustado desde siempre, pero desde la muerte de Theo, mi ilusión por Asher cambió. Puedo asegurar que ahora es un sentimiento más maduro.
Theo también es un tema difícil para mí, el dolor sigue presente, aunque es menos intenso o mejor dicho, soportable.
Lo extraño tanto. No hay nada que yo desee más que tenerlo a mi lado, pero aún teniendo otro “11:11 en primavera”, no lo regresaría a la vida. He aprendido la lección sobre pedir deseos.
Su ausencia, es algo que estará por siempre. Theo siempre será el amor de mi vida, porque gracias a él fui amado, y amé imperfectamente.
Si me pidiesen hacer una lista de las cosas que más extraño de Theo, la número uno sería su ternura. Esa razón por la que extraño su forma de ser, es precisamente que hay infinitas razones, y no podría escribirlas todas.
Y yo, simplemente permanezco aquí, sentado, preguntándome cuándo volverá la primavera.
—Anthony, ¿cómo te va? —me saluda Asher, en medio del parque recién construido, y frente a la estatua del león que decidió cambiar su posición antes de volver a ser inerte, metálico.
—Hola, Asher. Pues no me quejo, ¿y tú?
—Estoy bien, solo un poco aburrido —expresa—. Una casa rodante no es el lugar más entretenido del mundo. Por cierto, Anthony, ¿que haces aquí?
—Nada, solo pienso.
—¿En Theo?
—Así es. —Suspiro.
—Lo lamento.
—Descuida. El dolor ya es soportable. —Hago una pausa—. Entonces, ¿vives en una casa rodante?
—Sí —confirma Asher—. Mi padre aún no tiene suficiente dinero para construir una casa.
—Lo siento mucho.
—¡Bah! —dice—. Creo que puedo acostumbrarme.
Asher Woods parece cansado, pero aun así, mantiene una ancha sonrisa en su rostro.
«Es un chico fuerte» —pienso, mientras lo miro.
—¿Qué miras tanto? —pregunta.
—No lo sé, Asher.
—¿Crees que soy tierno?
Resoplo.
—Debo decir que sí —le respondo—. Me dedicaste una canción, salvaste mi vida en el huracán, y mantienes esa sonrisa ante mí cuando obviamente puedo ver que estás agotado. Sin duda eres tierno.
—Es importante para mí tratarte con ternura —comenta—. Y sí, tienes razón, estoy un poco cansado, solo quiero dormir, pero la casa rodante es muy incómoda. Me cuesta conciliar el sueño.
—Asher —digo su nombre—. ¿Te gustaría dormir en mi casa esta noche? —propongo con timidez.
—Claro, me encantaría.
Al terminar la conversación, fuimos de inmediato a mi casa.
—Qué casa tan linda, Anthony.
—Lo es, Rowena se encargó de la decoración.
—¿Y tu familia? —preguntó.
—Deben estar en el supermercado, Rowena dijo que prepararía algo delicioso para la cena.
—¿Qué se siente saber que la directora de la secundaria es también tu madrastra?
—Es adorable —sonreí—. Ella es una gran persona. Oye, Asher. ¿Quieres un refresco?
Mientras buscaba una bebida, noté que Asher miraba la caja de Blossom Sparks sobre el refrigerador.
—¿Qué tanto miras? —le pregunté.
—No quiero ser grosero, pero... ¿Podrías regalarme un poco de cereal en vez del refresco?
—No hay problema —me encogí de hombros—. Solo dame un momento, sacaré la leche del refrigerador.
—¿Sabes, Anthony? Soy adicto a ese cereal.
Escuché mi corazón romperse por vigésima octava vez desde que Theo murió, el chico de mis sueños también era adicto a ese cereal. El comentario de Asher de inmediato me trajo recuerdos.
—¿Estás bien?
—Descuida Asher, estoy bien —mentí—. Es solo que a Theo amaba ese cereal.
—Y créeme que lo sigue amando, como te ama a ti.
—¿Qué acabas de decir?
—Um... nada, solo pásame el cereal por favor.
—Eres extraño, Asher.
—¡Nah! —dijo entre risas—. Soy un chico común y corriente.
Asher comió tres tazones de Blossom Sparks esa tarde, aunque eso no era nada, comparado con Theo, quien comió tres cajas llenas en una ocasión.
Minutos más tarde, encendí el televisor. Asher y yo veíamos una película, la cual prácticamente yo miré solo, pues él cayó dormido, babeando un cojín.
Cuando el sol se ocultó, él continuaba dormido, mientras que yo tarareaba la canción de los créditos al final de la película.
En ese momento, llegaron papá, Rowena, y la abuela, todos con varias bolsas que traían del supermercado.
—Anthony, veo que trajiste a un amigo —dijo papá en cuanto vio a Asher.
—Sí, él es Asher Woods. ¿Lo recuerdan? Estábamos juntos en el refugio.
—¡Claro! —exclamó mi abuela— Es el chico del que nos hablaste, ese que les salvó la vida a ti y a Marisa durante el huracán.
—Así es —confirmé el hecho—. Este chico que babea un cojín, también es un héroe.
El ruido proveniente de las bolsas plásticas despertó a Asher. Él de inmediato me miró y luego se sentó derecho en cuanto vio a mi familia.
Cuando ellos se marcharon a la cocina, Asher me observó con detenimiento durante un rato, mostrándose tímido e incómodo.
—Anthony, tengo algo importante que decirte.
—¿Y qué es eso tan importante?
—Resulta que yo…
—¡La cena está lista! —anunció mi padre de pronto.
Horas más tarde, al anochecer...
Asher y yo estamos en mi habitación, la cual es más grande que la que tenía antes. Aquí hay un pequeño sofá reclinable, al lado de mi cama, y sobre el escritorio, un portarretratos de madera. La foto que puse en el mismo, es aquella en la que Theo sostenía su adorada caja de Blossom Sparks.
—Oye, Anthony —me llama Asher—. ¿De casualidad tienes algún colchón que te sobre?
A veces pienso que Asher dice ese tipo de cosas a propósito, para recordarme a Theo, pero luego yo recuerdo que él ya tiene sus buenos sentimientos de vuelta.
—No tengo ninguno —le respondo—. Puedes dormir en mi cama, yo dormiré en el sofá reclinable.
—¿Seguro? ¿No te molesta?
—No hay problema, solo dame un momento.
Mientras preparaba la cama, Asher se acercó al escritorio, y tomó la foto de Theo entre sus manos. Luego percibí una inquietante tristeza en sus ojos.
—¿Lo extrañas? —me preguntó.
—Demasiado —asentí con mi cabeza.
—Él también debe extrañarte.
—Um —dije—. Asher, es hora de dormir; la cama ya está lista.
Cuando el reloj de pared marcó las dos de la madrugada, desperté para ir al baño. Al volver, noté que Asher estaba despierto, y se había quitado la camisa.
—¿Qué haces despierto a esta hora? —le pregunté.
—¿Qué haces tú despierto a esta hora, Anthony?
—No puedo dormir —confesé.
—Yo tampoco —murmuró, cabizbajo.
—Anthony... ¿Y si vienes aquí?
—¿Cómo dices?
—Ven, recuéstate a mi lado.
—¿Estás loco, Asher?
—Solo acompáñame —pidió—. No me malinterpretes.
No supe qué hacer. El chico que siempre me gustó estaba invitándome a mi propia cama, solo para dormir a su lado. Sí ese mismo chico que me dijo “te amo” bajo un aguacero.
Me recosté a su lado, pero dándole la espalda. Luego de un rato, él se giró hacía mí, y quiso colocar su brazo bajo mi hombro.
—¿Qué haces? —le pregunté de inmediato.
—Quiero sentirte cerca —admitió de la manera más tierna.
No respondí nada, pues en medio de la oscuridad él acarició suavemente mi rostro.
Yo por timidez le di la espalda de nuevo, y pasaron unos minutos en los que no dijimos nada, pero ese silencio venía acompañado de una caricia, justo en mi pecho, sobre mi cicatriz, que de seguro Asher no sintió, pues yo tenía mi camiseta puesta.
Theo también solía poner su mano sobre mi cicatriz cuando dormíamos juntos.
Comencé a llorar, nostálgico. No estaba seguro si Asher podía escuchar mi llanto, pero sí tenía certeza de que el dolor por la pérdida de Theo, se volvió insoportable otra vez.