La Melodía de Aura 1 - Prelud...

By LenaMossy

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Aura terminó con su amor de la infancia la misma noche en que habían decidido mudarse juntos a la capital. Es... More

♡ AVISOS ♡
♡ Sinopsis ♡
❀ Dedicatoria ❀
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
♔ Obsidiana ♔

Capítulo 31

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By LenaMossy

My days end best when this sunset gets itself

Behind that little lady sitting on the passenger side

It's much less picturesque without her catching the light

The horizon tries but it's just not as kind on the eyes

Arabella — Arctic Monkeys

☆★☆

Me encanta ver sonreír a Sofía; a veces creo que es la hermana que debí tener y no a la arrogante de Úrsula. La rubia esboza una pequeña sonrisa tímida decorada por un labial rosa pálido; es una de esas personas que cambian el ambiente con su presencia y a las que jamás debería de pasarles algo malo...

Hace mucho que no teníamos una reunión de café y esta vez aceptamos la invitación de Cedric al Gato Azul. Los empleados observan con curiosidad a Sofía y supongo que es por lo obvia atracción que existe entre el dueño y ella. Son encantadores y tímidos, creo que es lo único que me preocupa...

No, mentira. Hay otra cosa en esa relación que me preocupa y mucho.

Sofía y Cedric estaban esperando por nosotros afuera de la casona y el segundo se fue con Dimas al ensayo. Sofía me informó de la invitación para comer en el café y... ¿Quién soy yo para rechazar la comida gratis?

Apenas me di una ducha rápida mientras mi amiga me acribillaba a preguntas desde la habitación y por fin le he contado todo frente a dos tazas de café humeantes.

—¿Por qué no me dijiste nada antes? —pregunta contrariada—. Estabas cargando demasiadas cosas...

Una ligera llovizna repiquetea contra la ventana frontal del local.

—Es que te vi muy feliz con Cedric y no quería amargarte con mis problemas.

—Tus problemas son mis problemas ¿Recuerdas? —sentencia acomodando un mechón rubio detrás de su oreja—. No vuelvas a hacer algo así...

—Es sólo un nombre —digo quitándole importancia—. Mi padre no es el primer hombre sobre la tierra que tiene un amorío fuera del matrimonio...

Sofía hace una mueca de fastidio.

—No sé, pero me alegra que nadie más te molestara con eso. Sin embargo, sabemos que es cosa de tiempo... Apenas comiencen los preparativos para la Feria del Libro y todos van a querer remover cosas sobre el pasado del escritor mexicano José Antonio Reyes.

La última parte la ha dicho con un tinte melodramático para quitarle algo de seriedad, pero tiene razón.

—En unos meses me preocuparé por eso —sonrío—. Por lo pronto, tengo que hablar con mi madre y saber si es verdad...

—Como quitarle un pelo al león —bromea y me hacer reír—. Encontraremos la forma ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Por suerte, Sofía no es de exigir detalles o me habría muerto de vergüenza al contar lo que sucedió la noche anterior. Con algunas leves insinuaciones y ella casi estalla en chillidos de felicidad cuando me esperaba algo más de discreción.

—Entonces... ¿Es oficial?

—¿Qué es oficial?

Sofía entorna los ojos y dice.

—Que regresaron.

—No sé si regresamos —confieso—. No sé qué somos...

—Simplemente amigos no.

Bebo de mi café y consulto el celular sólo para no mirarla a los ojos.

—No somos sólo amigos...

Y ahora él debe estar intentando calmar las cosas con Minerva... La idea me molesta mucho y de inmediato me siento una miserable por enojarme luego de saber por lo que ha pasado la tapatía.

—Minerva sospechaba —me dice Sofía como si adivinara mis pensamientos—. Yo insistí en que habías tenido problemas con tu mamá y que de seguro apagaste el celular para que nadie interrumpiera mientras hablaban.

—Minerva —repito y enarco ambas cejas—. Es importante para Dimas... Es como si sintiera una responsabilidad especial con ella.

—Bueno... Fueron padres por un tiempo...

La sutileza con la que dice aquello me encoge el estómago.

—Nosotros alguna vez creímos que estaba embarazada —confieso—. Fue hace mucho y creo que hasta lo ha olvidado, pero... siguió adelante ¿No?

—No te hagas eso —susurra—. Si quieren intentar que esto funcione, ambos tienen que dejar los resentimientos atrás.

Es muy fácil decirlo...

—Por otro lado... ¿Qué ha pasado en tu vida?

Sofía se convierte en un tomate humano en un segundo y clava la vista en su taza de café.

—¿De qué o qué?

—De cierto baterista que nos ha invitado a comer —contesto agregándole cierta picardía a cada palabra—. Alguien tampoco me ha contado muchas cosas en estos días.

—No hay nada por contar —dice pestañeando con exageración—. Somos amigos...

—¿Sólo amigos?

De acuerdo, lo que quiero saber es si se han besado o algo por el estilo. No por ser una chismosa desconsiderada, sino porque significaría que Sofía está dejando atrás muchas cosas.

—Amigos —confirma—. Le he dicho que necesito ir muy despacio.

—O sea, han hablado del tema —digo atragantándome con el café y recibo sus suaves palmadas en la espalda— ¡No me dijiste nada!

Sofía se sienta muy erguida y asiente.

—Hemos hablado, cierto. Y él ha aceptado sin preguntar, lo que agradezco mucho y...

Permanece en silencio mirando su manicura perfecta.

—Creo que hacen una linda pareja...

—¿En serio?

—Sofía, verlos juntos es la cosa más empalagosa que he observado en estos días y eso que sólo se miran como borreguitos a medio morir.

—¡Exageras!

—¡Es verdad! —exclamo— Y me alegra saber que es dueño de un café donde puedo venir a gorronearme todo porque mi mejor amiga será su novia.

Sofía entorna los ojos con una amplia sonrisa en sus labios.

—El café lo ganó en una apuesta —comenta—. Él es de Cancún y su familia todavía vive ahí. Parece que era un caso perdido y al ganar el café sintió que era una señal del destino... Y aquí está.

—¡Vaya! ¡Yo quiero una señal de destino como esa!

La rubia ríe cubriéndose con delicadeza la boca y asiente.

—Conoció aquí a Federico y lo demás es historia.

Todos llegamos al mismo punto, medito.

—¿Entonces dejamos a Eric fuera de la ecuación? —pregunto, pues recuerdo que ella me llamó desde su celular.

—Sí, es demasiado intimidante.

—¿Eric? —río—. Ni al caso, pero sí un mujeriego.

—Definitivamente está fuera de la ecuación.

Intercambiamos una mirada cómplice y reímos. Es agradable pasar tiempo con ella como si, por un momento, no existieran problemas o situaciones complicadas. Al menos, aparto a Dimas por un rato mientras hablamos sobre la oficina o la chica que está ocupando mi antiguo empleo.

Recibo un mensaje que leo sin interrumpir nuestra plática y no puedo evitar sonreír al verlo.

Dimas: Te extraño.

Aura: Yo también... ¿Cómo van?

Dimas: Bien, pero no puedo concentrarme...

Aura: ¿Por qué?

Dimas: Por ti, quiero verte.

Aura: En un rato nos veremos en el bar.

Dimas: Y como si fueran años... Te dejo. Gabriel me esclaviza.

Aura: Eso te pasa por ser bueno. Suerte.

—Si sonríes un poco más podrías interpretar al Guasón de Batman...

Sofía está asomándose a un costado y leyendo la conversación. Doy un respingo y cubro la pantalla contra mi pecho.

—¡Chismosa!

—Tengo que cuidarte —sonríe—. Tal vez no pueda ir a golpearlo si te lastima, pero puedo enviar a alguien a hacerlo —me hace un guiño—. Pero, la verdad... creo que esta vez van en serio...

—Pero...

—¿Minerva? ¡Aura! Tú misma hiciste las paces con León y admites preocuparte por él... ¿Dejarías a Dimas por él?

—No —respondo con rapidez.

—Es lo mismo.

Quiero creer en sus palabras, pero algo dentro de mí se agita con rebeldía al intentarlo. No deseo sufrir lo mismo al confiar a ciegas y temo salir herida otra vez. No puedo enamorarme sin reparos de Dimas, tengo que afianzarme a mi sentido común o puedo salir más herida que nunca.

☆★☆

Estoy algo decepcionada porque no encontré a Dimas en el departamento y tampoco ha llegado al bar. No obstante, Mjölnir está aquí. Federico me los ha presentado, aunque ya los conocía y no parecen muy motivados a socializar. Sólo Henrik pareció alegre de verme y convenció a Federico de que me dejara tomar una cerveza a pesar de estar en mis horas de trabajo.

El público femenino está feliz, muy feliz. Henrik y su apariencia vikinga está levantando suspiros ahogados mientras va de un lado al otro del bar. Sólo tocarán dos horas, pero incluso en las redes sociales ya ha causado furor el primo de Eric.

Claro, algunas ya quieren desenvainar la espada y asesinarme por estar bebiendo una cerveza con él. Será una noticia muy triste para las chicas enterarse de que a Henrik no le interesa ninguna de nosotras.

—¿Y a quién apoyarás en el concurso?

—A ambas bandas —contesto con indiferencia—. Son muy buenos.

Henrik menea la cabeza un poco.

—Hemos estado practicando mucho más desde que los vimos...

Por su mirada entiendo que se ha arrepentido de mencionar aquello por el beso entre Minerva y Dimas.

—Ustedes necesitan una chica guapa en el escenario.

—¡Lo sé! ¿No quieres fingir tocar la guitarra?

Río y niego con vehemencia.

—¡Eso está fuera de discusión!

Él chasquea la lengua.

—Una lástima.

Platicamos un rato más hasta que Paolo, el bajista, le dice que es hora de subir y me dirige una mirada de pocos amigos. Henrik o no se percata o sólo lo ignora, pero igual se marcha prometiendo tocar alguna canción para mí.

El vikingo presenta a todos los integrantes de la banda y una ola chillidos estalla cuando dice su nombre con un atractivo acento finés. Los demás parecen acostumbrados a que cause esa impresión y se miran entre risas al notar que, después de todo, Henrik sí es un poco tímido.

—Y nuestra primera canción va dedicada a una amiga muy especial...

Henrik me mira y puedo sentir como decenas de ojos se giran en mi dirección. Finjo indiferencia revisando algo en la computadora y agradezco que no dice mi nombre. Lo ha hecho con toda la intención, puedo ver su sonrisa divertida y entiendo que aquel sentido del humor es de familia... ¡Eric es igualito!

Cuando empiezan las primeras notas de Arabella de Arctic Monkeys decido perdonarlo y coreo la canción con todas las demás personas. Incluso Karina está demasiado animada cantando como para hacer alguno de sus acostumbrados comentarios cargados de cizaña y apenas si intercambiamos algunas señas antes de que se vuelva a marchar. La sigo con la mirada por simple distracción y en eso veo a Minerva acercarse a ella, Dimas está a su lado.

Me concentro en Henrik paseándose a lo largo del escenario y el resto de la banda que, en efecto, ha mejorado mucho. De hecho, comienzo a preocuparme por no encontrar aquellos errores que noté con tanta facilidad la última vez.

Gabriel, Nicolás, Eric y una morena que no conozco, se dirigen a la mesa que está reservada para ellos. Minerva y Dimas se les unen unos segundos después cuando la primera ha terminado de hablar con Karina. La morena parece ser la cita de Eric o sólo es muy confiada; como sea, a él no parece incomodarle en lo más mínimo y me alegra que Sofía eligiera al baterista.

Dimas y yo nos miramos por instantes hasta que por fin se acerca con la mirada vigilante de Minerva a sus espaldas.

—Hey...

—Hola.

Sus labios capturan toda mi atención y me cuesta un mundo mantener mis manos alejadas de las suyas. Él parece tan desesperado como yo por estar a solas un minuto y apenas si roza mi mano un instante, pero envía señales de electricidad por todo mi cuerpo.

—Mejoraron —digo señalando el escenario—. ¿No crees?

—Eso parece... —suspira—. Tiene una forma muy particular de cantar...

—Como si quisiera tener sexo en este instante —sonrío.

Dimas enarca una ceja y mi corazón da un vuelco, es increíblemente sexy.

—¿Así debería cantar?

—Me gusta tu estilo, chico lindo.

—Tal vez debería cantar como te cantaría en la cama...

¿Alguien apagó el aire acondicionado y encendió una fogata a mis pies?

¡Por Yoda! Mi cuerpo entero se estremece con sus palabras y trago saliva intentando recuperar el habla.

—¿Me cantarías en...?

—Mi voz es tuya, ya te lo he dicho —responde acercándose como si sólo intentara hacerse escuchar por arriba de la música.

—Dimas, basta o...

—¿O qué?

Minerva nos está observando con furia y retrocedo como si alguien me hubiera lanzado un balde de agua helada. Dimas parece desconcertado hasta que se gira y descubre la misma furia en su dirección.

—Esto será complicado...

—Te enviaré un mensaje en un rato —me dice—. Te extraño...

Regresa a la mesa y Minerva se encarga de que vea cómo le toma de la mano. No sé cuánto pueda resistir sin arrojarle algo a la cara y tengo que repasar todo lo que ha sufrido para controlar la ira que me embarga. No debería de tener que esconder algo tan natural como estar enamorada del chico con el que comparto un tatuaje... ¡Un tatuaje!

Unos minutos después recibo el mensaje de Dimas, me está esperando en el pasillo y decido tomarme un pequeño receso. Lo encuentro recargado en la pared revisando su celular y sonríe cuando me ve frente a él.

—Ven.

Abre la puerta de la oficina de Federico con las llaves que no tengo idea de cómo consiguió. Estoy a punto de preguntarle cuando cierra la puerta detrás de mí y me aprisiona contra ésta entre sus brazos. Su boca busca la mía de forma hambrienta y sus manos me recorren por arriba de la ropa.

Ya es casi espontánea la forma en que me sostiene de la cadera y ayuda a que le rodeé la cintura con las piernas; ni si quiera he procesado nada de lo que sucedió hasta que una pequeña mordida en el cuello obliga a un gemido con su nombre a escapar de mi boca.

El sabor de sus besos posee una mezcla de cigarro, cerveza y secretos, este secreto.

La música llega amortiguada y es casi inaudible con los suspiros entrecortados que inundan la oficina. Extrañé tanto su cuerpo contra el mío, su voz y su aroma que las caricias me parecen insuficientes para transmitir lo que siento.

—Quiero hacerte mía —susurra.

Respondo con un gemido y un escalofrío me recorre al sentir sus dedos deslizarse por debajo de mi ropa interior hasta tocar ese punto que nubla mis sentidos; los mueve en lentos círculos y sus besos se convierten en algo más con el deseo en cada suspiro. Quiero permanecer con los ojos abiertos, pero el placer que se acumula en mi vientre me obliga a cerrarlos y aferrarme a su cuello.

—Me encantas... —susurra a mi oído— No tienes idea de lo que me gusta verte así...

Me sostiene con más fuerza y aumenta la velocidad haciéndome perder por completo el control de lo que digo. Dimas vuelve a besarme consiguiendo amortiguar el sonido que escapa de mis labios cuando alcanzo el clímax entre sus brazos; es una sensación maravillosa perder las fuerzas embriagada de su esencia.

—Quiero protegerte...

Ladeo la cabeza todavía atontada por la intensidad del momento.

—¿De qué?

—De todo —responde acariciando mi mejilla—. Quiero seas feliz.

Este es el Dimas del que me enamoré hace tantos años.

—Me haces feliz...

Nos quedamos así un momento hasta que un par de golpes en la puerta nos sobresaltan. Es imposible escuchar si alguien habla desde el otro lado debido a la música, pero de todas formas estamos más ocupados en arreglarnos la ropa. Me cuesta mantenerme firme, todavía sufriendo los estragos del orgasmo, cuando Dimas me besa una vez más antes de abrir la puerta.

—No hay nadie —dice él.

Me asomo por un costado y encuentro vacío el pasillo.

—Será mejor regresar —suspiro—. Tengo trabajo.

—Te esperaré para ir a casa...

—¿Seguro?

Sostiene mi mano y deposita un último beso en los nudillos.

—Seguro...

Soy la primera en salir de la oficina y regresar a su puesto; Dimas vuelve a la mesa unos minutos después. Noto algo de preocupación en su rostro y me percato de que Minerva no está ahí. Recorro con la vista el sitio, pero no la veo por ningún lado.

¿Sería ella quién llamó a la puerta? Sacudo la cabeza para apartar ese pensamiento y me tranquilizo al verla salir del baño de mujeres.

El corazón me late a toda velocidad por lo que acaba de suceder con Dimas y por la culpabilidad que sentí al creer que Mina sospechó... ¡Lo que no debería de pasar!

Sólo me pregunto cuánto tiempo resistiré esto y, en realidad, no creo que sea por mucho.

☆★☆

—¿Y Cedric? —pregunto cuando en el bar ya sólo nos encontramos los empleados.

—Dijo que iría a ver a Sofía —contesta Gabriel con una mueca de desagrado al ver a la morena y a Eric tocándose sin reparos— y supongo que se le hizo tarde para venir...

Nicolás ríe y se encoge de hombros al hablar.

—Algunos no conocen los moteles.

Eric levanta el dedo corazón y nos señala sin dejar de besar a la guapa chica que tiene sobre su regazo.

—¿Quién es? —le pregunto a Nicolás.

—Una admiradora —contesta—. Lo sé, puse la misma cara que tú.

Henrik se acerca a la mesa donde estamos, con una cerveza en la mano, y pasa un brazo sobre mis hombros al ser la única que no está sentada.

—Deberíamos hacer una colaboración.

Dimas levanta una ceja y mira a Gabriel, comienzo a notar que es éste quien toma las decisiones de la banda.

—¿De toda la banda o solo ustedes dos?

Henrik medita un instante mientras bebe de su cerveza.

—Podríamos necesitar el violín y un piano... ¡Eric! ¿Lo harías?

Su primo mueve un dedo índice diciendo que sí sin apartarse de la chica.

—Siempre hace eso —me dice el rubio—. Cuando estaba en Agatha era peor... ¿Ya vas madurando?

Eric por fin se aparta de la morena y pasea la mirada por nuestros rostros antes de hablar.

—¿Por qué eres tan chismoso?

¿Agatha? ¿Así se llamaba la banda a la que perteneció antes? Memorizo muy bien el nombre, pero sus ojos negros me obligan a desviar la mirada.

—Tú no sabías que lleva algún tiempo en esto ¿Verdad? —me pregunta Minerva.

—No —admito—, pero no tenemos tanto tiempo de conocernos.

Eric ayuda a la chica a levantarse mientras le susurra algo al oído que la hace soltar una risita pícara.

—Me avisan —se despide.

No vuelve a mirarme y tengo que admitir que estoy muy sorprendida, por lo que no consigo despegar la mirada de su espalda hasta que sale del bar. Eric nunca es desagradable conmigo y en alguna ocasión me ha mencionado que le recuerdo a una hermana, pero nada más. Así que, bueno, estoy confundida porque no me gusta que las personas que aprecio se enojen conmigo y mucho menos si no sé qué hice para enfurecerlos.

—Podríamos planearlo para después del concurso —continúa Gabriel—. ¿Te parece Dimas?

Él asiente y de inmediato la conversación se vuelve un poco técnica; Minerva se luce como una maestra de música. Si hay algo que he aprendido, al estar rodeada de escritores desde que tengo uso de razón, es a no fingir conocer un tema porque terminarás haciendo el ridículo. En medio de su agitada plática consigo despedirme y abandonar el bar.

Escucho unos pasos a mis espaldas cuando voy hacia mi automóvil, que los chicos del valet parking han acercado a la entrada, y descubro a Dimas.

—¿No planeabas esperarme?

Estoy enojada, es complicado manejar tantas emociones al mismo tiempo.

—Bueno, no sé cómo hablarte frente a Minerva así que mejor no lo hago.

Dimas parece desconcertado.

—¿Te he hecho algo?

Aprieto los puños y suspiro, luego niego con la cabeza.

—No, lo siento... ¿Nos vamos?

Entrelaza su mano con la mía y besa la comisura de mis labios al tomar las llaves del automóvil.

—Sí, vamos a casa.

Me encanta cómo suena aquello y sé que se acerca la primera noche en casa. Mi corazón se agita y un rubor se apodera de mis mejillas. Por esas cosas sé que soportaré guardar el secreto un poco más y disfrutar de lo que suceda entre nosotros, nuestros secretos.

☆★☆

Nota de la autora:

¡Hola! Hoy quiero enseñarles los bonitos dibujos que hizo AlexisN11 de Dimas, Eric, Sofía y Mina ❤️ ¡Me encantaron! ¡Muchísimas gracias! Ese estúpido y sensual Eric jajaja 😂

¡Y gracias a todos los que siguen hasta aquí! Incluso a esos fantasmas que no me saludan 💔☹️.

Con cariño,

Lena. 

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