Lavelcville continúa de fiesta por la primavera. Hoy por la noche habrá una gran parrillada, en el campo Carmick.
Muchas personas compartirán ahí con su familia y amigos. Todos comerán hasta saciarse, mientras ven los fuegos artificiales.
Hoy también es cumpleaños de Marisa. Ella ha llegado a sus diecisiete años. Yo aprovecharé la ocasión para felicitarla y obsequiarle algo.
—¿Qué hacemos en este lugar? —pregunta Theo.
—Esto es una tienda de artículos misteriosos —explico—. Le compraré una nueva baraja de cartas a Marisa. ¿Crees que le guste una de color azul con estrellas doradas?
—Sí —responde un sonriente Theo—. Estoy seguro de que le gustará.
Un rato más tarde...
Ambos fuimos caminando hacia el campo Carmick, pues no estaba tan lejos. Por otro lado, Papá y la abuela se habían adelantado para preparar la parrilla.
Al llegar, vimos a Marisa, quien llevaba un encantador vestido rojo, a la altura de la rodilla. Además, ella se había planchado el cabello, para luego colocar una diadema blanca.
—¡¿Cómo está la mejor amiga del mundo?! —vociferé, y quise abrazarla con cariño—. Espero que tengas un feliz cumpleaños.
—Anthony, me alegra que estés aquí —expresó—. Y lo mismo digo de ti, Theo.
—Feliz cumpleaños —añadió Theo, acompañado de una sonrisa.
—Gracias, amigo —le contestó Marisa—. Por cierto... ¿Trajiste tu caja de Blossom Sparks?
—No. —El chico de mis sueños frunció los labios—. Anthony ha dicho que comeré hasta reventar en este evento, entonces no es necesario.
Tras sonreír para mis amigos, quise dar un vistazo a los árboles, todos adornados con lucecillas tan resplandecientes como alegría. Esa, sin duda, era la emoción presente en nosotros.
Mientras tanto, papá se encargaba de armar la parrilla, y la señora Barnes ponía mucho empeño en la decoración para el pastel de Marisa.
Al momento de colocar una sábana sobre el césped, notamos que muy cerca estaba la familia Woods. Tiffany, Asher, y sus padres, comían algunos snacks.
Asher nos miró. En su rostro había una amarga expresión de rencor. Yo decidí ignorarlo, pues no permitiría que me arruinase la noche.
Mientras esperábamos a que el asado estuviese listo, pasó frente a nosotros la señorita Walker.
Su cabello largo y castaño permanecía bien peinado. Rowena llevaba una falda de color magenta, y una blusa blanca. Probablemente haciendo alusión a los colores en los árboles de cerezo. Ella también llevaba un cesto colgando de su mano.
—Hola, queridos estudiantes.
—Hola, señorita Walker —dijimos al unísono.
—¿Cómo se siente usted? —le pregunté.
—Me siento de maravilla, gracias Anthony.
En ese momento, surgió un silencio incómodo. Rowena miró a mi padre. Él con disimulo le devolvió tal mirada.
—¿Rowena Walker? —Papá parecía impresionado.
—¿Arthur Spring? —dijo ella, mostrándose igual.
—Sí, el mismo.
—Cielos, Arthur... ¡Cuánto tiempo sin verte! —le contestó, efusiva—. ¿Cómo has estado?
—No me quejo —dijo papá—. Vivo mi vida, siempre al lado de mi familia. —Nos miró a la abuela y a mí.
—Espera. —Rowena enarcó las cejas—. ¿Es Anthony Spring tu hijo?
—Así es, mi único hijo por cierto.
—Vaya, pero qué mundo tan pequeño.
—Lo es —replicó mi padre.
Yo de inmediato quise participar en la conversación que tenían.
—¿Ustedes se conocen? —les pregunté.
—¡Claro! —exclamó papá—. Rowena fue mi mejor amiga de la secundaria.
—Es cierto. —Ella misma lo confirmó—. Arthur y yo éramos grandes amigos, pero él decidió quedarse en Lavelcville. Yo me marché al extranjero y fui a la universidad.
—Rowena, ¿entonces eres maestra de mi hijo?
Ella negó con la cabeza.
—De hecho, soy la directora de la secundaria. Volví hace unos años, para ejercer mi profesión.
—Algunas veces fui a la secundaria Clavel a entregar chocolates, para los profesores —detalló papá—. Pero nunca tuve la dicha de toparme contigo.
—¿Chocolates dijiste? —consultó Rowena.
—Sí. Soy el dueño del “Pato Chocolatoso”.
—Entonces... ¿Tú eres el responsable de los chocolates rellenos de arándano? —le preguntó—. ¿Esos que me entrega la profesora de historia, a la hora del postre?
—Así es.
—Son los mejores chocolates. En verdad me encantan —exclamó una fascinada Rowena.
—En ese caso, estás invitada al Pato Chocolatoso.
—Qué amable. Muchas gracias, Arthur.
—Oye, Rowena. ¿Qué te trae a la parrillada?
—Vine a distraerme un poco de tanto trabajo —explicó—. Quiero ver los fuegos artificiales.
—¿Vienes sola?
Ella asintió.
—Deberías acompañarnos —le sugirió papá—. Hay suficiente comida.
—¿No sería molestia?
—Descuida, Rowena, adelante.
—Gracias, Arthur. —Ella hizo una pausa en la que tomó unos segundos para mirarlo directo a los ojos—. Por cierto, traigo varios sándwiches en el cesto, por si alguno de ustedes desea uno.
—Gracias —le dijo—. A propósito, quiero presentarte a todos. Ya conoces a mi madre Clarice, a mi hijo Anthony —me señaló—. Y ellas, son la señora Barnes y su hija Marisa, que por cierto está de cumpleaños.
Rowena observó a Theo. Papá prosiguió.
—Este chico que siempre está con mi hijo, y vive con nosotros, se llama Theo.
—¡Mucho gusto a todos! —exclamó la señorita Walker—. Aunque a decir verdad, Marisa y Theo también van a la secundaria Clavel. —Sonrió para ellos—. Como directora, debo conocer a todos los estudiantes.
Unos minutos después —mientras disfrutábamos de la parrillada—, yo noté que papá y Rowena no dejaban de mirarse. De alguna manera, parecía haber más que una amistad entre ellos. Por supuesto, yo no tenía el derecho de juzgar a mi padre.
Entendía que él era libre de tomar sus propias decisiones. Incluso pensé en lo genial que sería si conociese a alguien, pues quedó solo desde que mi madre falleció. Y desde entonces, en lo único que optó para atenuar ese dolor, fue en hacer chocolates.
«Papá necesita una compañera» —Deduje con empatía.
—¿Qué tanto piensas? —me habló Theo.
—Yo... Pues en nada. Cosas sin importancia.
—Mientes.
—¿Sabes, Theo? A veces creo que puedes leer mi mente.
—No puedo hacer eso —aclaró—, pero sé que cuando guardas silencio, tu mente prácticamente es un huracán o algo así. Es más, dicen que las personas calladas, poseen las mentes más ruidosas.
—Theo, ya deja de filosofar. Y si lo que quieres es una respuesta, debo decir que sí, estaba pensando.
—¿En qué pensabas? —Sus ojos grandes y verdes se posaron en mí.
—En el romance.
—Vaya. —Theo esbozó una sonrisa torcida—. Ese es mi tema favorito.
—Eres tan cursi —le dije—. Apenas si puedo soportarte.
—Bueno, eso es porque tus sueños son cursis. Yo únicamente soy el resultado.
—Cállate ya. —Ahogué una risa.
Luego de esa conversación, llegó el momento en que Marisa debía soplar las velas del pastel. Y quise entregarle un regalo, que ella abrió de inmediato.
—¡Esto es genial! —celebró—. Una baraja de adivinación, edición estrella 2016, incluye cartas nuevas y misteriosas —farfulló—. ¡Tengo que abrirla ahora mismo! —dijo, desbordándose de emoción—. Oye, Anthony, creo que es hora de una lectura. ¿Me harías el honor?
—¿Sabes? Desde la última vez, desarrollé cierto temor a la lectura de cartas. —Fui franco—. Lo siento amiga, pero puedes leer las cartas para Theo. Sería interesante.
—¿Qué dices, Theo?
—Acepto —le contestó él, así nada más.
—Muy bien. Toma tres cartas boca abajo, y primero levanta la carta de la izquierda. —Marisa le dio indicaciones—. Esa es la carta del pasado.
Theo enseguida volteó la carta, la misma decía: “Papel”.
—¡Interesante! —comentó Marisa—. La carta papel, representa lo neutro y estabilidad —explicó—. Ahora voltea la carta del centro, es la del presente.
Theo siguó las instrucciones al pie de la letra. En la carta volteada, pudo ver la palabra: “Corazón”.
—Esta carta, representa emociones fuertes en este momento, o un amor —declaró Marisa hablando con lentitud—. Vaya, parece que nuestro Theo está enamorado. —Se rió—. Ok, ahora voltea la última carta, la del futuro.
Theo volteó lentamente la última carta. La palabra era: “Mariposa”.
—Theo, mira qué bonita carta te ha salido —exclamó—. Es una de las más nuevas, de hecho, leí sobre ella en internet, así que tendrás tu lectura.
Theo aplaudió. Marisa quiso continuar con la explicación.
—La carta mariposa representa transformación o cambio. Eso quiere decir, mi querido Theo, que pronto habrá un cambio en tu vida.
—Eres tan buena en esto, Marisa.
—Lo sé amigo, lo sé.
—Es más, en este momento cumpliré la interpretación del presente.
—¿Cómo? —le cuestionó ella.
Theo hizo que yo me levantase del suelo, para luego mirarme fijamente. Yo —una vez más— tuve el privilegio de perderme en sus ojos.
De repente, comenzaron los fuegos artificiales. Tantas luces de colores opacaban el brillo de las estrellas.
Theo miró de soslayo a mi familia y amigos. En ese momento, las palabras comenzaron a salir entusiastas de su boca.
—¡Oigan todos! —gritó—. ¡Necesito su atención un momento! —Tras decir eso se colocó de nuevo frente a mí—. Mírame, Anthony.
—¿Qué sucede?
—Anthony Spring... ¿Te gustaría ser mi novio?
Mis ojos se iluminaron por dos razones. La primera, por el reflejo de los fuegos artificiales, mientras que la segunda razón, fue por el enamoramiento.
—Sí, chico de mis sueños.. ¡Quiero ser tu novio!
Theo no dijo nada, solo me besó tiernamente. Sus labios —siempre tan dulces— no se detuvieron ante los destellos, y mucho menos por el ruido de la pólvora que estallaba en el aire.