NO FUE MI CULPA

By lad_sam

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Este es un universo alternativo, donde hablamos de categorías por especies, humanos genéticamente modificados... More

Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Concurso

Capítulo 2

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By lad_sam


Lo que bien había comenzado, de pronto dio un vuelco y comenzó a surgir la verdadera naturaleza de esa relación. El matrimonio del año, frente a todos, comenzó a ser una miserable vida de puertas para adentro.

Emma no paraba de salir a fiestas, llegando casi siempre a la mañana siguiente, y Dante ya ni siquiera esperaba a beber cuando sus colegas le invitaban, ahora lo hacía solo, porque sí, porque era mejor que estar esperando a esa fría mujer. No era la chica agradable y linda que parecía meses atrás.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Acaso el matrimonio les había afectado?

Dante no entendía, y tampoco quiso darle muchas vueltas al asunto, sumiéndose en la bebida y el trabajo ya ni siquiera le importaba. Aunque había algo, estaba casado, y su esposa ni un beso le concedía, no iba a serle infiel, ella se enteraría y sería un motivo más, una razón para que los problemas aumentaran, aunque la frialdad y distancia comenzaban a pesar.

Ese fue el detonante. Sus necesidades, contra la indiferencia de su esposa, lo llevaron a buscar una solución, aunque no imaginó cómo terminaría.

Una tarde llegó a casa, fue a la cocina por una cerveza y se topó con su pequeño Omega, que trataba de cocinar algo y estaba a punto de quemarse.

- ¿Qué estás haciendo? -cuestionó sin importarle lo que ocurriría, abriendo el frigorífico sin mayor preocupación.

Yune volteó, y al hacerlo el sartén resbaló por completo. Soltó un grito de dolor y brincó hacia atrás por reacción, el aceite había alcanzado a salpicar sus pies y fue demasiado doloroso, aunque no grave.

- ¿Dónde está la cocinera? Tú no deberías usar la estufa.

- ¿Por qué me preguntas? -murmuró el chico frunciendo el ceño con cierta molestia, eran las primeras palabras que cruzaban desde que se comprometió. -Hace semanas no trabaja aquí la señora Marina.

- ¿Qué? ¿Y eso por qué? Eso no lo sabía. -y al parecer la noticia no le agradó.

-Emma, tu esposa la corrió.

-Seguro tendrá sus razones, yo no he comido aquí hace mucho, tal vez ni siquiera sea necesario, al parecer estás aprendiendo a cocinar.

Yune ladeó el rostro viendo el plato de huevos revueltos que preparó, estaban horribles, quemados y llenos de tanto aceite que escurría. ¿Por qué era tan difícil? Suspiró tomándolos y los colocó en el frigorífico, de pronto olvidó el hambre, se dirigió a la salida suponiendo que no había mucho qué decir.

- ¿A dónde vas?

-A dormir.

- ¿Y por qué sales?

- ¿Tampoco notaste esto? -le miró con ironía, pero el reproche en esos ojos verdes era inminente. -He dormido en la casa de cristal hace meses, me gusta ese lugar, aunque, se ha acabado la comida.

- ¿Comida? Yo no dejé comida, eran golosinas.

-Bueno, yo no sé cocinar, y corrieron a Marina, pensé que no me moriría de hambre si me comía todo antes de intentar cocinar.

-Mañana contrataré a una cocinera para ti, te ves muy delgado, ¿cuánto tiempo hace que no comes?

-Lo suficiente para quemarme intentando prepararme algo.

Dante no dijo más, no pensaba en Yune ahora, ya ni siquiera le importaba dónde dormía, ni qué comía, sólo pensaba contratar a alguien para que su mascota no muriera de inanición. Sí, había olvidado el cariño y sentido de protección que tenía hacia el pequeño, ahora su mente estaba nublada y no veía más allá de sus problemas maritales.

Yune pasó días esperando que Dante cumpliera su promesa, pero el tiempo corría y no había ninguna cocinera. Un día, nuevamente, se atrevió a entrar a la casa a escondidas y sacó aquellos huevos que cocinó casi una semana atrás, los comió de prisa, escuchando a Emma y Dante discutir, lo hacían demasiado alto, ambos gritaban, más ella, diciendo una cantidad de insultos que Yune jamás se atrevería a decir, mucho menos dirigirlos hacia el Alfa.

Escuchó los rápidos pasos de Emma bajando las escaleras, después la puerta azotarse, así que supuso que había salido. No hubo más, Dante ni siquiera apareció en el primer piso. Yune se ocultaba asomándose al pasillo, podía ver la entrada y parte de las escaleras. La casa lucía tan solitaria, daba tristeza recordar que antes había muchos trabajadores, todos le veían pasar y le regalaban una sonrisa, pero Emma llegó a cambiar todo, corrió a todo aquel que trabajaba dentro de la casa, los jardineros iban una vez cada dos semanas.

Se había ya pasado el primer aniversario de la boda, y la pareja discutía a muerte para después ignorarse. Yune comenzó a ser testigo de eso cuando se acercaba a buscar comida, la cual ya estaba demasiado limitada sin nadie que se ocupara de comprarla.

Semanas después, cuando el Omega ya llevaba nuevamente días sin comer y no encontró ni una miga de pan en la cocina, se atrevió a pasar de ahí para hablar con Dante, creyendo que si le pedía alimento, él no se lo negaría.

Iba a subir las escaleras, pero retrocedió de inmediato al ver que Emma bajaba. Ella le dirigió una mirada déspota y siguió su camino.

Entonces, estando solo, Yune se atrevió finalmente a subir.

Dante no estaba.

El pequeño se mantuvo un rato en la puerta de la habitación, después de buscar al hombre por toda la casa ya sólo quedaba ese lugar, y estaba vacío. No pudo evitar recordar la calidez que sintió aquellos días de lluvia en que dormía días enteros en esa cama, Dante le permitía todo, lo consentía tanto, que era doloroso sentir su olvido ahora.

Lleno de añoro, Yune se atrevió a entrar hasta llegar al lecho, la habitación era un completo desastre, cosas de Emma tiradas por doquier, incluso algunas de Dante, que fue lo que más llamó la atención del menor.

Sonrió melancólico al encontrar una camisa del Alfa, y la abrazó comenzando a llorar. Se sentía muy solo, quería que las cosas volviesen a ser como fueron antes de Emma, pero creía que eso no pasaría.

Fue hacia la cama y se recostó acurrucado, no creía que fuesen a llegar, sabía que Emma pasaba noches enteras fuera, y Dante hacía lo mismo con frecuencia.

Cerró los ojos y perdió el paso del tiempo, ni siquiera el hambre le impidió soñar, con el fuerte deseo de que todo fuera una pesadilla, de que Dante le despertara enternecido de encontrarle en su cama y le diera un regalo más, pues ese día era su cumpleaños, sería el segundo que pasaba sólo, y al menos poder dormir en esa cama le había hecho feliz.

Un auto se estacionó fuera de la mansión, Dante bajó ignorando a sus amigos que le habían llevado de vuelta negándose a permitirle un trago más, ya se encontraba demasiado ebrio, según ellos, como para seguir tomando.

Los corrió a reclamos y entró a casa, de nuevo a la misma mierda de siempre. Llevaba un año y medio de casado, pero se le estaba haciendo una eternidad insoportable.

Subió a tropezones las escaleras, aferrado al barandal, de ahí en más ya no fue difícil llegar a su habitación, necesitaba más alcohol ahora que creía estar aún lúcido, pero ya ni siquiera había nada de beber en el bar del recibidor.

Comenzó a quitarse la ropa apenas estaba cruzando la puerta, al mirar la cama se sorprendió creyendo que quien estaba ahí era su mujer.

-Llegaste a dormir. -comentó con ironía sin detenerse a ver mejor, fue dejando su ropa por ahí botada hasta llegar a su lado de la cama, donde se sentó de espaldas a quien dormía.

No tenía pensado intentar hacer conversación, sabía que Emma siempre dormía profundamente y era imposible despertarla, así que se acostó sin tener cuidado de no moverla, seguramente estaba aún más borracho que él y ni un temblor la haría abrir esos gélidos ojos.

Pero no era ella, y el pequeño cuerpo reaccionó ante los movimientos despertándose de inmediato.

Yune se sentó al ver a Dante, la mirada del Alfa se posó sobre él extrañado y luego sorprendido. El pequeño trató de levantarse, pero la mano del mayor le detuvo.

- ¿Qué haces aquí? -cuestionó incorporándose lo suficiente. -A Emma no le gusta que entres a esta habitación.

-Lo siento, yo... creí que ustedes no volverían. -susurró Yune encogiéndose donde estaba. -Necesitaba hablar contigo, y me quedé dormido. -se talló los ojos con una mano tratando de espabilar, quiso salir del lecho al comprender que no era bienvenido, y el Alfa no le soltaba.

-He bebido mucho, lo último que quiero es hablar contigo. -al fin lo liberó.

El pequeño jadeó ante ese comentario, fue doloroso escucharlo. Con más razón quería irse, pero apenas moviéndose hacia la orilla, sintió de nuevo la firme mano deteniéndole.

-No te he dicho que te vayas.

Lo jaló haciéndole caer y se le colocó encima para impedirle cualquier movimiento. Yune le miró sin comprender, de pronto sintió que algo estaba mal, la mirada de ese hombre era diferente, no estaba reteniéndolo para darle el cariño que en casi dos años no le brindó.

- ¿Cómo no lo había pensado? -murmuró Dante para sí mismo, recorriendo con su mirada el frágil cuerpo que estaba aprisionando. -No haré nada malo, después de todo yo te compré, te he dado una vida excelente, así que lo menos que puedes hacer ahora es no quejarte, ¿entiendes?

-No, no entiendo. -susurró el menor tratando de moverse, provocando que él apresara sus manos contra el colchón. -Dante...

-No vuelvas a decir mi nombre, de ahora en adelante todo va a cambiar. -advirtió. -Eres una mascota, sólo eso, así que me llamarás como lo que eres, yo soy tu dueño, y vas a hacer lo que yo diga, o te castigaré.

-Nunca me habías hablado así. -dijo Yune mirándole asustado. - ¿Estás molesto porque me dormí en tu cama? No volveré a hacerlo, lo juro.

-Eso me tiene sin cuidado.

- ¿Entonces qué hice? ¿Por qué me hablas así? -se quejó tratando nuevamente de moverse, y Dante le apretó las muñecas con tanta fuerza que casi le hace llorar. No entendía nada, no le gustaba lo que estaba pasando, no le gustaba sentir miedo de ese hombre, pero era lo único que le provocaba en ese momento.

-Parece que cometí un error contigo, consentirte tanto te ha hecho olvidar lo que eres. Yo te compré, ¿lo recuerdas?

-Duele, Dante, me lastimas.

- ¡Deja de decir mi nombre! -exclamó soltándole un golpe que le volteó la cara.

Yune se soltó a llorar, no entendía nada y estaba aterrado, él jamás le habló así, y ni hablar del golpe, Dante nunca le pegó, nunca. Dante lo había cuidado y mimado siempre, le regalaba caricias cariñosas y le hacía sentir seguro, pero ahora estaba tan cambiado, no era para nada el Alfa amable que le salvó de seguir siendo maltratado.

Pero, cuando sus muñecas fueron liberadas y sintió las manos del Alfa comenzando a arrancarle la ropa, creyó entender. Yune sabía lo que algunos amos hacían con sus Omegas, sabía lo que Dante estaba haciendo en ese momento, sin embargo no tenía idea de qué debía hacer, tampoco sabía si era correcto.

No quería.

No lo soportaba.

Sintió la húmeda boca de Dante lamiendo a placer su cuello, bajando mientras le arrancaba la camisa, y no podía hacer más que cerrar los ojos, no se atrevió a decirle que parara, aunque sus caricias bruscas resultaban dolorosas.

Dante estaba cegado, creía haber encontrado la solución a sus necesidades, no le importaba que Yune saliera perjudicado en el camino. Comenzó a explorar con sus manos, apretó con fuerza todo a su paso, reafirmando que no era un sueño, y lo mejor de todo, no habría consecuencias con su esposa, ella nunca lo sabría.

Su desesperación le hizo romper cada prenda del Omega, iba con prisa y no aguantaba más, apenas lo tuvo completamente desnudo le hizo levantar las piernas y buscó con su mano cualquiera de sus entradas, no le importaba cual, sólo deseaba penetrarlo.

Y enterró sus dedos en la más cercana, la más pequeña, la más frágil, haciéndole gritar. Con su mano libre le cubrió la boca y se acomodó sin importar que lo estuviera asfixiando, se posicionó, empujó un poco pero no lo lograba. Se levantó lo suficiente y se impulsó hacia adentro ahora sosteniendo con ambas manos la cadera del menor, ya ni siquiera le interesó acallar los gritos que le acompañaron en su intrusión, sólo debía detenerlo y comenzar a moverse en él, terminar lo que comenzó.

Las débiles manos de Yune intentaron empujar al Alfa, le miraba aterrado, dolía demasiado tenerlo ahí, dolía como el infierno. Su rostro estaba bañado en lágrimas, su expresión era terrible, comenzó a golpear el pecho de Dante mientras trataba de suplicar, pero la voz se le había ido por completo.

Dante sonrió al ver que intentaba hablar, que sus labios se movían y que tomaba bocanadas de aire que soltaba enseguida, el pequeño se veía tan agitado, completamente rojo por el llanto y la presión que soportaba. Pero ni así se detuvo, el Alfa lo embestía más fuerte por cada golpecito que el chiquillo le daba, hasta que Yune ya no tuvo fuerzas y llevó sus manos a su rostro tratando de cubrir su lamentable cara, ya demasiado desesperado, llegando a morderse para aguantar sin seguir rompiéndose la garganta con sus propios gritos.

Y minutos después de embestidas insoportables para el pequeño, Dante estalló metiéndosela tan adentro como si quisiera perforarlo, lo obligó a destaparse la cara y se sintió satisfecho apenas vio el desastre que era Yune en ese momento.

Salió de su interior y se levantó dejándolo al fin. Yune quedó tendido tal como estaba, cerró las piernas aún con el dolor y las encogió tratando de darse la vuelta, tenía tanto miedo, que ni siquiera se atrevió a mirar ni un segundo a su agresor, ni tampoco podía parar de llorar.

-A partir de hoy, seré "amo" para ti, si vuelves a llamarme por mi nombre, te romperé la cara. -comenzó a decir Dante, aún algo agitado después del sexo, ya ni siquiera se sentía mareado por todo lo que bebió. -Esto se repetirá, así que vete haciendo a la idea. Pondré algunas reglas que deberás seguir, la primera es que no debes negarte, ni reprochar, si vuelves a intentar empujarme como hace un momento tendré que amarrarte y será peor para ti.

- ¿Por qué? -gimió Yune, atreviéndose a cuestionar lo que no entendía. Se sentía horrible, se sentía herido, y no sólo físicamente. Le dolía más que ese hombre que siempre le cuidó, era quien ahora le amenazaba después de forzarlo a algo que nunca había experimentado.

-Porque se me vino en gana. ¿Algún problema con eso? -respondió Dante acercándose molesto hasta tomarle del brazo haciéndole sentarse. -Deja de llorar, que eso no me hará cambiar de idea, desde ahora vas a comenzar a ser útil.

- ¡Me duele! -se quejó tratando de zafarse, miró abajo, entre sus piernas, y descubrió con terror la sangre que ensuciaba entre ellas. - ¿Qué me hiciste? ¡Estoy sangrando!

Dante bajó la mirada también, empujó al chico y vio en la sábana manchas que seguramente pasarían al colchón, tiró a Yune abriéndole las piernas y vio donde había profanado, su mayor problema no era que el chico sangrara, sino que las sábanas estaban arruinadas. Jaloneó a Yune y lo arrastró hasta el pasillo lanzándolo fuera de la habitación para cerrarle la puerta sin importarle en qué condiciones lo dejaba.

El Omega tropezó y terminó en el suelo, lloraba desconsolado, le ardía y dolía tanto que no podía ponerse de pie por sí mismo. Estaba desnudo, golpeado y violado, sangrando en el pasillo. Su día favorito, su cumpleaños, estaba terminando terriblemente mal, y todo por querer recordar, por querer sentir que no había sido olvidado, ahora ni siquiera podía moverse.

Dante cambió las sábanas y fue a ducharse, sentía la peste de Yune en todo su cuerpo. Al terminar tomó las sábanas para tirarlas a la basura, así que salió de la habitación nuevamente vestido, y más lúcido que antes, sin embargo no se arrepentía de la decisión tomada.

Al cruzar la puerta vio a Yune, estaba al extremo contrario pegado a la pared, se había quedado hecho un ovillo en el piso y temblaba con fuerza, por lo cual Dante pensó que seguía despierto. Se acercó y lo movió con el pie, el Omega tembló más y apretó los puños, sus ojos se abrieron despacito tratando de mirar la figura alta que le perturbaba, sin embargo no pudo, miró hacia otro sitio y se encogió un poco más.

- ¿Qué haces aún aquí?

Yune no respondió, no podía hablar, la voz no le salía en ese momento, con el enorme nudo en la garganta apenas pudo gemir ahogando la nueva ola de llanto que le provocaba la presencia del Alfa.

- ¿Acaso estás ignorándome? -tanteó Dante acercándose más, se inclinó y observó el rostro del chico. Podía darse cuenta de lo que había hecho, pero, ya no le importaba. Emma había acabado con su amabilidad, con esa parte de él que le permitía dar el cariño que alguna vez le demostró a ese pequeño. A su parecer, no tenía caso ser amable, no servía de nada, y podía tener a ese Omega cuantas veces quisiera, sin soportar ninguna clase de escena estúpida como con su esposa. -Quieres fastidiarme enserio, ¿no es así?

Yune negó de prisa con la cabeza, se llevó una mano a la boca comenzando a morderse uno de sus dedos con desesperación, estaba entrando en pánico por la cercanía, su cuerpo se congeló y no podía escapar.

-Eres patético. Ponte de pie y lárgate, no te quiero ver por aquí cuando Emma vuelva.

Al ver que el menor no le obedecía, volvió a incorporarse ahora furioso, y no lo pensó dos veces, su pie pateó con fuerza el menudo cuerpo haciéndole gritar. Lo vio moverse en torpes intentos por alejarse, queriendo ponerse de pie, pero no parecía tener fuerza suficiente y eso le enfadó, le dio una segunda patada sólo para lastimarlo, y lo pescó del cabello arrastrándole hacia las escaleras.

-Inútil, eso es lo que eres, un maldito Omega inútil. Siempre tan delicadito, mira que te has tomado muy enserio eso de ser un gato de angora. Pero eso termina hoy, más te vale resistir, si enfermas te dejaré morir. -decía Dante mientras lo llevaba a rastras al primer piso, siguiendo sin detenerse, caminó hasta la cocina escuchando el llanto del pequeño.

Lo sacó al patio por la puerta de servicio y le miró con fastidio.

No había más que decir, cerró la puerta y se fue de ahí, dejando a Yune fuera de la casa, sabiendo que no podía moverse, sabiendo que estaba lastimado, sabiendo que acababa de romperle el corazón en mil pedazos. ¿Por qué no le importaba? Ni él entendía, jamás pensó ser capaz de hacerle daño a ese pequeño, y lo peor era que deseaba hacerlo aún más, todo lo que fuera posible, pues se había sentido demasiado bien.

Pasó un día entero en la mansión. Dante había ido a trabajar, volvió y salió con sus amigos, no volvió a casa esa noche.

Pero, al segundo día su rutina tuvo que ser modificada. Había nuevos socios que recién llegaban a la ciudad, así que él decidió que organizaría una bienvenida, por cortesía, claro, pues no era algo que le agradara demasiado. Era la costumbre, así que los invitó a su casa para el fin de semana, y ya era viernes.

Al salir del trabajo fue directo a la Mansión y comenzó a pensar cómo solucionar ese problema. No tenía cocinera, la casa era un desorden total por donde se le viera, y su esposa era un cero a la izquierda para pedirle que le apoyara. Buscó en el directorio algunos teléfonos y llamó a quien creyó necesario. Finalmente sólo debía esperar y todo estaría perfecto para el sábado, esa misma tarde llegarían los que se encargarían de la limpieza.

Mientras esperaba salió de casa, se debatía en hacer la reunión en el enorme jardín o en las comodidades del interior. Desde lejos divisó la casa de cristal, podía ver dentro y no parecía que Yune estuviese ahí, pero se veía terrible, todo completamente desordenado. Reprendería al Omega por ello, así que se dirigió molesto hasta el sitio.

No lo encontró en la casa de cristal, y su visita sólo sirvió para que se enfadara más, no podía dejar ese sitio como estaba, dejaría una pésima imagen a sus invitados. Fue a la cabaña enseguida, y ahí dio con el pequeño Omega.

Después de ser echado de la mansión, Yune pasó un horas dónde el Alfa le dejó, pero después logró levantarse. Queriendo ocultarse de él, fue a esconderse en la pequeña cabaña, no había ropa que pudiese usar, pero se metió en la cama y se cubrió con las cobijas.

Desde entonces no se había movido, hasta que sintió necesidad de orinar y muy a su pesar se puso de pie, le dolía todo, así que trató de caminar despacio. Apenas estaba en eso cuando la puerta se abrió y Dante entró con aire enfadado, clavando su intensa mirada sobre él.

- ¿Sigues durmiendo a esta hora? -cuestionó arqueando una ceja con autoridad, llegando hasta el menor comenzó a rodearlo. -Bien, ya veo que tienes unas costumbres terribles, y eso lo vamos a erradicar. ¿Entiendes?

Yune se mantuvo callado, bajó la mirada y se abrazó sintiendo la cercanía de ese hombre como una amenaza, pero no podía dejar de moverse incómodo, no aguantaba más las ganas de hacer sus necesidades y mucho menos teniendo a ese hombre respirando tan cerca de su cuello. Dante se detuvo detrás del chico y tomó su cintura con fuerza.

- ¿Te estuviste divirtiendo con los juguetes de la casa de cristal, verdad? Tienes demasiado tiempo libre, pero no haces nada útil. ¿Qué haces? ¿Pasas los días enteros jugando y durmiendo?

-No. -susurró Yune tragando en seco, tenía tanta sed, tanta hambre, que le costaba un gran esfuerzo hablar.

- ¿Por qué no te has puesto ropa decente? -cuestionó Dante levantando la camisa que el pequeño usaba. -Ni siquiera llevas ropa interior.

-Por favor, detente. -sollozó el menor temblando cuando una mano bajó hasta su trasero explorando sin reparo.

-Te dije que me hablarías con respeto y que no te negarías a esto. ¿Acaso estás retándome?

-Dante, me duele mucho. -chilló cuando el Alfa comenzó a meterle los dedos en el mismo sitio que había dañado antes.

No debió abrir la boca. Dante lo empujó contra una mesa, y no siguió profanando ese estrecho conducto, pero tampoco se detuvo, un par de dedos entraron con brusquedad en el pequeño ano y comenzó a abrirlo mientras Yune suplicaba que se detuviera.

En un momento, el Alfa se encontraba con suficiente dureza en su virilidad y desabrochando su pantalón se fue directo contra el esfínter que había "preparado", cuando aún no estaba listo. Intentaba abrirse paso con su miembro sintiendo la resistencia de Yune, era demasiado difícil llegar hasta el fondo, y en vista de que el chico no cedería, volvió a la primer entrada penetrando de golpe.

Yune no aguantó más, al ser invadido su vejiga era presionada y no logró retener la orina.

A Dante no le importó de momento, eso no iba a detenerle, comenzó a acelerar el ritmo sabiendo que no tenía mucho tiempo, que debía volver a sus ocupaciones. Entre gritillos de Yune con cada estocada, Dante finalmente acabó. No fue mucho tiempo, sólo hizo lo que necesitaba y salió de él volviendo a acomodarse los pantalones.

El delicado cuerpo de Yune quedó tendido sobre la mesa, sus piernas temblaban mientras de en medio le escurría algo del semen que fue liberado en su interior. Sus dos entradas estaban rojas por la agresión, pero la más dañada era la que por segunda vez había sido invadida.

-Ve a darte un baño, vístete con algo decente y ve a la mansión. Tienes una hora. -decía Dante dándole la espalda. -Y espero que no vuelvas a hacer la porquería de orinarte cuando te follo, porque haré que te bebas todo.

Yune resbaló sin fuerzas, llamando la atención del Alfa.

- ¿Acaso no entendiste? Es una orden, ve y haz lo que te dije. -dictó mirándolo fastidiado.

-El baño... es arriba. -susurró Yune mirando el piso dónde ahora se encontraba medio sentado.

- ¿Y eso qué?

Limpió sus ojos con fuerza y se enfrentó a la mirada del Alfa, no quería ser tratado así, no lo soportaba. Pero estaba asustado, podía notarse, sus ojos eran tan puros que no podían ocultar la cantidad de sentimientos que en ese momento le llenaban.

-No puedo subir. -dijo bajito, intentando no hacerlo enfadar más. -Me... me lastimaste.

-Deja de llorar de una vez. Y me importa un carajo, nadie se ha muerto por follar, así que levántate y deja de fingir que te duele.

Yune bajó de nuevo la mirada, no tenía caso intentar explicarle, se dio cuenta que no le interesaba recibir sus excusas. Pudo agarrarse de la mesa y se levantó, de cualquier forma también quería darse un baño, se sentía sucio, aún tenía el semen del día pasado que se secó en sus piernas, y aun así Dante lo había vuelto a tomar.

Como pudo salió de la cabaña, se movía muy extraño, se doblaba de dolor y sus piernas temblaban, pero no se detuvo, no quería parar si detrás venía Dante. Así llegó a la casita, subir las escaleras fue un suplicio, pero al final lo logró, se metió en la tina y abrió la llave para que el agua comenzara a remojar su cuerpo.

Por su parte, Dante no le siguió hasta allá, se quedó observándole desde la puerta de la casa de cristal, realmente parecía sufrir con cada paso que daba, pero no le importó en lo más mínimo, pensó que pronto se recuperaría, sólo era cuestión de tiempo, que se acostumbrara al sexo, y después todo iría mejor para Yune.

Después de verle perderse tras la única pared que podía ocultarle, se largó para seguir con sus propios asuntos. Dio órdenes exactas, incluso pidió que recogieran el desorden de Yune en la casa de cristal y la cabaña, pero tras una hora, el pequeño aún no llegaba a la mansión.

Con media hora de retraso, Dante estaba a punto de ir a buscarlo, cuando el chico entró a la sala de estar. Se podía ver a kilómetros que no se encontraba bien, tenía un moretón de un lado de la cara, y otros tantos en piernas. Llevaba un pijama holgado de manga larga y le llegaba a las rodillas, por lo que Dante se acercó de inmediato y lo levantó asustando a Yune.

-Bien, pensé que no llevabas nada. -aclaró el Alfa dejándolo por el momento al ver que llevaba un short, parte del conjunto, un conjunto que él recordaba haberle regalado mucho tiempo atrás, aún le quedaba grande. - ¿Por qué has tardado?

Yune se encogió de hombros con temor y miró alrededor, no sabía qué decir para que ese hombre no se enfadara.

-En realidad no me interesa. Quédate aquí hasta que te diga que puedes irte, tengo otras cosas qué hacer. Más te vale no estorbarles a las personas que han venido.

El Omega asintió acercándose a un sillón, no aguantaba ni un minuto más de pie, pero al sentarse volvió a dolerle más y soltó un gemido que Dante alcanzó a oír.

-Si vuelvo a escuchar como lloras, o te quejas de nuevo, te haré esperar encerrado en el sótano.

Y sin más, le dejó solo.

Yune estaba tan triste, aún no se hacía a la idea de lo que estaba ocurriendo. Se acostó en el sillón para que el dolor no siguiera torturándolo tanto, y cerró los ojos deseando desaparecer.

- ¡Dante! ¿Qué es todo esto? -exclamó Emma en cuanto cruzó la puerta topándose con su marido.

-Se llama servicio. Están haciendo lo que deberían hacer los empleados que corriste.

Con fastidio, ella se dirigió a la sala, pero se detuvo abruptamente al ver a Yune dormido en un sillón.

- ¿Y qué demonios hace esa mierda aquí? ¡Está ensuciando mi sillón!

-Emma, ese sillón estaba aquí antes de que tu llegaras, nada de lo que hay en esta casa es tuyo. Y si yo quiero que esté él aquí, aquí estará.

-Idiota. Soy tu esposa. -farfulló ella mirándole con fastidio, y lanzó su bolso contra el Omega.

Yune despertó asustado, se levantó con torpeza y miró a la rubia que se acercaba furiosa.

-Lárgate de aquí.

-Ni se te ocurra moverte. -advirtió Dante a su mascota, contradiciendo la orden de su mujer.

Emma estaba furiosa, y bien sabía que tenía las de perder, ese Omega odioso obedecería más a Dante que a ella. Le pareció extraño verle golpeado, sin embargo le tenía sin cuidado, y sonrió levantando su mano amenazante.

-Vete de aquí o te volteo la cara.

Yune miró con desesperación a Dante, él se cruzó de brazos diciéndole todo con la mirada, si se atrevía a moverse le iría fatal. Cerró los ojos con fuerza cuando vio la mano de Emma caer en su contra.

Soportó la primera bofetada, pero una segunda contra el lado que Dante había golpeado antes sí que le dolió, sollozó cubriendo su mejilla y volvió a mirar detrás de la mujer.

-Enserio me fastidias. -dijo Emma tomando su bolso de nuevo antes de marcharse. Molesta por no lograr su cometido, pero satisfecha de haberle hecho daño frente a Dante, pues creía que el pequeño era importante para él.

Yune retrocedió cuando Dante se acercó.

-Te obedecí. No me hagas nada. -suplicó encogiéndose.

No sirvió de nada, un tercer golpe llegó, esta vez con tanta fuerza que cayó al piso completamente aturdido.

- ¡No vuelvas a dirigirte a mí tan deliberadamente! -exclamó furioso, dejándolo ahí tirado.

Dante no volvió a aparecerse por la sala, Yune pasó la noche ahí, su cara ardía por los golpes y su estómago estaba tan vacío que ya se sentía demasiado mareado. Al menos había bebido agua del grifo de la cocina un par de veces, aunque llegar ahí era insufrible.

Al día siguiente un aroma delicioso llegó hasta el Omega, que despertó sin saber de dónde venía. ¿Alguien estaba cocinando? Pensó que tal vez Dante se había apiadado de él llevando a quien volviera a encargarse de la cocina. Se levantó con emoción y fue a ver. Era el paraíso, sobre una enorme mesa movible había una cantidad de comida que olía y se veía deliciosa.

No estaba nadie ahí, así que no pensó que fuera malo tomar algo de todo eso. Empezó a probar todo, era increíble, tanto que no podía detenerse. Había una bandeja que atrajo de inmediato su atención, tenía unos pequeños aperitivos, bolitas de carne bañadas en una salsa que se veía exquisita. Tomó el primero y al meterlo en su boca sonrió de gusto, así que comió otro, y uno más, y no paró hasta que se sintió tan lleno que ya no le cabía ni un solo bocado. Había arrasado con la mitad de la charola y picado algunos otros platillos.

Emocionado por haber comido como un rey, y feliz de pensar que Dante había hecho eso por él, quiso buscarlo para agradecerle. Ya no se sentía tan mal, a pesar de lo que el Alfa le había hecho, quería creer que sólo fue un mal momento del mayor, que tal vez no era su intención hacerle daño y hablarle como lo hizo.

Pero cuando estaba por salir de la cocina se detuvo en la puerta con un dolor que le causó nauseas. Había comido demasiado y muy rápido, después de días sin comer no era lo mejor que pudo hacer, pero no pensó que se sentiría mal. Mientras estaba tratando de aguantar, Yune vio a Dante acercarse por el pasillo, iba hablando por teléfono.

No pudo prestar atención cuando la fría mirada del Alfa se posó sobre él.

Dante colgó y arqueó una ceja. Detrás de Yune se abrió una puerta, la de servicio, y el Alfa miró a quien entraba.

- ¿Está todo listo?

-Señor, ya he terminado, si quiere puede ver cómo ha quedado todo. -dijo un hombre señalando la mesa.

Cuando ambos miraron en esa dirección sus reacciones fueron instantáneas. El cocinero se acercó de inmediato tratando de entender qué había pasado con lo que tardó horas en preparar, y Dante entró a la cocina empujando a Yune para reclamarle al responsable de la comida.

- ¿Qué demonios significa esto? ¿Qué clase de presentación es? -cuestionó enfadado. -Dijiste que ya habías terminado.

-Yo acabé hace un momento, salí para dejar la basura en el depósito. -se defendió el cocinero. -Alguien se ha comido lo que falta.

Dante entendió de inmediato. Había encontrado a Yune saliendo solo en la cocina. Volteó de inmediato y se acercó al chico que se aferraba el estómago con expresión de dolor.

- ¿Fuiste tú? -preguntó tomándolo del brazo para hacerle voltear. - ¡Responde! ¡¿Tú te comiste eso?!

-Señor, si aún queda tiempo puedo preparar más, lo haré rápido. -comentó el cocinero al ver cómo se alteraba el Alfa que le contrató, queriendo evitar un problema.

-Hazlo, ya he depositado tu paga. -dijo Dante y salió de ahí jalando a Yune.

Mientras era llevado de esa manera, Yune entraba en pánico al darse cuenta de lo que acababa de ocurrir. Se había equivocado, esa comida no era para él, y Dante ahora estaba más que furioso.

-Eres una verdadera molestia, ¿sabes lo que acabas de hacer? ¡Tengo más cosas qué resolver como para tener que lidiar contigo!

- ¡Creí que podía! ¡Llevaba mucho sin comer y tú dijiste que contratarías a alguien! -exclamó Yune tratando de soltarse, pero era imposible contra semejante fuerza.

YEs

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