El llamado de la diosa muerta

By KayDiaz

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Una excursión, una amiga con problemas y un amanecer bastaron para meterme en el más grande problema de toda... More

Sinopsis
1. Un viaje para recordar
2 . Un tipo cabeza de águila rostiza un saltamontes
3 . Una casa con grabados de oro
4 . Irrumpimos en la paz eterna de un cadáver mal oliente
5 . Una vieja farsante nos arruina la salida
6 . Sueños que terminan en crisis
7 . Una sesión de yoga que conecta con ancestros
8. Búsquedas sin retorno en confines no del todo agradables
10 . Un montón de viejitos discuten nuestra marcha hacia la muerte
11 . La emoción y decepción en un solo combo
12 . Un encuentro con el dios experto en oprimir pulmones
13 . Un sol que achicharra a los navegantes hundidos
14 . Comienzo una guerra con abejas diminutamente mortíferas
15. Nos convertimos en el señor de los helados
16 . Una visita, un niño y la muerte cercana
17 . Un salto del nivel de grandes aventureros
18 . Un encuentro entretenido del tipo mitológico

9 . ¡Celebración de Hallowen en toda regla!

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By KayDiaz

Los túneles se extendieron por largas horas. Creía que jamás lograría llegar, Yunuen no se despegó de mi lado mientras Charly nos dirigía a través de la oscuridad con su linterna. Se escuchaba el golpeteo de pequeñas gotas de agua que se colaban de la superficie. Y las ratas corrían por los callejones que se separaban del túnel.

—Voy a hablar con quien hizo esto. Es de lo más tétrico —dije olisqueando el olor a difunto que desprendían las paredes.

—Pues estaba en el cementerio. Solo que no creo que vaya a responderte —mustió Yunuen con una sonrisa irónica.

—Cierto. ¿Qué tan antiguos son estos túneles?

—Se construyeron alrededor del año 354 d.C. Así que son... —miró hacia arriba durante menos de un segundo—. Mil seiscientos sesenta y un años.

— ¿Que tanto falta para llegar?

Pero ninguno me contesto, y realmente no fue necesario. Ante nosotros se encontraba una reja enorme, decorada con detalles verdes, dorados y rojos. Las inscripciones relucían y los dibujos de los dioses eran muy grandes. Frente a esta, una señora regañaba a un chico, su frente estaba perlada de sudor. Nos quedó viendo con frustración y el chico aprovecho la oportunidad para irse por otro pasillo.

— ¿Quién es la chica? —dijo la señora mirándome con desagrado.

—Es una hija, aun no se de quien —murmuro Charly.

—Sabes que no puedes traer aquí a los chicos que te encuentres por ahí solo porque son hijos, creí que te quedo claro la última vez Xareni.

—Creo que es hija de una fuerza poderosa y creo que me confundí cuando me mandaron a buscar la chica de la profecía.

— ¿Que profecía? —murmuré confusa. Charly me mando una mirada de cállate.

—No sabe nada de nosotros y ahora tendremos que consagrarla para evitar que confiese el secreto —gruñó la mujer.

—Eso no será necesario, ella sacrificó su vida a Kinich Ahau.

— ¿Cómo lo sabes? —dije confusa.

—La marca en tu mano —contestó.

Observé mi mano, la línea que me había cortado, tenía un símbolo de Kinich Ahau sobre él. No lo había notado antes porque la herida ya no me dolía y no vi la necesidad de vendarla. La empuñe con fuerza y repetí la pregunta, pero ni aun así Charly quiso contestarme. Yunuen me miró con seriedad discrepante con su alegre sonrisa a la que ya me había acostumbrado.

—No le apliques las pruebas —rogó Charly—. Creo que no tenemos tiempo para ello. Es de vital importancia que hablemos con el sacerdote Izamal.

—Pasen, pero si hay problemas, yo no estuve aquí —gruñó.

La señora tocó un glifo de la pared de al lado y la reja se abrió con un chirrido molesto. Dentro, una mini ciudad revestida de plantas y con varios templos y casas de extraña forma. Pero en cada una resaltaban las mismas inscripciones que había visto en la casa del subterráneo. Deseaba con todas mis fuerzas entenderlas y hablarlas, una parte de mí, me decía que en futuro serían necesarias y hubiera querido equivocarme.

Mucha gente saludaba a Yunuen, que divertido decía que el escorpión estaba de descanso. No entendía muy bien la referencia hasta que recordé que a su moto taxi lo adornaba un escorpión. Era el único que había visto con ese símbolo, los demás solo eran rojos o blancos.

—Estoy a punto de deprimirme —susurré.

El hecho de que hubiera un techo sobre las casas a seis metros de distancia hacia que hubiera poca luz. Y comenzaba a sentirme claustrofóbica, ¿o era los nervios de ver a un sacerdote que parecía el más poderoso del lugar? Cualquiera que fuera el motivo, mis manos estaban pálidas, no podía ver mi rostro, pero imaginaba que estaría del mismo color.

Los templos estaban hechos de piedras cuadrangulares a los cuales se les pintaba del color de la sangre. Y luego estaban las casas hechas de piedra más pequeña y pintadas de un suave pastel. Parecía que aquellas personas que vivían allí, estaban cambiando sus costumbres.

Nos detuvimos frente a un templo azul cielo, sobre él un sol brillaba. Y yo nunca fui fanática del sol por lo que terminé cerrando los ojos y caminando a ciegas. Basta decir que también era un poco sensible de piernas. Yunuen me ayudó a levantarme del suelo y me empujó hasta llegar a las puertas del templo. Los glifos relucían como si estuvieran hechos de oro.

Dude un poco en entrar, sentía que entre más entraba, algo fluía hacia mí. Una fuerza que me erizaba la piel y el aire se volvía más difícil de respirar.

—Tranquila, el efecto durará poco —mustió Yunuen que se veía en las mismas condiciones.

Un canto sonó a la distancia, hacia donde nos dirigimos. Un anciano estaba tendido junto al suelo y la sangre manaba de sus brazos. Me tapé la nariz cuando el hedor de la sangre llegó mezclado con el del humo. Yunuen puso un dedo sobre sus labios y asentí. Callada observé el lugar, las figuras pertenecían únicamente al dios Itzamná, por ello no me extrañaba el nombre del sacerdote.

—Es una ceremonia de agradecimiento por los cultivos de este mes —susurró Yunuen cuando el anciano se levantó del suelo—. Vamos.

El anciano nos observó con detenimiento, empezaba a acostumbrarme a que la gente me inspeccionara. Caminó a un trono hecho de semillas de maíz, me pregunté en silencio cuanto tiempo le duraría.

Los chicos se inclinaron ante él, acción que no repetí. Para empezar yo solo sabía que él era un señor poderoso que guardaba todo aquello, además yo no era miembro de esa extraña secta como para realizar tales saludos del siglo dieciocho.

— ¿Cuál es tu nombre? —dijo con una voz ronca digna de la radio.

—Itzel Tonatiuh.

—Lucero de la tarde —dijo complacido—. Tu nombre es aspecto de ambos.

— ¿Qué significa eso? —pregunté confundida.

—Tu vida ahora es propiedad del día, hija de la noche —sonrió—. Ahora veo por qué el dios Kinich Ahau ha aceptado tu vida.

—Quiero saber dónde está Vickie —dije recordando el motivo por el que estaba allí.

—Está camino a su hogar, ella fue lo suficientemente inteligente como para conocer su sitio, contrario a ti, Itzel.

— ¿Está muriendo? —la señora había hecho una referencia a que el hogar de Vickie era el Mitnal.

—No, está camino al Xibalbá —declaró—. Va rumbo a cumplir su misión.

Un temblor sacudió mi cuerpo, por qué Vickie iba hacia el Xibalbá, cómo le habían permitido ir a un lugar que no conocía y que probablemente era muy peligroso. Izamal elevó un grito desgarrador para luego cambiar de aspecto. Y en esta ocasión me llevaron con ellos cuando se hincaron ante el señor sin dientes y barbudo que saltó del trono.

—Es muy pequeño —dijo con un suspiro—. Diré esto lo más rápido posible, debes ayudar a tu amiga, la hija de... la de la cuerda, está en peligro, si quieres verla de nuevo con vida, debes buscarla a más tardar mañana.

— ¿Cómo he de encontrarla?

—Busca en el templo de Ik, él te revelará la profecía. El otro asunto que me trajo aquí fue el sacrificio de tu vida, es una ofensa que tu vida sea para mi hijo. Si entras al Xibalbá trae un alma contigo y haremos un intercambio.

Al terminar de hablar, humo abandonó la cabeza del sacerdote y volvió su cuerpo a la normalidad. Se mostró confundido unos segundos pero luego volvió a tomar la pose de autoridad.

—Váyanse ahora, Itzel no olvides pasar por el templo de Kinich Ahau antes de irte —ordenó.


Hoy me siento una buena persona (mentira, tengo unas ganas irrefrenables de publicar), así que subiré dos capítulos el día de hoy. Y probablemente mañana también (si logro recordarlo, porque me cargo una memoria peor que la de Dory) así que recuérdenmelo en los comentarios y dando clic a la estrella. Bye.

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