La Melodía de Aura 1 - Prelud...

By LenaMossy

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Aura terminó con su amor de la infancia la misma noche en que habían decidido mudarse juntos a la capital. Es... More

♡ AVISOS ♡
♡ Sinopsis ♡
❀ Dedicatoria ❀
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
♔ Obsidiana ♔

Capítulo 27

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By LenaMossy

We took the moon

Right from the sky

We took it down, caged it in

Where forsaken lie

But guess we've been rats

Just long enough

Nothing but chewing

On those strings of love

Decency — Balthazar

☆★☆

Aura tiene una entrevista; es decir, la banda y no yo. Los han citado en un reconocido café con logo de sirena en Paseo de Montejo y estoy presente como amiga de Sofía, increíble.

Como ya he dicho, los domingos apestan.

Sofía se ve preciosa con un vestido corto y de falda amplia color negro con puntos blancos; lleva el cabello recogido en una coleta alta. No puedo evitar sentir una ola de ternura al ver a Cedric hecho un manojo de nervios con la proximidad de mi amiga.

Opté por un pantalón viejo y una playera, pero Sofía me obligó a cambiarme antes de ir al café. Así que terminé con un pantalón negro ajustado, una blusa de tirantes blanca y zapatillas deportivas... Las botas estuvieron fuera de discusión o moriría derretida con el calor abrasador.

Mi amiga está demasiado ocupada en su conversación con Cedric como para prestarme atención y no quiero entrometerme en la plática de la banda sobre la entrevista. Dimas parece nervioso y deduzco que es la primera entrevista que les han solicitado.

—Ya que a Eric le gusta tanto tomar fotografías... —comenta Minerva captando mi atención—. Tendremos una pequeña sesión fotográfica.

El aludido levanta ambas cejas sin apartar la vista de su café frío y se mueve incómodo en su asiento.

—No tengo muchas opciones.

Estoy sentada al lado de Dimas por simple costumbre y no porque lo planeáramos. Sin embargo, mi presencia parece tranquilizarlo y me dirige varias sonrisas mientras conversa con los demás. Pero, a diferencia de la noche anterior, Minerva parece querer asesinarme con la pajilla de su café frío y termino por levantarme para salir del establecimiento a fumar.

—¿Puedo acompañarte?

La voz de Nicolás a mis espaldas me sobresalta y asiento.

—¿Nervioso? —pregunto tras una calada a mi cigarro—. Dimas parece a punto de sufrir un shock.

El chico ríe divertido y enciende su cigarro.

—Un poco, no veo por qué tendrían que hacernos una entrevista.

—Tal vez porque son lo mejorcito que hay por aquí en estos días.

—Tal vez —admite sin dejar de sonreír—, pero eso de las admiradoras comienza a ser molesto para Teresa.

Desvío la mirada hasta la motocicleta negra del chico y asiento para mis adentros. Nicolás no es nada feo, tiene una personalidad magnética, es un músico talentoso y conduce una motocicleta preciosa... ¿Se puede pedir más?

—Quiero hablarte sobre algo... —murmura mirando hacia el interior del establecimiento—, pero no sé cómo puedas tomarlo.

—¿Qué pasa?

El chico saca su celular del pantalón de mezclilla y comienza a mover los dedos sobre la pantalla táctil sin apresurarse en responder.

—Sabes que siempre he seguido el trabajo de tu padre ¿Verdad?

—Sí, eso me pareció la última vez que hablamos sobre eso.

Nicolás asiente algo apenado y fija sus ojos en mí.

—Creo que deberías leer esto...

Acepto el celular que me entrega sin contener una sonrisa por el misterio de aquella conversación y leo en silencio el titular del reportaje fechado un par de semanas atrás.

La verdadera Aura de José Antonio Reyes.

José Antonio Reyes, cuentista, novelista, ensayista y periodista en sus ratos libres. Uno de los mayores orgullos mexicanos que, pese a su corta carrera literaria, dejó una huella en la literatura del país. Siempre caracterizado por su excéntrica personalidad sumamente contrastante con la de su conservadora esposa la escritora Rosario Iglesias, quién adoptaría después el apellido de su esposo, y quienes eligieron como nombres para sus hijas a esos personajes emblemáticos de las obras literarias de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes.

¿Quién podría olvidar la fortaleza de Úrsula Iguarán? Personaje de Cien Años de Soledad, novela favorita de José Antonio Reyes y la cual le daría el nombre a su hija mayor. No es poca la evidencia fotográfica sobre el orgullo de José Antonio al presentar a la pequeña Úrsula en todos los sitios posibles en compañía de su esposa Rosario.

¿Y quién no recuerda a la enigmática Aura? Personaje de la novela homónima y que marcara una generación de la mano de Carlos Fuentes. Un nombre cargado de emociones para bautizar a su segunda hija y a quien miramos, por primera vez, sin disimular la desilusión al no encontrar un par de ojos verdes recordándonos esa búsqueda del amor que sobrepasa al tiempo ¿Pero en realidad bautizó a su hija en honor a la obra de Carlos Fuentes o hay una historia de amor detrás de todo eso?

Según el periodista Eugenio Paz, quien fuera mejor amigo de José Antonio Reyes, el nombre de su hija menor no está relacionado con la novela homónima, pero sí con una historia de amor igual de emblemática que la representada en dicha obra.

Tal vez el nombre de Aura Galindo no nos recuerde nada más que a la asistente de larga cabellera azabache que solía acompañar a José Antonio Reyes en todas sus presentaciones. Una agradable joven que ha salido retratada en varias fotografías a su lado, pero a quien todos conocíamos por su apellido y que incursionó en la poesía con el apadrinamiento de Reyes bajo el seudónimo de Luna Galindo, con el objeto de no ser relacionada con la novela de Carlos Fuentes.

Luna Galindo, es quien escribiera el desgarrador poema de "La mujer de medianoche" donde narra la tormentosa relación que tuviera con José Antonio Reyes y diera los primeros indicios de su personalidad auto destructiva.

No es un secreto que José Antonio tuviera problemas con el alcohol, pero sí que estos empezaran por la constante presión de mantener un matrimonio con Rosario y la relación secreta con Luna. "Escribió líneas sangrantes sumergido en el alcohol y luego de las discusiones con Luna sobre su matrimonio" dice Eugenio Paz después de años de silencio en un secreto que nadie le pidió guardar "Nunca supieron cuando se enamoraron o eso solían decir. De pronto el uno era el aire del otro y la realidad perdía sentido" agrega con un dejo de melancolía al rememorar la vida de uno de sus más grandes amigos.

La poetisa nunca se mantenía por demasiado tiempo bajo los reflectores y disfrutaba de vivir bajo la sombra de José Antonio Reyes. En opinión de Paz, Rosario se enteró de la infidelidad de su esposo desde el principio, pero fingió ignorarlo por no manchar la buena reputación de Reyes. No obstante, Luna pareció no tomar con la misma tranquilidad el compartir al escritor y sus constantes depresiones la llevaron a recluirse en Guadalajara, su ciudad natal, donde se suicidaría ahorcándose a la edad de veintisiete años.

Al poco tiempo de que Luna falleciera los medios de comunicación nos enteramos del nacimiento de Aura. "Es posible que Luna se enterara del embarazo de Rosario y eso la orillara al suicidio; Reyes nunca quiso hablar de eso con nadie" comenta Paz "Pero le afectó, fue como si hubiera perdido una parte de él al perder a Luna".

José Antonio Reyes falleció de cáncer tres años después a la edad de treinta y cinco años dejando a su esposa Rosario Reyes y a sus dos hijas pequeñas, Úrsula y Aura. En esos tres años escribió un cuento titulado "La noche sin Luna" el cual, con la verdad al descubierto, adquiere un significado nuevo muy lejano al simple cariño fraternal que siempre se creyó que se mantuvo entre su asistente y él.

"José se burlaba de las musas de otros escritores... ¡Siempre dijo que esas cosas eran pendejadas!" recuerda Paz con una sonrisa "Pero eso fue antes de Aura y si él en algún momento tuvo una musa, esa fue ella. Aura fue la única musa de Reyes".

El reportaje está acompañado de una fotografía que he visto cientos de veces. Mi padre está sentado firmando unos libros y Luna está a su lado sujetándose el cabello sobre el hombro, él le sonríe y ella responde de la misma forma.

Luna es Aura, es por ella. Ella es Aura.

Una punzada de dolor estalla en mis dedos y suelto el cigarro que se ha consumido entre éstos.

—¿Estás bien? —pregunta Nicolás pisando la colilla—. Estás muy pálida.

Parpadeo un par de veces intentando recordar en dónde estoy y miro alrededor.

—Sí...

Nicolás se pasa ambas manos entre el cabello, despeinándolo, y enciende otro cigarro sin dejar de mirar hacia el interior del establecimiento.

—La llamada del otro día que recibiste —me recuerda— creo que ha sido por eso.

—LibroFilia.

Él asiente.

—No se ha hablado mucho sobre esto —explica—, pero sabía que era cosa de tiempo hasta que te enteraras y creo que fue mejor así...

Le entrego su celular y niego con la cabeza en silencio. Él me mira sin comprender y entonces entiendo que no estoy hablando.

—No es verdad nada de eso —murmuro—. Mi madre ha hablado de Luna cientos de veces y jamás fue con rencor. Es imposible... ¡En serio!

—Pero...

—Y ni sé quién es Eugenio Paz... —continúo—. Si hubiera sido el mejor amigo de mi padre estoy segura de que lo conocería ¿No crees?

—Sí, pero...

—Parece sacado de una revista de chismes —sonrío—. Es mentira... ¡Ni recordaba a Luna! Ha sido un nombre más que ha mencionado mi madre y, si me llamara Aura por Luna, estoy segura de que lanzaría pestes al hablar de ella.

Nicolás suelta un suspiro como si acabara de quitarle un peso de arriba y sonríe.

—Entonces me alegra decirte... Así estás preparada por alguien te pregunta.

—Es cierto —le revuelvo el cabello haciéndolo quejarse—. Gracias, eres un buen amigo.

—Me esfuerzo.

—¡Aura!

Escuchar mi nombre consigue erizarme hasta los nervios y me giro de forma mecánica hacia el reportero y camarógrafo que van caminando en nuestra dirección sobre la acera. El primero se llama Carlos y al segundo sólo lo he visto por ahí; la ciudad es tan pequeña y los medios de comunicación escasos así que es común reconocernos.

—¿Tú los entrevistarás?

—¿A la banda que se llama como tú porque el vocalista está enamorado de ti? ¡Eso parece!

Nicolás reprime una carcajada y le doy un codazo.

—Eso no es verdad —defiendo—. Pregúntales y verás.

—Eso haré, obvio... ¿Vienes?

—En un momento, sólo termino mi cigarro...

Enciendo otro cigarro y me recargo en el Mustang viejo de Eric que está aparcado ahí. Los tres chicos entran al establecimiento y veo a la banda ponerse de pie para comenzar a presentarse entre ellos.

Recuerdo el cuento de La noche sin Luna, es triste. En realidad, siempre me pareció un cuento infantil y es hasta ahora que creo entender por qué mi padre decidió publicarlo en su última colección. La luna se enamora del sol porque es brillante e importante, el sol se enamora de ella por el misterio que la envuelve cada noche; pero el sol siempre está siendo adorado y solicitado por los humanos apartándolo mucho tiempo de la luna. La luna se entristece al notar como los humanos comienzan a acaparar más y más tiempo al sol hasta que ya es imposible estar juntos por lo que se va, desaparece. Nadie sabe a dónde se ha ido la luna, pero las noches son oscuras y consumen a las estrellas envolviendo todo en tinieblas. El sol intenta encontrar a la luna, pero ésta nunca regresa. Las noches son frías y llenas de maldad, la cual sólo la luna lograba dejar al margen por lo que los humanos comienzan a perecer. El sol no consigue protegerlos a todos y poco a poco la humanidad desaparece dejando al sol en completa soledad quien termina por apagarse para buscar a la luna en un sitio a donde no puede llegar de otra forma.

¿Eso hiciste, papá? ¿Fuiste en busca de la Luna?

Cierro los ojos y al abrirlos una lágrima cae, me apresuro a limpiarla con el dorso de la mano. Las piezas se acomodan en mi interior, esas peleas sin sentido con mi madre y el reproche al observarme, al hablarme por mi nombre...

Aura, me llamo como la amante de mi padre y su único verdadero amor.

☆★☆

—¿Cómo ha sido regresar? —pregunta Carlos a Dimas.

Me he tomado más tiempo del que necesitaba para fumar, pero la entrevista sigue. Desde el exterior he observado que el reportero entrevistó primero a los demás y ha dejado a Dimas para el final. Sólo espero que no pregunte sobre mí porque no estoy segura de mi autocontrol en estos momentos.

—Es agradable encontrarse con viejos amigos así que ha sido genial —contesta con esa encantadora sonrisa.

—Pero tú no planeabas empezar aquí como vocalista ¿Me equivoco?

—Oh, no... Todo fue porque nuestro vocalista nos dejó de improviso y necesitábamos a alguien que cantara sin morir en el intento.

Los demás ríen y el camarógrafo recorre el rostro de cada integrante.

—Si me permites decirlo... ¡Creo que fue una idea genial!

—Gracias...

Dimas está muy avergonzado y Sofía me toma la mano cuando nota que estoy compartiendo las emociones con él.

—Hay muchas historias rodeando a Aura —dice el reportero y de inmediato me tenso, un momento después entiendo que habla sobre la banda—. Por ejemplo el tatuaje que llevas en la mano y el trasfondo que tiene...

Mi ex novio cubre el medio corazón y aquello me enoja... ¿Se avergüenza o qué?

—Todos tenemos un pasado ¿No?

Carlos ríe.

—Así es, pero tengo que preguntar... ¿Por qué Aura?

Dimas me mira una fracción de segundo y luego observa a sus compañeros en busca de ayuda; es Minerva quien acude en su rescate.

—Nicolás es un gran admirador de la obra de José Antonio Reyes, quien además es padre de una de nuestras mejores amigas, Aura. A ella la llamaron así por la obra de Carlos Fuentes, la cual todos hemos leído y nos encanta, así que fue un nombre que simplemente estaba relacionado con lo que formamos.

—En la novela el nombre de Aura otorga ese aire místico y es lo mismo que queremos para la banda —agrega Eric—. Ya sabemos que algunas personas han inventado historias incómodas al respecto, pero todo eso es mentira.

—Fue un acuerdo unánime —finaliza Gabriel—. Aunque Aura se confunde cuando dicen el nombre de la banda y se siente aludida.

La cámara se gira para enfocarme y consigo sonreír con indiferencia, sólo ha sido un instante. Sofía me da una palmadita en la mano llena de orgullo, pero me siento a punto de desfallecer víctima del estrés de estos pocos minutos.

Minerva entrelaza su mano con la Dimas durante lo que falta de la entrevista y en la que hablan sobre lo que tienen preparado para el concurso. Él no la aparta, tampoco me mira y se concentra en responder las preguntas u observar a otro hacerlo. Un rato después Carlos finaliza y les agradece, luego se declara uno de sus admiradores.

—La entrevista saldrá por partes a lo largo de la semana a las tres de la tarde durante el segmento de cultura en el noticiero local —nos dice entregándonos a todos una pequeña tarjeta de presentación con su nombre—. Espero que la vean.

—Claro que sí —dice Gabriel—. Muchas gracias.

—Cuando quieran... ¡Suerte en el concurso!

Me despido de Carlos y evado todas las preguntas sobre cuándo regresaré a trabajar a los medios. En este momento apenas sé lo que comeré al rato y no tengo intenciones de planear mi futuro con los nervios a flor de piel.

—¿Estás bien? —Eric está a mi lado y ni sé cuánto lleva ahí.

—Maravillosamente —murmuro—. ¿Van a ensayar?

—¿Lo dudas? Casi puedo ver el látigo de Minerva en su bolso...

Salimos del café y entre pláticas descubro que Sofía irá al ensayo. Ella intenta convencerme de acompañarla, pero en verdad no tengo deseos de hacerlo. Una parte de mí está orgullosa por no necesitar ser una sanguijuela pegada al chico del que estoy enamorada y otra me odia por comenzar a madurar. Dimas nota que algo no está bien y me aparta un poco para hablar.

—¿Pasa algo? Tienes una expresión rara...

—¿Yo? No soy la que esconde su tatuaje.... Podrías removerlo con láser y así evitar las preguntas incómodas.

¡Estoy comenzando a perder el control!

—¿Qué...? Sabes que eso...

—Olvídalo, sólo estoy cansada...

—Aura...

Muerdo mis labios. Ese nombre ahora me parece ajeno sin importar que lleve más de dos décadas usándolo.

—Necesito descansar... Nos vemos por la noche ¿Sí?

—Pero...

—¡Adiós chicos!

Me precipito dentro de mi viejo Tsuru aparcado detrás del automóvil de Eric, al que le doy un pequeño golpe en la defensa trasera cuando voy saliendo. Mi amigo exclama algo y le sonrío apenada, pero no me detengo. Supongo que mi próximo pago se irá en reparar la abolladura que acabo de hacerle al Mustang.

Por el espejo retrovisor observo a Nicolás con la mirada preocupada y los brazos cruzados, creo que no se ha tragado para nada mi pésima actuación.

Recorro las calles del centro de la ciudad a una lentitud alarmante y maldigo por no contar con aire acondicionado en el automóvil. La blusa la llevo pegada con sudor a la espalda cuando dejo el Tsuru en un estacionamiento cercano a la biblioteca central donde tampoco hay aire acondicionado... ¡Yo no sé en qué pendejadas gasta el dinero el gobierno!

—¿Luna Galindo? —me pregunta la bibliotecaria consultando el registro electrónico de los libros—. ¿Alguna referencia?

—José Antonio Reyes —respondo con pesadez.

—¡Ah, sí! ¡Aquí esta! —sonríe encantada—. Tenemos un poemario ¿Te sirve?

—Claro.

—Bien, sígueme.

La bibliotecaria, una señora entrada en sus cincuenta años, me conduce hasta una de las habitaciones finales de la biblioteca. Hay algunos estudiantes desperdigados por aquí y por allá aprovechando que ahora el sitio abre también en domingos para algunos talleres literarios. Podría decir que están aprovechando el silencio, pero la biblioteca está ubicada al centro de la ciudad y a escasas calles de varios paraderos de autobuses, así que silencio es lo último que se encontrará en este sitio.

—Es éste —murmura sacando un delgado libro de portada negra de la estantería—. Medianoche de Luna Galindo.

Acepto el libro que me entrega y murmuro un agradecimiento antes de dejarme caer en la silla más cercana. Las cubiertas del libro están desgastadas por el paso de los años y las hojas amarillentas desprenden ese inconfundible aroma a viejo que me irrita la nariz. La portada es una mujer corriendo por un jardín de noche con una enorme luna llena en lo alto y en la contraportada puedo leer la opinión de mi padre.

"Sublime, la voz de una generación" J.A. Reyes

Trago saliva y leo la dedicatoria de la obra que me obliga a colocar una mano sobre el corazón en un intento inútil por apaciguar su galope desbocado.

"Para mi sol y nuestro tiempo"

Ahogo un suspiro y cubro mi boca para contener los deseos de preguntar en voz alta un simple por qué...

Oh, papá... Creo que son genéticas nuestras pésimas decisiones a la hora de enamorarnos... Creo que... nos gusta herirnos...

☆★☆

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