La Melodía de Aura 1 - Prelud...

By LenaMossy

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Aura terminó con su amor de la infancia la misma noche en que habían decidido mudarse juntos a la capital. Es... More

♡ AVISOS ♡
♡ Sinopsis ♡
❀ Dedicatoria ❀
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
♔ Obsidiana ♔

Capítulo 25

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By LenaMossy

☆★☆

—Es un tonto —Sofía agita su larga melena rubia hasta dejarla sobre un hombro y se recarga de nuevo en la barra donde acaban de dejarle una limonada—. Cuando Cedric me contó...

Me encojo de hombros y bebo de mi vaso de agua; Federico me ha permitido tomar un descanso casi al final de la presentación de la banda.

—¿Puedo culparlo? —murmuro mirándolos sobre el escenario—. Es decir, mírala... Es maravillosa con el violín y...

—Aura —interrumpe al tomarme por la barbilla y obligarme a mirarla—. ¿Por qué te haces eso?

—¿Hacerme qué?

Me aparto y estudio la mirada inquisitiva que me dirige.

—Menospreciar lo que eres —responde muy seria—. Mira, todos somos talentosos en algo. Minerva tiene un don con el violín y tú con la escritura ¿Sabes lo complicado que es para mí escribir una historia de tres líneas? ¡Y por el contrario te he visto escribiendo de la nada como si todas las imágenes se reprodujeran frente a ti!

Una leve sonrisa escapa de mis labios.

—Nadie pensará que soy una diosa sensual por pasarme horas sentada frente a la computadora escribiendo historias tontas.

—¿Historias tontas? ¡Por favor! —exclama y golpea la barra con su vaso— Si no temieras tanto el ser comparada con tu padre, estoy convencida de que ya habrías entrado a cientos de concursos y ganado una buena parte de éstos.

—Me sobrevaloras.

—¡No lo hago!

—Mi padre escribía realismo mágico y era... —suspiro— maravilloso en ello. No puedo hacerlo, lo he intentado miles de veces y terminan como cuentos sin pies ni cabeza.

—O eso es lo que tú crees.

—No, puedo ver cuando uno de mis trabajos es malo y todos los intentos que he hecho sobre realismo mágico lo son.

—Entonces no es tu género.

—Obvio que no lo es —espeto exasperada ya que aquello es demasiado cierto—, pero es lo que todos esperan que escriba.

—¿Y qué es lo que tú quieres escribir?

La voz de Sofía adopta ese tono dulce que la caracteriza.

—La vida —contesto sin pensarlo dos veces—. Sobre todo, esto, nosotras aquí platicando y ellos ahí en el escenario. Sobre la vida.

—Hazlo, así de sencillo.

No quiero continuar con esa conversación, aunque es lo que estoy escribiendo y nadie lo sabe. Todos esos trabajos, tan alejados del estilo de mi padre, están guardados con fiereza y no pienso dejar que nadie los vea; sería demasiado humillante que el mundo se entere del poco talento literario que posee la hija de José Antonio Reyes.

—Minerva se ve muy feliz.

Escuchar su nombre me regresa a la realidad y la descubro muy cerca de Dimas sobre el escenario.

—Al menos alguien lo es.

Sofía ladea la cabeza y da un sorbito a su bebida.

—Espero que no lo perdones pronto.

—No tengo que perdonarle nada porque sólo somos amigos...

—Que desaparecen en una bodega a oscuras por mucho rato... —comenta con una sonrisita pícara.

—¡Sofía! —exclamo sintiendo como el rubor cubre mis mejillas y apresuro el vaso de agua.

La rubia ríe por lo bajo, pero no agrega nada más por largo rato.

—Tengo miedo de lastimarlo —suelto de la nada hipnotizada por su voz y la mirada celeste que se encuentra con la mía cada pocos minutos—. No lo merece, él...

—¡Aura! —exclama ella— La ingenua aquí se supone que soy yo, pero me quieres robar el título.

La miro sin comprender.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que has estado tan preocupada por no herirlo que has permitido que él te lastime.

Parpadeo, atónita, e intento decir algo inteligente sin conseguirlo. Mientras mi cerebro trabaja a toda velocidad para encontrar una respuesta a eso, la banda termina de tocar y Dimas baja del escenario de un salto.

—Debo regresar a mi puesto —balbuceo.

—Envíame tus últimos cuentos ¿Sí? —pide ella sonriéndole a Cedric— Me gustaría leer algo tuyo.

—Claro.

Me alejo justo cuando Dimas va llegando hasta donde estamos. Intento no mirar hacia la mesa que ocupa la banda, en el rincón del bar, y ahora Sofía, pero apenas lo consigo. Minerva está sentada al lado de Dimas y cada dos segundos le pone las manos arriba con alguna excusa estúpida, pero a él parece incomodarle un poco.

Algunos chicos se acercan a la banda para platicar e incluso les regalan una botella de vodka que Eric acepta con una sonrisa de oreja a oreja. Deduzco que son sus admiradores y cuando veo a unas chicas tomándose fotos con Dimas sé que estoy en lo cierto.

¡Y él se ve irresistible!

Es horrible, una de las peores sensaciones que he tenido. Observar su cabello y conocer las caricias de sus rizos entre mis dedos, la firmeza de su abdomen bajo mis manos y el sonido ronco de su voz impregnada de mi nombre... Sacudo la cabeza con la temperatura del cuerpo elevándose y me abanico con ambas manos. Mala idea pensar en todo eso... ¡muy mala idea!

Sofía se marcha al poco rato cuando su chofer pasa por ella y nos despedimos con un abrazo. Intenta convencerme de ir a su casa para poner distancia entre Dimas y yo, pero sé que es algo inútil pues en algún momento tendré que enfrentarlo. Por desgracia, ese momento llega al cierre del bar cuando descubro que es el único de la banda que no se ha marchado y que espera por mí al lado de la puerta principal con las llaves de mi auto en la mano.

—Pensé que te irías con Mina —aguijoneo arrebatándole las llaves.

—Deberíamos hablar...

—No ahora con todo el vodka que bebiste —digo agitando una mano frente a mí—. Hasta aquí puedo sentir el olor a alcohol.

Nos despedimos de los chicos de seguridad, quienes nos miran con demasiada perspicacia por lo que sé que ya conocen el chisme del momento sobre nosotros.

Dimas está borracho y choca con todo a su paso antes de lograr subirse al automóvil. Incluso se duerme durante el trayecto hasta el departamento y me cuesta varias sacudidas despertarlo. Mentiría si dijera que no disfruto de tocarlo sin reparos, pero contengo los deseos de deslizar las manos bajo su camisa porque él nunca hizo algo así cuando la situación fue al revés. Después de varios intentos despierta y sale con pesadez del automóvil no sin antes pegarse un buen golpe al salir. Las escaleras se convierten en un deporte extremo al intentar sostenerlo para evitar que ruede por éstas y es casi un milagro que lleguemos sin que ninguno caiga.

—Deberías darte una ducha y dormir —aconsejo dejándolo caer sobre el sofá de la sala—. Te ves terrible.

Él enarca una ceja y sonríe.

—Gracias.

—Bebiste demasiado —contraataco—. Nunca haces eso.

—No suelo hacer estupideces que lo merezcan —dice con las palabras tropezando entre ellas.

—Así que hoy hiciste una estupidez.

—¿Tu qué crees?

Coloco ambas manos en la cintura y suspiro.

—Hiciste una gran estupidez, Dimas.

—Eso pensé.

Su mirada me recorre de pies a cabeza como si se preguntara cómo luzco sin toda esa ropa arriba y consigue sonrojarme.

—Vamos, te ayudo a llegar a la habitación —digo intentando retomar el control de la situación y tiro de su mano sin conseguir que se mueva—. Dimas, levántate... ¡Es tarde y quiero dormir!

Me imita al tirar de mí, pero sí consigue moverme, y termino cayendo sobre su regazo con sus manos sosteniéndome por la cintura.

—¡Basta! —exclamo—. Necesitas dormir.

Ni si quiera ejerce un poco de fuerza en mi cuerpo y soy yo la que termina por acercarse hasta sentir su aliento acariciar el mío.

—Te necesito a ti.

Casi le pido que repita aquello, pero las palabras se secan en mi boca y nos miramos en medio del silencio de la madrugada. Podría pasarme la noche entera contemplando su rostro y la mañana saboreando sus labios, no sería la primera vez.

—Perdóname —murmura recargando su frente contra la mía—. Lo siento, de verdad.

—Estás borracho.

—Y arrepentido...

—En estos momentos pesa más la parte del alcohol.

Sus labios rozan los míos en una tímida caricia.

—¿Recuerdas lo que hacíamos cada vez que bebíamos demasiado...?

Esas palabras roncas se cuelan hasta mi sangre y provocan un agradable hormigueo en el corazón. En sus ojos puedo ver los recuerdos que compartimos y una ola de calor invade mi piel. No solíamos beber demasiado, pero cuando lo hacíamos era común terminar en la cama y divertirnos con la desinhibición que nos provocaba el alcohol.

No obstante, la humillación que me hizo pasar ocupa más lugar en mi mente y me levanto de un salto rompiendo todo contacto con él.

—Buenas noches, Dimas.

—Aura... —murmura y se pasa una mano entre los rizos—. No entiendes...

—Tienes razón —espeto corroída por una cólera que agita mis manos—. No sé lo que es sentirse invadida por la adrenalina luego de tocar una canción que provoca una ola de aplausos... ¡No lo sé! ¡Pero sé que jamás te humillaría de la forma en que hiciste conmigo!

—¡No fue mi intención!

—¡Pero lo hiciste!

Dimas esconde el rostro entre ambas manos y las deja caer con pesadez luego de soltar un bufido.

—¿Qué te ha dicho León?

—¿Y ahora qué importa lo que dijera León?

—¡Te fuiste con él!

—¡Sólo platicamos!

—¡Sabes que no es verdad!

Cruzo los brazos y camino en círculos dos veces antes de detenerme de nuevo frente a él.

—Fue un beso y ya.

—Entonces estamos igual.

—¡Claro que no! —bramo— ¡No es competencia y no hay empates!

Dimas se incorpora en toda su estatura y levanto la cabeza para mirarlo a los ojos anegados de confusión.

—¿Todavía sientes algo por él?

Sacudo la cabeza y rompo el contacto visual.

—Ya no siento nada por León —admito sorprendiéndome del alivio que siento al revelarlo en voz alta.

—¿Entonces...?

Muerdo mis labios y agito una vez más la cabeza como si aquello acomodara mis pensamientos.

—Creo que... —empiezo sin saber muy bien cómo elegir las palabras— tenemos demasiada historia entre nosotros y con otras personas. Creo que...

Callo, no quiero decir la siguiente parte. Dimas coloca ambas manos sobre mis hombros y vuelvo a mirarlo.

—¿Qué? —pregunta con un hilo de voz.

—Creo que lo que sentimos no es lo suficientemente fuerte para estar juntos...

—Aura, no...

—A veces es así —interrumpo y percibo el nudo en la garganta que pronto me asfixiará—. Deberías intentarlo con Minerva.

—¿Pero qué...?

—Lo siento —rompo el contacto—. Buenas noches, Dimas.

Me precipito hasta mi habitación donde cierro la puerta con el pestillo y permanezco recargada contra ésta hasta que lo escucho meterse en la ducha de su cuarto.

Una parte de mí sabe que he dicho lo correcto y otra, otra... El nudo en la garganta me hace soltar un par de lágrimas y las limpio con el dorso de la mano. Otra parte quiere estar equivocada, entrar en su habitación y pedirle que repita que me necesita. Esa parte lo necesita a él y me está matando saber que no puedo tenerlo.

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