La Melodía de Aura 1 - Prelud...

By LenaMossy

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Aura terminó con su amor de la infancia la misma noche en que habían decidido mudarse juntos a la capital. Es... More

♡ AVISOS ♡
♡ Sinopsis ♡
❀ Dedicatoria ❀
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
♔ Obsidiana ♔

Capítulo 23

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By LenaMossy

☆★☆

I'm a confident liar

Had my head in the oven so you'd know where I'll be

I'll try to be more romantic

I want to believe in everything you believe

But I was less than amazing

Do not know what all the troubles are for

Fall asleep in your branches

You're the only thing I ever want anymore

Conversation 16 — The National

☆★☆

Dimas ha decorado la habitación con algunos pósters de Arcade Fire o fotografías de guitarras Fender, Gibson y Gretsch, sus marcas favoritas. Por todo lo demás la habitación permanece casi vacía, sólo con el ropero entreabierto y su ropa tirada en el suelo o en su modesto escritorio. No se compara en nada con la habitación que una vez tuvo en casa de sus padres con una televisión gigante, cientos de libros y sus videojuegos favoritos... Dimas abandonó mucho por lo que ama más que a mí o cualquier cosa, la música.

Ha pasado casi una semana desde que fuéramos a MalaCruz y lo he acompañado a comprar sábanas nuevas, que hemos estrenado juntos... La primera noche fue incómoda y graciosa, Dimas se metió a mi cuarto antes del amanecer sólo para dormir abrazados, pero hemos repetido lo que sucedió en esa bodega unas cuántas veces; a veces en el sofá cuando el camino hasta el departamento ha estado cargado de tensión sexual, en mi habitación o aquí. Son momentos en los que mi cuerpo se desconecta de la realidad y sólo quiero sentirlo, reavivar lo que tuvimos.

—Siempre despiertas antes que yo —murmura.

Mirar el color azul cielo de sus ojos al despertar es una de las cosas que más me dolió perder y siento deseos de llorar cada vez que se repite.

—Me gusta cuando abres los ojos... —admito.

Dimas me atrae hacia su cuerpo y llena de besos mi cuello, sé lo que quiere porque yo también busco lo mismo. Todavía no damos ese gran paso, pero estamos tan cerca que me estremezco sólo de pensar en el instante en que me entregue de nuevo a él.

☆★☆

La inspiración nunca ha tirado de mis pies en mitad de la noche y obligado a escribir por horas hasta el amanecer, no funciono así. Mi proceso de escritura consiste en encontrar el tiempo suficiente para teclear algunas palabras o corregir trabajos viejos. Por lo que es bastante común el verme sentada frente a la mesa con los audífonos y toda la atención en mis cuentos. Los primeros días con Dimas en el departamento me provocaron cierta incomodidad al ver invadida mi sagrada privacidad, pero el murmullo de su presencia se ha convertido en parte de mi rutina.

Dimas recarga su barbilla sobre mi hombro y lee en silencio el cuento que reviso en mi laptop; un rato pasa y me quita el audífono del oído.

—¿Estás lista?

—Sí —respondo quitándome el otro—. El que tarda más eres tú.

La vibración de su risa envía ondas de choque por todo mi cuerpo.

—Te reto a tener mi cabello una semana y luego veremos.

Apago la laptop y disfruto del beso que deja en mi oreja.

—Siempre luces despeinado.

—No dije que lograra peinarme —murmura y su aliento sobre esa zona sensible me provoca un agradable escalofrío—. Vamos o se hará tarde.

Bajo de la silla y me abraza por la espalda. Permanecemos así un largo rato con el silencio que inunda el departamento y lo único que quiero es empujarlo hasta la habitación...

—Oye... —giro entre sus brazos y rodeo su cuello sintiendo los rizos húmedos entre mis dedos— ¿Estás seguro que es buena idea acompañarte?

—¿Por qué no?

—Porque no nos han visto juntos desde ese día y... —ambos desviamos la mirada porque, al menos en mi caso, los recuerdos de lo que ocurrió regresan a toda velocidad y continúan sonrojándome— no quiero causarte problemas con los demás.

Me refiero a Minerva y lo sabe, es bastante obvio. La banda no se ha pasado por el bar hasta los días en que tiene que presentarse y han aprovechado para escuchar a otras bandas que concursarán. Sin embargo, Cedric le ha contado a Sofía que a veces escucha a Minerva llorando por las noches y, aunque me moleste, sé lo mucho que significa para Dimas.

Fueron padres, por muy poco tiempo, pero lo fueron...

—Sólo tenemos que evitar esto... —murmura y, cuando estoy a punto de preguntarle a qué se refiere, me besa con suavidad—. ¿Podrás?

Sonrío mordiéndome los labios y asiento.

—Un rato, no prometo más.

Deslizo las manos sobre sus brazos firmes y subo los pies sobre sus botas. Sus labios son adictivos y puedo pasarme horas besándolo. En el bar nos escondemos en cualquier sitio para besarnos y es palpable la tensión que se crea entre nosotros.

Su celular recibe una llamada y rompemos el contacto para ver el nombre de Mina en la pantalla con una foto en blanco y negro. Su belleza me hace sentir una profunda inseguridad de inmediato.

—¿Ya están ahí? —pregunta él y me toma de la mano—. Voy.

Cuelga y lo recibo con una mirada escéptica mientras cierro la puerta del departamento.

—¿Voy? ¿No sería vamos?

—No quiero alterar las cosas desde ahora.

Entorno los ojos y le arrojo las llaves del automóvil. Ni si quiera insistiré en la mala idea que es acompañarlo.

☆★☆

Dimas se estaciona cerca de la entrada trasera de El Coliseo y observo, a través de la ventanilla, el alto edificio. Es el mismo sitio donde se realizará el concurso de bandas y han solicitado a todos los participantes asistir para la grabación de un video corto que transmitirán antes de su presentación el día del evento.

Apenas es mediodía, pero el cielo está nublado, parece como si pasaran de las seis de la tarde. Hay varios automóviles en el estacionamiento y la minivan de Cedric está a unos metros de nosotros.

—Espera —digo girándome sobre mi asiento en dirección a Dimas—. No debí venir.

—Ya es tarde para eso.

—Dimas.

Él desabrocha mi cinturón de seguridad y captura mis labios una vez más que siguen su ritmo sin objeciones. Cuando se aparta, soy yo la que se aproxima sin deseos de romper todavía aquel contacto. Mi cuerpo toma voluntad propia, se contorsiona hasta quedar sentada a horcajadas arriba de él. El volante del automóvil se clava en mi espalda, pero no me importa; sin embargo, él mueve el asiento y susurra entre mis labios.

—Un día no nos detendremos y...

—¿Qué?

—Mira lo que provocas.

Se apodera de mis caderas con un movimiento rápido y siento su erección a través del short negro que llevo. Muerdo mis labios y suelto un gemido.

—¿Y si no quiero detenerme? —pregunto abrumada por el hormigueo que se apodera de mi vientre—. ¿Me detendrías?

—No —suelta un gruñido al cerrar los ojos—, pero no quiero hacerte mía en el automóvil.

El aire está cargado de deseo y me cuesta un mundo abrir la puerta del automóvil para salir. La fresca brisa despeja un poco la maraña de emociones que se agita sobre mi piel; examino el lugar para pensar en otra cosa.

El Coliseo es un edificio en forma de coliseo, valga la redundancia, y está a las afueras de Mérida. Es un sitio bastante grande e imponente, uno de esos que te hacen sentir pequeñita. Sólo he entrado dos veces por el concierto de Zoé y otro para acompañar a mi madre al de Maná.

—¿Por qué no me has cubierto de labial?

Regreso mi atención a Dimas y ahogo un suspiro, está irresistible. Lleva una playera de manga larga color gris, sus jeans negros resbalados a la cadera, el cabello revuelto y unas gafas de sol estilo aviador.

—Una palabra —respondo recuperando mi voz—, indeleble.

Él sonríe y acepto su mano mientras nos dirigimos hacia el edificio. Varios chicos están en los alrededores, la mayoría con el estuche de algún instrumento al hombro, y Dimas es quién captura la atención de todas las chicas.

Un chico con una playera que dice Staff nos conduce a través de uno de los pasillos circulares que llevan hasta el primer nivel dentro del edificio. Es muy diferente ver el interior de El Coliseo vacío y no como en los conciertos.

Suelto su mano cuando diviso a la banda al lado del escenario, nos dirigimos una mirada tensa. Todas las bandas que concursarán están ahí en pequeños grupos conversando y mirando a los rivales, me encanta la idea de que casi todas cuenten con una chica.

—¡Ya era hora! —exclama Eric.

—¿Qué haremos? —pregunta Dimas colocando sus gafas en el cuello de la playera—. ¿Vamos a subir al escenario?

—Sí, nos grabarán para hacer unos videos de presentación —responde Minerva y noto que ha llevado el estuche del violín transparente—. Sólo espero que no quieran escuchar una de las canciones nuevas.

Mantengo mi distancia con la banda, sin deseos de entrometerme en su organización, y paseo la mirada alrededor. Hay algunos chicos muy jóvenes, supongo que menores de edad, y algunos ya mayores; el color negro predomina en las vestimentas.

—Vamos por un refresco —me dice Nicolás.

Acepto y le sigo hasta una máquina de monedas que está en el pasillo por donde entramos. En el camino descubro que son varias las personas que me siguen con la mirada y no creo que sea por mi asombrosa belleza. Inspecciono mi ropa, un short negro con algunos estoperoles plateados y una blusa blanca con una calavera en tonos grises; me habría gustado llevar botas, pero el calor me obliga a usar sandalias.

—Siento que no estoy entendiendo algo —le digo a mi amigo mientras regresamos y soy objeto de las mismas miradas.

—Eres popular —sonríe—. Igual me sorprendí, pero mira cómo ven a la banda.

Nos detenemos a lo lejos y descubro que está en lo cierto. Dimas y los demás son objeto de mucha atención sin que se percaten.

—¿Y eso?

—No estoy seguro —admite—, pero es como si todos supieran quiénes somos.

—¿Y a mí por qué me miran?

—Dimas sube fotos tuyas a sus redes sociales —contesta como si hablara con una niña de cinco años—. Es obvio.

Le dije que era una pésima idea que subiera fotos mías a internet, pero veo que no me hizo mucho caso.

—¿Intentas decirme que estas personas han revisado sus redes sociales como si fueran algún tipo de celebridad?

—Disculpa —dice con una sonrisa socarrona y me hace un guiño—. Somos celebridades.

Entorno los ojos y estoy a punto de hablar cuando alguien me llama por mi nombre, es Henrik.

—Supongo que él es otra celebridad —le susurro a Nicolás mientras nos acercamos—. ¿No?

—Es bastante obvio —suspira con desgano.

—¡Es una joda no poder fumar aquí! —me saluda.

Su largo cabello rubio está recogido en una coleta y viste un pantalón de mezclilla roto con una playera negra ajustada, una visión difícil de ignorar.

—Ya sé —admito.

Henrik nos presenta a la banda, pero no consigo retener sus nombres. Apenas intercambiamos algunas palabras y regresamos con los demás, ya han comenzado a fulminar con la mirada a Nicolás por confraternizar con el enemigo.

Un chico les ha dejado una hoja con una lista de preguntas que deben responder frente a la cámara. Dimas me pasa el cuestionario, a pesar de la cara de pocos amigos que le lanza Minerva. Primero tendrán que presentarse y decir su posición en la banda, luego responder a preguntas como las principales influencias, tiempo juntos, origen del nombre de la banda...

¡Genial!

Entrego la hoja a Gabriel y contesto la llamada que acaba de entrar a mi celular; ni me he fijado quién llama.

—¿Aura Reyes? —pregunta una voz femenina.

—Sí —contesto con el ceño fruncido—. ¿Quién es?

—Somos de la revista cultural LibroFilia. Nos gustaría entrevistarla sobre los últimos descubiertos que se han hecho en torno a la obra de su padre.

—¿Mi padre?

Nicolás abre mucho los ojos al escucharme, se acerca sin importarle que deja a Gabriel hablando solo.

—¿Cuándo podríamos entrevistarla?

—¿Por qué quieren entrevistarme? Deberían hablar con mi madre.

—Sí, bueno... —la chica se aclara la voz—. Ella se ha negado a contestar nuestras llamadas.

No he hablado con ella desde su visita al departamento y me parece fuera de todo contexto que se niegue a hablar sobre la obra de mi padre, su tema favorito. Así que todos mis sentidos de alerta se disparan, hablo con cuidado.

—Tendré que consultarlo con ella.

—Señorita Reyes.

—Muchas gracias, yo le llamo.

Cuelgo y recibo una mirada extraña de Nicolás.

—¿Qué pasó?

—Una revista quiere entrevistarme por algo de mi padre —respondo—. ¿Has escuchado alguna novedad sobre su obra o algo por el estilo?

—No, para nada.

Suspiro y acepto las palmaditas en la espalda que me da Nicolás. Sin embargo, a pesar de que intento prestar atención a las respuestas que planean mis amigos, mi mente sigue dando vueltas a la extraña conversación. Lo único que aparta todo aquello es sentir la mirada de decenas de desconocidos sobre nosotros y, por primera vez en meses, odio no tener redes sociales.

—¿Me prestas tu celular? —le pregunto a Dimas.

Él lo saca del bolsillo de su pantalón y teclea el código para desbloquearlo frente a mí sin prestar mucha atención, es la fecha de nuestro viejo aniversario: 12/07. Nunca he revisado el celular de alguien que no sea León porque descubrí que, si buscas algo, sueles encontrarlo. Así que me incomoda tener acceso al celular de Dimas, pero parece no importarle.

Sólo quiero ver las fotografías que ha subido en los últimos días y, como sospecho, hay un par mías. En una sostengo su guitarra negra y finjo tocar, tiene casi cincuenta comentarios preguntando si somos novios... ¿Por qué les interesa a casi cincuenta personas si somos novios o no? Unos cuantos comentan, sin nada de sutileza, que hace mejor pareja con Minerva. En la otra fotografía tengo la cabeza sobre las hojas de un cuento arriba de la mesa y estoy durmiendo, recuerdo cuando me fotografió porque me desperté... En esa los comentarios son casi cien y la gran mayoría está a favor de Minerva.

Yo sé que no debo revisar, pero miro las otras fotografías que ha subido y descubro que meses atrás subía muchas de Minerva.

¡Eso me pasa por buscar!

—¿Qué haces?

Su voz ronca me sobresalta y no consigo salir de la galería antes de que me descubra. Él parece muy incómodo al notar aquello.

—Lo siento —murmuro.

Dimas pasa un brazo sobre mis hombros y me atrae hasta su pecho, luego deja un beso en mi frente.

—¿Quieres que las borre?

—No —contesto y es la verdad. Nunca volveré a tomar decisiones por mis parejas—. Sólo quería ver qué fotos mías has subido.

—Ignora los comentarios.

—¿Quiénes son todas esas personas? ¿Los conoces?

—No tengo idea de quiénes son.

Me aparto al escuchar a Gabriel elevar la voz intentando captar la atención de Dimas sin conseguirlo. Sin embargo, me pide que guarde su celular y lo meto en el pequeño bolso que llevo cruzado sobre el pecho.

Las bandas empiezan a subir al escenario a ser entrevistadas antes de interpretar una canción que no tiene que formar parte del repertorio con el que concursarán. Las entrevistas las realiza un chico de BMusic, la compañía discográfica que organiza el concurso, y son grabados por varias cámaras ubicadas alrededor del escenario enfocando a cada integrante. Hay quince bandas inscritas y Aura, la banda y no yo, tocará casi hasta el final por inscribirse tarde. A pesar de que las bandas que van pasando pueden retirarse al terminar, todas se están quedando. Algo me dice que es para escuchar a Dimas y los demás, creo que ellos piensan lo mismo porque noto la tensión en sus rostros.

—Al menos ustedes pueden tocar con sus instrumentos —se queja Cedric ya que tendrá que usar la batería que está en el escenario.

—Yo no —bufa Gabriel.

—¿Cuál van a tocar? —pregunto.

—Ya verás —sonríe Nicolás.

Dimas está muy nervioso. Se mueve de un lado a otro y habla en voz baja con Eric, parece que en cuestión de música es con quién más confianza tiene.

No todas las bandas son malas, pero tampoco demasiado buenas. Hay un par que han estado tan desafinadas que incluso, sin saber mucho de música, me he percatado. Sin embargo, la banda que va antes de Aura es Mjölnir y cuando empieza la melodía inconfundible de la legendaria Song 2 de Blur puedo ver a Eric maldecir en voz alta.

Henrik transmite energía a raudales e incluso tengo que controlarme para no bailar o cantar como muchos otros ya están haciendo. Menos mal que esa canción no pueden interpretarla en el concurso, pero quedará como un video maravilloso. Henrik salta con la guitarra y se mueve con tanta determinación que su coleta se deshace dejando que el cabello rubio cubra parte de su cara... ¡Parece un verdadero vikingo a punto de entrar a la batalla! Al terminar, Eric se detiene a mi lado y empuja mi barbilla hacia arriba mientras los aplausos que ha provocado Mjölnir siguen resonando.

—Ya puedes cerrar la boca.

Entorno los ojos y Dimas ríe.

—Aura, arriba —dice un chico del concurso.

Dimas une nuestras manos con los tatuajes y besa la unión que forman las líneas oscuras. Me limito a sonreír para intentar tranquilizarlo porque si lo abrazo no resistiré los deseos de besarlo.

La banda sube al escenario y comienzan a conectar sus instrumentos, luego los afinan bajo la mirada de muchas personas. Como no soy parte de Aura, la banda y no yo y siento repetirlo tanto, me obligan a esperar abajo por lo que camino hasta el centro del escenario, me hago lugar entre las bandas que observan ahí.

En la entrevista dicen sus nombres, así como el de la banda y adjudican el origen del nombre a la novela de Carlos Fuentes; sin embargo, escucho a mis espaldas algunas risitas y comentarios sobre el nombre de la novia del vocalista... Dejan atrás esos cuchicheos cuando se enteran que la banda tiene un mes como tal y que sólo tres se conocen desde antes... ¡Pensándolo bien, es bastante asombroso!

En los primeros tres segundos descubro que es Afterlife de Arcade Fire y mi sorpresa es preocupación en el rostro de los demás. Mencionaron a esa banda como principal influencia, era bastante obvio que tocarían algo de ellos, pero aun así ha sido una sorpresa maravillosa. Dimas parece otro en el escenario, uno muy diferente del que he visto en el bar, me sonrojo siguiendo sus movimientos en el escenario. La guitarra ocupa parte de sus movimientos, pero los rizos oscuros agregan algo mágico en su semblante, me es imposible apartar la mirada de él.

Minerva parece mecerse con el violín, tengo que suprimir mis celos al ver a Dimas acercarse hasta ella formando una imagen perfecta. Varios están tomando fotografías de la banda, estoy orgullosa a un punto en el que siento que lloraré en cualquier momento. Dimas se está luciendo, sé que ese es su destino, no puedo verlo haciendo otra cosa porque sé que jamás lograría dejar el alma en ello como lo está haciendo ahora.

Una ola de aplausos estalla cuando finalizan y Minerva abraza a Dimas. Sucede en cámara lenta, quiero creer que estoy viendo cosas que no son... Sacudo la cabeza y encuentro a Dimas y Minerva besándose arriba del escenario. Eric me ve, leo mi nombre en sus labios mientras deja la guitarra sobre el suelo; baja a toda velocidad del escenario, pero consigo mezclarme entre la gente sin saber por qué huyo si no he sido yo la que besó a otra persona.

Las lágrimas escuecen mis ojos al encontrarme con las miradas curiosas de esas personas, que parecen conocer toda nuestra historia tan bien como nosotros, y mi corazón martillea furioso contra mis costillas. Entre empujones logro salir hasta el pasillo y corro hasta el estacionamiento, no sé si Eric me sigue todavía. Puedo sentir el celular vibrando dentro del bolso, maldigo en voz alta al recordar que le dejé las llaves del automóvil a Dimas.

Incluso el clima parece estar en mi contra, al empezar a caer una ligera llovizna, me abrazo sin saber qué hacer. No quiero volver a entrar y recibir todas esas miradas burlescas, pero tampoco tengo cómo irme a casa.

De pronto, alguien coloca una sombrilla arriba de mí y, al mirar sobre el hombro, veo una cámara fotográfica profesional colgada al cuello de un chico que conozco muy bien.

—¿Vienes a burlarte, León?

—No.

Suspiro y le agradezco por la sombrilla.

—¿Nos vamos?

Asiento, casi imperceptiblemente, le sigo hasta la zona que está reservada para los medios de comunicación, donde su lujoso Cadillac negro con vidrios entintados espera.

Él no me toca o dice algo más, apenas si me mira. Saco el espejo de mi bolso y al mirar mi reflejo noto el maquillaje que se ha corrido con mis lágrimas; los celulares no dejan de vibrar. Pasa frente a la entrada de El Coliseo y veo a Dimas con los demás buscándome; Eric parece furioso. Sin embargo, Dimas se concentra en el Cadillac y creo que me ve. Nos observamos a través de la ventanilla y por el espejo retrovisor lo veo seguir con la mirada el lujoso automóvil hasta que salimos del estacionamiento.

—¿A dónde vamos? —pregunto con un nudo en la garganta.

—A donde sea —responde—. ¿Quieres ir a la playa?

—Está lloviendo.

—Siempre te ha gustado caminar bajo la lluvia.

Lo miro de soslayo y suspiro. No sé si estoy entumecida por lo que acaba de hacer Dimas o en verdad he dejado de sentir esa atracción desmedida por León.

—Vamos.

La lluvia aumenta, golpeando con crudeza el parabrisas del automóvil, y descubro que aquella imagen es exactamente como me siento.

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