Daron, un ángel para Nathalia...

By jane_n_johnmest

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LIBRO COMPLETO✓ Una joven normal, con una vida normal. Abandonada por su madre, pero amada y protegida por su... More

Sinopsis
Para ti, querido lector
Book tráiler
Epígrafe
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 9
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 17
Capítulo 21
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 28
Capítulo 42
¿Qué te ha parecido la historia?
¿Qué sigue después de esto?
Capítulo 46
Capítulo 47
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Extras
Capítulo 48 [+18]
Capítulo 49
Capítulo 18

Capítulo 19

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By jane_n_johnmest

NATHALIA

No puedo dejar que mi corazón se adueñe de la situación y me haga perder la razón, haciendo que sentimientos que de por sí, ya me son difíciles de reconocer, florezcan. Me conozco, puedo parecer muy dura, fría como un témpano de hielo, mala hablada o todo lo que se me pueda ocurrir, pero nunca he sido alguien a la que se le facilite el decir o expresar, lo que siente a nivel emocional. No me he enamorado y ahora que aparece este extraño, el corazón se me pone patas arribas. Tengo que evitar a toda costa mezclar sentimientos confusos como esos, con la ayuda que Daron me está prestando. Toda ayuda tiene un costo, o al menos eso me ha dicho mi padre siempre.

¿Cuál tendré que pagar por aceptar que me ayude? El objetivo de esto está claro; lograr que Lyron me deje en paz y salir de aquí lo antes posible. Mantener una distancia prudente y volver a ser la Nathalia de siempre, esa a la que el mundo le vale una moneda en un bolsillo roto. La que no tiene planes de familia y mucho menos de noviazgo.

Necesito mi pijama, pero por lo que Daron me ha dicho está mojada. Me impresiona que se haya tomado la molestia de lavarla para quitar la sangre que había en ella, imaginarlo en ese proceso hace que una sonrisa se dibuje en mis labios y en el momento en que me doy cuenta de que otra vez me estoy sintiendo como una boba; quiero abofetearme. Mis ojos se vuelven completamente blancos, mientras sigo de pie frente a la cama. Llevo la mirada hacia el oscuro vidrio de la ventana, esperando a que por lo menos los rayos de sol logren penetrarla.

—Siento lo de hace un momento —su voz se escucha detrás de mí y casi creo que hace eco en la habitación.

Camino hacia el otro lado de la cama, tomo asiento en esta y le doy la espalda. No quiero mirarlo al rostro. ¿Qué es lo que me ha hecho?

—Supongo que no se repetirá... —Me limito a decir, pero no consigo alguna réplica de su parte.

El silencio parece ser rey del momento y los nervios aparecen dentro de mí. Por un momento dudo de que siga en la habitación, pero no quiero girarme para corroborarlo, no quiero verlo, porque si lo hago actuaré como una idiota, en el preciso instante en que mis ojos viajen hacia los suyos.

—Tu pijama aún sigue mojada.

Oh, sí sigue ahí.

Vuelvo a sonreír para mí y evito la estúpida manía de rodar los ojos, pero me es inevitable, aun sabiendo lo patética que me debo ver. Una parte de mí no quiere sonreír, pero la otra parte lo hace sin que yo me pueda percatar de ello hasta que es demasiado tarde. Tan solo escuchar su voz me incita a tal acción y no comprendo cómo consigue ese estúpido efecto.

—Puedes tratar de dormir si lo deseas.

—Estoy bien, esperaré a que seque y me iré.

—Nathalia... —Su voz me suena a un ligero susurro en la oreja y un escalofrío recorre mi piel.

¡Maldita sea! Exclama mi voz interna, mientras pelea con las emociones que transporta mi cerebro hacia mi estómago; la sensación de millones de mariposas revoloteando en él, son ciertas. Quién lo diría.

—Sé que eres de esas humanas que andan huyéndole al sentimiento llamado amor... —Hace una pausa—. Sé que todo esto que está pasando es inconfundiblemente extraño para ti, y aunque no lo creas lo es también para mí. No puedo ser capaz de comprender nada de lo que me ocurre cuando estoy cerca y lejos de ti —su rostro muestra aflicción por unos segundos.

—¿Por qué estás diciéndome esto? —Entonces me es imposible no observarlo—. ¿A dónde quieres llegar?

Me muestra una ligera sonrisa, mientras yace aún sin camisa, apoyado en el marco de la puerta.

—Porque te miento a ti y me miento a mí, cuando te digo que hago esto para no cargar con el peso de tu muerte en mis hombros.

Dejo mi vista fija en la suya, tratando de comprender y analizando con calma cada palabra que ha salido de su boca, creo saber lo que quiere decir con ellas, sin embargo, quiero hacerme la tonta.

—No logro comprenderte.

Una sonrisa se dibuja en sus labios, como un ligero gesto de diversión, entonces desenrolla sus brazos cruzados y los deja caer ligeramente hacia los costados de su cuerpo, camina a pasos lentos y seguros hacia mi dirección, sin quitar sus ojos verdes de mi rostro.

—Cuando te dije que querías escuchar que hacía todo esto por ti —vuelve a hablar—. Es porque soy yo quién quiere que te des cuenta de que es así —suspira—... No puedo decir que te amo... —Su ceño se arruga en el mismo momento en que sus labios pronuncian dicha oración—. ¿Por qué dime cómo sé que lo hago?

Mis manos se aprietan inconscientemente y sin dejar de mirarlo, trago saliva sin poder saber qué contestar a eso.

—Tampoco puedo decirte que siento cuando te tengo tan cerca como ahora, porque no puedo sentir nada... pero dime tú que sientes, ¿eres capaz de percibir la misma chispa que yo, cuando te contemplo a los ojos?

—Eres una clase de ser que... no comprendo —admito.

Lo escucho reír de manera sutil.

—¿Y eso es lo que te atemoriza? —Suelta así sin más—. ¿Qué no puedes comprenderme?

Guardo silencio.

—Creo que tomaré la siesta que me ofreciste —digo para deshacerme de él y de esta incómoda situación.

No quiero seguir manteniendo esta conversación que cada vez se torna más compleja, porque no sé qué responder a sus interrogantes.

—Te atemoriza admitir que quizá existe esa chispa de emoción.

Su tono es puro convencimiento y mi entrecejo se arruga.

—No te creas la gran cosa —suelto un bufido.

—¿Acaso te desinflas? —Arquea una de sus cejas.

Revoleo los ojos.

Observo su rostro, el cual no puedo decir que es una mierda, porque en realidad solo estaría mintiéndome descaradamente. No engañaría a nadie diciendo eso; es lo más perfecto y simétrico que he visto en toda mi vida. Suelto una risa sarcástica y le pongo la peor cara que tengo, aunque con la que traigo siempre basta. No es mucho el esfuerzo que debo hacer.

—A veces juego a ser un globo... —murmuro con sarcasmo.

Me dejo caer de espaldas sobre la cama, corriendo el riesgo de que me eche a patadas de la que ahora es su casa.

—¿Me despiertas cuando mi pijama seque? Por favor.

He olvidado por completo que ando vestida como si acabara de tener un buen polvo. Llevo simplemente puesta una camiseta suya y mi ropa interior. Me pongo del color de un tomate al percatarme de aquello y me cubro rápidamente con las sábanas. A él no parece afectarle el hecho de que muestro la carne que cubre mis largas piernas. Cierro los ojos e intento ignorarlo, pero sé que aún sigue en la habitación y me es imposible hacerlo si sigue ahí. Observándome cuál psicópata.

—¿Piensas quedarte ahí? —Cuestiono.

—Es mi habitación —responde con lógica.

—Era de mi padre antes —digo a la defensiva, como una verdadera mocosa inmadura y como si eso importara.

—Lo acabas de decir, "era".

Puedo sentir como sonríe y eso me hace perder el quicio. Vuelvo a sentarme y él permanece aún de pie a pocos metros de mí. Salgo de la cama hecha un manojo de molestia y camino apresuradamente hacia la puerta de la habitación, para salir de allí lo antes posible.

—¿A dónde vas? —Interroga.

Salgo de la habitación sin decir nada y cuando siento sus pasos detrás de mí, me detengo bruscamente. Mi cuerpo hace contacto con el suyo y tropiezo con mis propios pies, pero sus manos me sostienen evitando que caiga. Otra vez lo tengo cerca de mí y siento como la sangre se calienta en mi interior, haciendo que la temperatura en mi cuerpo aumente de manera precipitada. Estamos en medio del pasillo que da a las habitaciones y me obligo a contener la respiración.

—Voy a dormir en el sillón, si no te molesta —intento salir del agarre de sus manos, pero él no parece querer soltarme.

—No deberías dormir así —me mira de pies a cabeza—. En un sillón, donde no hay sábanas —sonríe de una manera que logra irritarme.

Lo observo sin ninguna expresión en mi rostro.

—Quiero mi pijama, me lo pondré como esté —digo después del corto silencio.

Veo como la expresión risueña de sus ojos se convierte en lo más serio que he visto y por primera vez lo observo poner los ojos en blanco.

—Ve a la cama, Nathalia, no te comportes como si fueras una niña, hace mucho dejaste de ser una.

Estoy a punto de mandarlo al infierno con pasaje de ida nada más, y cuando estoy a punto de decir algo fuera de lugar, un estruendo hace que cierre la boca en cosas de milisegundos. La expresión de Daron me indica que sabe que algo malo está a punto de ocurrir. Me suelta, entretanto se lleva el dedo índice hacia sus labios, para hacerme una señal de que guarde silencio. Los músculos de su rostro se contraen y sus sentidos auditivos están atentos ante cualquier ruido. Lo que he escuchado es claramente como si estuvieran echando abajo los cimientos de la casa.

—Ve a la habitación y quédate ahí —susurra.

Trago saliva y sin protestar obedezco su orden. Corro hacia la habitación y me encierro allí. Tengo miedo de que sea Lyron quien esté aquí. El terror de pensar que ha venido a cumplir su promesa y terminar lo que Daron ha impedido, hace que la boca y garganta se me sequen. De manera apresurada empiezo a buscar con mi vista algo con lo que pueda defenderme. La habitación está literalmente vacía; solo está la cama y la pequeña mesa de noche, la que es mi única opción para usar como arma de defensa, pero probablemente para cuando intente levantarla y lanzársela a Lyron por la cabeza, él ya me habrá matado.

No me queda más remedio que esperar en la habitación, atenta a cualquier cosa. Usaré los dientes para defenderme si es necesario. Me posiciono detrás de la puerta y le coloco el seguro, entretanto sujeto el picaporte como si eso fuera a evitar que entre a la habitación y me asesine como tanto dice querer hacerlo.

Nuevamente escucho otro estruendo, pero esta vez proviene del pasillo en donde él se ha quedado. Pego mi oreja a la puerta para tratar de escuchar lo que sucede afuera. Una voz masculina y amortiguada por la puerta se escucha apenas, pero no es la de Lyron, es otra voz que me es desconocida. Me enfoco para tratar de escuchar lo que dice.

—¿Cuál es la necesidad de hacer tus entradas teatrales? —Escucho que la voz de Daron pregunta.

—Ya lo arreglarás —dice el otro sujeto con un atisbo de diversión.

—Deberías considerar que eso conlleva dinero y dar explicaciones a los vecinos —habla Daron.

—Nada que un truco mental no pueda solucionar, ¿o me equivoco? —Inquiere.

—¿A qué has venido? —La voz de Daron es neutral.

—A advertirte —responde—. A pesar de que hayas caído bajo, sigo apreciándote, Daron.

Un silencio corto y desesperante se instala, hasta que Daron decide romperlo.

—¿Sobre qué?

—Lyron ya sabe todo.

—¿Qué tanto?

—Todo, Daron —afirma la otra voz—. Sabe que te uniste con... bueno, ya sabes con quién. Él sabe que quieres acabarlo y que te dieron alas nuevamente —explica—. Sabe que la humana es hija del engendro procreado por Cialac y que has tenido contacto con el arcángel para mantenerla a salvo.

Despego mi oreja de la puerta, preocupándome de no hacer ningún ruido. Estoy sumergida en una clase de shock emocional, porque me sorprende que todo esto realmente es para mantenerme a salvo, sin embargo, no puedo ser yo la humana de la que hablan, es algo que no puede ser posible. Yo no soy nieta de un tal Cialac y que yo recuerde nunca he conocido a ningún abuelo con ese nombre.

Vuelvo a la posición inicial, pero esta vez no puedo escuchar mucho, han bajado el tono de sus voces como si se hubieran percatado de que espío su conversación. Suspiro con la desilusión presente y camino hacia la cama con la confusión carcomiéndome. Me siento a esperar una señal de Daron, que me asegure que nada malo está pasando fuera de esta habitación, porque no saldré de aquí ni por más grande que sean mis ganas de hacerlo. Me dejo caer sobre la cama y miro el techo con desgano, quiero que todo esto acabe; dejar de sentirme tan confundida, tan ajena a las cosas y de sentirme dentro de una horrible pesadilla.

Mi vida nunca ha sido interesante, pero eso ha cambiado desde que decidí poner un pie en Dijon, todo ha empezado aquí, como si todas las cosas extrañas que no puedo comprender y que creo imposibles, me hubieran estado esperando. Quisiera volver a casa, pero ya ni siquiera tengo un lugar al cual llamar hogar; papá ha desaparecido sin decirme nada, prácticamente me ha abandonado, pero debo admitir que yo lo hice primero. Hace rato que no se nada de él. Sé que estoy con Johnvid ahora, pero no es lo mismo. Necesito a mi padre, en una situación tan absurda como esta, y solo recordar que no tengo esa posibilidad ahora, me hacen sentir unas inmensas ganas de echarme a llorar en un rincón; cuando menos me lo espero, las lágrimas ya me están mojando los ojos, corriendo por mis mejillas, mientras siento como el dolor me aprieta la garganta.

Escucho que alguien intenta abrir la puerta y me seco las lágrimas rápidamente. Intento ponerme de pie para ir a quitar el seguro, pero me quedo en mi lugar cuando veo con ojos de asombro, como el pequeño seguro que evita que la puerta sea abierta, gira en cosa de segundos. Luego esta se abre, revelándome a Daron. En su cara no hay ninguna pizca de diversión, ni siquiera sus intenciones de coqueteo están presentes.

—Te llevaré a casa de tu amigo —dice cuando está a pocos metros de mí.

—¿Quién era? —Curioseo.

Él camina hacia el armario que está en la pared y comienza a revisar la ropa que allí se encuentra.

—Un amigo.

—¿Un amigo? —Mis cejas se juntan—. ¿Qué quería? —digo caminando en dirección hacia la puerta.

—Ponte esto —me lanza un pantalón.

—¿Qué quería? —Vuelvo a preguntar, mientras camino hacia él con los pantalones en mano.

—No es tu problema —responde de manera indiferente—. No eres mi novia para darte explicaciones sobre mis amistades, ¿o sí?

—Esto no me queda —me quejo, observando los pantalones que obviamente son suyos y unas tallas más grandes que yo.

—No es mi problema, póntelos.

Me vuelve a ordenar, mientras termina de deslizar una camiseta blanca sobre sus brazos. Lo observo caminar hacia la puerta como si nada hubiera pasado, dejándome con las palabras en la boca. La visita de ese amigo suyo le ha cambiado el humor por completo y me desespera el hecho de no saber qué es lo que está pasando.

¿Por qué ha cambiado su trato hacia mí tan repentinamente?


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Inició: 21 de mayo de 2021. Terminó: 24 de junio de 2021.