Enseñame el cielo.

By GeraldineRB

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La familia de Sole ha decidido pasar el verano en su vieja casa de pueblo. Ella no está dispuesta a marchar y... More

Te amo de ida y de vuelta
Tres horas más contigo
Sin conexión no hay amor
El hermano invisible
Los planes nunca son perfectos
Nada es como una piensa
¿Quién es ese chico?
La ladrona de corazones
Un secreto a voces no es un secreto
Lo imposible sólo tarda un poco más
Los que se pelean se desean
Mi sombra se va contigo
Marta, marta, marta
¿Y si no fueras tú?
Te quiero y gol
Tú no sabes, pero yo sí sé
Creo que empiezas a gustarme
No estoy enamorada de ti
He visto una estrella en ti
Te quiero en grande
Tus labios saben a humo
Las consecuencias del amor
El juego de la botella
Yo también quiero ser una Princess
El debate del amor
Tristeza cósmica
Mi querido yo del futuro
Las cuatro leyes del corazón
Sígueme y lo entenderás
La pregunta de las preguntas
Hasta donde tú quieras
Ligeros como los columpios
Quisiera perderme contigo
El campo de mariposas
Noche de feria
Una mala noticia
El secreto revelado
La noche de los spaguetis
¿Y si no fuera asi?

Hoy es el principio del fin del verano

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By GeraldineRB

—Mamá, no he hecho nada malo —se excusa Sole mientras entra por la puerta del comedor. Inés la mira sin entender demasiado bien lo que pasa. Acaba de levantarse y no se percata de lo sucedido. —Me estaban enseñando a hacer pan, y mira estos cruasanes. ¡Los he hecho yo! Pero luego... me quedé dormida en el horno. —¿Cómo que te quedaste dormida en el horno? ¿No estabas en tu habitación? «¡Me acabo de delatar!», piensa la chica, y añade:

—Lo que oyes, mamá, no quería hacer nada malo. Ayer estaba demasiado oscuro para llegar a la cabaña, me encontré con Álex y... —Y vuelves a casa a la hora del desayuno... No sé qué hacer contigo, Sole —dice su madre, decepcionada. La chica se queda callada. Lo único que puede hacer es resignarse y dejar que todo pase. No es una mala técnica: cuando los padres se enfadan, asumir lo que ha pasado suele salir más a cuenta que enfrentarse con ellos y montar una escandalera. Ayer fue una noche muy especial, y eso no se lo va a quitar nadie. Decide ayudar a la madre en la cocina. —Entonces ¿te lo has pasado bien esta noche? En cuanto piensa en ello le entra una sensación muy placentera e indescriptible que la hace sentir súper bien. Pero es una pregunta con trampa y, si no se sabe manejar, el preludio de una discusión segura.

—Mamá, lo siento. —¡Buenos días! —dice Andrés entrando por la puerta, desperezándose aún—. ¿Ya estás despierta? Cuando llegué no estabas en tu cama... Sole respira hondo. Ya casi tenía controlada la situación y ahora llega él a avivar el fuego. —Tu hermana no ha dormido aquí —dice Inés con tono serio. —¿Ah, no? —No. Sole, dile dónde has dormido. —A ver... No he dormido, técnicamente me he quedado dormida... en la panadería de Álex. —¿Cómo? —Se ve que ahora quiere ser panadera. Mira, este cruasán lo ha hecho ella. Inés le pone en un platito un cruasán un poco amorfo. —Eso se parece más a una boñiga de caballo. —¡Era mi primera vez!, ¿vale? —Pues podría colar como cocina de autor. Podrías llamarlo un mamotreto.

—¡Qué gracioso! —¿Y cómo has ido a parar allí? —Ayer quise ir al lago con vosotros a última hora, pero cuando llegué al atajo estaba demasiado oscuro y decidí regresar. Me encontré a Álex en el camino, y el fin de la historia se resume en esta boñiga. —No, el final de la historia se resume en que estás castigada —dice Inés. —¿Castigada? —Hoy te quedas en casa. —¡Pero si son las fiestas! —¡Ya me has oído! ¡Y no se hable más! La chica sube a su habitación y da un portazo. Desde la cocina se oyen sus sollozos. Andrés no dice nada. El aire se puede cortar con un cuchillo. —Venga, que tampoco ha sido para tanto. No vamos a echar a perder el primer día de fiestas del pueblo por algo así, ¿no? —dice el chico, intercediendo por su hermana.

Inés se vuelve y mira a su hijo con los ojos en llamas, que lo hace sentir tan incómodo que prefiere ir a acabarse la leche a su cuarto. —¿Puedo entrar? Sole no responde. —Toc, toc, ¿se puede? Una voz minúscula se cuela por las ranuras de la puerta: —Es tu habitación. Haz lo que quieras. Andrés abre con lentitud. Su hermana está acurrucada en la cama, dándole la espalda. El chico se sienta en su misma cama y apoya la mano en su hombro. —Sole, ¿por qué la tienes que liar siempre? Tienes a mamá enfadada, justo el primer día de las fiestas... —Era tarde, estaba cansada y me he dormido. —Ya... Ahora me dirás que Álex no quiere nada... —Pues no —dice contundente.

—Te voy a ser sincero: Álex es un tío. Si yo pasara el tiempo que él está pasando contigo... es porque me gustabas seguro. —Él no es así, no lo conoces. —¿Ah, no? Entonces explícame porque va detrás de Iris, haciendo la monería del amor invisible y después intenta seducirte en la panadería. —No intentó besarme ni nada de eso. ¿No puedo tener un amigo? —Te confundes. —Eres tú quien confunde el amor con la amistad. —Se incorpora—. Álex es una buena persona. ¿Qué pasa? ¿No puede ser mi amigo? ¡Mira a Jaime! —¡Jaime no cuenta! —¿Y por qué no? Andrés respira hondo, llegados a este punto siente que debe decir una gran verdad:

—Te recuerdo que Óscar es tu novio. Eso es todo. Creo que se te está olvidando y no lo quieres ver. —Pues a mi novio parece que también se le está olvidando que tiene novia, porque se ha ido de acampada. —Vale, mira, te lo digo claro: lo que pasa es que Álex no me gusta para ti. Sole se lleva las manos a la cabeza. —Gracias. Muchas gracias, hermanito. —Gracias, ¿por? —Por decirme lo que piensas. —De nada. Yo sólo quiero lo mejor para ti. —Pues si quieres lo mejor para mí, no me digas con quién debo o no debo estar. No tienes ni idea de cómo es Álex. Ni idea. Él entiende que lo más prudente es retirarse antes de que su hermana se le tire a la yugular. En silencio, se levanta de la cama de su hermana y sale de la estancia. Ya sola, y en la calma de la habitación, Sole intenta relajarse de las tensiones

de la mañana y recuperar todas las sensaciones agradables de ayer y adentrarse así en un sueño liviano y plácido.

Durante la comida, una vez sentados a la mesa, Ernesto toma la palabra: —Vuestra madre y yo tenemos que informaros de algo. Hoy me han llamado del trabajo. Tengo que volver una semana antes de lo previsto. Eso quiere decir que volveremos a casa en algunos pocos días. Supongo que os alegraréis. —¿Cuándo? —pregunta Andrés, inquieto. —Después de las fiestas. Así Sole se podrá preparar mejor el examen de matemáticas y, además, podrá ver a Óscar. Y tú, Andrés, si quieres, puedes aprovechar para matricularte ya en la autoescuela y empezar a sacarte el carné de conducir. ¿De acuerdo?

Andrés asiente mecánicamente, lo único que puede hacer es pensar en Clara. Sole se encoge de hombros: hoy todo le da igual. Si sus padres le hubieran dicho que se mudan a la Luna, le daría exactamente lo mismo. Una vez en la habitación, relee la carta que se envió a sí misma. Está tumbada en la cama. Coge otro papel y escribe:

Hola, Sole: En efecto, soy tu yo del futuro. Siento contestarte tan tarde, pues el futuro tarda un poco en llegar. En todo caso, estoy aquí para responderte con mucho cariño. Tengo noticias: tus padres han dicho hoy que vuelves a la ciudad después de las fiestas. Calcula que será dentro de unos cinco días. ¿No es lo que querías? Lo que no sé es si estará Óscar en la ciudad cuando regreses. Eso debe esperar.

Nada más. Por cierto, ¿cómo fue con ese tal Álex? Tu yo del futuro. Sole

La chica se sonríe. Eso de escribirse cartas a una misma le parece absurdo y mágico a la vez. Acto seguido coge otro papel:

¡Hola! ¡Espera, no te vayas! ¡Es muy difícil coincidir contigo! En fin, supongo que ésta es nuestra maldición... Pues aquí estoy, soy tu yo del pasado, tumbada en la cama con Komotú, y dejando pasar la tarde. Hoy me ha caído una buena en casa. Me he quedado dormida en la panadería de Álex. Sí, lo has oído bien. Consigue despertar mi curiosidad: le gusta la fotografía, la naturaleza y... no sé... es

sensible y tiene algo en la mirada que me resulta familiar. Ya me lo dirás cuando sepas lo que es. ¡Espero tu respuesta! ¡Nos vemos en el futuro! Tu Sole del pasado, Sole

La chica ordena las cartas y las guarda en la cajonera que hay debajo de la ventana, donde guarda su ropa interior. Cuando levanta la mirada, ve a alguien que anda por el camino. Frunce el ceño para ver mejor. ¡Es Clara! De pronto, dentro de la imagen bucólica de su amiga dando un paseo por el camino, aparece otra figura. «¿Andrés?» ¿Habrá visto un fantasma? Vencida por la curiosidad, se espera a que se crucen. Quizá Andrés quiera ir al pueblo... Sin embargo, los dos se detienen y se entrelazan bajo su atónita mirada. ¡Su hermano y Clara se están besando!

La chica contiene la respiración. No sabe qué pensar, y mucho menos cómo actuar en una situación así. La pareja está tan pegada y concentrada que parece una fotografía. Sole no se lo acaba de creer del todo. Incluso, en un intento absurdo de querer cambiar la realidad, se frota los ojos. ¿Su amiga con su hermano? Increíble. ¿Desde cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? Aún asombrada, se va a la cocina a prepararse un té. Mientras hierve el agua, reflexiona poniendo los sentimientos en su lugar. Para empezar, no le duele que su hermano esté con Clara, pero él se podría haber ahorrado el comentario de esta mañana sobre Álex. Por otra parte, entiende que lo hayan llevado en secreto, pero tampoco es para tanto: no habría pasado nada si se lo hubiesen dicho. Y el resultado de todo esto es que se siente algo desplazada, y un poco decepcionada, pues pensaba que Clara iba a casa para verla a ella. Al cabo de unos minutos se oye la puerta:

—¿Sole? ¡Ha venido Clara! —Andrés lanza un grito a la habitación. —Estoy aquí... No hace falta que grites. La amiga se dirige al comedor, como si tuviera algo de prisa y, con una sonrisa un tanto artificial, la saluda efusivamente: —¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras? ¿Estás mejor? ¡Se te nota en la cara! —No hace falta que disimuléis: os he visto —sentencia la chica con una voz neutra. La pareja se mira un poco espantada. Su hermano es el primero en excusarse: —Te lo pensábamos decir... lo que pasa es que todo ha sucedido tan rápido que... —Sí, sí... No pasa nada. Estáis en vuestro derecho. Yo habría hecho lo mismo. —Perdóname, a mí tampoco me gusta esconderme de nadie. De hecho, he venido para decírtelo... —Entonces ¿estás con mi hermano? —Sí.

Clara baja la mirada y Sole la abraza con la fuerza de una amiga. —Me alegro un montón por ti —le dice mientras la mira a los ojos—. Y por lo que respecta a ti, hermanito..., ya me puedes cuidar a esta princesa, porque resulta que es mi amiga. —Eso está hecho. Y ahora, al pueblo, que hay feria. ¡Vamos! —Estoy castigada, ¿no lo recuerdas? —Ve a hablar con mamá, y vente con nosotros. —Mejor id tirando vosotros, y ya os alcanzo. —¿Seguro? —pregunta Clara. —Sí, en serio...

En el caminito de vuelta al pueblo, los dos jóvenes ya no tienen por qué esconderse y se cogen de la mano. —¿Crees que se lo ha tomado bien? — pregunta ella.

—Sí. Lo que le pasa es que hoy no lleva un día muy bueno. La han castigado por quedarse a dormir en casa de Álex. —¿Cómo? —Lo que oyes. Va jugando por ahí con Iris y el amor invisible, y ahora con mi hermana... —Álex es buena persona, créeme. No creo que sea el amor invisible de Iris. —¿Por qué lo dices? —¿Me guardas un secreto? —¡Noooo...! ¡Lo sabes! —Es Jaime... El chico rompe a reír: —¡Lo sabía! —¡No se lo digas a nadie! ¡Si lo haces, me mata! —¿Eres su cómplice? —Más o menos... —Por cierto, tengo que decirte algo importante. —¿También es un secreto?

—No. —El chico se pone serio—. Mis padres nos han dicho hoy que nos iremos después de las fiestas... —Ah... —Clara baja la mirada. —Me acabo de enterar. —Bueno... ¿y eso qué tiene de malo? Ya lo sabíamos desde el principio... Todos los veranos se acaban, como también se acaban los inviernos y empiezan las primaveras... —Pues no te creas que la idea me gusta demasiado... —Te propongo una cosa —dice la chica con una sonrisa—. Vivamos cada día como si fuera el último. No pensemos en el mañana. ¿Te parece? Él le contesta con un beso tierno, tan largo como si fuera el último, porque hoy, como siempre, es el principio del fin.


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