Hasta donde tú quieras

195 5 3
                                    

Unas luces con bombillas amarillas, un escenario en el fondo y tres altavoces configuran la maquinaria para la fiesta de esta noche. En el programa pone que, después de los pasodobles de las diez, empezará la sesión de DJ, muy esperada por los jóvenes. Todo el mundo está en la calle. Hasta la gente mayor ha sacado las sillas de sus casas para disfrutar de la fiesta. Y, cómo no, ¡el bar Manolo está lleno a reventar! Pero Iris aún está en su casa, se ha probado por lo menos cuatro vestidos diferentes.

—Elige uno: todos te quedan bien —la anima Ana y sigue maquillándose ante el espejo. —Esta noche quiero estar radiante. Ahora que me han quitado la escayola pienso aprovechar toda la ropa que no podía llevar. Mira esta minifalda, ¿no es una monada? —Iris mira a su prima a través del espejo. —Sí, sí, pero ¿por qué te estás poniendo tan guapa? Si es por el amor invisible... ¿No habías dicho que no era tu tipo? —¿Qué me queda mejor, las sandalias, zapatos de tacón o unas zapatillas? —¡Contéstame! —De acuerdo... Álex no es mi tipo, pero aun así... Alguien se ha fijado en mí, y a ese alguien quiero darle la oportunidad de conocerme. Siempre y cuando no me deje otra vez en evidencia delante de todo el mundo. —¡Muy bien, prima! ¡Así me gusta! Oye... ¿Estás nerviosa? —le pregunta Ana al ver que Iris se está mordiendo las uñas.

—Me apetece salir, eso es todo. ¿Qué cara crees que pondrá Álex cuando le diga que sé quién es? —Ni idea, pero seguro que, si se lo comentas, lo negará todo. Te jurará que no es él, ¿o acaso crees que te va a decir: «¡Oh, sí, Iris he sido yo, te amo, y no sabía cómo decírtelo!». —Ana se toca el corazón y pone voz de hombretón. Iris se ríe y el rímel casi se le mete en el ojo. —Entonces ¿qué quieres que haga? —Si yo fuera tú, le dejaría actuar. ¿No te ha dado una nota en la que dice que va a bailar contigo? Pues deja que se acerque. Que interprete su papel de amor invisible. —Pero ¿eso no es un poco aburrido? —Haz lo que quieras: es tu noche. Cuando su prima se pone así, no va a atender a razones, por mucho que le digan. —Es nuestra noche... He visto cómo te mira Jaime —insinúa Iris.

—¿Ah, sí? Pues que sepas que yo también he visto cómo te mira a ti. —No digas tonterías y ayúdame a hacerme la cola.

La familia de Sole aún está en el chiringuito de la feria. Hablando y hablando, se les ha hecho de noche y han decidido cenar unos perritos calientes allí mismo. —Mamá, ¿iremos a casa a cambiarnos antes de ir al baile? —pregunta Sole. —Es fiesta mayor, no hace falta. Estás muy guapa así —le contesta el padre con tono cariñoso. —¡Mamá! —Sole, ¿ahora quieres volver a casa? — bromea Inés—. A mí también me gustaría ir a cambiarme, pero me da una pereza... No estás tan mal... —Ya lo sé, pero me gustaría ponerme otra cosa para el baile. ¡Que no tardo nada!

—Aún no has acabado el perrito ¿y ya quieres irte? Quédate aquí y disfruta un poco de tu familia. ¡Para una vez que salimos todos juntos! — interviene Ernesto. —Papá tiene razón. Y además, ¿por qué te preocupas tanto por eso ahora? —observa la madre. —Ya, ¿para qué, si ya tienes novio? —le chincha su hermano. —Ajá... Muy bien... Como ya tengo novio... —Y mira a sus padres con gesto inexpresivo y anuncia—: Papá, mamá, tengo que informaros de que Andrés... ¡tiene novia formal! —¡Eh, ya está bien! —grita su hermano al mismo tiempo que intenta acallarla tapándole la boca. Pero ella se escabulle y dice: —¡Se llama Clara! —¿Clara? ¿Tu amiga? —pregunta la madre. —¡Sí!

—¡No es verdad! —Andrés está rojo como un tomate. —De hecho, hoy ya ha estado en casa. —¡Serás chivata! «Esto te pasa por intentar controlarme con lo de Álex», piensa ella. Sin embargo, y para su sorpresa, a sus padres no les importa demasiado esta información. —¿Os da igual? —Tu hermano ya es mayorcito —contesta el padre, como si la cosa no fuera con él. —¡Pero eso es puro machismo! —La chica se muestra indignada. —Esto no tiene nada que ver con ser machista —tercia su madre—. Tienes dieciséis años. Cuando tengas la edad de tu hermano, podrás hacer lo que quieras. —Bueno, lo que quiera, lo que quiera... — bromea Ernesto. —Sole, ya te vale —murmura Andrés.

Enseñame el cielo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora