Tus labios saben a humo

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Son las cinco de la tarde y cae un sol de justicia. Sole ha quedado en el cruce de la carretera con Iris y Jaime para ir a la colina del elefante. Clara se ha quedado en el pueblo, en parte porque le había prometido ayudar a su vecina con los deberes de inglés, y en parte porque no quiere llegar tarde a la cita con Andrés. La colina no está muy lejos: son unos cuarenta minutos en bici. Jaime lleva a Iris en el remolque y Sole los acompaña con la suya. —¡Quién me diría a mí que iba a encontrarme en esta situación!

Iris resopla dentro del remolque. «Jolín, ¿y tenía que escribirlo tan grande?» Le habría gustado que se la tragara la tierra, cuando los niños se burlaban de ella en la piscina esta mañana, y cuando volvía a casa y oía a la gente mayor discutir acerca de lo sucedido. Algunos consideraban que se trataba de un acto muy bonito e incluso romántico, y otros, que no, que era puro vandalismo... ¡y que habría que castigar a su autor! —Pues a mí me parece muy bueno: no te escriben tu nombre en una colina todos los días — observa Sole sin dejar de pedalear. —Ya, pero ahora soy yo quien tiene que arreglar el desperfecto. —No estás obligada —apunta Jaime. —Yo no sé vosotros, pero siempre que leo «Tal ama a Cual» en algún baño público o en alguna pared de la ciudad, me gusta pensar que

quien lo haya escrito quería declararle su amor a todo el mundo. —Sole intenta alegrar a su amiga —. Dicen que el amor mueve el mundo, ¿no? —De hecho, nos estamos moviendo hacia la colina por ti —insinúa Jaime. —A mí también me gusta leer mensajes románticos, pero me gustaría ver qué caras pondríais si os lo hicieran a vosotros... Jaime pedalea más fuerte por la subida, con la frente perlada de sudor, mientras se dirige al «lugar del crimen» con el mismo espíritu de un culpable que teme que lo descubran. —¿Sabéis lo que creo? —interviene el chico —. Viendo el tamaño del mensaje, no es posible que lo haya hecho una persona sola. —Lo que faltaba... —¡No te quejes! ¡Tienes un club de fans! ¿Qué más quieres? —bromea Sole. —¡Quiero dejar de tener la pata tiesa para perseguir a quien lo haya hecho!

—¡No te muevas tanto en el remolque, que nos vamos a caer los dos! De repente, Sole advierte un olor a humo. —Huele como a barbacoa, ¿lo notáis? —Será algún dominguero —contesta el muchacho mientras pedalea con sus últimas fuerzas. Por fin llegan al lugar. Exhaustos, los dos ciclistas se tumban en la hierba, al tiempo que Iris, que no necesita descansar, se acerca con aire de detective hacia las piedras donde está escrito el mensaje. —¿Sabéis? Esto me recuerda un documental sobre Perú. Allí están las líneas de Nazca, que sólo se pueden ver desde el cielo —comenta Jaime. —¡Pues esto se puede leer por todas partes! —vuelve a quejarse Iris. —Es curioso, porque en la pendiente no hay piedras de este tipo. Aquí podría caminar descalza sin tropezar con ninguna piedra. También me

resulta un poco extraño el material con que se ha hecho el corazón. ¿Qué es? —Creo que los bordes del corazón están hechos con... heces de vaca —observa el chico, algo serio. —¡Lo que me faltaba por oír! ¡Me han hecho un corazón con caca de vaca! Las chicas rompen a reír, para alivio de Jaime. ¡Ahora sí que es imposible que Iris sospeche de él! Cuatro risotadas más y los amigos se ponen manos a la obra. Empiezan a quitar las piedras una a una, y forman un montículo cada vez más grande. —Oye, Jaime, ¿de dónde habrán sacado las piedras? —pregunta Sole—. ¡Pesan un montón! —Ni que lo digas... —elude éste la pregunta, y piensa: «Lo más difícil es borrar el amor de mi corazón». De pronto, Iris observa que en la segunda i sobresale un trozo de papel. Lo extrae con cautela. Es un sobre rojo, atado con un hilo a una pequeña

vela del mismo color. Otra carta de su amor invisible, que dice así:

Cuenta la leyenda que todos tenemos una llama dentro. Una llama que no queremos que se apague, porque cuando se hace pequeña las personas podemos llegar a desesperar. Entonces nace dentro de nosotros el DESEO, una especie de leña que arde para que la llama no se apague. Mi deseo por ti es tan grande que he querido decírtelo con las letras más grandes que he podido encontrar, porque si mi llama está ardiendo es gracias a ti. Si quieres conocerme, sólo tienes que prender la vela y, antes de que la llama se consuma, me conocerás. Tu amor invisible e irrepetible. xxx

Enseñame el cielo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora