No estoy enamorada de ti

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Va cayendo la tarde y los chicos deciden batirse en retirada, pues se han pasado la última hora tumbados en la hierba, adivinando las formas de las nubes y hablando de los amores imposibles. Al levantarse, se percatan de que Jaime está durmiendo un sueño profundo. —Está roncando —susurra Clara riendo. —¿Lo despertamos? —propone Sole. —Jaime..., despierta —susurra Clara, y todos se ríen—. Es que me da cosa despertarlo... —¿Y si le tiramos agua? —sugiere Andrés.

—¿Sabéis lo que haría yo? —les dice Iris—. Lo dejaría aquí durmiendo. ¿Nos vamos? —No podemos hacerle esto... —comenta Clara. —A él le encanta hacer bromas, por una que le hagamos... —Pues a mí no me parece mala idea... — reconoce Andrés con gesto pícaro. —No quiero ni pensar en la cara que pondrá cuando se levante solo —añade Sole y se ríe. —¿Creéis que se enfadará? —pregunta Clara —. Es que me sabe mal. Iris se va lentamente con las muletas hacia la bici y, sin hacer ruido, se pone en el remolque. —Andrés, conduces tú. Y así es como Sole, Clara, Iris y Andrés se van, riéndose de Jaime, quien aún no se ha enterado de nada. Pero cuando salen de la pequeña pradera, Clara siente la obligación moral de reconsiderar sus actos: —Un segundo. ¿Seguro que hacemos bien?

—¡Ya está hecho! ¡Vámonos! —Iris levanta la

voz.

—¿A ti te gustaría que te hicieran esto? ¡Él te ha traído hasta aquí! —Es una broma, tranquila. Aquí no hay ni osos ni lobos, ¿qué le va pasar? Cuando se despierte, pensará que todo ha sido un sueño. —Eso parece más bien una venganza. ¿No será que te molesta que ahora no te haga caso? —Clara tiene razón —reconoce Sole, arrepentida—. Como broma está bien, pero se está haciendo de noche y no creo que le vaya a hacer mucha gracia volver solo. Andrés interrumpe con una idea. —Lo que podemos hacer es despertarlo desde aquí. El susto se lo va a llevar igual. Y busca un buen sitio donde espiar a Jaime. Las chicas lo siguen. —Es increíble cómo duerme. ¡Parece un tronco! —se sorprende Iris.

—Ya veréis. ¡Auuuuuuh! —El chico empieza a aullar como un lobo—. ¿Por qué no se despierta? Igual le pasa algo. Entonces Sole dice en voz alta: —¡Jaime, soy Iris! ¡Ven conmigo! —Justo al decirlo, Iris le da un codazo... ¡pero funciona! Jaime se desvela, se frota los ojos y mira para todos los lados buscando a sus amigos. —¡Auuuuuuh! —aúlla Andrés. Jaime se levanta de un brinco y sale corriendo. Entonces los otros salen de su escondite. Cuando Jaime llega a donde están ellos está pálido como un fantasma. —¡Os habéis pasado! —les reprende. —No te pongas así, que ha sido una broma. —Iris no se puede aguantar la risa, pero se queda callada cuando ve la cara tan seria del chaval. Clara se acerca a él y le acaricia la espalda para tranquilizarlo mientras mira a Iris como si quisiera decir: «¿Lo ves? ¡Tenía razón!».

—No lo hemos hecho con mala intención, perdónanos. Andrés también se acerca. —Ha sido idea mía, perdóname —se excusa Iris. Jaime fuerza una sonrisa y dice: —No es culpa vuestra. Cuando era pequeño me perdí en la montaña y lo pasé muy mal. Unos cazadores me encontraron muerto de miedo. Desde entonces me da pánico quedarme solo en el bosque... Después de escuchar la historia, Iris se levanta del remolque y le da un rápido abrazo, algo que él no se esperaba en absoluto. —¿Quieres que te bese yo también? —dice Andrés, intentando que el chico sonría un poco. A modo de respuesta, Jaime le da un pequeño puñetazo en el hombro. —¿Cuántos años tenías cuando te perdiste? —pregunta Iris.

—Seis o siete, no me acuerdo. Acompañé a mi padre a buscar setas y me perdí. ¡Hasta vi un jabalí! —¿Te atacó? —pregunta Andrés. —Por suerte, no... Perderse en el bosque es algo que no le recomiendo a nadie. Reanudan el camino hacia el pueblo, pues la fuente de los enamorados está a unos tres kilómetros y, si no conoces el camino, es fácil perderse. Clara se lo sabe de memoria, pero no tiene ganas de llegar tan pronto, porque sabe que todos querrán ir a la plaza y seguro que Dani estará allí. No sabe cómo decirle que ya no quiere estar con él, y le da una pereza increíble afrontar esta situación. A mitad del trayecto, el grupo se divide en dos. Sole, Jaime e Iris van por delante. En cambio, Clara y Andrés se quedan algo rezagados. —Clara, ¿por qué no me has contestado antes, en la hierba, cuando te he preguntado si tenías novio?

Enseñame el cielo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora