Tres horas más contigo

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La primera hora

Sole corre por la calle ágil como una mariposa. Se siente vigorosa y capaz de todo. Dispone de un rato más para estar con Óscar. Era la bocanada de aire que necesitaba para volver a vivir. Poseída por la alegría, y sin apenas esfuerzo, adelanta a una pareja que está haciendo footing. ¡No corría tan rápido desde las rebajas de enero! Sin embargo, la gloria dura poco: Sole ha tenido que hacer una parada técnica en la segunda manzana, se ha quedado literalmente sin aire y no tiene más remedio que apoyarse arqueada en un árbol para recuperar el aliento. La pareja que iba haciendo footing pasa de largo. —¡Sigue así, muchacha! —exclama uno de los corredores. Sole sonríe como puede, a la par que su cara se vuelve roja como un tomate. Definitivamente, el deporte no es lo suyo. «¡Vaya día! —piensa la chica, incorporándose—. Y lo que me queda...», se dice mientras reemprende la marcha. Por fin llega al portal de Óscar. Como no podía esperar a que él le contestara las llamadas, la manera más fácil era ésta: ¡ir directa a su casa y no desperdiciar un segundo más de lo que les quedaba! De pronto le asalta una duda trascendental: «¿Cuál era el piso de Óscar? ¿El tercero segunda o el tercero primera?». Parece mentira pero es así: Sole no ha subido nunca a casa de su chico.

Sin embargo, ante la duda, de perdidos al río: Sole llama a los cuatro terceros al unísono. —¿Sí? —responde el primero, que por su voz parece ser un abuelito. —¿Óscar? —pregunta Sole. —¿Sí? —Esta vez es otra vecina. —¿Está Óscar? —pregunta la chica elevando el tono de voz. —No, se equivoca —contesta la vecina. —¿Me podrían abrir, por favor? —pregunta la chica, con la intención de mirar los buzones. —¿Quién es? —Soy... la... ¡CARTERA! ¿Me puede abrir? Sole entra en el portal. «¡Era el tercero segunda!», se dice mientras mira en los buzones. No se lo piensa dos veces y sube al ascensor. Nerviosa, llama al timbre, pero parece que no hay nadie. «¿Y si no está?» Sole vuelve a llamar y escucha unos pasos vagos desde detrás de la puerta.

—¿Quién es? —pregunta el chico. —Adivina... —dice Sole con una sonrisa radiante. Óscar abre la puerta y ella se lanza a sus brazos. —Pero..., pero... ¿qué haces aquí? —¡He vuelto del pueblo! —exclama con alegría—. ¿Cómo ha ido el verano? ¡El mío, aburridísimo! Te he echado de menos, ¿sabes? Óscar, asombrado, se deja besar. —¿Cómo has llegado hasta aquí? —¡Te he llamado! Pero no podía esperar más: mis padres han decidido que vamos a salir por la noche. Y como antes me has dicho «hasta luego»... ¡Tenemos toda la tarde para nosotros! — exclama la chica, emocionada. Pero la reacción de Óscar no es la que Sole espera. En lugar de abrazarla, achucharla o, por lo menos, sonreírle, pone cara de circunstancias. —¿Pasa algo? —pregunta la chica. —No me encuentro muy bien.

—Óscar... Te conozco. —Vale, de acuerdo... Es que esta tarde he quedado para entrenar y... —Sole tiene los ojos anegados de lágrimas antes de que a Óscar le haya dado tiempo de acabar la frase. »¡Eh, oye! —El chico se le acerca tiernamente—. ¡Lo anulo y ya está! No pensaba que fueras a venir, eso es todo. Sole se deja abrazar. Por un momento pensaba que su chico preferiría el fútbol a estar con ella. —¿Qué te apetece hacer? —pregunta él apoyado aún en la puerta. —Quiero estar contigo —dice Sole con dulzura. Óscar respira pensativo y pregunta: —¿Quieres pasar? —¿Puedo? —inquiere Sole, sorprendida. ¡No se puede creer que esté entrando en su casa!

—Sí. No te preocupes: mis padres y mis hermanos no están. —Óscar le ofrece la mano y la hace pasar como a una dama. A decir verdad, Óscar es una persona tímida, y le da un poco de vergüenza llevar chicas a casa, entre otras razones porque no lo ha hecho nunca. Le da cosa pensar en cómo reaccionarían sus padres, ¡por no hablar de sus hermanos pequeños! Sole entra en el comedor como si lo hiciera en una iglesia barroca. Camina lentamente mientras mira las fotos, el parque para los niños, las figuritas de cristal, los cuadros en las paredes... El olor es una mezcla de colonia de niño y perfume de mujer. Es un aroma que caracteriza a Óscar: lo lleva impregnado en la piel. De hecho, es como si él estuviera en todas partes. —¿Quieres tomar algo? —pregunta su novio desde la cocina. Sole no responde, ha cogido un marco de fotos familiar y lo está mirando embobada—. ¿Has comido?

Enseñame el cielo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora