Yo también quiero ser una Princess

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Clara ha abandonado la fiesta para ir a buscar a Jaime. El chico camina rápido y con rabia, como si verdaderamente le hubieran ofendido en cuerpo y alma. —¡Jaime, espera! No te marches, anda. ¡Sólo era un juego! —Un juego... Ella lo coge por el brazo, lo vuelve hacia sí y le dice: —Te entiendo perfectamente. Esta clase de juegos tampoco me van.

Él está realmente indignado y le propina una patada a una papelera. —¿Por qué te pones así? —Es igual. —En serio, dímelo. —Se acerca a su amigo y le acaricia el brazo. Él gira la cabeza una y otra vez como si algunas palabras quisieran salir y una pequeña lágrima resbala por su mejilla. —Jaime, en serio, ¿estás bien? —¡La cabeza está a punto de explotarme! Se sienta en un bordillo y se agarra los cabellos, Clara se pone a su lado y lo rodea con el brazo durante unos minutos, hasta que se calma. —Me prometí a mí mismo que no se lo diría a nadie, pero es que no puedo más, Clara. —Jaime tiene los ojos encharcados de lágrimas. —¡No me asustes! —Necesito compartir un secreto... Clara lo mira con una sonrisa llena de dulzura.

—No pongas la cara de cordero degollado, que creo saber de lo que me hablas. —¿Ella lo sabe? —¿Te refieres al amor invisible? Él tarda en responder y lo hace con un movimiento tímido de cabeza. —¡Júrame que no se lo dirás! —Por eso no temas. Lo has hecho muy bien: no tiene ni idea de quién es su amor invisible. — Ella le toca la cabeza y juguetea con su cabello—. ¡Este Jaime, lo patoso que parecía, y mira lo audaz que nos ha salido! ¿Qué será lo próximo, hacer una pintada en la pared del ayuntamiento? —Pues no te creas, ¡fue de las primeras cosas en las que pensé! —Se seca las lágrimas con la mano. —¿Te ha molestado que Iris se besara con Álex? —No es eso. Pero cuando me ha tocado, me he sentido muy incómodo.

—Creo que todos estábamos incómodos. — Hace un pequeño silencio, suspira y le dice—: ¿Te cuento una cosa? ¿Secreto por secreto? —Vale, así estaremos en paz. —Hace dos días que... —¿Qué? —... que estoy liada con Andrés. La chica se tapa los ojos con las manos. —¡Guau! ¿Y Sole lo sabe? —No... Pero supongo que tarde o temprano lo sabrá o se dará cuenta... —Yo de ti volvería, no quiero que Andrés se ponga celoso. —No seas tonto, me apetece estar un rato contigo. Hace tiempo que no charlamos. ¿Damos un paseo? —Se me ocurre algo mejor. ¿Me ayudas a preparar el regalo del amor invisible? Clara y Jaime se lanzan una sonrisa cómplice. —¿Qué tienes pensado?

—Algo sencillo. El truco no está en el contenido, sino en la forma. —¡Ahora sí que hablas como el amor invisible! —Porque soy el auténtico...

Mientras, la fiesta continúa. Han llegado los padres de Sole y Andrés, la madre de Clara, los padres de Jaime y más gente aún: cuando en un pueblo se sabe que hay comida, no falta nadie. Iris recibe muchos abrazos. Todo el mundo la ve y la felicita, o le da un beso. Algunos le entregan regalos, y otros, sobres con dinero. —¡Hoy eres una verdadera Princess! —Su prima Ana le da un beso fuerte en la mejilla. —¡Gracias, Ana! Por cierto, Blancanieves: ¡tu último post me encantó! Los demás se quedan mirando a Ana con curiosidad. Las dos chicas se parecen mucho.

—Ven, que te presento a unos amigos. Éstos son Sole, su hermano Andrés, y Álex. Los que se han ido son Clara y Jaime. —Ah, sí, ya he visto cómo se marchaban los tortolitos —sonríe Ana. —¡Uy, no, no! No están liados ni nada. —se ríe la chica—. Ella es Ana, mi prima, ¿os he hablado de ella? Es una bloguera de éxito. —¿Y sobre qué escribes? —pregunta Andrés. —Sobre la vida..., las cosas que pasan...; pero, sobre todo, sobre mis amigas y, cómo no, ¡sobre el amor! Sole se sobresalta. —¡Tengo que hablar contigo urgentemente! —¡Toma! ¡Y yo! —exclama Andrés. —Que escriba un blog no significa que sea una experta en el tema. —sonríe la chica. —¡Eso lo dirás tú! —Iris le guiña el ojo. —¿Alguien quiere una copa de cava? —Álex se marcha del grupito.

—Espera, que voy contigo. —Andrés avanza con agilidad hasta su amigo—. Qué guapa y qué simpática es la prima de Iris, ¿no? Álex lo mira con media sonrisa ladeada. —Oye... —carraspea Andrés—, ¿te puedo preguntar algo? El otro se vuelve hacia él y mira otra vez las botellas de cava, buscando la más fría dentro de una piscina de hielo. —Dime. —¿Por qué has ido a la colina con mi hermana? —Para ver cómo había quedado el bosque por culpa del fuego —responde Álex. Entonces, deja de buscar la botella de cava perfecta y mira a su amigo con curiosidad—. ¿Te lo ha dicho ella? —No. Os he visto por el camino. —¿Dónde estabas? No te vimos. —Bueno, estaba detrás de un arbusto... con Clara. Pensábamos que era la moto de Dani y, para curarnos en salud, nos escondimos.

Enseñame el cielo. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora