―Muy bien, espero que la primera regla haya quedado entendida ―continuó el capacitador―, la segunda es obedecer siempre a su cabeza de piso. Es decir, cada uno de ustedes será asignado a un piso, puede que dos personas queden en el mismo, pero es muy extraño. Cada piso tiene un jefe o cabeza, al cual denominamos "Productor".
Varios murmullos recorrieron la sala, pero no dejaba de ponerle atención al capacitador. Estoy casi al frente por lo que no puedo ver a más gente de las que están a mis costados, a mi izquierda, dos chicos de una estatura baja de pelo castaño, uno con la piel morena y el otro con la piel más clara; andan murmurando desde que empezó la reunión por lo que infiero que vienen del mismo instituto.
―Lo que ellos digan se hace, aquí no existe espacio para la desobediencia y el caos. Como decía, es muy difícil cambiar su puesto de trabajo, pero existe, claro está, la posibilidad de ascenso o traslado de puesto ―continuó el capacitador―, y aunque la probabilidad siempre es baja, hemos tenido varios casos.
A mi derecha hay una chica de pelo rojizo y corto, mide aproximadamente un metro con sesenta centímetros, lleva puesto un uniforme muy parecido al que llevo, pero el de ella está confeccionado un poco más ajustado dejando ver su voluptuoso pecho.
―Cualquier otro asunto o regla, se las harán saber sus Productores. Pasaremos ahora a la prueba de selección, por favor, pasen todos por esta puerta ―dijo señalando la puerta por la que había entrado anteriormente.
Todos avanzamos hacia la puerta y, uno por uno, entramos a un pasillo amplio y ancho con una hilera de sillas ordenadas a un costado apoyadas en una de las paredes, las cuales eran negras y solo estaba iluminado por una serie de paneles en el techo.
―Por favor siéntense en las sillas ―indicó una voz femenina a través de unos parlantes―, los llamaremos en nombre alfabético para la prueba de selección.
Cada uno de nosotros nos sentamos en una silla, esperando el inicio de la prueba de selección que daría inicio a nuestra vida en Destino S.A., nos cuento y descubro que somos once empleados, me siento casi al extremo más cercano a la puerta por donde ingresamos; mientras contaba a todos, me detengo en una cara que ya había visto:
Es alta, cabello oscuro igual que sus ojos. La recuerdo perfectamente: es la chica del decimosexto piso de mi edificio de apartamentos, la chica que pidió que detuvieran el ascensor la noche anterior, la chica de voz dulce y de ojos audaces. Me propongo conocer su nombre escuchando cuando la llamen.
―Angus M1 ―comenzó la voz femenina― por favor pasar a la siguiente habitación.
Uno de los dos muchachos que se la pasaron murmurando a mi lado durante la capacitación se levanta, está ubicado casi al otro lado del pasillo de donde estoy, avanza por el pasillo, una puerta automática se abre al final de éste, Angus la atraviesa y la puerta se cierra tras él. Varios minutos pasan hasta que la voz femenina continúa, Angus no sale por la puerta, lo cual me deja extrañado.
―Bilwe A3, puede pasar a la siguiente habitación.
Un muchacho de complexión ancha y gran espalda se levanta y atraviesa la puerta automática. Poco a poco, las personas van atravesando la puerta; pasa un muchacho que parece de 13 años por su pequeña estatura y complexión, se llama Luxen B12. Quedábamos 4 personas incluyéndome y como estuve infiriendo, la voz femenina llama mi nombre:
―Marcus Z9, por favor pasar a la siguiente habitación.
Me lamento por dentro, no puedo escuchar su nombre, y saber que está entre la M y la Z no me reconforta, me levanto de mi asiento, doy un vistazo a los dos hombres y a ella que quedan en las sillas, y avanzo hasta la puerta automática.
Entro a lo que parece un consultorio de médico que leo en historias del pasado, pero no hay ninguna silla o estante; es un cubo totalmente vacío, las paredes y pisos blancos están hechas de placas de metal o plástico brillante y liso, perfectamente alineadas.
Las luces se apagan e instintivamente miro a mí alrededor, mis ojos no logran ver más allá de lo negro, se vuelven a encender pero ya no me encuentro en la habitación, las luces parpadean y un zumbido molesta mis oídos, estoy en un espacio negro vacío, con dimensiones infinitas hacia donde veo. Frente a mí empiezan a aparecer fotos, muchas imágenes, ninguna dura más de un segundo antes de cambiar por otra foto, miles, millones, billones de imágenes aparecen frente a mí. La luz emitida por las imágenes y las mismas fotos me molestan, volteo la mirada del dolor y las luces se vuelven a apagar, volteo de nuevo e intento observar algo, cuando observo frente a mí, a lo lejos, un punto blanco brillante. Empiezo a avanzar en el vacío y al acercarme me doy cuenta que el punto es una pantalla gigante que emite una leve luz, de un momento a otro empiezan a aparecer números y letras en su superficie:
210300 - S1
171223 - T2
100334 - D34
080641 - R12
020163 - S12
...
Veinte datos de este tipo aparecieron en la pantalla, quedaron en la pantalla unos 10 segundos y luego desaparecieron, la pantalla arroja un mensaje.
ביטע אַרייַן אין מינדסטער צען דאַטן ריכטיק
Leo el mensaje que está en el antiguo idioma Yidis y que recuerdo con claridad como traducirlo. "Ingrese por lo menos 10 datos correctamente" leo, por lo que caigo en cuenta que es una prueba de memoria. Me atengo a mi mediocre memoria fotográfica y escribo los veinte datos en un teclado láser que se enciende, algunos los recuerdo perfectamente pero otros no logro recordarlos. Aunque uso un truco que nos enseñaron en la Academia hace ya año:
―Las pruebas de memoria son cada vez más frecuentes ―empezó el profesor de Idiomas―, aunque estas no evalúan los conocimientos memorizados, sino ponen a prueba la memoria a corto plazo. Siempre que tengan que afrontar una prueba de estas, escriban todos los datos que les den a memorizar, no sólo escriban los que recuerden perfectamente ―sus canas brillaban a la luz del sol entrante―, escríbanlas todas, ya que mientras las escriben, es posible que recuerden otras.
Le doy al Enter en el teclado y las luces se encienden, vuelvo a estar en el mismo cuarto blanco y pulcro donde empecé «¿Acaso todo fue una ilusión? ¿Fue una simulación en realidad virtual?» Una voz llena la estancia, es diferente a la femenina que nos llamaba hace unos segundos «¿Minutos?» , era una voz robótica y mecanizada, aunque programada para sonar como la de un hombre.
―Marcus Z9, Piso Asignado: 101, Cargo asignado: Revisor de estado.
Algo se rompe dentro de mí al escuchar esa frase, ¿Revisor de estado? Suena aburrido, monótono y siento que no tiene nada que ver con los altos puntajes que obtuve en la prueba que realicé en mi Academia. Aunque me sorprende ser asignado al último piso, creí siempre que ahí se ubicaría la oficina del CEO o algo similar. Bueno, al menos tendré una buena vista de la Capital, pero eso no me alegra mucho.
Una puerta se abre opuesta a la otra por donde había entrado a la habitación, por lo que cabizbajo atravieso el orificio en la pared. Entro a una oficina con las paredes y el suelo igual a la anterior, pero esta está amoblada, tiene un escritorio de metal con dos sillas para visitantes, una biblioteca en una de las esquinas detrás del escritorio; hay un reloj en la pared a mi lado izquierdo, y a mi derecho, cubriendo toda la pared hay un gran ventanal que da al exterior. Sentado detrás del escritorio está el capacitador, y tiene la mirada fija en mí.
―Felicitaciones muchacho, has sido asignado al piso 101. El Productor de tu piso se llama Roger C2 y es un gran amigo mío ―la puerta detrás de mí se cierra y me quedo a solas con él―, ser un revisor de estado es muy importante, al igual que todos los cargos en nuestra empresa ―abro los ojos como platos cuando volteo a ver a la calle que da al ventanal y descubro que estoy en un piso mucho más alto, aproximadamente a la mitad del edificio, el capacitador me mira y se ríe― ¿creías que seguíamos en el segundo piso? Esto no debería sorprendente, estamos en el piso 40, con tus conocimientos en física ya deberías saber que los Transportes Instantáneo de Corto Alcance, o como los llamamos, TICA, ya existen. Te dejan transportarte de un lugar cercano a otro automáticamente. Son una invención reciente perfeccionada por nuestra empresa, por lo que no se encuentran en muchos lugares.
Empiezo a analizarlo y caigo en cuenta que desde que entré a Destino S.A. he visto artefactos y tecnología de punta. Y empiezo a pensar: ¿De qué es exactamente esta empresa? ¿Sólo almacenamiento de vídeos? Las dudas me distraen de lo que el capacitador me sigue diciendo, hasta que se calla y señala la puerta detrás de mí, prende su pantalla táctil fija, oprime algo en ella, y la puerta se abre. Dejándome ver a través de ella la pared de un pasillo que se alarga hacia los costados, en la pared, en letras grandes y en relieve se lee: F-101.
―Adelante ―me incita el capacitador.
Doy un paso a través del TICA y la puerta se cierra cuando abandono la habitación.
―Bienvenido Marcus Z9 ―una voz proveniente de mi derecha me hace voltear la cabeza― al piso 101.