Daron, un ángel para Nathalia...

Von jane_n_johnmest

1.8M 151K 16.4K

LIBRO COMPLETO✓ Una joven normal, con una vida normal. Abandonada por su madre, pero amada y protegida por su... Mehr

Sinopsis
Para ti, querido lector
Book tráiler
Epígrafe
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 9
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 17
Capítulo 21
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 28
Capítulo 42
¿Qué te ha parecido la historia?
¿Qué sigue después de esto?
Capítulo 46
Capítulo 47
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Extras
Capítulo 48 [+18]
Capítulo 49
Capítulo 18
Capítulo 19

Capítulo 2

56.4K 4.5K 571
Von jane_n_johnmest

NATHALIA

Camino sola por las oscuras calles de Borgoña, mi querido mejor amigo —que es más como una amiga—, se ha marchado con un desconocido a tener sexo quien sabe a dónde; dejándome tirada a mi suerte. La noche está más fría de lo común o tal vez simplemente estoy muy borracha, pero creo que es más lo segundo que lo primero. Echo una mirada al reloj de mi teléfono celular, el cual marca las tres de la mañana en punto.

—Vaya hora —murmuro, recordando que esa es la hora que le atribuyen al Diablo.

¿Acaso dicho ser existe? No, no lo creo.

Mientras mis pies avanzan sin prisa alguna, medito sobre el gran amigo que tengo, uno lo suficientemente bueno, como para dejarme volver a casa sola, nótese mi sarcasmo en esas palabras. Nadie como él. Me abrazo a mí misma, al mismo tiempo que froto mis brazos para ahuyentar el frío que está calando mis frágiles huesos, trayendo consigo una sensación escalofriante que, hace que toda la piel del cuerpo se erice en cosa de solo milisegundos.

Me siento extraña, así que empiezo a observar a mi alrededor con desconfianza, tratando de agudizar la vista entre las sombras que se forman, a causa de las lámparas que adornan cada esquina oscura de la calle. Percibo la presencia de alguien, como si estuviera persiguiéndome, acechándome entre la oscuridad o al menos eso es lo que me está haciendo creer mi mente disfuncional.

Escucho las pisadas de un par de pies y me detengo bruscamente un momento, para volver a contemplar en sigilo mi alrededor, no tengo miedo de lo que sea o de quien sea, al menos eso quiero hacerle creer a mi subconsciente.

No me considero una persona demasiado valiente, menos si es de madrugada.

¿Cómo no sentir miedo?

A pesar de no creer en ese cuento de la hora del Diablo, tengo que admitir que el mundo se percibe extraño cuando llega dicho tiempo; como si los demonios del infierno en verdad estuvieran acechando a los humanos entre las sombras, sin que los podamos percibir, y eso, aunque no lo crean, me hace estremecer. Quien sea que esté siguiéndome se ganará unos buenos insultos de mi parte.

Miro por sobre las luces de las lámparas y los juegos de sombras, cuando de pronto sale un gato de la nada, con su espeluznante maullido haciéndome recordar porque no me gustan. Suelto el aire contenido, llevándome una mano a la altura del pecho y sigo mi camino, pero ahí está de nuevo, ese sonido de pasos siguiéndome. Los escucho cada vez más claros y cercas. Vuelvo a mirar hacia atrás para ver si alguien viene, pero no logro ver nada y cuando voy a continuar mi camino choco con alguien.

—Lo siento —Me disculpo inmediatamente, pero al alzar la mirada me encuentro con alguien enmascarado apuntándome al rostro con un arma de fuego.

¡Dios del cielo! ¡Una maldita arma de fuego!

—Dame todo lo que tienes. Ahora —dice, agitando el arma entre sus manos—.

¡Date prisa! —Grita, al ver que no me muevo.

—No traigo nada que pueda darte —logro hablar, finalmente.

Los nervios me están carcomiendo.

—Quítame eso de la cara —digo mirando el arma que está apuntando en dirección a mi entrecejo.

Cualquier persona normal en una situación como esta, no dudaría en hacer lo que dice el delincuente, sin embargo, es el temor que me hace reaccionar como si fuera una valiente de mierda. Son los nervios lo que me están haciendo decir estupideces.

—¡Cómo qué no traes nada! —Grita exasperado—. ¡Perra inútil! —vocifera.

Su voz me deja claro que solo es un niño con problemas. Veo como con su mano libre, sorbe su nariz con desesperación. No puedo ver más que sus ojos oscuros.

—No tengo nada que darte —Repito revisando mis bolsillos.

Siempre que salgo de casa, llevo lo justo y necesario conmigo; mi identificación, mi celular, mis llaves y lo poco de dinero que mi padre me da. Escucho un gruñido de parte del chico y rápidamente se abalanza contra mí para revisarme con euforia.

—¡Te dije que no tengo nada, maldito salaud¹—Exclamo al mismo tiempo que lo empujo para alejarlo de mí.

¿De dónde he sacado tanta valentía?

¿O simplemente estoy muy ebria?

Evidentemente la ebriedad se ha ido en cuanto vi el arma.

—¡Cállate perra! —Me grita de vuelta apuntándome nuevamente—. ¡No te muevas!

Sus manos empiezan a temblar, entonces me entra el pánico de que alguna bala se le escape y termine asesinándome.

—Oye, solo cálmate —digo tratando de tranquilizarlo, mientras alzo mis manos hacia la altura de mi rostro.

Aún sigo mareada por culpa del alcohol, pero no voy a dejar que me ponga una bala entre los ojos. No he sido lo suficientemente buena en este mundo para partir de él y terminar en el infierno, porque así lo ha decidido un delincuente. ¿Y por qué me preocupo por ir allá si no creo en el Diablo?

No tengo ni la mínima idea, pero en estos momentos no me interesa averiguarlo.

—La que tiene que calmarse eres tú —Se acerca y pega la pistola a mi frente. Siento el metal frío sobre mi piel.

Los vellos de mi cuerpo se levantan como si tuvieran vida propia. Mon Dieu², soy muy joven para morir.

El miedo comienza a hacer de las suyas, ¿y cómo no? Estoy a punto de recibir una bala que puede acabar en segundos con mi miserable existencia, todo gracias a un niño desesperado y seguramente drogado que solo quiere robarme, para volver a drogarse.

Su arma está justo en medio de mis ojos y lo veo pensar unos segundos, luego cambia la dirección, dirigiéndola hacia mi pierna derecha, acto seguido y sin ningún titubeo, oprime el gatillo. Escucho el ruido del arma disparándose en el preciso momento que siento el dolor atravesándome la carne y quemándome los huesos. La bala se ha incrustado con fuerza dentro de mi delgada pierna, haciéndome caer al suelo, provocándome la sensación de un intenso calor, empiezo a sudar frío. Se siente como si mi piel estuviera expuesta ante una intensa llama, y al mismo tiempo la sensación de ser ahorcada por mis propias entrañas se hace presente.

El chico se larga a correr, mientras yo llevo una de mis manos hacia la herida. Bastardo, es todo lo que pienso; ¿no pudo solo irse y dejarme en paz? Me tomo la pierna con ambas manos, la sangre empapa mis manos y se escabulle entre mis dedos. Duele y quema como el mismo infierno. Mis fosas nasales se dilatan y no puedo evitar soltar un quejido acompañado de ese intenso dolor.

Me sorprende que nadie salga después del ruido que ha ocasionado el disparo.

¿Qué no vive nada por aquí?

Busco entre mi sostén; allí suelo esconder mi celular a pesar de que Johnvid siempre me dice que terminaré provocándome un cáncer de mama, debido a las radiaciones. Torpemente comienzo a buscar el número de Vid, necesito que venga a ayudarme, la quemazón se hace más intensa y el viento helado lo hace sentir peor. Le marco a mi amigo, mientras hago lo posible por presionar la herida y no desmayarme del dolor.

Dos tonos.

Vid no contesta.

—La putain de mère! ³ —Mascullo en medio de la penumbra—. ¿Qué voy a hacer? Maldita sea.

Una pregunta bastante estúpida, porque sé muy bien lo que debo hacer; llamar a emergencias, pero no lo haré, por la simple razón de que odio los hospitales, su olor y los quejidos de esa gente moribunda. Vuelvo a marcarle, pero no hay señal de Johnvid Voulgaris. Mi semblante está contraído.

Vaya suerte.

—Pequeño traidor —susurro al aire.

Las lágrimas quieren salir de mis ojos y empañan mi vista, siento la soledad invadirme y me parece tan extraño que nadie salga a ayudarme. Hago mi mayor esfuerzo para incorporarme sobre mi pie sano, pero fracaso. Necesito moverme, necesito llegar a casa como sea, sobre todo, no necesito llamar a emergencias. Probablemente muera desangrada. Mis quejidos se hacen cada vez más fuertes, apenas puedo arrastrarme y las lágrimas brotan de mis ojos.

Necesito a mi padre. Respiro profundo para tranquilizarme.

—Tú puedes —Me doy ánimos para ponerme de pie—. Vamos... —Susurro para mí misma—. Uno, dos, tres... —Cuento al mismo instante que me levanto de golpe, gruñendo de dolor.

No puedo apoyar la pierna ni siquiera un poco, cada que lo intento siento que esa pequeña cosa de metal rellena de pólvora se incrusta más dentro de mí. La frustración está haciéndose paso y suelto un llanto, estoy decepcionada de mí.
—¡Ayuda! —Grito, con la desesperación al borde.

La pierna no para de sangrar y el dolor se hace cada vez más insoportable. Nunca he deseado tanto estar en casa con mi padre, como lo estoy queriendo en este momento. Vuelvo a dejarme caer en el suelo, con las lágrimas sobre los ojos. Estoy sintiéndome mareada, sin fuerzas, sin aliento. La pesadez en mis ojos trata de ganarme. Mis párpados desean cerrarse.

—Eres una idiota, Nathalia —Murmuro apenas con fuerza.

Otro quejido sale de mi boca, saco nuevamente mi celular, pero esta vez para marcarle a emergencias. Ya no me importa ir al hospital, en estos momentos no importa para nada. No voy a morir por una maldita decisión estúpida.

—Déjate caer.

De pronto escucho un susurro muy cerca de mi oreja y puedo jurar que siento el aliento cálido de alguien contra ella. Levanto la mirada hacia el frente y trato de abrir los ojos, pero mi visión no sirve; una silueta yace frente a mí, pero no puedo distinguir bien quién o qué es. Hago caso a lo que me dice y dejo que mis párpados caigan.

Cuando vuelvo a abrir los ojos, me doy cuenta de que me encuentro en una habitación de paredes blancas, que huele a alcohol mezclado con desinfectante, penicilina y a la vez a sangre humana, todo eso llega hasta mis fosas nasales y el estómago se me revuelve.

Llevo mi vista hacia mi brazo y hay una intravenosa conectada a él.

¿Cómo he llegado aquí?

La verdad no lo sé y tampoco lo recuerdo, lo último que en mi mente existe, es la vaga escena de mí sacando mi celular para marcar a emergencias, pero ni siquiera había logrado marcar, ¿o sí?

Las sienes me duelen y siento un dolor punzante en ellas, escucho voces afuera y me froto los ojos para despertar del todo, segundos más tarde papá entra en compañía de Vid.

—¿Estás bien, Chienne? —Se apresura en preguntar mi amigo.

—¿Qué es ese apodo tan horrendo? —Papá lo mira molesto.

El sol afuera parece brillar en todo su resplandor y se cuela a través de las horrendas persianas del hospital.

—Nunca había estado tan adolorida —Me quejo.

—No debí haberte dejado sola —Lamenta.

—¿Viste a quien te hizo esto? —Pregunta mi padre y lo observo.

—Gracias por preguntarme cómo estoy —agrego con sarcasmo—. Y no, no lo vi, estaba oscuro.

Observo mi horrenda pierna envuelta en una venda blanca.

—Los médicos dijeron que un chico te trajo y les dijo que intentaron asaltarte —contemplo a Vid y luego a papá.

—¿Por qué sabes eso tú y yo no? —Se queja mi padre con evidente molestia.

Vid solo se limita a mirarlo en silencio.

—Solo fue un pobre chico, quería robarme y al ver que no iba a darle nada, me disparó. Debió ser su primer robo, estaba muy nervioso y yo también —explico—. Seguro se arrepintió de lo que hizo y él mismo me trajo —digo pensando en esa posibilidad.

—¿No viste su rostro? ¿Era alguien fuera de lo común? ¿Alguien conocido? —Me interroga mi padre con demasiado interés.

—No, papá, ya te dije que no le vi la cara —respondo—. Era un chico común, ¿a qué vienen esas preguntas? —Mi ceño se frunce en busca de una respuesta, pero él guarda silencio, mientras agacha la mirada y nos da la espalda, pero no demora en volver a darse la vuelta y fijar sus ojos en Johnvid.

—Si no hubiera salido contigo, nada de esto hubiera pasado —Le reprocha.

—Basta —Pido—. Esto no es culpa de Vid. Son cosas que pasan.

—¿Cosas que pasan? —Pregunta con ironía—. Este —mira a Vid de pies a cabeza y luego termina su frase—. Chico es solo una mala influencia para ti. Desde que eres su amiga has cambiado demasiado.

—He cambiado porque ya no soy una niña.

—Pudieron haberte matado —Se acerca a la camilla.

¿Es que todavía no adivina que la mala influencia aquí soy yo y no Johnvid?

Esto es lo que me molesta de mi padre, es lo que me hace precisamente comportarme como una perra malagradecida con él.

—Johnvid no tiene la culpa de nada, papá, así que no te permitiré que lo trates de ese modo en mi presencia y mucho menos que lo culpes de algo que no ha hecho

—Sus ojos se posan sobre el rostro de Vid, escrutándolo con desprecio y luego los vuelve hacia mí para después salir de la habitación sin decir nada más.

Un incómodo silencio reina y suelto un suspiro cuando lo veo desaparecer por la puerta. Noto que Vid está callado observando las persianas, cuando en estos momentos lo más normal para él sería que lanzara chistes, para apaciguar situaciones como la que acaba de pasar con mi padre. Pero solo está muy serio y callado.

—¿Qué sucede contigo?

—Tu padre tiene razón —murmura con cierta tristeza—. Pudieron haberte hecho daño y yo no me lo hubiera perdonado. No debí haberte dejado sola.

—No seas idiota, Chienne —digo para animarlo—. Esto es culpa mía, por ser tremendamente irresistible ante los ojos de los ladrones.

Quiero sonar graciosa, pero no parecen divertirles mis palabras.

—No es gracioso, Nathalia.

Me incorporo como puedo, de manera que me siento y alcanzo su mano.

—Nada de esto es tu culpa, Vid. No te tortures solo porque mi padre quiere hacerte sentir culpable.

Él suspira.

—Pero tú sabes tanto como yo, que él tiene razón. Tú saliste conmigo y debiste volver conmigo a casa, no sola.

—Ya basta, no quiero hablar más de este tema —Ahora soy yo, quien suspira.

—No quiero que dejes la universidad —dice y vuelvo a mirarlo.

—Sé coherente, perra —Le sonrío—. No entiendo por qué mencionas eso ahora.

—Estúpida, mi tristeza es incoherente, idiota —Me regala una sonrisa—. Pero lo que quiero decir es que, no quiero volver a dejarte sola.

Me gusta ver a Vid sonreír y, sobre todo, saber que en verdad le preocupo.

Es un chico muy guapo, de cabello ondulado y negro azabache, largo hasta las orejas, ojos azules oscuros y sonrisa encantadora; un rostro perfectamente asimétrico —eso lo hace ser completamente perfecto—, si no fuera porque le gustan los genitales masculinos y porque es mi mejor amigo, dejaría que fuera él quien me despolvara las telarañas, que como dice, habitan en mi entrepierna.

—¿Qué piensas? —Pregunta.

—A veces creo que estoy enamorada de ti —Bromeo y sonrío como idiota.

—¡Qué asco! —Exclama como si hubiera dicho lo más repugnante del mundo, pero algo en la manera en que me mira, me hace entender lo contrario—. Chienne, no es porque no seas hermosa, para mí eres muy hermosa, pero no tienes un pene.

—Solo bromeo Johnvid.

—Lo sé —sonríe.

El silencio vuelve a tomar lugar en la habitación, haciéndose dueño del momento. Me inquieta el hecho de que Vid esté tan callado, porque él siempre tiene un tema de conversación, pero ahora parece tan ido.

—¿Me vas a decir que te pasa? —Cuestiono interrumpiendo sus pensamientos.

Sus ojos azules me observan fijamente.

—No quiero perderte —Responde con preocupación.

—Solo fue un accidente —aprieto su mano.

—Pudieron haberte hecho realmente daño —dice seriamente y no me queda más que soltar un suspiro.

—Ven aquí.

Estiro mis brazos para que los estreche.

Se inclina hacia mí sin dudarlo y nos fundimos por un largo rato.

Sus abrazos son de los mejores y me hacen sentir plena, están llenos de paz, calidez y cariño mutuo. No los cambiaría por nada. Lo quiero demasiado, y si algún día me llegara a faltar, lo extrañaría como a nada en este mundo.

—No sé qué haría si te pierdo —pronuncia abrazado a mí.

—Yo tampoco sé que haría, Vid. Te quiero demasiado.

__________________________

¹ Bastardo.

² ¡Dios mío!

³ La puta madre

Por favor, apóyame en redes sociales también

Weiterlesen

Das wird dir gefallen

9.2K 483 2
Donde Steve Harrington descubre que a cierto indomable pelilargo no solo le gusta Black Sabbath. ADVERTENCIA. Esta historia tiene contenido +18 eróti...
175K 15.3K 38
¨Aprendí que el amor te consume por completo, que hasta podría llegar a matarte¨ Hay personas que nacen con dolor y hay otras que van hacia él, Alyss...
286K 18.9K 26
Todo en mi vida era normal. Hasta que entre a ese bar. ¿Dirás cuál es el problema? Ahi los conocí, conocí el secreto de este pueblo. No puedes confia...
3.1K 177 5
Cómo dice el título aquí veremos como el chico que se enfada y se vuelve lobo tiene Aventuras que por alguna razón terminan con qué diga cosas románt...