Daron, un ángel para Nathalia...

Bởi jane_n_johnmest

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LIBRO COMPLETO✓ Una joven normal, con una vida normal. Abandonada por su madre, pero amada y protegida por su... Xem Thêm

Sinopsis
Para ti, querido lector
Book tráiler
Epígrafe
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 9
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 28
Capítulo 42
¿Qué te ha parecido la historia?
¿Qué sigue después de esto?
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 20
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Extras
Capítulo 48 [+18]
Capítulo 49

Prólogo

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Bởi jane_n_johnmest

-¡Lyron ¿Qué haces?!

Escucho con atención la conversación que se inicia delante de mí. Sé que debo marcharme a un lugar donde mi presencia es requerida, sin embargo, mis pies no se mueven, obligándome a permanecer en dónde me encuentro, con el único objetivo de saciar la curiosidad que crece en mi interior a causa de la interrogante de Cialac.

-No puedo conformarme con ser un simple observador, cuando puedo ser parte de la vida humana, ¿por qué debería seguir acatando órdenes? ¿Por qué limitarme a una vida vacía y desganada? -hace una breve pausa-. Cuando tengo la maldita oportunidad de ser venerado como un dios por los humanos -continúa.

Esa es la voz de Lyron.

-¡Basta! -brama Cialac, mirándolo despectivamente-. Estás pensando como lo hizo Lucifer alguna vez. Desafías tu destino y las razones por las cuales has sido creado -afirma con un matiz insuficiente de desprecio-. Tú no eres un dios, sácate eso de la cabeza. Eres un simple ángel y tu presencia aquí se limita a obedecer.

Me quedo en completo silencio, meditando las palabras de Lyron, contemplando la expresión molesta que desfigura su rostro de una manera alarmante. Sus ojos azules chispean de la furia que retienen ante la objeción de nuestro superior, y de pronto tengo la sensación de haber quedado atrapado, en un mar de pensamientos corrompidos, al haber tomado la decisión de quedarme a escuchar algo que claramente no me concierne.

La determinación de Lyron despierta en mí, algo que me resulta extrañamente familiar y lejano a la vez. Quizá la incertidumbre que mi corazón ha ocultado durante todo este tiempo, está tratando de abrirse paso hacia el exterior, para exponer mis intenciones por conocer la vida que tanto profesa querer vivir él.

-No quiero seguir de este modo -musita con la cabeza baja, escrutando mi rostro como si quisiera leer mis pensamientos más recónditos-. Me cansé de ser un maldito ángel guardián -espeta entre dientes, manteniendo su vista fija sobre el suelo, luego de haberla apartado de mí.

-Será mejor que dejes de lado esos deseos aberrantes -añade Cialac, mientras despliega sus inmensas alas blancas en señal de que no desea seguir escuchando más.

La Tierra no es un lugar donde ángeles puedan vivir, lo sé y lo tengo más que claro. Hemos sido creados con ese conocimiento. Pasar mucho tiempo viviendo entre los humanos, significa dejar a flor de piel nuestra propia vulnerabilidad, ante ideas irracionales y emociones completamente malditas. Al menos, eso es lo que nos han dicho.

Lyron me dijo una vez, con tanta melancolía, que me fue imposible mantener la cordura, que los humanos son seres maravillosos: débiles en cierta forma. A través de esas palabras pude distinguir que no hacía referencia a la humanidad en general, sino que a alguien en particular. Alguien que está a su custodia, alguien que pronto dejaría el mundo humano, para unirse al de los muertos. Quizá es capaz de percibir el despecho y la tristeza en su alma, y eso ha sido el motor de sus emociones para atreverse a contradecir a un arcángel de la manera en que lo ha hecho.

Su atrevimiento me produce una extraña fascinación, porque ningún ángel se atrevería a hacer tal cosa.

Sé que siente amor por una humana y no es el mismo amor que conocemos aquí, me he dado cuenta de ello. No puedo tan siquiera imaginar el dolor, mucho menos concebir qué tan placentero puede llegar a ser, albergar ese tipo de emoción hacia alguien, sin embargo, quiero saberlo, anhelo conocer todo de los humanos; ansío saciar la curiosidad y conocer por cuenta propia, el sufrimiento y el amor que Lyron experimenta en silencio. Mis deseos solo me hacen pensar en lo pecaminoso de mis pensamientos en estos momentos.

Un silencio incómodo se apodera del lugar.

-Quiero ser humano -balbucea tan despacio que, parece más un susurro.

-¿Continuarás con tus absurdas ideas? -cuestiona Cialac.

Lyron lo mira de pies a cabeza y noto como los músculos de sus brazos y hombros se tensan mientras, su mandíbula se ciñe bajo la piel de su faz. Se dispone a abandonar el lugar, no sin antes dedicarme una mirada cómplice. En el entrecejo de Cialac se dibujan dos líneas gruesas y percibo como la preocupación se apodera de su rostro.

Sigo a Lyron, deduzco que su intención es buscar algún espíritu perturbado en el cual plasmar sus deseos. Se detiene y voltea a mirarme. Sus ojos azules lo delatan más de lo debido, puedo ver a través de ellos sin problema. Su expresión seria no me intimida y tampoco su postura erguida. Me habla y su voz carga cierta penuria.

-Daron...

Observo sigiloso cada facción de su rostro y con perspicacia, puedo percatarme del detalle más ínfimo en este. Puedo detectar sus intenciones aún sin que pueda decirme algo en concreto.

-Te escucho -hablo mirándolo a los ojos.

-No conoces la vida humana, ¿verdad?

Guardo silencio.

Mis ojos se entrecierran, observando con discreción cada movimiento de su parte. Presiento lo que sucede, lo puedo intuir incluso en la inflexión de su voz. Cada parte de él, así como la expresión de su rostro o la evidente inquietud en este, delatan sus malas intenciones. Mis labios se estiran en una minuciosa sonrisa y él me imita.

-¿En verdad deseas ser humano? -Le consulto con cierta ironía.

-Eres muy inteligente -reconoce sin dejar de sonreír, al mismo tiempo que evade mi cuestionamiento-. Somos muy inteligentes para quedarnos aquí... -recalca apretando los dientes-. ¿No lo crees?

Mi mente repite esas palabras haciendo un gran eco en mi cabeza. Siempre he querido ir más allá, romper las barreras que nos separan de la humanidad y eso quizá solo sea por la mediocridad de no cumplir con mi trabajo, como guardián de las puertas del Coelum.

-Podrías ir y conocer -sugiere con tono desdeñoso-. Puedo cuidar tu puesto mientras lo haces y exploras lo que tanto anhelas.

Su intención me es bastante llamativa, y en el fondo soy consciente de que mi curiosidad solo crecerá más y más, si no busco la forma de saciarla. Sin importar la sugerencia de Lyron, sé que tarde o temprano cederé. Me intriga lo que no puedo ver, lo que no puedo tocar. Mis ansias por conocer lo desconocido predomina en mis raciocinios y más allá de ellos.

-¡Basta, Lyron!

Una vez más la voz de Cialac retumba por todo el lugar, dejando en claro que ha escuchado suficiente.

-¡Si no qué! -clama Lyron molesto.

-Hablaré con el Creador y serás arrojado al pozo del abismo, de la misma forma que fue condenado Lucifer -Lo mira, esta vez su semblante ensombrece a Lyron-. Estás incitando a los demás a que sigan tus deseos, si tanto deseas ser un humano, ¿por qué no te condenas a ti mismo? No tienes derecho a encadenar espíritus por el resto de sus días, solo porque no tienes las agallas suficientes.

Lyron suelta una estruendosa carcajada.

-No sería divertido estar solo. Desde la primera caída de ángeles no queda uno solo en la Tierra, necesito compañía -dice con cinismo-. No es por falta de agallas, mi querido Cialac, es por amor a mis hermanos que les ayudo a salir de aquí -añade, mientras en su rostro hay un gesto de compasión.

-No me obligues a sacar lo peor de mí -Lo amenaza Cialac, antes de disponerse a dar media vuelta para alejarse.

-Tú caíste y cometiste pecado -brama Lyron-. ¿Por qué no podemos tener el mismo derecho que tú? Sigues siendo un arcángel después de todo. No recibiste castigo o condena por haber seguido tus deseos.

Sigo escuchando en completo silencio.

Las declaraciones de Lyron me han dejado estupefacto.

Veo a Cialac mirarlo por sobre su hombro con disgusto, sin negar las acusaciones en ningún segundo. Una idea cruza mi inquieta mente, corrompiendo mi espíritu.

-Creo que será interesante -agrego en completa calma.

Cialac gira su cuerpo completo y me contempla como si no creyera lo que de mi cautelosa boca ha salido. No lo culpo, hasta yo me sorprendo de mi atrevimiento.

Lyron también me mira incrédulo, sin disimular la satisfacción que surca en su semblante.

-¿Tú? -Mi superior suena decepcionado.

-Él tiene razón -hablo señalando a Lyron con la mirada-. Y al igual que él, no puedo dejar que ustedes decidan por mí. Siempre he tenido curiosidad y sé que muchos aquí también, pero estamos reprimidos, gracias a sus advertencias y amenazas.

Mis palabras salen cuál pistola dejando salir sus balas.

Siento la dura mirada de mi superior recaer sobre mí y el murmullo de varios ángeles que pronto se amontonan a nuestro alrededor. Al parecer nuestra conversación se ha ampliado más de lo que debía.

-No nos creas ignorantes, siempre supe tu sucio secreto -Se burla Lyron-. Caíste y fuiste perdonado -vuelve a decir-. ¿Por qué nosotros no?

Cialac lo mira sin emoción alguna.

-Son ingenuos si piensan que pueden caer y luego regresar -ríe con ironía-. ¿Por qué caí creen que no tengo autoridad para oponerme? Si piensan que mis advertencias son solo palabrerías sin sentido, adelante, hagan lo que les dicte su infame conciencia. De una vez les digo, se acordarán de mí.

Se voltea para dirigirse hacia los demás.

-¡Y ustedes! -apunta con su dedo a todos los presentes-. ¡Escuchen con atención! -grita, Lyron y yo nos miramos-. Quien esté cansado de servir a los arcángeles y quiera conocer al mundo humano, sigan a este par. No soportaré a mediocres curiosos que pasen la eternidad dudando de algo sobre lo que tienen bastante conocimiento, desde que fueron creados. No permitiré que nadie más ponga en duda, las decisiones y mandatos del Creador.

Varios ángeles se miran entre sí, con cierto ápice de temor. Muchos retroceden, otros alzan el vuelo hacia nosotros y solo pocos se notan indecisos. Con la frente en alto, extiendo mis alas, dejándome llevar por el viento. No vuelvo a mirar atrás, me limito a ver el mundo que pronto se abre ante mí, aquel lugar de pastos verdes y enormes árboles: con ángeles vagando entre un montón de personas, incapaces de percibirlos.

Veo con mis ojos el hogar que ahora será nuestro.

He sido uno de los expulsados y si algo no imaginé, es lo que provoca un simple humano en una criatura como yo, un demonio para algunos, un monstruo para otros; un ser que no merece salvación ni perdón. Sabiendo todo eso, he tenido la desfachatez de poner mis ojos en una hija de la Tierra, cosa que se nos ha prohibido desde la creación.

Nadie conoce mis verdaderos sentimientos, excepto yo y mi perturbado espíritu. Eso me quema y me aflige, haciéndome sentir su arrase más que cualquier otra emoción, sin embargo, es una sensación que no deseo evadir. Me aferro a ella como si estuviera a punto de perder algo valioso, como si fuera a caer a un vacío sin fondo.

Tan solo anhelo seguir teniendo la dicha de contemplarla hasta que mi cuerpo exhale su último suspiro, de adorarla en completo sosiego y poder estar a su lado, aunque eso signifique que deba revelarle la verdad.

Lo haré sin pensarlo... sin dudarlo. 

Agradecimientos especiales:

Gracias a Bermardita por su ayuda en la edición del prólogo. Síganla, escribe hermoso.

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