I Want To Break Free •TERMINA...

By FanficsDeQueen

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Londres, una familia de cuatro damas, integrada por la abuela Joahnna, la tía Fredderina, la madre Brianna y... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
FINAL
SEGUNDA TEMPORADA
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
FINAL - Capítulo 40

Capítulo 17

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By FanficsDeQueen

"Una hermosa mariposa"

La abuela Joahnna bajo de un taxi, justo frente al departamento en donde Paul McCartney estaba viviendo, al lado de sus otros tres despreciables amigos, pago y se dispuso a tocar la puerta, tres veces exactamente y cuando se abrió la puerta, encontrándose cara a cara con George Harrison, se decidió a terminar con eso, de una vez por todas.

-Buenos días, joven Harrison – saludo con amabilidad, algo demasiado extraño en ella - ¿Se encuentra tu amigo Paul?

-Buenos días, señora – le contesto George – Paul ahora mismo la atiende ¿Desea pasar a tomar un café?

-Estoy muy bien aquí, solo dile que por favor, no se demore – pidió la anciana

-Ahora mismo lo hago venir – dijo  de mala gana Harrison, se dio la vuelta y se fue

La abuela Joahnna no sentía vergüenza alguna, miraba pasar a las personas tan seria, arrugaba la nariz con algunas y con otras no podía evitar sentir desprecio, ella, sinceramente, esperaba que toda esa amargura se le terminará, cuando estuviese casada ya con John Deacon.
Paul McCartney llego hasta la puerta, sonrió con tanta ilusión y salió a la calle, para abrazar a su amada, pero toda esa ilusión se le cayó al suelo, después de que la anciana rechazará su abrazo.

-¿Qué sucede, Joahnna? – le cuestiono Paul, queriendo buscar su mirada

-Seré muy breve contigo, muchacho – Joahnna aclaro su voz y lo miro directamente a los ojos color avellana, del apuesto joven

-¿Muchacho?

-Lo nuestro queda por terminado, Paul – soltó ella – Creo que hice muy mal en decirte que sí quería ser tu novia, cuando mi corazón en ese entonces solo pertenecía a una sola persona. Hice muy mal en andar con un chico tan joven como lo eres tú ¿Qué vergüenza, no crees? – decía la anciana, Paul la miraba con rabia

-¿Me estas dejando por el papá soltero? ¿No es así? – dijo molesto Paul McCartney, negándose a aceptar lo que estaba escuchando

-Sí sabes la respuesta, mejor evita que pueda lastimarte con ella – le aconsejo ella, Paul golpeo la pared con su puño

-Joahnna, no puedes dejarme por él ¡Está casado! Ten dignidad, por favor – le suplico

-John no está casado y mejor será que tú te vayas de aquí y rehagas tu vida, con una muchacha joven, de tu misma edad, que sí te quiera, porque hay que ser sinceros Paul, no me quieres – dijo Joahnna

-Tienes razón, no te quiero lo suficiente como para quedarme a luchar por ti, pero si te aprecio, te aprecio tanto como para atreverme a ir dándote un último consejo – Paul se acercó lentamente a la anciana y tomo sus manos, le dolió mucho ese rompimiento tan pronto

-Se rápido, por favor – le dijo fastidiada ella

-No dejes todo por John Deacon, puede que a él también se le acabe el amor por ti, y hasta puede que tú te des cuenta que no vale la pena vivir un amor en tan poco tiempo – le dijo el joven, le soltó las manos, dejando a la anciana pensativa

-¿Qué quieres decir con eso? – le pregunto angustiada la anciana

-Que seas muy feliz – Paul se adentró a su departamento y lentamente cerró la puerta, sin dar una respuesta a Joahnna

Joahnna miro como Paul cerraba la puerta  y se quedó unos minutos más ahí, sin nada que decir, solo pensando en las cosas que Paul McCartney le acababa de decir.

¿Y si era cierto? ¿Y si John se llegase a enamorar de alguien mucho más joven que él? De alguien que si le llevase la misma edad, de alguien que envejeciera a su lado, quien lo acompañara en su vida de anciano. Estaba tan ciega, ella estaba demasiado vieja para John Deacon, ya no tenía la misma belleza que tenía cuando era una chiquilla, ya no tenía un cuerpo ideal, ya no podría darle hijos y solo le daría vergüenzas, críticas y mala fama. Ella no quería eso para John Deacon.
La anciana comenzó a caminar por la calle, triste, con el corazón hecho pedazos, con tanta desilusión y sobre todo dolor, dolor muerto en el amor imposible de John Deacon.

Paul McCartney azoto con tanta fuerza la puerta de sala, alarmando a John Lennon y a Ringo Starr, quienes enseguida comenzaron a preguntar del problema de su amigo.

-Ringo, empaca mi maleta también, me voy con todos ustedes – le dijo sin ánimos, a su amigo el narizón

-¿Dónde quedaron tus insistencias de quedarte por Joahnna? – le pregunto George, quien salía con sus maletas en manos

-Ya no hay una Joahnna que me haga quedarme. La ingrata acaba de terminar conmigo ¿Pero adivinen qué? – les pregunto con malicia

-¿Qué? – dijo sin interés John Lennon

-Yo le acabo de arruinar su vida con un solo consejo – dijo para después burlarse, con una sonrisa de maldad y de cobardía

Freddie Mercury cerró la puerta del consultorio doce, del doctor Rubbet, una vez que Fredderina tomo asiento. El doctor Rubbet tomo asiento y preparo un sobre en manos, las pruebas de salud del bebe que Fredderina esperaba, pero los ojos del doctor, no expresaban buenas noticias.

-Dígame doctor ¿Cómo está mi hijo? – pregunto con ancias Freddie, temblando de miedo y con los nervios de punta

Fredderina noto la mirada del doctor, este suspiro tan abiertamente y después se puso de pie, entregando el sobre a Fredderina.

-¿Ocurre algo? – dijo ella, después de tomar el sobre

-No hay ningún embarazo, Fredderina – contesto el médico – No estas esperando un hijo

Fredderina se quedó en completo shock, sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente y ella comenzó a negar, no, ella estaba embarazada.

-No, eso es imposible, yo estoy esperando un hijo – comenzó a gritar - ¡Me hice dos pruebas y una dio positivo! – dijo antes de que se tomará el vientre

Freddie arrebato el sobre de las manos de su amada y se apresuró a leer, para saber qué era lo que estaba pasando.

-Las pruebas caseras no siempre funcionan como se supone que deberían hacerlo – le explico – Lo siento mucho, en verdad

El doctor Rubbet salió de su consultorio apenado, quiso dejar solo a Freddie y a la pobre mujer, para que ellos hablaran.
Fredderina se lanzó a los brazos de Freddie y enterró su rostro sobre su hombro derecho, ahogando sus lágrimas y ocultando su dolor con el hombre que tanto amaba, con el hombre que le hizo creer que le había dado un hijo. Freddie sintió también dolor, gracias a John, se había ilusionado de ser padre y ahora también estaba destrozado. Comenzó a acariciar el cabello de su amada, abrazo con tanta fuerza a su Fredderina y cerró los ojos, acompañando en su dolor y consolándola también.

-Freddie, yo iba a tener un hijo tuyo, lo sentía, había estado tan ilusionada, creyendo que existía un ser creciendo dentro de mí – susurraba Fredderina

-Fredderina, mi amor – Freddie tomo el rostro de ella y limpio sus lágrimas con sus pulgares - ¿Me sigues amando? – preguntó, ella asintió – Entonces no llores, tendremos un hijo, después de que nos casemos

-¿Qué estás diciendo ahora? – pregunto confundida

-Quiero que te cases conmigo, quiero que formemos ahora una nueva relación ¡Ya no hay nada que nos lo impida! Y cuando aceptes, tendremos todos los hijos que quieras – le propuso

Fredderina se separó del hombro de Freddie lentamente, mirando a los ojos de su amado, era sincero, sabía que Freddie estaba siendo sincero en ese momento, sabía que la seguía amando con toda su alma, que ambos se necesitaban, que siempre se habían necesitado en todo el tiempo que no estuvieron juntos. Se volvieron a abrazar después de tanto tiempo, volvieron a unir su cuerpo en uno solo y en ese silencio que habían creado, se dijeron cuanto se amaban, se dijeron todo lo que uno nunca dejo de sentir por el otro.

-Me hiciste tanta falta, pensé que no te volvería a tener, pensé que había sido un idiota al dejarte – le susurró Freddie

-Sí fuiste un idiota – sonrió ella – Pero estas de regreso y eso es lo único que importa ahora

Freddie soltó una risa, miro como su amada volvía a llorar y se apresuró a ofrecerle su hombro, esto le estaba doliendo demasiado, ella había estado ilusionada con ser madre, con darle un hijo a Freddie y ahora no. Aunque una parte grande de ella, la hacía sentir muy feliz, al estar nuevamente en los brazos del amor de su vida.

La tarde había caído ya, el hospital estaba más lleno de gente y a John Deacon nunca le había agradado para nada ese tipo de lugares. Freddie y Fredderina estaban con su amigo, Mary Bowie dormía al lado de John y descansaba un poco. Freddie y Fredderina le habían informado de todo lo que había pasado a John, él les dijo que lamentaba demasiado esa confusión que había tenido Fredderina, pero también los felicito, cuando Freddie le dijo a su mejor amigo, que él y su amada bigotona, iban a volver a intentarlo.
Por parte de John, estaba demasiado inquieto, no había sabido nada de Joahnna en todo el resto del día, se preguntaba en donde podría estar su adorada anciana y por qué no había vuelto después de tanto tiempo. Le dolía saber que había entrado sin ella, a ver a su hijo, y que este no se enterará de que tendría una mamá.

Mientras tanto en la cosa de las damas, Brianna había preparado la cena, había estado escuchando la radio, pero su cabeza había estado solo en su hija ¿Qué estaría haciendo ella ahora? Su hija tal vez la odiaba, ella sentía eso, sentía que su hija la despreciaba tanto por no dejarla ser feliz al lado del hombre que amaba, pero eso Brianna no lo podía permitir. Rogerina era una niña apenas, una muy joven, era una muchacha que no merecía encerrarse en una relación con un hombre que le doblaba la edad, era muy bizarro a ojos de su propia madre. Brianna había intentado de todo, por hacer que su hija le abriera la puerta de su habitación, para que así ella pudiese hablar con su hija, pero a cambio solo recibía el rechazo de Rogerina, lo cual, obligo a Brianna a llamar a su padre.

-¿Estás consciente de que si estoy aquí, solo vamos a conseguir que nuestra hija se ponga aún más de malas? – le pregunto Brian, justo al frente de la puerta de su hija

-Estoy dispuesta a correr cualquier riesgo, Brian – susurro la mujer – Debemos entrar los dos e intentar hablar con ella – sugirió

-Prefiero entrar solo yo – dijo enseguida el rizado – Quiero ser yo quien hable con nuestra hija primero, después lo haremos los dos juntos

-De acuerdo – dijo Brianna

Brian preparo su mano y la golpeó sobre la puerta de madera, Brianna al ver que no había respuesta por parte de su hija, decidió dejar solo a Brian, para darles espacio a ambos.
Brian volvió a tocar la puerta muchas veces más, no dándose por vencido, tenía que lograr que su hija Rogerina le abriera.

-Rogerina, abre la puerta – pidió Brian – Por favor hija

-¡No soy tu hija! – escucho por fin Brian, del otro lado de la puerta

-Quiero hablar contigo, de padre a hija, por favor – suplico una vez más

Por dentro de esa habitación sin luz, Rogerina rugió molesta ¿Cómo se atrevía ese hombre a llamarla “Hija”? La había abandonado a ella y a su madre, y ahora venía a sentirse con el derecho de llamarla hija, de mandar en su vida y corregir sus errores.

-¡Ja, cínico! – expresó la joven, mientras miraba a la puerta – ¡Lárgate! No te quiero ver ni a ti, ni a mi madre – grito

-Rogerina por favor, sé que me odias, sé que no me conoces y que no quieres saber nada de mí, por abandonarlas a las dos. Sé que no tengo ningún derecho sobre ti, que soy la persona menos indicada para tratar de hacerte saber que las cosas están mal a tu modo, pero quiero que me escuches – dijo Brian, con la voz cortada

-Puedes hablar todo lo que quieras, no te servirá de nada – le respondió

-Cuando yo era un joven de tu edad, creía que el mundo estaba a mis pies, que podía hacer lo que quería, andar con tantas chicas sean posibles, jugar con ellas y después olvidarme de sus nombres. Todo eso lo creía, hasta que conocí a una chica de mi misma edad – decía Brian sonriendo – Una chica que llevaba el cabello trenzado, que era muy delgada y poco atractiva, una chica que tenía una hermana con bigote y a una madre muy hermosa, pero histérica. Esa chica saco lo mejor de mí, me enseñó a soñar, me enseñó a escuchar el canto de los pájaros, esa chica me enseñó a escribir cartas y mensajes de amor detrás de mis libretas, esa chica me enseñó a amar

Brianna escuchaba todo lo que Brian decía, escondida detrás de las escaleras, sus ojos se le llenaban de lágrimas, al recordar lo muy feliz que había sido en su noviazgo con Brian. Rogerina ya estaba escuchando a su padre, intentaba no sonreír, pero se le hacía imposible, esa chica era su madre.

-Cuando yo le confesé mi amor por ella, ella también me dijo que sentía mariposas dentro del estómago, pero en realidad era un bebe que crecía dentro de su vientre, resultado de todo ese amor que nos habíamos demostrado una tarde en la que decidimos escaparnos lejos – dijo Brian, sus ojos amenazaban con estallar en llanto - ¿Y sabes qué hice cuando ella me dijo que sería padre? – preguntó y al no recibir respuesta, continuo – Le pedí a mis padres que me llevaran lejos, le pedí que me alejarán de esa chica y nunca más supe de qué había pasado con ella y esa hermosa mariposita que llevaba dentro de su vientre – y Brian May comenzó a llorar, al igual que lo hizo Brianna y Rogerina

-¿Esa mariposita era yo? – pregunto Rogerina por fin, acercándose lentamente a la puerta

-Sí – dijo Brian, al sonreír porque por fin había escuchado una respuesta de su hija – Me fui a America, y en las clases que tenía, siempre sacaba un mapa, miraba la distancia que había entre Londres y Canada, eran tantos días de distancia. Durante una semana fui contando las horas e imaginándome cuanto ibas creciendo dentro del vientre de tu madre, después esos días se hicieron semanas, después meses y finalmente años. Por un mes nunca supe el día en que habías nacido, cuánto pesaste, si naciste con bien, llorando o durmiendo, jamás lo supe, aunque me moría de ganas. Por suerte tenía a Freddie aquí, él me dijo que Brianna había tenido a una hermosa niña y que a pesar de que ya tenía dos meses de nacida, aún no sabía que nombre ponerle, así que me atreví a pedirle el más grande deseo de todos, lo cual me cumplió. Le pedí que te llamaran Rogerina.

Brianna abrió los ojos sorprendida. Retrocedió sus recuerdo años atrás, cuando Freddie insistía en que su hija debía llamarse Rogerina, diciendo que era un significado de vuelo de mariposa en escoces, a Brianna le había gustado y su hija se llamaría Rogerina… Gracias a Brian.

-Siempre estuviste conmigo – dijo Rogerina en voz suave

-Durante todos estos años, contaba las horas que faltaban para armarme de valor y volver a buscarte, pero era cobarde, siempre lo fui. Tenía miedo a que tú y tu madre me rechazaran, que me odiaran y reclamaran por dejarlas solas, así que me quede con las ganas de ver tus ojos azules, de verte crecer. Gracias a esa cobardía perdí el amor de tu madre, perdí su confianza, perdí el motivo que me hacía vivir y aún peor, no mire como esa mariposita se desarrollaba dentro de su capullo, no mire como de ese capullo nacía un hermoso ser, que iba a aprender a volar gracias a las alas de su madre. No te vi nacer, no te vi crecer, decir tus primeras palabras y eso no me lo voy a perdonar nunca – continuó llorando Brian – Nunca pude abrazarte con todas mis fuerzas y decirte lo mucho que te extrañe y lo mucho que te amo… ahora

Brianna cubrió su rostro por completo y soltó en llanto, Brian cerró los ojos y alzo la cabeza, tomando un poco de aire, para continuar llorando, se hizo pasos atrás y con el corazón roto, se dio cuenta de que su hija no iba a perdonarlo nunca. Pero no fue así.
La puerta de la habitación de la joven se abrió lentamente, haciendo vista a una habitación pintada de rosa, con todas las especies de mariposas, también pintadas sobre la pared, todas de muchos colores, Brian sintió como su corazón latía rápidamente, al ver a su hija frente a él.

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