Finge Conmigo

By Lila-Ann

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Nathaniel Ferrars, descendiente de una importante familia, ha sido castigado por su arrogancia y prepotencia... More

Finge Conmigo
Dedicatoria
Érase una vez...
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Desde la cabeza de Nathan
Agradecimientos.

Capítulo 17.

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By Lila-Ann


 No pude dejar de mirar mi reflejo asombrada con el resultado. Era impresionante. Mi vestido de dama de honor había tenido un cambio muy grande y el cual me enorgullecía. Ahora era mucho más extravagante y me sentí yo misma que con lo común que solía ser.

Lo había decorado con hermosas piedras plateadas y había cortado una manga, dejándolo de un solo hombro caído. Conseguí el corte que deseaba, un corte sirena, pero en vez de poner plumas al final lo acompañé con tul un tono más oscuro del vestido. Mi cabello estaba recogido en un elegante moño dejando algunos mechones rizados afuera y el maquillaje cubrió cualquier indicio de no haber dormido en toda la noche.

Me sentí egoísta, pero no podía evitarlo. Además, creo que nunca me había sentido más hermosa que como lo hacía para esta ocasión. Sobre todo, me sentí culpable, ya cuando había terminado de arreglar el vestido me di cuenta que todo hice en la rabia de mi última discusión con Kim y ya era muy tarde para volver hacia atrás.

Tomando una respiración profunda salí de la pequeña habitación que se me había asignado para vestirme. La primera persona en verme, para mi mala suerte, fue Kim quien soltó un grito ahogado al ver lo que había hecho al vestido sin su consentimiento. Y aquí vamos.

—¡¿Qué le has hecho al vestido?!

Ahora todas las chicas del salón tenían su atención sobre mí mientras jadeaban y susurraban. Mi madre en una esquina me estudiaba en una esquina y asintió en aprobación con una pequeña sonrisa en su rostro.

—Solo un pequeño cambio. —Di vueltas provocando que mi vestido se moviera conmigo—. ¿Te gusta?

—En lo personal, a mí me encanta —comentó una de las amigas de Kim ganándose una fea mirada por parte de la novia.

Kim masajeó su sien, y apartó a la estilista para acercarse a mí. Se veía súper furiosa y yo estaba tan calmada al respecto.

—¿No puedes evitar querer llamar la atención? ¿Ni siquiera porque es mi día?

Estaba lista para decirle que nada de esto se trataba de llamar la atención cuando mi madre intervino:

—Basta, Kim —Que interviniera me sorprendió, normalmente no se metía en nuestras discusiones porque debía elegir un lado y eso la ponía en una posición que no le gustaba—. No es como si lo hubiera convertido en algo feo, está mucho más hermoso de lo que era. Es hermoso, Kath.

—¡Ella es así porque ustedes la consienten!

—¡Y tú eres muy dura con ella! —Mi madre tomó una respiración tratando de calmarse—. Pero ya, no veo la razón para discutir. Lo hecho, hecho está. Y hoy debe ser un día feliz, ¿bien?

Kim estaba dispuesta a continuar con la discusión, pero mi madre hizo que volviera a tomar asiento frente a su estilista y luego tomó mi mano para dirigirme hasta el pasillo desolado.

—Espero que no me hayas traído aquí para regañarme.

Ella acarició mi mejilla y me miró con ese cariño maternal.

—Estoy orgullosa porque te mantienes fiel a ti sin importar lo que los demás pienses. Es algo que tu padre y yo te hemos enseñado todo el tiempo. —Dejó caer su mano con un suspiro cansado—. Pero, aun así, esta no era la manera de hacerlo con tu hermana. Debiste hablar con ella y lo que hiciste fue totalmente inapropiado

—¡Lo hice! —exclamé frustrada—. Pero ella no me escucha, nunca lo hace. Y no sé porque razón suele asumir que soy una idiota solo porque no soy igual que ella.

—Ya no hablemos más del tema, ¿por qué no te encargas de los invitados?


Resoplé.

Está bien.

Enfurruñada caminé con la cabeza baja hasta la entrada decorada con flores y muchas fotos de la pareja. Sobre la mesa había unos caramelos como recibimiento y mi estómago gruñó con solo verlos. No había tenido tiempo en todo el día para almorzar como debía, y aunque unos caramelos no eran la gran cosa al menos me ayudarían con mi estado de ánimo. Estaba tan enfocada en los caramelos que me sobresalte cuando una mano tocó mi hombro.

Giré encontrándome con mi prima favorita de toda la vida, Jayleen. Sin poder evitarlo lancé mis brazos alrededor de su cuello provocando que ella riera. Dios, cuanto la había extrañado, era una pena que se hubiera mudado el verano pasado a otra ciudad, su presencia me habría ayudado durante estas últimas semanas.

—¡Estás aquí! —exclamé con mucha emoción saltando un poco con mis tacones.

—Obvio que estoy aquí, ¿dónde más estaría? No me perdería la boda del año.

—Lo sé, es que luego de tanto tiempo sin hablar me hice la idea de que tal vez no vendrías.

Ella desenredó mis brazos de su cuello dedicándome una mirada severa.

—Ey, si no hablamos es por tu culpa. Como que me has abandonado desde que tienes novio. ¿Cómo debo enterarme de este tipo de cosas por medio de Friends?

—Ooops.

—Sí, reoops.

—Ha sido loco, eso es lo que pasa, ya luego te lo presentaré y te lo contaré —prometí separándome de ella para saludar a mis tíos y a su pequeño hermano Diego de tres años.

Como mi trabajo era encargarme de que los invitados se sintieran cómodos, significaba que también podía quedarme a charlar con Jayleen para que se sintiera en ambiente y ayudarla a cuidar de Diego. Conversamos un largo rato sobre la escuela y lo emocionada que estábamos por la graduación y empezar pronto la universidad. Jayleen gritó como loca cuando le conté que fui aceptada en Parsons.

—¡Eso es tan genial! —volvió a gritar con emoción—. Creo que lo único malo es que ahora estarás mucho más lejos de mí.

—Si, pero son cosas de la vida. Además, nos veremos en las fiestas y reuniones familiares. No hay de qué preocuparse.

—Tienes razón. —Una sonrisa cómplice se colocó en sus labios—. Entonces, vas a contarme sobre ese supuesto novio tuyo.

—¡Kittyyyyyy! —Escuché a Nathan gritar mi nombre con voz cantarina. Hablando del rey de Roma, mira quien se asoma. Unos segundos después sentí unos brazos alrededor de mi cuello, Nathan se encontraba detrás sonriendo brillantemente y viéndose mucho más que guapo en su traje gris.

—¿Qué pasa?

Depositó un beso en mi frente.

—Nada solo que te extrañaba.

Traté de evitar que mi corazón se derritiera por aquella confesión, pero fue imposible. Es una farsa, Kath, una completa farsa, tuve que recordarme

—Nate, conoce a mi prima Jayleen y su pequeño hermano Diego.

Nate apretó la mano de Jayleen con una sonrisa mientras que al pequeño Diego lo atrapó entre unas cosquillas. Si que era amante de los niños.

—Es un gusto conocerte, Jayleen.

—Igualmente, en especial porque nunca escuché ni una palabra sobre ti de parte de mi prima, ¿puede creerlo? —comentó mirándome con reproche.

—Puedo creerlo, sí, Kitty tiene ciertos problemas para compartirme con el mundo. —Inclinándose un poco hacia Jayleen susurró: —Es muy celosa.

—Voy a actuar como si no he escuchado eso. —Jalé su brazo para que me diera la cara y quedé encantada con la vista. Se veía tan guapo con su traje gris claro, el cual resaltaba el color de sus ojos y completaba su cabello castaño peinado perfectamente hacia atrás.

—¿Encantada con la vista?

Su ego tenía la mejor manera de arruinar el momento.

—Tu madre te está buscando.

Resoplé enojada de tener que alejarme de Jayleen, y sobre todo dejarla con Nathan. ¿Quién sabe qué tipo de cosas estos dos intercambiarían?

—Hazle compañía y por favor sé agradable —pedí al levantarme y arreglar mi vestido.

—Siempre soy agradable.

Rodando los ojos puse una mano sobre el hombro de mi prima.

—Puedes pegarle si se comporta como un idiota. A veces solo aprende a la mala.

Caminé lo más rápido que me permitieron mi vestido y tacones hacia el punto de encuentro antes de la marcha nupcial. Cuando llegué hasta el salón mi madre caminaba de un lado a otro, desesperada mordiendo sus uñas y un grupo de damas salió de un baño sacudiendo su cabeza.

—¿Qué pasa? —Me crucé de brazos—. ¿Acaso ya es hora?

—Casi, pero tenemos un problema. —Señaló la puerta del baño—. Kim está teniendo uno de sus ataques.

—Ya veo, pero soy la menos indicada para tratar con ella.

—¡Es tu hermana! —Mi madre sacudió mis hombros levemente para hacerme reaccionar.

—¡Ella como que me odia!

—No me importa, vas a entrar y vas mostrar tu apoyo en esto.

No podía discutir esto con mi madre porque sabía que no me dejaría otra opción. Entré al baño y si algún extraño lo hubiese hecho junto conmigo, llamaría al manicomio. Porque... ¿Qué tan raro era ver a una mujer limpiando el baño con servilletas y jabón líquido vistiendo un largo y elegante vestido blanco de novia?

Con cuidado me acerqué a Kim y tomé sus brazos con fuerzas. Ella gritó y mi agarre se hizo más fuerte. Empezó a forcejear conmigo, pero luego de un rato se rindió y respiró profundamente varias veces contando cada respiración y así logró calmarse un poco para romper en llanto.

—¿Qué es lo que te aterra? —Pregunté con un tono de voz suave, casi como el que uso con mis mascotas.

—Toda la cosa del matrimonio me aterra. No sé si pueda decir "Acepto" sin querer vomitar —confesó.

—¿Acaso hay algo en Max?

—¡No! Max es perfecto, demasiado bueno para mí, es por eso que no puedo condenarlo a vivir una vida a mi lado.

—No lo condenas, si no mal recuerdo fue él quien te pidió matrimonio.

—¿Y si ahora se arrepiente? —Duda y miedo brillaron en sus húmedos ojos.

—Pues entonces no estaría emocionado camino hacia el altar.

Ella sollozó más fuerte y yo busqué servilletas para que se limpiara.

—No sé cómo ser una esposa ni sé cómo ser una madre en un futuro, ni siquiera sé si pueda darle hijos. ¡Ni siquiera he logrado ser una buena hermana para ti! ¿Qué si lo hago mal?

—Kim, esas son el tipo de cosas que descubres en el camino cuando dejas de tener miedo. Si a otros le ha ido bien, ¿por qué no te iría bien a ti? —Limpié con mi pulgar el desastre bajo sus ojos.

—¿La mala suerte corre en nuestras venas?

Sonreí a medias.

—Corre en las mías, no en las tuyas —bromeé. Kim era consciente de todas las experiencias de mal suerte que he vivido.

Me acercó fuertemente en sus brazos y empezó a llorar. Yo subí y bajé mi mano por su espalda tratando de tranquilizarla con palabras alentadoras en su oído. Kim podía ser complicada, la mayoría del tiempo, pero era mi hermana, mi compañera y a pesar de todo yo sabía que ella solo quería lo mejor para mí. Tal vez sus métodos no eran los mejores, pero lo intentaba. Y la verdad que todas nuestras peleas y sus comentarios me hicieron más fuerte. Su actitud dura hacia mí me había convertido en la persona que era ahora. Alguien que busca lo positivo en todo. Y en el fondo sabía que ella me amaba, así como yo lo hacía. Ninguna relación de hermanas es perfecta, y la de nosotras estaba muy lejos de serla, pero lograríamos estabilizarla en algún momento. Y tal vez este era el comienzo.

Kim se acabó con el abrazo y apretó mi mano entre las suyas.

—Kath, puede que me vuelvas loca casi todo el tiempo, pero eres una persona magnifica. Perdón por siempre subestimarte. Debes odiarme.

—No más que tú a mí. Admito que tampoco lo he vuelto sencillo para ti, pero no te guardo rencor, Kim.

—Siempre he sido tan dura contigo. Lo siento, por lo que paso con el vestido hace un rato, no sé cómo tomarme las sorpresas, y que las cosas no sean a mi manera. La verdad es que el vestido está mucho mejor que antes.

Me encogí de hombros.

—¿Qué puedo decir? Soy una muy buena diseñadora.

Ella rió sorbiendo sus mocos. Si se viera en el espejo en estos momentos, le daría otro ataque.

—Te amo.

—Lo sé, yo también me amo. —Reí ante su expresión—. Es broma, también te amo, Kim, pero ya dejemos los lamentos. Es hora de arreglar tu maquillaje arruinado y llevarte al altar.

Al salir la estilista de Kim jadeó con horror al ver el desastre en sus ojos, pero de inmediato se puso a trabajar en el. Yo me encargué de estar al lado de Kim acomodando su vestido, elogiándola y repitiendo una y otra vez que todo iba salir bien. Antes de que la entregara a nuestro padre Kim dijo:

—Creo que voy a vomitar.

—No lo harás, porque te ensuciarías y arruinarías ese hermoso vestido.

El cortejo nupcial esperaba en el pasillo, cada uno al lado de sus respectivas parejas. Dejé a Kim en las manos de papá luego de hacerlo prometer no hacerla pasar un tiempo difícil porque ella estaba nerviosa.

Me ubiqué al lado de Nathan que me dio mi ramo de azucenas y me guiñó el ojo antes de que las notas de la composición de la marcha nupcial de Mendelsohn diera inicio y con ellos la entrada. Tomé nota sobre como casi siempre era la misma canción en todas las bodas, para la mía iba hacer mi entrada justo como en los bailes de princesas en las películas.

La ceremonia fue corta pero hermosa. Con unas cuantas palabras dichas y el intercambio de anillos Kim juró tomar a Max como esposo hasta la muerte y viceversa. Pequeñas lágrimas cayeron de mis ojos cuando ambos leyeron sus votos matrimoniales. Kim ni siquiera pudo terminar el suyo ante tanta emoción rompió en llanto. Un corto beso y los invitados estallaron en aplausos.

Luego del primer baile de la pareja fui atrapada en diferentes conversaciones con familiares que tenía tiempo sin ver. Tíos, primos, mis abuelos y por último amigos muy cercanos de la familia. Ser tan social me estaba agotando en especial la sonrisa que debía mantener en mi cara para cada fotografía. Mi abuelo me hizo bailar junto a él dos veces, sin importarle todas las veces que lo pisoteé sin querer. Ya para la tercera canción logré escapar.

En mi escape fui hacia la mesa de postres encontrándome a Nathan junto a las gemelas y Jayleen. Jayleen parecía que estaba a punto de colgar a las gemelas del candelabro en el techo. Si, ella también pertenecía al club anti-gemelas. Incluso Nathan se veía enojado por lo que sea que le dijera June y una sonrisa de alivio cruzó su rostro cuando me vio tomando la oportunidad de escapar. Cuando le dediqué mi sonrisa más sincera las comisuras de sus labios empezaron a elevarse. Una vez que estuvo cerca tomó mi rostro entre sus manos.

—¿Sabes que eres asombrosa?

—Lo sé, soy muy genial, pero... ¿a qué viene esto? ¿Estaban las gemelas hablando mal de mí? —Nathan ladeó el rostro y apretó sus labios como si no quisiera admitirlo. Pobre chico, como si me importara lo que pensaran ellas. Levanté su barbilla para que me mirara—. Puedes decirme, realmente no me importa.

Él suspiró.

—June solo insistía en que debía besarla, que tú nunca te enterarás. Que tú no eras lo suficientemente buena para mí y ese tipo de estupideces.

—Pobre June, creando tanto alboroto por un beso tuyo. Si quiere le dejo tu salvación en sus manos, no tengo problemas.

Pero en verdad, mi estómago se revolvió ante la idea de dejar a Nathan en las garras de June.

—Oye, que soy un muy buen besador. —Movió sus cejas sugestivamente—. Mis labios cambian vida, nena.

Gemí queriendo cortarle la lengua para que se detuviera.

—No eres Daemon Black, deja de intentarlo.

Él sonrió irónicamente.

—Es una pena que estés hablando de tal manera sobre mis besos, luego de disfrutar aquel que nos dimos.

—¿De qué estás hablando? Nunca nos hemos besado.

Sin ni siquiera darme la oportunidad para reaccionar, acercó su boca a la mía rápidamente. En un segundo sus labios estaban presionando los míos en un movimiento lento mientras yo estaba estática con mi subconsciente gritando: ¡Nathan te está besando!

  ***

CREO QUE TODOS ESPERABAMOS ESTO, ¿NO? Y finalmente ocurre.

¿Qué creen que pasara en el siguiente?

 Apuesto a que los he dejado con ganas de más, pero me alimento de la ansiedad de los lectores. Aun así los amo... mucho, en serio lo hago. Solo soy un poco mala de naturaleza, defecto de fábrica. Besos y hasta la próxima actualización. 


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