Maldito Cuerpo Traicionero (E...

By NessaRodriguez26

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La versión original de Maldito cuerpo traicionero... (versión erótic) #Premios Espinelas Hace mucho quería ha... More

Sinopsis
El casino y el barman
Capitulo 1-Lina
Capitulo 2-Lina
Capitulo 3-Lina
Capitulo 4-Lina
Capitulo 5-Lina
Capitulo 6-Lina
Capitulo 7-Lina
Capitulo 8-Lina
Capítulo 9-Lina
Capitulo 10-Lina
Capítulo 11-Alex
Capítulo 12- Lina
Capítulo 13- Alex
Capítulo 14-Lina
Capitulo 15- Alex
Capitulo 16- Lina
Capítulo 17-Alex
Capítulo 18-Lina
Capítulo 19-Alex
Capítulo 20-Lina
Capitulo 21-Alex
Capitulo 22-Lina
Capitulo 23-Alex
Capítulo 24- Lina
Capítulo 26-Dany
Capitulo 27-Lina
Capitulo 28-Alex
Capitulo 29-Lina
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capítulo 35-Lina
Capitulo 36-Lina
Capitulo 37-Alex
Capítulo 38-Alex
Capítulo 39-Alex
Capítulo 40-Lina
Capítulo 41-Lina
Capítulo 42-Alex

Capitulo 25-Lina

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By NessaRodriguez26


Comienzo a abrir los ojos con dificultad, la verdad es que no dormí casi nada; tuve una maratón de sexo, y sabe Dios que no me quejo, pero no quiero levantarme tan temprano. De todas maneras, otra no me queda; hoy es el funeral del padre de Lucas y tengo que estar ahí; además, tengo que llevar a Aye a la casa de mi mamá. Respiro profundo, va a ser un largo día. Siento que Alex aún está dormido, tiene un brazo pasando sobre mi cintura aferrándome a él y sus piernas entrelazadas con las mías, me giro y contemplo cómo duerme; su respiración es tranquila y sus rasgos están relajados, en estos momentos parece más joven de lo que realmente es. Me dispongo a levantarme con mucho cuidado para no despertarlo y, cuando me siento sobre el borde de la cama y pongo los pies en el piso, lo escucho hablar.

—Vuelve a la cama —dice, llevándome de nuevo hacia él.

—Ganas no me faltan. Pero hoy es el día funeral, ¿recuerdas?

—Sí —suspira—. ¿Nos duchamos juntos? —indaga, moviendo las cejas divertido.

—No; si nos duchamos juntos vamos hacer más cosas, y no hay tiempo para eso ahora —contesto riendo.

—Pero hay que hacer eso del mañanero —manifiesta, muy comprometido con la causa.

No puedo evitar reír.

—Haremos un merendero, ahora deja que me levante —me tiene casi encima de él y rodeada por sus brazos.

—Merendero —repite pensativo.

—Alex —advierto.

—No —suelta como niño caprichoso y me besa, afectando todos mis sentidos y mi voluntad para levantarme.

—Ya; hay cosas que hacer. Muévete —ordeno, saliendo de su agarre.

—Sí, señora —farfulla a regañadientes.

Después de una ducha rápida salgo a la habitación envuelta en una toalla púrpura. Él todavía sigue en la cama, pero ya había buscado qué vestir; levanta la vista para mirarme y se queda viéndome por unos segundos.

—Dios, Lina; estoy poniendo toda mi fuerza de voluntad para no ir hasta ahí y sacarte esa maldita toalla.

—Usa esa fuerza de voluntad para ir a la ducha —digo, dándole la espalda y yendo al armario.

—Estoy en eso —masculla.

Entonces se me ocurre una pequeña idea maliciosa. Saco una lencería bastante sexy que me había regalado Sole para mi cumpleaños, es de encaje color rojo con destellos en negro, y muy pequeña; despojo la toalla de mí, dejándola caer al suelo. Sus ojos se abrieron desmesuradamente en cuanto me vio como Dios me trajo al mundo, puedo ver como su pecho baja y sube en forma más errática; se pasa la lengua por sus labios, dejando una fina lámina de humedad.

—Ángel, no me lo estás poniendo fácil —habla con voz ronca.

—Nadie dijo que lo sería —expreso, mientras me pongo mi lencería en movimientos lentos y calculados. En cuanto me doy cuenta de lo que piensa hacer, chasqueo con mi lengua—. Al baño, ahora —le ordeno; suspira y se levanta con velocidad, yendo al baño.

Cuando salió yo estaba sentada en el borde de la cama, peinándome el cabello; ya me había vestido con un pantalón ajustado negro, una camisa entallada también negra, y unos zapatos tres cuartos, también negros. Él estaba con el torso desnudo, húmedo, todavía le corrían gotas de agua y llevaba una toalla negra debajo de las caderas; muy abajo de las caderas.

—Disfrutando la vista —se burla, mostrando su arrogancia y su sonrisa de "te atrapé mirando, y te gustó".

Yo niego con la cabeza y sonrío. Deja caer la toalla al piso y se dispone a caminar hasta el armario. Por todos los libros eróticos de la historia, ese hombre tiene un culo prodigioso; tengo que levantar mi mandíbula del suelo con las dos manos, el muy maldito se estaba vengando. Trago saliva y me levanto de la cama.

—¿Café y muffins? —pregunto, en el tono más casual que me permitía mi vista panorámica.

—Suena bien para mí —contesta dándose la vuelta, para que tuviera una visión en 4D de su erección; mierda, me salió el tiro por la culata.

Con dificultad asiento, y salgo de esa habitación más rápido que las ratas del Titanic. Paso por la habitación de Aye para despertarla, abro la puerta y la encuentro guardando unos cuantos ponis en su mochila.

—¿Qué estás haciendo?

—Guardando los ponis en mi mochila para darles de comer en lo de la babu— responde con tono de obviedad.

—Llévate ropa extra; y baja rápido, que voy a preparar el desayuno —le informo.

—Sí, mamá —dice bufando.

Bajo a la cocina, estoy preparando el desayuno y el timbre de la puerta da señales de vida. Espero que no esté como anoche, sonando a cada rato; estoy pensando deliberadamente en dejar la puerta abierta, o regalar llaves, ese sonido ya es irritante. En cuanto abro, me encuentro con que llegaron todos juntos y con una caja cada uno; eso es bueno, quiere decir que no va a volver a sonar más el maldito timbre.

—Trajimos todo lo que necesitamos —anuncia Gaby, me da un sonoro beso en la frente y entra.

—Bien, pongan todo arriba del sofá. Lucas pasa dándome un beso en la frente, y Sole guiñándome un ojo.

—Buen día, preciosa —saluda Erik.

—Buen día, precioso —bromeo.

—¿Huele a café? —curiosea Gaby, dirigiéndose a la cocina.

—Qué bueno que preparé bastante, vamos a desayunar —invito, yendo hacia la cocina tras Gaby.

Una vez todos ubicados, baja Alex con Aye a caballito. Ella, al ver a Gaby, salta bajándose de mi hombre para correr hacia él.

—Dios, esta nena tiene un muy mal gusto —masculla Sole.

—Hey, de las mujeres que hay en esta cocina, ella es la más inteligente —demanda Gaby.

—Es verdad; solo una nena de siete años, puede estar loca por ti —ataca la pelirroja.

—Por eso es la más inteligente; ahora deja de hablar de mi chica —suelta el morocho.

—Gaby, necesitas una mujer urgente, ya las muñecas inflables no ayudan —lanza Lucas con diversión.

—Yo tengo amigas que te puedo presentar —interviene Erik.

—No tienes ninguna amiga —Sole lo aniquila con sus ojos.

—Pero si... —quiere hablar, pero lo interrumpimos.

—No tienes —decimos al unísono con Lucas, negando con la cabeza para darle más énfasis.

—Ok, no tengo —murmura resignado y agachando la cabeza.

—Creo que ya entregó la tarjeta de hombre —enuncia divertido Alex.

—Tú no te quedas atrás —refuta Erik.

—Por favor, mi tarjeta todavía está intacta —exclama con arrogancia.

—Sí, la tengo yo —me interpongo en la discordia, haciendo que todos se rían.

—Y este cordero está en huida —canturrea Gaby, levantándose y saliendo de la cocina.

—Él no dijo eso —digo negando.

—Oh, sí, sí lo dijo —afirma Lucas.

—¿Qué dijo? ¿No entiendo? —quiere saber Erik.

—Es una estrofa de una canción de Maroon5 —dice Lucas.

—Sigo sin entender —dice él con el ceño fruncido.

—Y este cordero está en huida, buscando el significado. Maroon5, el tema se llama Lost Stars; de todas formas, no tiene nada que ver el tema con lo que fue a hacer —termino explicándole. Espero que al menos prenda un sahumerio.

—¿Te gusta Maroon5? —cuestiona Alex, mirándome con curiosidad.

—Sí, me gusta, y Adam Levine es muy sexy, con todos esos tatuajes, esos brazos —contesto sin pensar.

—Voy a golpear a ese tal Adam Levine —refunfuña, frunciendo el ceño.

A mí no me causa más que risa y ternura. Después de media hora emprendimos el viaje hacia la casa de mi madre, para dejar a Aye allí. Lucas y Gaby fueron en un auto; por supuesto que Aye fue con ellos, y Sole, Erik, Alex y yo en mi auto. Fuimos en un cómodo silencio, aunque debo reconocer que estaba un poco nerviosa, ya que mis padres iban a conocer a Alex. Lo que me pone nerviosa no es que lo conozcan, si no que sepan que estamos viviendo juntos; van a empezar con toda esa burda de que es muy pronto, que no nos conocemos bien, van a hablar con respecto a Aye, porque estoy segura que la van a sacar a coalición, y sé que voy a terminar molestándome porque no me gusta que se metan en mi vida, ni mucho menos cuestionen mis acciones. Yo sé lo que hago; me equivoque o no, eso es un riesgo que tengo que correr y soy consciente de ello. Además, con Alex nos conocemos bastante, a pesar de que el tiempo no sea mucho; pero mi familia no sabe todo lo que pasamos en Alemania, y menos sabe lo de hace unos días en Estados Unidos. Sé que Alex también está un poco nervioso, lo oculta, como hace con todo, siempre mostrando esa mirada impasible y no haciendo movimientos bruscos. No me engaña, puedo ver sus engranajes en su linda cabecita dorada, trabajando a más no poder. Llegamos a la casa de mi madre y, como era de esperar, ella se encontraba en la puerta para recibirnos. En cuanto bajamos del auto sus ojos repararon en Alex, no sé si eso es bueno o malo; lo que quiero decir, es que doy por asegurado que se quedó sin palabras, aunque sé con seguridad que solo va a durar unos minutos, hasta que lo estudie detenidamente, para después acosarlo con un cuestionario digno de ella.

—¡¡Babuuu!! —grita Aye corriendo hacia mi madre.

—¿Cómo está mi nieta preferida? —pregunta conforme la besa como es bien característico de las abuelas.

—Soy tu única nieta, abuela.

—Hola, mamá —la saludo con dos besos.

—Hola, hija —ella dirige su mirada a Lucas—. Hola, hijo, lamento lo que sucedió con tu padre —diciendo esto, lo estrecha en un fuerte abrazo.

—Está bien —murmura, recibiendo el cariño. —Me hubiera gustado poder ir al funeral.

—No se preocupe; es más importante que esté aquí, con Aye.

—Mamá, él es Alex —lo presento, apenas termina el abrazo con Lucas, y posa sus ojos en él.

—Hola, señora Rinaldi —saluda Alex.

—Por favor, llámame Gloria —responde, pasando de la mano que él le tendía para besarlo dos veces en la mejilla.

—Un gusto, Gloria.

—Hola, mami —interviene Gaby, mostrándose celoso.

—Hola, nene —le dice, sonriendo y abrazándolo—. Bien, entremos a la casa —insta, clavándome los ojos con su mirada interrogativa.

Mi padre se encontraba en la cocina, preparando su famosa ensalada criolla, esto quiere decir que se está preparando para el asado. Por lo que los conozco, van a hacer que volvamos del funeral para que almorcemos todos juntos. No es mala idea, sé que ellos lo hacen para no dejar solo a Lucas en este momento, y también para distraerlo; lo quieren, a él y a Gaby, como si fueran sus hijos. Soy hija única, no tienen hijos varones; entonces los adoptaron a ellos, no de forma literal, pero les dan todos los gustos. Debo reconocer que más de una vez estuve celosa de estos dos impresentables.

—Hola, papá —lo saludo después que Aye lo dejara respirar.

—Hola Lini. ¿Cómo ha estado el viaje? —se interesa.

—Bien, todo bien —miro a Alex—. Papá, él es Alex; Alex, él es mi papá —ellos estrechan sus manos en forma educada.

Aunque mi papá expresa bien su ceño fruncido, y Alex se percata de eso. —Un placer, señor Rinaldi.

—Un gusto, Ales —lo dijo con "s" en vez de con "x", cosa que divirtió al aludido—. Qué nombres raros que tienen hoy en día los jóvenes; el otro que se llama Eri, y usted Ales —finaliza negando con la cabeza.

—Papá, es Erik, no Eri, con "k" al final; y es Alex, no Ales, con "x" no con "s" —le explico, aunque sé bien que lo iba a decir cómo le salía; es imposible que dijera un nombre como corresponde, a mí me dice Lini en vez de Lina, a Gaby le dice Gabo, con el pretexto que suena más varonil; bueno, más macho, son las palabras de mi papá, que es bastante troglodita. En fin, él le pone su marca personal a los nombres de los demás.

—Es lo mismo Lini; no es de por acá, ¿no, joven? —cambia su atención a Alex nuevamente.

—No, señor; soy de Estados Unidos, igual que Erik —le contesta.

—Norteamericanos —suelta pensativo.

—Bien, basta con las formalidades; sentémonos a tomar un café antes que se vayan —habla mi madre.

Una vez sentados en la sala con nuestros cafés en mano, mi madre empezó con el ataque de preguntas y repuestas.

—Alex, ¿qué te trajo a este país?

—Uh, empezó por la última pregunta, mierda.

—Su hija —responde el aludido.

Santa mierda, siempre tan directo; creo que me volví asmática. Mi madre abrió la boca en una perfecta "o" y no parpadeaba, mi padre empezó a toser y a sacudir los brazos; fue una escena digna de ver, y una forma épica de empezar una relación con sus suegros. Mientras mi madre estaba petrificada, mi padre tosiendo, y yo sin respirar, todos los demás estaban mordiéndose los labios para no estallar en risas. La muy inconsciente de Sole no aguantó más y salió corriendo a la cocina para reír sin remordimiento, pero yo la escuché muy bien. Zorra.

—¿Cómo ha dicho, joven? —interroga mi padre en cuanto consiguió controlar su tos.

—Quisiera pedir su permiso para poder estar con su hija. La quiero, y dejé todo a un lado para estar con ella sin impedimentos —contesta.

Su seguridad es sorprendente, no se amilana por nada, ni nadie.

—¿Y Sebastián? —me pregunta mi madre, cuando recobró el don del habla.

—Mamá —advierto.

—Eso no importa, Gloria; ese era un pájaro de mal agüero —interviene mi padre—. ¿Cómo se gana la vida, joven?

—Ay, Dios... tierra, trágame, y escúpeme en otro continente.

—Papá.

—Soy ingeniero aeronáutico, y abogado —responde, con su respectiva calma.

—Lo único que entendí, es la parte de abogado —exclama mi padre.

—Tengo una empresa, la cual se dedica a fabricar aviones, y a repararlos; los hago, los pruebo, y luego los vendo a diferentes aerolíneas, cuyos países los encargan según sus perspectivas para cada uno de ellos. También tengo clientes unilaterales que piden jet privados, los cuales ponen sus propias condiciones, es decir que eligen cómo lo quieren y qué objetos son los que no pueden faltar en los aviones que han encargado —explica con toda naturalidad.

—Interesante —piensa mi padre en voz alta.

—Pero tu empresa no está aquí, ¿verdad? —indaga mi madre.

—No, señora...

—Gloria —interrumpe ella.

—Gloria —asiente él—; mi empresa de raíz está en Estados Unidos, tengo una rama en Alemania y otra en Londres —vaya, esa parte me la perdí—, pero bien puedo trabajar desde aquí. Por supuesto, van a haber momentos y tratos que cerrar personalmente, y va a ser imprescindible que viaje; pero no se preocupe, solo van hacer unos días. Me estoy ocupando para poder trabajar desde aquí con mi ordenador, y viajar una vez al mes, al menos, por unos días; tengo que dar la cara de vez en cuando —concluye, sonriendo por la expresión de soñadora de mi madre.

Qué bien, ya la compró. Luego de semejante escena cómica y estresante en casa de mis padres, nos dirigimos al funeral; no es de mi agrado estar en estos eventos, pero no puedo dejar solo a Lucas. Él se encuentra distante y pensativo, no ha hablado mucho, y más de una vez lo he visto con la mirada perdida. Opté por no molestarlo, sé que no le gusta hablar; con un simple acercamiento, él sabe que no está solo y eso lo reconforta. Lucas adoraba a su padre, era su ejemplo a seguir, su héroe; como dijo F. Scott Fitzgerald: "Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia". Creo que ahora entiendo a lo que se refería.

—¿Cómo está? —se preocupa Alex por Lucas.

—Hecho mierda; pero no se va a dejar ver así —respondo.

—Lo superará.

—Sí, lo sé —afirmo—. Se supera, pero no se olvida.

Lucas se acerca al estrado a decir unas palabras en honor a su padre, luego del turno de su madre, quien habló y lloró sin poder contenerse y, conociéndola, sin querer hacerlo. Creo que le va a costar más a ella que a Lucas seguir adelante. Él va a tener que ayudar mucho a su madre para que no caiga, esa mujer amaba a su marido, se tenían un amor incondicional; ese hombre la miraba con adoración y ella con admiración, ellos eran una muestra viviente de que el amor sí existe, y eran los ejemplares que alguien con mal de amores necesitaba para no desanimarse. Recuerdo que cuando a Sole le iba mal con algunos de sus novios, ella siempre decía que se enamoraba y después la tenía en mi casa como una burda imitación personificada de Bridget Jones, con helado, películas románticas y chocolate en barra. Cuando eso no le servía, me arrastraba a la casa de Lucas, solo para ver a sus padres mostrando su amor y dándoles esperanzas. Y así volvíamos de nuevo en modo cazadoras, y esperaba en silencio detrás de los arbustos «paradójicamente» a su próxima presa.

—Primero de todo, muchas gracias a los presentes —comienza Lucas su discurso—; sé que hay personas que no pudieron estar, a ellos también muchas gracias; más que nada, les agradezco por ser parte de la vida de mi padre. Él fue, es, y siempre será mi héroe; por él me enlisté en la policía, por él creí, y creo en la justicia; por él es que hoy atrapo a los malos, como decía cuando era chico y le contaba que quería ser como él, ser de los buenos y meter a la cárcel a los malos. Para mi padre, primero era su familia, sus amigos, y luego su trabajo. Aunque pareció en más de una oportunidad que primero estaba su trabajo, no era así; trabajaba por nuestra seguridad, para que tengamos un lugar mejor, nos decía, y después de mucho tiempo, después de haberme enojado más de una vez con él, porque no llegaba a darme un beso de buenas noches o a leerme mi cuento de héroe preferido —sonríe al recordar—. Ese cuento se trataba simplemente de él; antes de dormir, me contaba cómo atrapaba al hombre malo. En fin; ahora, ya de grande entiendo por qué trabajaba tanto y no puedo expresar lo orgulloso que estoy, y siempre estuve de él —toma una respiración profunda y sigue—. William Shakespeare dijo: "Cuando a un padre le entregan a su hijo, los dos ríen. Cuando a un hijo le entregan a su padre, los dos lloran" —con eso, visualizo como una lágrima cae, y se baja del estrado sin decir más nada.

Nos dirigimos otra vez a lo de mi madre en un profundo silencio, las palabras de Lucas todavía hacen eco en mi cabeza; todos nosotros, sus amigos, vamos a tener un gran trabajo para sacarlo adelante. Al llegar bajamos del auto y, cuando nos estábamos acercando a la casa, me doy cuenta de algo verdaderamente raro.

—La puerta... —murmuro.

—¿Qué? —Alex me mira y luego mira la puerta. Mi corazón empezó a latir de manera veloz y mi piel se erizó por completo. Lo único que puedo pensar es en Aye. Por instinto miro hacia atrás, donde Lucas y Gaby bajaban de su auto, y saco mi arma de mi bota

—¿Qué haces? —indaga confundido.

—Lucas —le señalo la puerta con la cabeza.

Él me observa, observa la puerta y vuelve a observarme, pero esta vez se percata del arma que llevo en la mano; comprende lo que pasa y saca la suya, al igual que Gaby, aproximándose a nosotros.

—Al auto —les dice Gaby a Sole y Erik. Ellos miran la escena con confusión—, ahora. Llama al 911 —ordena.

Yo me adelanto y siento una mano en mi muñeca.

—No —suplica Alex.

Solo niego con la cabeza y me zafo del agarre, yendo rápidamente a la puerta; él no entiende, es mi hija la que está ahí.

—Lina —vocifera Lucas. Tampoco hago caso y me adentro a la casa; lo escucho como maldice, y en segundos lo tengo detrás de mí—. Ponte atrás — ordena, colocándome a su espalda.

Sabe que voy a seguir adelante, por ese motivo no trata que salga de la casa. Detrás de mí siento la mano de Alex en mi espalda, y veo a Gaby que se adelanta, posicionándose al lado de Lucas. Toda la casa es un desastre, mis ojos no dan crédito a lo que están viendo, los sillones destrozados, adornos rotos por todo el suelo, cuadros y fotos desparramados. Me está costando demasiado respirar; sigo adelante, pero ya no con cautela, corro pasando de largo a los demás, quienes escucho que me gritan, pero no hago caso. Llego a la cocina y estoy a punto de perder la conciencia por lo que estoy observando. Mis piernas no responden, mis manos están sudando, mi cabeza da vueltas y mi arma está pesando en mis manos. Esto no puede estar pasando.

—Mierda —gruñe Lucas.

—Por Dios —murmura Alex.

—Puta madre —maldice Gaby.

Mis padres están atados, cada uno en una silla con la cabeza agacha, amordazados y golpeados, muy golpeados. Mis peores pensamientos se cruzan por mi cabeza.

—¡Mamá, papá! —grito, corriendo hasta ellos.

Los zamarreos, pero no responden; los chicos se unen a mí y empiezan a desatarlos, mientras sigo llamándolos, agitándolos y gritándoles, preguntándoles por Aye. Ella no está por ninguna parte.

—Oh, no —balbucea Sole, dando a saber que ya están los dos adentro.

Llevamos a mis padres a la sala y los acomodamos en los sillones, ellos empezaron a reaccionar y a balbucear.

—Dany —balbucea mi madre.

—¡¿Dónde está Ayelen?! — grito, zamarreándola.

—Lina, cálmate —Alex me toma de la cintura, dándome la vuelta para abrazarme y calmarme; esta vez eso no va a funcionar.

Lucas se acerca a mí y con cuidado toma el arma, la cual todavía llevaba en mi mano. Mi madre empieza a llorar y Gaby trata de calmarla. Mi padre, como puede, se acerca a ella y se abrazan. Yo miro la escena sin poder creerlo, y todavía sin saber nada de mi hija. En ese momento suena el teléfono de la casa, todos dejamos de respirar y nos miramos.

—No —le dice Lucas a Sole, quien iba a levantar el tubo.

Él teléfono suena hasta que fue la contestadora quien atendió.

—Hola, Lilith —se escucha a través del aparato—; sé que estás ahí. Creo que te conviene levantar el audífono —Dany. Sabía que este día llegaría, pero no pensé que iba a ser de esta manera. Miro a Alex, quien me miraba con pesar, y luego miro a Lucas, quien asiente; él sabe que debo levantar el tubo—. En alta voz —me indica.

—¿Dónde está mi hija? —es lo primero que digo cuando atiendo.

—Nuestra hija querrás decir, mi amor —habla con sorna.

—No es tu hija, es mía. Habla; dime dónde mierda la tienes, o te juro...

—No, Lilith; sabes que cuando haces un juramento siempre tienes que cumplirlo, y ese juramento que quieres hacer, me duele. De verdad, me duele muy adentro de mi ser.

—Basta de estupideces. ¿Dónde está?

—Está conmigo, soy su padre...

—¡No lo eres! —interrumpo en un grito.

Alex me toma fuerte con su brazo para darme su apoyo en silencio.

—Sí lo soy, no lo niegues.

—¿Qué es lo que quieres? —me resigno a preguntar; si peleo con él no voy a llegar a ningún lado, y lleva una ventaja en este estúpido juego.

—Bien, veo que ahora sí podemos llegar a hablar como personas civilizadas —entona con cinismo.

—Deja de dar vueltas —refuto, frustrada.

—Te quiero con nosotros —exclama.

¿De qué mierda habla?

—¿Qué?

—Quiero que estemos los tres juntos; nuestra hija, tú y yo. Una familia — expresa.

—Estás completamente loco.

—¿Por querer a mi familia conmigo? —pregunta con sarcasmo.

—Vas a volver a prisión, hijo de puta —vocifera Lucas, sin poder aguantar más el estar callado.

—¿Lucas? ¿Cómo estás? Lamento lo de tu padre, era un buen hombre; lástima que eso fue lo que lo llevó a su muerte.

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