Capítulo 18-Lina

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"Cuatro meses después del regreso de Alemania"

—Buen día —saludo entrando al restó, que me recibe con Malú y su canción "Ahora tú" sonando por los altavoces.

Qué bien, este tema no ayuda a sacarme a cierto alemán arrogante y petulante de la cabeza; solo tengo que ignorar la música. No puedo. Amo esta canción, adoro a Malú. Maldito seas, Tony, estoy segura que fuiste tú.

—Buen día, Lina —contesta Sofía, una de las mesera, acercándose a mí.

—¿Cómo estás, Sofi? —le doy un beso en la mejilla.

—Bien; esto llegó para usted —expresa, tendiéndome un sobre.

—Para ti, Sofía, para ti; no estamos en la edad media, no me trates de usted —tomo el sobre y lo inspecciono con el ceño fruncido—. ¿De quién es? No tiene remitente —digo, observándolo detenidamente.

—Ni idea; el chico que lo trajo pidió específicamente que te lo diera en la mano.

—¿Cómo era el chico?

—Era solo un mensajero, de unos veinte o veinticinco años, tenía el pelo castaño... —intervengo.

—Está bien, no importa; gracias, Sofi —retomo mi camino.

Llego a la oficina, arrojo el sobre en el buró, me saco la chaqueta, rodeo el escritorio para sentarme en mi silla sin sacar la vista del sobre. Tengo un mal presentimiento sobre esto, no me hace ninguna gracia un sobre sin remitente. Golpean la puerta y la abren un poco para asomar la cabeza.

—¿Se puede? —pregunta Sole con una gran sonrisa.

—Sip.

—¿Qué es eso? —pregunta señalando el sobre.

—El iceberg que produjo el hundimiento del Titanic —bromeo.

—Me refiero al sobre, chistosa. ¿Qué dice? —curiosea.

—Ni idea; olvidé los lentes 4D de alta definición en mi casa —hablo siendo una maldita y condenada sarcástica.

—Dios, hoy mi amiga esta poseída por Doña ironía; voy a llamar a un sacerdote, o a un barman, me dijeron que el tequila contigo actúa como si fuera agua bendita —ahora la irónica es ella.

—Muy graciosa...—me interrumpe un golpe en la puerta—. Pase —digo alzando la voz.

—Lina, traje tu café —anuncia Sofía.

—Gracias —digo, tomándolo de su mano.

Se queda un segundo mirándome y luego asiente.

—De nada, Lina —contesta y sale de la oficina.

—¿Qué le pasa? —indaga Sole, que al igual que yo detectó que algo ocurría con la joven.

—Ni idea, desde que llegué ha dicho mi nombre más veces que en toda la semana.

—Bueno, capaz que quiere algo y no se anima a pedirlo —supone.

—Eso es, seguro que algo quiere —es mi escapatoria para no abrir el sobre, aunque no sé por qué le huyo—. Llámala —le ordeno.

—¿Qué? ¿Desde cuándo quieres saber lo que quieren de ti? —pregunta desconcertada.

—Desde hoy. Llámala —exijo.

—Bien, ya voy. Hoy estás hecha una perra, ¿lo sabías?

—Así y todo me quieres —aseguro sacándole la lengua.

Maldito Cuerpo Traicionero (En Edición)Kde žijí příběhy. Začni objevovat