El casino y el barman

17K 661 21
                                    


Me encuentro frente al tocador, arreglándome para ir al casino. Ni siquiera me gusta, solo juego a la ruleta, donde siempre hay viejos alrededor con miradas lujuriosas y codiciosas, con hambre de apuestas y sed de sexo «Iuhg». Todo por mis amigos y sus estúpidas ideas de que debo salir más y dejar "mi cueva"; sí claro, como si algo fuera a cambiar por ir al casino.

—¡Lina, se hace tarde! —me grita Sole. La quiero, lo juro, pero cuando me apura me dan ganas de sacarles los ojos con el rímel. Ella es mi mejor amiga; es una hermosa pelirroja de ojos color miel, con una nariz llena de pecas que la hacen ver inocente, aunque no tenga un gramo de eso. Sole es de las contadas mujeres que les gustan sus pecas, dice que esa candidez que le conceden, son detonantes para los hombres. La conozco desde la secundaria; ni siquiera recuerdo bien como nos empezamos a hablar, pero nos hicimos muy buenas amigas y ya nunca nos separamos.

—¡Estoy yendo! No me apures si me quieres sacar buena —le grito, saliendo del baño.

—Al fin, nena —esboza Gaby con aburrimiento—. Vámonos —apura, haciéndole muecas graciosas a Lucas.

Gaby y Lucas son muy amigos; trabajan juntos, son policías federales y se pasan mucho tiempo entrenando y en el polígono. Hacen prácticamente todo juntos. Gaby es de tés aceitunada, tiene el pelo negro azabache, un poco corto, con un rizo rebelde que siempre cae en su frente, amenazándolo con hacerlo rabiar; ojos negros como la noche, con pestañas negras y muy largas que siempre llaman la atención a donde vayamos, sin contar del cuerpo trabajado que mantiene gracias a las horas de entrenamiento. Lucas, en cambio, tiene piel bronceada «un color parecido a la miel», su pelo es rubio, un poco más corto en comparación a Gaby, y tiene ojos celestes como un cielo despejado; al igual que el otro, tiene un cuerpo bien trabajado. Los dos son muy altos e intimidantes, y aunque sean el día y la noche, son lo mejor que nos pudo pasar a Sole y a mí.

Los conocimos en un grupo de Facebook; se portaron muy bien con nosotras desde el comienzo, y lo siguen haciendo hoy, así que, aquí están siempre para criticarnos y, además, tenemos nuestros propios guardaespaldas. Luego de 20 minutos llegamos al casino, y por Dios ya me quiero volver; mi único consuelo es que de aquí partimos a la discoteca... ¡Y rondas de tequilas! ¡¡Sí!! Es por lo único que estoy fuera de mi casa esta noche. Dos horas dijo Sole, y ya llevamos tres; no sale de las maquinitas, y creo que voy a tener que sacarla con una espátula de ahí. Me cansé de esperarla; a regañadientes, me siento a unas cuantas máquinas de donde se encuentra ella, de la que se había levantado una señora minutos atrás «también cansada de perder»; pongo un billete y empiezo a tocar los botones, sin entender mucho. La verdad es que a la mayoría de las maquinitas no las comprendo, así que juego adivinando. Después de media hora de hacer apuestas estúpidamente chicas y seguir con la misma cantidad de puntos, hago la mayor apuesta que me permite, así me largo de una puta vez de aquí. ¡¡Y por todos los bebés recién nacidos del planeta!! La máquina se volvió loca, empezó a chillar y a hacer un arco iris con todos los colores «hasta con los desconocidos». Me congelé, quedé estática en el lugar.

—¡Qué mierda! —grita Lucas a mi espalda. Yo estoy muda, solo veo todos los números que arriba marcan en grande lo que había ganado. ¡Dios, no es posible!

—Jódeme que esa cantidad que dice, es la que ganaste, Lina —chilla Sole, con los ojos desorbitados, y para peor casi está sobre mí.

—No sé —alcanzo a musitar.

—Lina eres un jodido trébol de la suerte; desde hoy te quiero siempre cerca —exclama Gaby, tan emocionado como si él hubiera sido el que ganó.

A partir de ese momento todo fue una completa locura, personas que se acercan a felicitarme, otros que maldicen por lo bajo. Y ahí está la señora que una hora atrás se había levantado de este mismo lugar. Pobre. No, me retracto, nada de pobre; me mira como si quisiera cortarme el cuello con el platito de la taza de café que sostiene, para leerme el futuro con mi tráquea. No está nada contenta. Después de estar un par de horas más en el casino, para arreglar cuando me entregarían ese dineral, nos dirigimos a tomar los tequilas como habíamos arreglado.

Maldito Cuerpo Traicionero (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora