Capitulo 37-Alex

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—¡¿Cómo que no saben dónde está?! —grito de tal forma que mi garganta se queja.

—Señor...

—Es el deber de ustedes cuidarla; para eso les pago, ¡carajo! —seguía gritando, sentía que mi pecho se cerraba y mi cabeza empezaba a cavilar las peores cosas.

—Ella salió por atrás, creemos que se fue con el auto de la señorita Moreno —explica uno de ellos; juro que tengo muchas ganas de saltar por encima del escritorio y molerlo a golpes.

—¿Cómo que creen? ¿Dónde está el auto de Soledad? —grazno de nuevo, mientras buscaba con manos temblorosas por el miedo y la rabia, el número de Erik en mi celular.

—No lo sabemos, señor. Acosta y Méndez están buscando el auto de la señorita Moreno.

—¿Y ustedes qué carajos hacen aquí todavía? Vayan a buscarla; quiero a Lina esta noche en esta casa, o lo van a lamentar —demando apretando los dientes—. ¡Lárguense! —les grito al ver que no se movían.

—Sí, señor. Lo mantendremos informado.

—Lina desapareció, Erik, no sé qué hacer —lo atosigo apenas atiende el teléfono. Me derrumbo en el sillón del escritorio y las lágrimas, que había estado conteniendo en presencia de los inútiles de los custodios, empezaron a recorrer mis mejillas sin poder atajarlas.

—¿Qué? —pregunta casi en un grito.

—Lina no está, mi ángel no está, no sé qué hacer, Erik —No pude aguantar el llanto, percibo un fuerte dolor en el pecho; me falta el aire, no puedo respirar—. Tengo miedo —sollozo, con una mano apretándome la boca con fuerza.

—Tranquilo, amigo. Dime qué pasó —Trata de que hable, pero me es imposible; el llanto no para, y la rabia, el miedo, el dolor, la impotencia, muchos sentimientos encontrados, están matándome por dentro—. Alex, por favor, trata de calmarte; así no puedo ayudarte.

—Se escapó de los custodios, parece que se fue por la parte de atrás del restó y tomó el auto de Sole —Tomo aire profunda y sonoramente, para recomponerme un poco—. Ahora están buscando el auto, y a ella... ¿Y si él la tiene? —Comienzo a llorar de nuevo, tan solo pensar en eso me mata en vida, no puedo soportarlo.

—Alex, amigo, por favor, no pienses eso, vamos a encontrarla; seguro es uno de esos arranques de soledad que le suelen agarrar —Si ese era su modo de tranquilizarme, no estaba funcionando—. Gaby y Sole me han dicho que suele hacer eso, que suele irse cuando necesita pensar, o cuando no se siente bien; seguro es eso... —No lo dejo que siga con esa pantomima.

—Ella nunca hizo eso estando conmigo, nunca desapareció...

—Quizás ahora sí necesitaba desaparecer; vas a ver que en un par de horas aparece —Él me da ánimos, pero yo no lo recibo como debería—. Hagamos una cosa, en unos minutos estoy en tu casa y hablamos bien; en el trayecto voy a llamar a Ian y a Gaby, ellos son policías y van a encontrarla antes que los custodios. ¿Está bien? —Solo me quedo en silencio—. Voy para allá; tómate una copa, tranquilízate, y cuando llegue con los demás, vemos cómo proseguir, ¿ok?

Quiero creer que todo lo que me dice es verdad, pero muy en el fondo sé que no es así; lo siento, ella está en peligro, y yo no puedo hacer nada. Otra vez no sé qué hacer, otra vez estoy estático sin saber qué hacer, como aquella vez que me dijo en el aeropuerto de Alemania que por qué yo no iba con ella. De nuevo esta sensación de vértigo y asfixia.

—Ok —contesto, con un hilo de voz apenas audible.

—Ok, ya estoy saliendo, nos vemos en quince minutos —Sin más cuelga.

Maldito Cuerpo Traicionero (En Edición)Where stories live. Discover now