Una historia Insurgente

By Bannellyope

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Vamos en el tren, camino a Cordialidad. Supongo que ahora no importa si soy “Maud la veraz”, o “Maud la osada... More

Cordialidad
Pesadillas
Condiciones de Cordialidad
Marcus oculta algo
Reconciliación
Suero de la paz
Arriban los eruditos
Los Sin Facción
Evelyn Johnson
Compartiendo
Pelea con Ariana
Will
Interrogatorio
Bajo el suero de la Verdad
Traidores
Cruzando caminos con Eric
Apuñalado
Annelisse Rogers
Futuros planes de Erudición
Interrogatorio de Eric
Confesiones
Enfrentando a Jack Kang
Pensando como Jeanine
"Cobarde"
Emboscada y traición
"¿Qué haremos con Eric?"
La última noche
Ejecución de Eric
De regreso en Osadía
Paintball
El apartamento de Eric
Buscando consuelo con Will
Perdóname, Eric
Primer discurso en Osadía
Alianza con los abandonados
Erudición
Alerta de Divergente
El conejillo de Indias
Estudiando el cerebro Divergente
La Caja
Sinceridad
Tortura
Sacrificio
Planes de guerra
Alguien conocido con los tragalibros
Soy Divergente y no puedes controlarme
Agua carbonatada
La última simulación
Abnegación
Aclarando las cosas
Sonrisas
Alianza con Marcus Eaton
Cambio de planes
Johanna Reyes
Ataque a Erudición
Dentro de Erudición
Camino a la oficina de Jeanine
La otra Maud
Simulación de Cordialidad
Traición
Agradecimientos

Aliados eruditos

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By Bannellyope

Johanna ha convocado a una reunión de emergencia. Así que nos instalamos en el recinto donde se encuentra el gran árbol con sus raíces extendidas a lo largo del suelo y las cuales se usan como asientos. Los cuatro nos quedamos hasta atrás, mientras Marcus está al lado de Johanna, al frente de toda la multitud.

La tía de Ariana tiene el cabello recogido y está con sus manos cruzadas delante de ella. Observa a toda la comunidad frente a ella. Pero, no solo hay cordiales, hay gente con el pelo cortado a la rapa, moños abnegados y una fila de personas con gafas, entre ellas, la hermana de Will: Cara.

- Will. – lo llamo.

- ¿Qué sucede?

- Tu hermana. – señalo.

- ¡Cara! – dice para él. – Genial, ella nos podrá ayudar.

El silencio pronto invade la sala.

- He recibido un mensaje de la ciudad. – dice Johanna. – Y, me gustaría comunicárselos. – ella mira hacia el suelo y toma una respiración profunda. – Osadía se ha aliado con los Sin Facción, con la intención de atacar Erudición en dos días. Su batalla se librará no contra el ejército de Osadía que se unió a Erudición, sino contra los eruditos inocentes y los conocimientos por los que han trabajado duro para adquirir. Sé que no reconocemos a ningún líder, así que no tengo derecho a dirigirme a ustedes como tal. Espero que ustedes me perdonen, sólo por esta vez, por preguntarles si, podemos reconsiderar nuestra decisión anterior de permanecer al margen.

Se levantan murmullos, pero son suaves, casi como suena una ráfaga de viento entre los árboles. Algunos de los eruditos lucen desconcertados. Cara, no es de esos.

- La relación con Erudición es de vital importancia en nuestra sociedad. – continúa Johanna. – Ellos deben ser protegidos de una masacre innecesaria. Propongo entrar en la ciudad como fuerzas de paz, imparciales con el fin de frenar cualquier manera posible de violencia extrema que se va a producir. Por favor, hablen de esto.

La lluvia comienza a golpear los paneles de vidrio de arriba y los murmullos que se han levantado, hacen que se confundan con el ruido del agua. Escucho que algunas voces se levantan por encima de las demás. Me asusta. No se supone que los cordiales levanten la voz. Al parecer, no soy la única atormentada por estas reacciones.

- Vengan. – dice Will, poniéndose de pie.

Los tres, lo seguimos caminando a lo largo del borde de la zona de encuentro, pasando más allá de los cordiales que están sentados con piernas extendidas. Nos observan críticamente; puede que llevemos ropas de esta facción, pero todos estamos tatuados y ya hemos estado aquí, provocando que los osados traidores disparasen en este lugar. Will, se sienta al lado de su hermana.

- Hola. – le dice con una sonrisa, viendo hacia Johanna.

- Está bien, ¿qué haces aquí?

- Venimos a decirle a Johanna lo que estaba pasando, y a pedirte ayuda.

- ¿Qué quieren? – dice, pasando su mirada por los cuatro.

- Tenemos un plan para salvar algunos datos de Erudición, pero necesitamos de la ayuda de cerebritos para ejecutarlo.

- Tú ayudaste a Osadía, cuando estuvimos en Verdad. – le digo. – Ahora, los osados queremos ayudar a Erudición. – Cara nos observa por algunos segundos y suspira.

- Los ayudaré, y estoy segura de que los demás también lo harán. Visítennos en el dormitorio de Erudición, al final de la reunión y nos dirán su plan.

Regresamos al lugar donde estábamos sentados anteriormente. La discusión se prolonga casi una hora. Para entonces, yo estoy recostada en el hombro de Peter, viendo a todos los congregados, con un poco de desesperación, sintiendo mis latidos en las sienes. Sin embargo, lo que llevamos aquí, esperando por una respuesta, no es nada comparado con lo que he pasado en una celda. Aunque, es más desesperante escuchar conversaciones y palabras sueltas como "Erudición", "Osadía", "Sin Facción", "guerra", "guerra", "guerra", "osados". Esta escena es tan conocida.

Finalmente Johanna se pone de pie y los que han ido a comunicarle la respuesta final, se sientan cerca de ella.

- Obviamente, fue difícil llegar a un acuerdo. – dice Johanna. – Pero, la mayoría desea mantener nuestra política de neutralidad.

Era de esperarse.

- No es de mi deseo fomentar la división de esta comunidad que me ha dado tanto. – continúa. – Pero, mi conciencia me obliga a ir en contra de esta decisión. Cualquier otra persona que quiera ir a la ciudad, es bienvenida a venir conmigo.

Johanna está de nuestro lado, y esbozo una sonrisa que no quiero que noten. Y, me quedo aún más sorprendida, queriendo reír de verdadera felicidad y entusiasmo, extasiada, al ver que cuando Johanna sale de la sala, algunos de los cordiales se apresuran a ponerse de pie; y luego unos pocos más, y pronto, es toda una multitud siguiéndola.

- No se supone que pasara esto, exactamente. – dice Peter, al igual que yo, con su rostro iluminado de entusiasmo.

- No con los cordiales, por lo menos. – completa Ariana, quien tiene los ojos muy abiertos.

***

- Su plan es defectuoso. – dice Cara, y mis hombros caen.

No esperaba menos, viniendo de una erudita, o quizás viniendo específicamente de Cara. Acabo de explicarles lo que tenemos en mente. Mi voz sonaba casi con eco en la habitación de ellos, pues es incluso más grande que la que nos han dado. Hay doce camas en total y todavía hay espacio amplio en medio de la habitación, una mesa ocupa este espacio, cubierta con herramientas, trozos de metal, equipos, partes de computadoras y cables.

- Es por eso que vinimos a ustedes. – dice Ariana. – Para que pudieran decirnos cómo ajustarlo.

- Bueno, primero: estos datos importantes que quieren salvar, la idea de ponerlos en un disco es ridícula. Los discos terminan rompiéndose o en manos de la persona equivocada. Les sugiero que hagan uso de la red de datos.

- ¡Claro! – suelta Will. – ¿Cómo no se me ocurrió antes? Muchas de las computadoras en el recinto de Erudición están instaladas para acceder a los datos de las computadoras de otras Facciones.

- ¡William! – le amonesta Cara.

- ¿Qué? – contesta ceñudo e inocente.

- Adelante, amigo. – dice uno de los chicos eruditos, de piel oscura y gafas. – Diles lo que sabes. Cara, ya no hay razón para seguir manteniendo secretos. Si nos fuimos de ahí, fue por algo.

- Debido a esta "comunicación", Jeanine puede ejecutar una simulación. Así fue como lo hizo para el ataque de Abnegación. – continúa Will.

- Es cierto. – contesto, recordando cuando Jeanine dijo que estaría en Osadía. – Jeanine manejaría toda la información desde Osadía para Erudición, pero... al final, lo hizo Max y ella debió tener una computadora en Abnegación.

- ¿O sea que puedes darte un paseo a través de los datos de cada Facción, cada vez que quieras? – pregunta Ariana.

- Metafóricamente hablando, sí. – responde Cara. – Pienso que puede funcionar a nuestro favor. Así como las computadoras pueden acceder a los datos de otras facciones, ellas pueden enviar datos a otras facciones. Si nosotros enviamos los datos que deseas salvar a cada Facción, destruirlos todos, sería imposible.

- Cuando dices, "nosotros", – digo. – estás dando a entender que...

- Que vamos a ir con ustedes. – afirma.

- ¿Te das cuenta de que si vienen con nosotros, pueden recibir un disparo? – pregunta Will.

- Hemos arriesgado nuestras vidas al desertar de nuestra facción. – contesta Cara. – Y la arriesgaremos de nuevo para salvar a nuestra Facción, de sí misma.

- Además – comienza a decir una aguda voz, detrás de Cara. Una chica entre diez u once años mira desde atrás del codo de Cara. – Nosotros tenemos dispositivos útiles.

- Solo son prototipos, Ellen, – dice el chico de piel oscura. – así que no hay necesidad de escudriñarlos.

- Realmente, escudriñar no es lo nuestro. – dice Ariana.

- Entonces, ¿cómo hacen mejor las cosas? – pregunta la niña.

- Bueno, por ahora no lo hacemos... ellas, solo siguen empeorando.

- Entropía.

- ¿Qué? – preguntamos Ariana y yo, al mismo tiempo.

- Entropía. – repite melodiosa. – Es la teoría que dice, que toda la materia del universo está gradualmente moviéndose hacia la misma temperatura.

- Pues si todo va de mal en peor, creo que sí podríamos considerarlo entropía. – contesto.

- ¿Qué haces, Fernando? – pregunta Cara. El chico de piel oscura se ha puesto de pie, y fue a buscar algo, debajo de una de las camas.

Él no responde. Rebusca en el interior por unos cuantos segundos, luego recoge un pequeño disco redondo. Está hecho de metal blancuzco. Lo trae hacia mí en su palma y cuando me estiro para alcanzarlo, lo aleja de mí, de un tirón.

- ¡Cuidado! – me dice. – Traje esto de la sede. No es algo que inventáramos aquí. ¿Ustedes estaban ahí cuando atacaron a Verdad?

- Sí. – respondemos a coro.

- Justo ahí. – le digo, señalando la cicatriz de mi pómulo.

- ¿Tú, estuviste ahí? – le pregunta Ariana.

- No.

- Ellos lo grabaron. – interviene Peter, con la mirada perdida. Todos los ojos se dirigen a él, al unísono. – Y mostraron las imágenes en la sede de Erudición.

- Exacto. – afirma Fernando. – Parecía que el cristal se hizo añicos, porque ellos le dispararon, ¿cierto?

- ¿No fue así? – pregunto, frunciendo el ceño. – Pero, si yo vi cuando uno de ellos apuntaba hacia la pared, yo...

- Las pistolas que llevaban, no tenían la capacidad de romper ese cristal. – me responde Fernando.

- El único que llevaba arma de fuego, era Eric. – recuerdo cuando él estaba paseándose frente a nosotros y sin más, le disparó al niño.

- Correcto. Lo que hicieron fue lanzar uno de estos cerca de las ventanas. Emite una señal que no puedes oír, pero que provocaría que el vidrio estallara en mil pedacitos. – dice, emocionado.

- ¿Y, cómo nos será útil ahora? – pregunta Ariana.

- Puedes descubrir que es bastante perturbador para las personas cuando todas sus ventanas se hacen añicos a la vez. Especialmente en la sede de Erudición, donde casi todo está cubierto de vidrios. – dibuja una sonrisa de complicidad y levanta una ceja. Me gusta esa mirada.

- Genial. – dice Will.

- ¿Qué más tienes? – pregunta Ariana.

Fernando y Cara nos muestran un arma más: un aturdidor eléctrico. Cara nos explica que lo hizo a modo que los cordiales tuvieran cómo defenderse. Siempre pensé que los eruditos hacían las cosas de manera egoísta, y que nunca considerarían a los demás, y menos que fueran a prestarnos su ayuda para preparar un contraataque a su facción.



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