Click.
Él viene con un sándwich y un refresco. No le he respondido anteriormente. He estado perdida en mis pensamientos. Tanto, que no siento ganas de hablar, solo de pensar en Osadía y en Verdad. Me tengo que repetir que esto lo hago por las dos facciones. Y, me cuesta. Pero, es lo más sabio que pude haber hecho. Creo.
Peter me deja una bandeja con la comida y sale. Doy uno que otro mordisco al pan y dos tragos al refresco. No tengo hambre. Nada de hambre. Ni siquiera porque me pusieran un trozo de tarta de chocolate de Osadía o helado de Verdad. Solo quiero hacerme un nudo y quedarme aquí.
- Tienes qué comer. – me dice.
No sé en qué momento ha vuelto a entrar. Solo sé que está parado frente a mí, con un arma en el cinturón. Lo observo y recorro su uniforme, deteniéndome en el arma. Tenso mi mandíbula y trago saliva.
- Discúlpame. – dice. – No creí que fueras a pensar que había muerto. Fui muy estúpido al escoger Erudición y no regresar a Verdad. Pero, pensé que Jack no me aceptaría de regreso. Y, no quería quedarme en Cordialidad... así que...
- No quiero escucharte. – lo interrumpo. – Solo haz tu trabajo.
No quiero que nada te implique conmigo. No quiero que Jeanine te use en mi contra con una simulación. No quiero perderte. No ahora, cuando sé que estás vivo.
Él exhala y voltea hacia su izquierda. Está abatido. Vuelve su vista hacia mí, y yo solo me fijo en sus pies. Qué más desearía, que matar a Jeanine y luego huir con Peter hacia los Sin Facción. Hablar tranquilamente con él y vivir tranquilos. Pero, eso es una especie de sueño imposible.
- Tienes cita con Jeanine. Te harán unos estudios, luego te regresaré a este lugar.
- Bien.
Me levanto la manga de la sudadera y veo que son las 7:30 de la mañana. Entramos a una habitación apenas iluminada, en la que se encuentra una gran máquina con una bandeja de tamaño humano saliendo de ella. Es como cuando mi madre hornea pastel, resbala la bandeja y luego la pone dentro del horno. Así es esto. Según recuerdo del libro de Historia de las Facciones, en la unidad de Medicina en Erudición, esto es una máquina de resonancia magnética. Jeanine podrá esculcar en mi cerebro por medio de fotos.
Quiero saber cómo trabaja, qué elementos de la química usan para que mi cerebro se vea tan claro, y por supuesto, quiero conocer los resultados de lo que me vayan a hacer.
- Acuéstate, Maud. – dice una voz, y me hace respingar.
Volteo hacia la gran máquina, sé que en algún lugar, está ella, viéndome por una cámara.
- No. – sonrío. Ella suspira.
- Si no lo haces por ti misma, tendremos que hacerlo a la fuerza.
Veo de pies a cabeza y viceversa a Peter, quien está a mi izquierda y él delata la cámara, que está colgada en la esquina justo arriba de la puerta por la que he entrado. Encuentro un poco de gracia en esto; quizás sea más nerviosismo que diversión.
- Vamos a hacer un trato. – digo, hacia la cámara. – Si copero, ¿puedo ver las exploraciones?
- Cooperarás, quieras o no.
- Eso no es verdad. – digo, con mis brazos cruzados. – Dime, Jeanine. – sigo. – ¿Las muertes pararán, si me dejo hacer todo lo que quieres?
Hay un momento de silencio, mi piel comienza a erizarse y siento como algo efervescente, el enojo sube hacia mi cabeza, camina como una araña por todas mis ramificaciones nerviosas. No sé por qué he preguntado esto. Es estúpido. Sin duda es una pregunta muy lógica, a la cual tengo la respuesta.
- No. – dice, y es como si yo me lo dijera.
Dos pasos, un movimiento, el golpe que me duele más a mí, que a él y tengo a Peter encañonado con su propia arma; hincado frente a mí, viendo hacia la cámara. Veo que sangra de la nariz, hago como si no me importara en lo mínimo, aunque por dentro, me duele verlo así. él, me tiene agarrado el brazo, con sus dos manos, tratando de aflojar mi llave.
- ¡Tienen qué parar! – le digo con mis dientes tensos, presionando más el cañón de la pistola en la sien de Peter. Él tiembla. – ¡Prométeme que pararán! O lo mato a él. Mataré a otro de tus juguetes más leales.
- Mátalo. – me dice, sin preocupación alguna. No es lo que esperaba. – Tenemos más osados.
- ¿Qué? – pregunta Peter, con sus cejas juntas.
- Bien. – exhalo y empujo a Peter y él cae de cara al suelo. Y hago lo que no creí poder hacer jamás. Siento el círculo tibio contra mi sien, ahora. – ¿Me necesitas viva, para tus pruebas, no es cierto?
- Maud, no seas estúpida, por favor.
- ¡Debes prometer que dejarás de matar a tanta gente inocente! O tu proyecto de Medicina se acabó.
- No serías capaz.
- Pruébame. – le digo, y preparo el cañón. De igual manera, ella me matará. Prefiero hacerlo con mi mano.
- Está bien, Maud.
- Quiero otra cosa, a cambio.
- ¿Qué? – dice, desesperada.
- Enséñame los resultados de los escáneres y todo lo que vayas a hacerme.
- ¿Para qué?
- Seguramente lo entiendes, pero esperas a que yo te lo diga. Tengo las mismas aptitudes para Erudición, de las que tengo para Osadía, o para Verdad. En cierto modo, soy igual que tú, Jeanine. Tengo curiosidad.
- Está bien. – dice, exhalando. – Podrás verlos. Ahora, acuéstate.
Peter se pone de pie y no vuelvo a dirigirle la mirada, tiro el arma al suelo. El frío del metal se traspasa a mi piel, incluso sobre la sudadera. La bandeja se desliza hacia adentro y cierro mis ojos. Esto, es igual a las cajas donde ponen a los muertos. Es encierro. Y el encierro tiene cierto efecto en mí. Trato de respirar profundo, y no preocuparme por el lugar en el que estoy. "No estoy en una caja. Esto será rápido. Será rápido, será rápido". Unos golpes como tambores, comienzan.
Trato de pensar en el agua del Abismo, en la azotea del Pozo. En Eric, en lo decepcionado que estaría de mí, si estuviera vivo. En las ganas que tendría de matarme, al verme entregándome a Jeanine, tirando al infierno cada uno de sus esfuerzos por protegerme. Y luego, lo sorda que me sentía, cuando lo vi muerto, por la bala en su corazón.
La bandeja se desliza de vuelta. Me siento y ordeno mi cabello con los dedos, tomando una fuerte bocanada de aire, para alejar el nudo en mi garganta. La puerta se abre frente a mí, a cinco metros de distancia y Peter aparece por ésta, sin rastro de sangre. Me hace señas con su cabeza, para que lo siga.
- Vamos, puedes ver los escáneres. – me dice, cuando voy llegando a su lado. Él sacude la cabeza hacia mí y esboza una sonrisa.
- ¿Qué? – pregunto extrañada. Le pegué, ¿y se sonríe? ¿Es acaso, una burla?
- Veo que cierto encanto tuyo, no solo ejerce poder sobre mí. Lo manejas a la perfección con Jeanine.
- ¿Sí? Después de todo, ese encanto mío, servirá para evitar mi muerte, supongo. – le contesto, sarcástica. Paso de largo, sin esperar respuesta alguna, sin quedarme más tiempo para pedirle una disculpa por el golpe. Pero, él me detiene del brazo.
- Maud, ¿viniste por ti sola? ¿O te han mandado?
- ¿Eso, qué te importa?
- Tengo dos posturas. – dice, levantando su frente. – Pudiste haber venido de voluntaria, o pudieron haberte puesto como carnada. Pero, conociéndote y conociendo a los osados... estoy más inclinado por la primera. Voluntaria. – me ve, como Cuatro me veía, cuando me hizo la pregunta sobre mis resultados en la Prueba de Aptitud, en la primera simulación.
- Hazme un favor y dedícate a tu estúpido trabajo de osado traidor y deja de hacerme preguntas. – le digo, arrogante. Temo tanto por él, como por Will.
Peter introduce una serie de números en un panel. Cabe mencionar, que a pesar de que salí de la habitación, caímos a una pequeña sala. Supongo que, detrás de la puerta que Peter está por abrir, se encuentra Jeanine.
- Si has venido por tu cuenta. – insiste Peter. – Creo que fuiste muy estúpida. El que hayas venido, no cambiará nada.
- ¿Tú, qué sabes? Deja de meterte en esto. no eres más que mi guardia de seguridad, el idiota que debe evitar que me lance sobre Jeanine o cualquier otro erudito. Cuando en realidad, tengo más ganas de matarte a ti, que a Jeanine.
Estamos en otra habitación. Puedo ver una pantalla gigantesca que muestra el cuarto de la máquina. Me acerco con pasos temerosos y Peter viene a mis espaldas. Esta habitación, está un poco más oscura, pero tiene varios ordenadores. Al otro lado, una puerta suena al cerrarse. Hay una silla vacía, detrás de una pantalla. Supongo que, alguien ha salido.
- Ponlos ahí arriba. – indica Jeanine, apuntando hacia la pantalla grande.
Pronto, aparece una imagen de mi cerebro, en lugar de la máquina. Me da un leve escalofrío, pero no dejo de verlo. No entiendo del todo qué sucede con mi cerebro, o cómo sería a comparación de uno "normal".
- Que alguien instruya a la señorita Austin de lo que hace cada parte, por favor. – dice Jeanine.
- Tu región frontal, lateral, es la que regula la organización de pensamientos y las acciones para alcanzar tus metas. Es grande. – dice una chica, apuntando con un láser hacia la imagen.
- Eso no me dice nada. – responde Jeanine. "Ni a mí", pienso.
- Es mucho más grande de lo normal. – se corrige la chica.
- Mejor – dice Jeanine. – De hecho, es una de las cortezas frontales laterales más grandes que he visto nunca. Aunque, la corteza orbifrontal, es muy pequeña. ¿Alguien podría indicarme, por qué?
- La corteza orbifrontal es el centro de la recompensa del cerebro. Los que se exhiben a un comportamiento de búsqueda de recompensa tienen esta corteza grande. – responde un chico. – Eso, significa que la señorita Austin, se compromete en una pequeña búsqueda de la recompensa.
- ¿Eso me hace ser abnegada? – pregunto, frunciendo el ceño. – Entonces, ¿por qué no me apareció eso en mi prueba de Aptitud?
- No es que seas abnegada. – responde Jeanine. – No estás motivada por la recompensa, es cierto. Pero, eres buena dirigiendo tus pensamientos y acciones hacia tus metas. Eso explica ambas tendencias hacia tu comportamiento dañino, pero desinteresado. Y, tal vez, eso explique tu habilidad para salirte de las simulaciones. ¿Alguna otra observación.
- La corteza del dorso lateral es más grande, también. Esta corteza es la encargada de la honestidad. Es por eso que te manda a Verdad, y no a Abnegación.
- Muy buena observación. – dice Jeanine. – Entonces, ¿qué nuevos cambios deberíamos generar en el nuevo suero de las simulaciones?
- Suprimir un poco la actividad de la corteza frontal. – responde otra chica.
- Exactamente. – finaliza Jeanine, y vuelve a verme con los ojos brillantes de euforia. – Entonces, así es como procederemos. ¿Es de su satisfacción el final de nuestro acuerdo, señorita Austin?
- Realmente hacen lo que les apasiona. – digo, con una leve sonrisa falsa. – Me hubiera agradado investigar tu cerebro, Jeanine, para ver todos esos espacios muertos que tendrás. Pero, creo que sí... es de mi agrado esta absurda búsqueda de poder a la fuerza. Esa tendencia tuya de ambición, llega a dejarme sin palabras.
Jeanine ha cambiado su mirada, ya no brilla. Ahora sus ojos azules, parecen casi negros. Adoro ese enojo en ella. Aunque, me da cierto temor saber que suprimirán cierta actividad en mi cerebro. Suena casi imposible. Tengo que luchar contra ese suero, tal como lo he hecho hasta ahora. Jeanine tiene tensa la mandíbula y muerte su mejilla por dentro.
- Llévatela. – dice al fin, viendo hacia Peter.
En silencio, él y yo salimos de esa habitación. Subo la manga de mi sudadera, el reloj marca casi las nueve de la mañana. Empiezo a tomar conciencia de lo que es este lugar. Es mi mortaja. Y, ni siquiera Peter podrá salvarme esta vez.
- ¿Crees que ya se dieron cuenta de tu ausencia? – me pregunta, Peter. Volteo a verlo, más con odio que confusión. No viene al caso su pregunta.
- Hay tantas cosas que han salido de tu boca, y nada es bueno, Peter. – respondo.
Giramos a la izquierda, el último pasillo para luego llegar a las puertas; pero, nos interrumpe el paso un grupo de personas que está al otro extremo del pasillo. Es uno de los corredores más largos, pero la distancia ahora me parece nula. Incluso, puedo oír su respiración densa.
Sujetado de cada brazo por un traidor y una pistola en la nuca. Estando aquí, se me hace tan vulnerable, como Peter, pero lo es más él, pues tiene insertada la simulación y en cualquier momento la activarán.
La sangre le recorre por el lado derecho de su rostro. Siento las manos de Peter, que me toman de los hombros; entonces, su mirada choca contra la mía y detiene el forcejeo, observando mi atuendo y luego a Peter.
- Will. – digo, y ha sonado como un jadeo.