Barry y yo nos fuimos corriendo a la estación de policía ya que estaba lloviendo horrores, todo para que lo acompañara a buscar unos papeles para revisarlos en la casa.
Llegamos al lugar y ya estaba algo vacío, se podía ver a Joe aún trabajando, no quisimos interrumpirlo así que subimos rápido al pequeño laboratorio de Barry.
—Todo esto, igual mañana será tu lugar de trabajo.
—Espero poder hacerlo lo bien —me senté en la silla de él.
—Claro que lo harás bien —me sonrió—. Podía formar un álbum con todas las sonrisas que Barry me dedica. En verdad él es tan lindo.
—Gracias —me reí.
Ambos nos pusimos enfrente de la computadora para revisar unas cosas, hasta que un gran destello nos robó las miradas. Era una enorme explosión que provino del laboratorio de mi padre, Barry y yo nos quedamos impactados ante tal espectáculo.
—¡El laboratorio de mi papá! —fue lo único que pudo salir de mi boca, tenía miedo.
—Oh por Dios... —se pasó las manos por el cabello.
La tormenta empezó a empeorar, haciendo que los rayos se impactaran en una antena que había en el techo. Barry corrió rápidamente para bajarla con una cadena. Vi que le costaba algo de trabajo, así que fui a ayudarlo, pero todo comenzó a ponerse extraño. Unas sustancias que estaban en unos estantes, empezaron a elevarse, como si no hubiera gravedad.
—¿Pero qué...? —logró decir.
Escuchamos que un rayo había dado con la antena, y eso hizo que voláramos por aquella habitación. Barry estaba tirado encima de los estantes con químicos, quise ayudarlo pero no pude, me sentía débil, empecé a ver todo borroso, sentía que mi corazón se detenía poco a poco, hasta que cerré los ojos.
Narra Joe
Escuché un ruido en el laboratorio de Barry, así que subí lo más rápido posible. Al entrar vi todo un desastre, Nina y Barry estaban tirados en el suelo.
—¡Barry! ¡Nina! —era lo único que podía decir, estaba llorando de miedo.
Toqué el pulso de ambos, y no tenían. Estaba más que asustado. No tenía celular para llamar al 911, pero recordé que Eddie aún seguía aquí.
—¡Eddie! ¡Eddie! —gritaba a más no poder.
—¿Qué pasó Joe? —llegó Eddie corriendo.
—Necesito que llames al 911, ¡ahora!
Sacó su celular e inmediatamente llamó a emergencias, mientras que yo intentaba a reanimar a los dos. Ellos no eran mis hijos, pero los cuidé como si en verdad lo fueran.
Emergencias llegó rápido, pusieron a Nina y a Barry en camillas y los metieron en una ambulancia. Estaba por irme al hospital cuando Iris llegó.
—¿Papá qué pasó aquí? —había horror en su voz.
—Nina y Barry, sufrieron un accidente —quería llorar pero no podía hacerlo enfrente de Iris, porque quería verme fuerte para ella.
—¿Se van a poner bien? —me abrazó con fuerza.
—Si hija, no te preocupes —le di un beso en la cabeza—. Tengo que ir al hospital, tú tienes que ir a la casa, dile a Eddie que te acompañe.
Salí corriendo, no quería perder más tiempo. Me metí al auto y conduje como loco hasta llegar al hospital.
Corrí hasta una enfermera, para que me diera información de ellos dos, y lo único que pudo decirme, es que ambos iban a estar en coma un determinado tiempo.
Han pasado 7 meses, y ellos aún no despiertan. Ambos han tenido pequeñas crisis, y aún así los doctores no pueden hacer más, cada día se me van perdiendo las esperanzas. No he querido salir del hospital, no quiero arriesgarme a irme y que pase algo peor con ellos.
Intento dormirme en una de las sillas que hay en la sala de espera, pero el ruido de al parecer una silla de ruedas me despierta.
—Señor Joe West.
—¿Doctor Harrison? —era increíble lo que estaba viendo. Aquel imponente doctor, estaba en una silla de ruedas.
—Lamento mucho lo que le paso al joven Allen. Aunque mi hija igual esté en las mismas —bajó la mirada.
—Si bueno, creo que los dos compartimos el mismo dolor —me pasé la mano por la barbilla.
—Déjeme llevarlos al laboratorio —dijo con sequedad.
—¿A su laboratorio? —pregunté extrañado, ya que ese lugar había estallado y no estaba en buenas condiciones.
—Si, ellos aquí han tenido 7 meses y los doctores no saben que hacer. A comparación, en mi laboratorio tenemos la última tecnología y puedo asegurarle que despertarán.
—Pues no sé qué decir... —Dudé un poco.
Aquel hombre no era él mismo. El día que me dijo que cuidara de Nina, era otra persona, y hoy, puedo decir que es otra.
—Por favor, déjeme salvarle la vida al joven Allen, porque sin duda, le salvaré la vida a Nina —dijo con firmeza.
—Entonces hágalo —recordé todas esas veces en las que ambos sufrieron alguna crisis y los doctores sólo podían reanimarlos y decirme "es lo único que podemos hacer".
Él Dr. Wells pidió el traslado de ambos hacia su laboratorio. A ambos los puso en unas camillas, en lo que parecía un centro de control lo suficientemente equipado. Sólo habían maquinas y más maquinas.
—Perdón por haberme ausentado todo este tiempo, pero como ve... —dio la vuelta en su silla de ruedas— quedé paralítico tras la explosión.
—Lo siento mucho.
—No se preocupe y le agradezco que haya cuidado de mi hija.
—No es nada, la crié como si también fuera mi hija.
Pude notar que habían dos muchachos conectando a Barry y a Nina a unas maquinas. Uno era un hombre y la otra una mujer. Ambos eran jóvenes, y sabían perfectamente lo que hacían.
—Ellos son Cisco Ramón y la doctora Caitlin Snow, señor West —me dijo como si me hubiera leído la mente.
—Es un gusto, señor —me dijo Caitlin. Ella era de tes blanca y cabello castaño claro. Era muy bonita pero se le podía ver un semblante triste.
—Igual es un gusto señor —me dijo aquel muchacho. Su cabello le llegaba hasta los hombros y se vestía de una manera peculiar.
—Un gusto —dije.
—Puede irse a casa señor West. Ellos están en buenas manos —me guiñó el ojo.
—Hmm... No sé Dr. Wells.
—No se preocupe, puede venir todo el tiempo, pero sé lo que le digo.
—De acuerdo, confío en usted —me di la vuelta y salí de aquel lugar.
En el camino empecé a tener mis dudas, pero hice lo que haría cualquier padre por ver a sus hijos bien.